Fábulas y parábolas





Las parábolas y fábulas se estructuran en dos partes fácilmente demarcables: la narración y la apelación del emisor- narrador  al lector por lo que las consideramos, al clasificar los textos,  por su trama narrativa y su función conativa.

Empezamos con “El barco que parte”, del libro “PARÁBOLAS”  de Enrique Rodó, tan de otro siglo, y sin embargo, tan actual.
Viajar en él significará asomarnos a una de las más ricas orfebrerías del lenguaje, a una estructura cuidada y a un mensaje que da mucho que aprender.
Ahora...la detenida- y aún repetida lectura...

"El barco que parte" 
Mira la soledad del mar. Una línea impenetrable la cierra, tocando al cielo por todas partes menos aquella en que el límite es la playa. Un barco, ufano el porte, se aleja, con palpitación ruidosa, de la orilla. Sol declinante; brisa que dice "¡vamos!"; mansas nubes. El barco se adelanta, dejando una huella negra en el aire, una huella blanca en el mar. Avanza, avanza, sobre las ondas sosegadas. Llegó a la línea donde el mar y el cielo se tocan. Bajó por ella. Ya sólo el alto mástil aparece; ya se disipa esta última apariencia del barco. ¡Cuán misteriosa vuelve a quedar ahora la línea impenetrable! ¿Quién no la creyera, allí donde está, término real, borde de abismo? Pero tras ella se dilata el mar, el mar inmenso; y más hondo, más hondo, el mar inmenso aún; y luego hay tierras que limitan, por el opuesto extremo, otros mares; y nuevas tierras, y otras más, que pinta el sol de los distintos climas y donde alientan variadas castas de hombres: la estupenda extensión de las tierras pobladas y desiertas, la redondez sublime del mundo. Dentro de esta intensidad, hállase el puerto para donde el barco ha partido. Quizás, llegado a él, tome después caminos diferentes entre otros puntos de ese campo infinito, y ya no vuelva nunca, cual si la misteriosa línea que pasó fuese de veras el vacío en donde todo acaba...

Pero he aquí que, un día, consultando la misma línea misteriosa, ves levantarse un jirón flotante de humo, una bandera, un mástil, un casco de aspecto conocido...
¡Es el barco que vuelve! Vuelve, como el caballo fiel a la dehesa. 
Acaso más pobre y leve que al partir; acaso herido por la perfidia de la onda; pero acaso también, sano y colmado de preciosas cosechas. Tal vez, como en alforjas de su potente lomo, trae el tributo de los climas ardientes: aromas deleitables, dulces naranjas, piedras que lucen como el sol, o pieles suaves y vistosas. Tal vez, a trueque de las que llevaba, trae gentes de más sencillo corazón, de voluntad más recia y brazos más robustos. ¡Gloria y ventura al barco! Tal vez, si de más industriosa parte procede, trae los forjados hierros que arman para el trabajo la mano de los hombres; la tejida lana; el metal rico, en las redondas piezas que son el acicate del mundo; tal vez trozos de mármol y de bronce, a que el arte humano infundió el soplo de la vida, o mazos de papel donde, en huellas de diminutos moldes, vienen pueblos de ideas. ¡Gloria, gloria y ventura, al barco!

Fija tu atención, por breve espacio, un pensamiento; lo apartas de ti, o él se desvanece por sí mismo; no lo divisas más; y un día remoto reaparece a pleno sol de tu conciencia, transfigurado en concepción orgánica y madura, en convencimiento capaz de desplegarse con toda fuerza de dialéctica y todo ardimiento de pasión.

Nubla tu fe una leve duda; la ahuyentas, la disipas; y cuando menos la recuerdas, torna de tal manera embravecida y reforzada, que todo el edificio de tu fe se viene, en un instante y para siempre, al suelo.

Lees un libro que te hace quedar meditabundo; vuelves a confundirte en el bullicio de las gentes y las cosas; olvidas la impresión que el libro te causó; y andando el tiempo, llegas a averiguar que aquella lectura, sin tú removerla voluntaria y reflexivamente, ha labrado de tal modo dentro de ti, que toda tu vida espiritual se ha impregnado de ella y se ha modificado según ella.

Experimentas una sensación; pasa de ti; otras comparecen que borran su dejo y su memoria, como una ola quita de la playa las huellas de la que la precedió; y un día que sientes que una pasión, inmensa y avasalladora, rebosa de tu alma, induces que de aquella olvidada sensación partió una oculta cadena de acciones interiores, que hicieron de ella el centro obedecido y amparado por todas las fuerzas de tu ser; como ese tenue rodrigón de un hilo, a cuyo alrededor se ordenan dócilmente las lujuriosas pompas de la enredadera.

Todas estas cosas son el barco que parte, y desaparece, y vuelve cargado de tributos

Entregamos solamente una representación simple para que el lector "juegue" con ella, vea  la macro-estructura, y a partir o prescindiendo del ejemplo, realice su propio trabajo:



Tal vez al lector la sola visión de estos dos cuadros le permita “ver” claramente, un argumento que va a dar pie a una significativa enseñanza.

Quizás no sea necesaria la explicación y, seguramente, hasta habrá pensado en incorporar elementos, en anular otros, en fin, también, ¿por qué no?,
en representar de otra manera.

Y bien estaría que lo hiciera, y también que llevara el ejercicio a los alumnos de su  curso y que se preparara para recibir ideografismos más condensados y acertados aún.

En tanto le ofrecemos este  comentario orientado por las mismas figuras creadas:

Dos momentos en la narración. Dos cuadros.
En el 1 el narrador ( N ) observa desde la playa los movimientos de un barco que zarpa desde el puerto, dirigiéndose hacia la línea del horizonte para perderse tras ella.
Al otro lado de la línea palpitan otros puertos, otros hombres sobre cuya existencia se abren interrogantes y suposiciones.
Un día el barco regresa y ahora las preguntas se dirigen al cómo de su regreso. (Tal vez, quizás, quizás...)

En el 2 gran apartado, o parte,  el autor aplica la anécdota a la vida:
 Se inicia con el verbo en segunda persona- “fija” que abre la posición del narrador dirigida al receptor ( alocutorio, lector) sobre el cual trata de influir
 (Función conativa)
A partir del primer momento de esta segunda parte, los  verbos y las formas pronominales  en segunda persona repiten su intención didáctica en cuatro circunstancias  en que se da el surgimiento de una experiencia,  su  llegada
 “a pleno sol de la conciencia”,  para luego desaparecer, aparentemente.


 Hasta que un día inesperado, los efectos de una lectura, el recuerdo de una sensación,  la sombra de una  duda, regresan (flecha a la izq.) como lo hizo el barco y quizás mucho más enriquecidas, fuertes, seguras  que al partir ( flecha a la derecha).

A partir de esta explicación del argumento, se pueden seguir todos los pasos de la comprensión hasta abordar el juicio crítico que seguramente se aventará en el encuentro con  la semántica del texto,  exquisito, depurado, de gran fuerza, y con una macro-estructura  perfectamente organizada que culminan en una magnífica transferencia, aplicación a los propios saberes y conocimiento del mundo,   en que un pensamiento de tipo freudiano habla de los regresos a la conciencia de todas las vivencias que se consideran perdidas en las playas de la vida, aparentemente  barridas por nuevas experiencias.

¡Una extraordinaria composición! Un magnífico texto que siempre estará vigente en las aulas por tratarse de un clásico, a los que siempre es bueno volver... como el barco...


Las parábolas de Rodó y su representación  dan lugar a la comprensión de todo texto de este tipo- tal como la fábula- que se divide por lo general  en dos partes.

Si el lector ya conoce a Rodó y ha disfrutado de sus libros, tal vez desee aplicar esta estrategia para que los alumnos “vean”, un tanto jugando, éstas, a veces complejas lecciones de vida.

Nosotros  hemos trabajado con algunas particularmente:
“Mirando jugar un niño”, “Peer Gynt”, “La pampa de granito, “La inscripción del faro de Alejandría”.

Las que más recordamos, los ejemplos que más ayudan a nuestras vidas, las que más se graban, son aquéllas que nos permitieron mejores representaciones.

La claridad  esquemática de  “El barco que parte”, por ejemplo, permite a los alumnos explicar su argumento y sentido con gran claridad.

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