VIVIR LA JUVENTUD EN NUESTRO PAÍS

SER JOVEN HOY



“No es joven quien se transforma en esclavo del hábito, repitiendo todos los días los mismos trayectos. Quien no cambia de marca, no arriesga vestir un color nuevo y no le habla a quien no conoce”.- Pablo Neruda



Las palabras de Neruda alcanzan hoy una gran actualidad, tanto para quienes se sienten físicamente jóvenes pero alcanzados por el desánimo como por los que suman años y falta de voluntad para seguir creciendo.



Es joven el que se decide a hacer un camino nuevo… para ir a alguna parte, lo que nos lleva reflexionar en cómo se vive la etapa de la juventud en nuestro país.

La juventud actual está signada por la percepción de lo fugaz, lo acelerado, incluso descartable, y, si la aceleración es una nueva fuerza social que afecta las conciencias y el modo de relacionarnos, es el sentimiento de intransitoriedad su réplica sicológica. Al reconocer el fenómeno y entenderlo podemos, como dice Toffler, “convertir las crisis en oportunidades y ayudarnos para remontar las olas del cambio, creciendo con una impresión de dominio sobre el propio destino”.
Para los estudiosos sobre el tema, el término “juventud” tiene un contenido social. Esto quiere decir que se supera la etapa adolescente cuando se da la inserción en el mundo laboral, lo cual trae aparejadas nuevas responsabilidades, la principal de las cuales es vivir solo y enfrentar las múltiples tareas que demanda el mantenerse, desde administrar la economía hasta organizar los proyectos de vida.


El deterioro de la economía actual demora la entrada a la etapa productiva de los argentinos por lo que cada día son más los que permanecen en lo que para muchos es una adolescencia demorada y para otros una eterna y falsa juventud.



Pero hay otros factores a tener en cuenta cuando nos preguntamos por qué algunos llegan hasta los 35 años sin definirse. Así, con el título “La eterna adolescencia” de María Cecilia Escribano y Leonardo Blanco, se analiza el fenómeno que abarca a una generación que va desde los 20 a los 35 años, diciendo que,”los que transitan la edad, son demasiado grandes para ser adolescentes y con pocas posibilidades para ser adultos”.



Pero además de vivir en un país que no da posibilidades a la inserción juvenil, los chicos tienen sus propias concepciones de rechazo a las etapas que continúan la vida, como si no pensaran que el correr del tiempo los lleva inevitablemente a ellas.



Es bueno atender a lo que Neruda propone para algunos males: “Quien no lee, quien no encuentra gracia en sí mismo, quien no se deja ayudar, quien pasa los días quejándose de su mala suerte o de la lluvia incesante, quien abandona un proyecto antes de iniciarlo, quien no pregunta sobre un asunto que desconoce… es realmente muy viejo”. Un viejo vencido.



Por eso es posible escuchar lamentos como el que sigue: “Me da miedo la vejez porque hoy el acento está puesto en lo estético y no en lo intelectual- dice, y agrega una chica de veinticinco años:”para triunfar hay que mantenerse joven. Ya no importa lo que uno es”.



“Los jóvenes no llegan a la adultez porque no existe el futuro” dice el psicólogo Héctor Basile, y según los estudios realizados por la psicóloga social Clarisa Voloschin, “Los chicos quieren ir a vivir solos pero con la condición de poseer el mismo nivel de confort que tenían en la casa de sus padres. Esto los diferencia de las generaciones anteriores que se iban superando las peores condiciones de subsistencia”. Lo que les permitía aprender y fortalecerse- agregamos.



Además, como la sociedad de consumo exige una eterna juventud, aquellos que no encuentran en sus propias fortalezas internas u objetivos vitales un elemento ordenador suelen caer en la trampa de querer conquistar, aunque hayan pasado la frontera de los cincuenta años- una apariencia joven y todos los aportes que venidos del exterior los presenten con un aspecto aceptable para los demás.



El vacío de sentido, la abulia, suelen acompañar la frustración de estos empeños, lo que lleva a lamentables patologías.



El psicólogo español Aquilino Polaina Lorente- que analiza el llamado “Síndrome de Peter Pan” - observa el problema poniendo la mirada en la educación sin responsabilidades que reciben actualmente los chicos, y fundamentalmente en el exceso de mimos con que los padres compensan el abandono en que dejan a sus hijos para cumplir con sus obligaciones laborales.



La familia y la escuela son los ámbitos donde se deben abrir caminos para que los chicos despierten al mundo de los grandes ideales, pongan vela a sus deseos e inicien una vida propia tras los proyectos que no tienen por qué ser demasiado altos sino realizables: empezar por hacerse cargo, mejorar, cuidar y mantener en buen estado el mundo que rodea a cada uno, por ejemplo.



Y siempre con agradecimiento a la vida como dice la sabiduría popular en boca de un conocido humorista cordobés:



“A la vida hay que primeriarla, no sea que le devenga inavenible, porque si a usted se le pone que es mala no hay quien le saque el empacho, y porque todo lo que es de gobierno propio, salú del alma, contentura estable, alegría al paso, chochera diaria, güena onda, todo eso no depende de otro dependedero que no sea el de uno mismo”. Palabras de José Luis Serrano (Doña Jovita).

Contentura, alegría, chochera diaria, son expresiones ausentes en el espíritu juvenil y por cierto en el de muchos, demasiados adultos.


Sin embargo, es bueno pensar que, de no ponerle “güena onda al día”, tanto adultos como jóvenes devienen en un prematuro envejecimiento, en un vacío que no se sabe localizar pero que está en el interior, escondido, envenenando los días con la niebla de la apatía y la depresión.



Los que padecen un profundo vacío existencial, la sensación de un negro y peligroso hueco que exige ser llenado de cualquier manera, dejan paso a la droga, el alcohol y cualquier tipo de dependencias que suelen producir la engañosa sensación de sentirse colmados. A ese estado interior se refiere también Doña Jovita describiendo con profunda gracia:



“Pa las cosas de adentro, las que templan la sangre, no hay otra que agradecer el sol de cada mañana, a la tierrita que levantamos cuando vamos yendo. Ahí no entra “la gestión kisner”, ni los almanaques que hemos pasao, ni el lugar donde nos ha tocao trajinar”.



Neruda aporta algunas recomendaciones que refuerzan aún más estas ideas:



“Si te vas a calentar que sea al sol; si vas a engañar que sea a tu estómago; si vas a llorar que sea de alegría; si vas a mentir, que sea la edad; si vas a robar, que sea un beso, si vas a perder, que sea el miedo, Y si existe hambre que sea de amor. Si es para ser feliz… que sea todo el tiempo”.



Por suerte son cada vez más, aunque escasos, los adultos que empiezan a reflexionar sobre estos temas y se animan a transmitirlos a los jóvenes, aquéllos jóvenes que tienen un espíritu realmente predispuesto al diálogo porque como dice doña Jovita, “a la vida hay que primeriarla”.



Gladys Seppi Fernández

" La Tinelización de la Mujer "

ESA MUJER, ESA COSA
LA TINELLIZACIÓN DE LA MUJER


Uno de estos días volverá a reinar, porque es el rey del rating.

Lo tenemos como un gran caradura y no solamente lo es. Lo sabe. Sabe que es gracias a esa condición como ha ganado la posición que ocupa, la atención de millones de argentinos y hasta la curiosidad de medios extranjeros- El País de España, Le Monde, de París y, hasta donde llegamos a saber, de CNN, que lo ha entrevistado para preguntarle cómo se atreve al colmo.

Audacia, atrevimiento, desconsideración, falta total de límites caracterizan la actuación de este conductor y su equipo que han hecho de la TV argentina un curioso fenómeno de la bufonada y de la cosificación y que, dentro de poco, volverá a ocupar su lugar en las pantallas.

Y todo pareciera estar bien cuando millones de argentinos, incluidas sus familias lo están esperando aún sabiendo que se irán a la cama varios días de la semana pasada la medianoche sólo para no perderse ninguno de los escándalos que ofrece. Todo pareciera admisible cuando lo que reina en este hoy hedonístico es la cultura del entretenimiento, del distraerse, sin pensar demasiado en el papel que jugamos, en los efectos que los pasivos televidentes sufrimos- a posteriori o ipso facto- en esta era del pasarlo bien, solamente de la distracción.

¿Es que estamos tan desesperados, abstraídos, descreídos y faltos de fe en el ser humano y en nuestras propias posibilidades como para transformarnos y dejar transformar a nuestros hijos y nietos en sujetos inconscientes de un mensaje que nada construye sino que es, más bien, altamente destructivo?

¿De tal manera hemos bajado los brazos los argentinos como para transformar en motivo principal de nuestras conversaciones lo que se vio, el último escandalete de Show Mach? “¿Cómo? ¿Te lo perdiste? ¡Qué pena! No sabés…”

Pues si cada noche del año pasado nos sorprendió,- ¿quién puede negar el esplendor de una puesta en escena que no mezquina recursos tan crecientes?- si cada noche de años anteriores ofreció más y más sorpresas, bien podemos admitir que muchos lo esperan con ansiedad y curiosidad porque siempre se supera, supera lo esperable en tanto el Señor Rating levanta su mercurio porque habrá, seguramente, cada noche, más fiebre, más acaloramiento.

Recordamos una de aquéllas, colmosa. Y no era para menos. El aplaudido conductor había buscado como partenaire a una de las mujeres más notables del espectáculo: la Suller, que si de escandalizar se trata ya ha abordado y abusado de las formas más desmesuradas y grotescas para lograrlo.

Mujer- cosa, la escandalosa mujer se trata a sí misma como al más engolosinado de los panqueques, un plato para devorar, y si como mujer no puedo sentir lo que suscita en la sensibilidad masculina, sí puedo imaginar lo que le genera: el despertar de los instintos primarios, solamente de eso que mantiene al hombre subsumido en el nivel más bajo de la pirámide de crecimiento (Maslow mediante). Y el conductor, que lo sabe, mide en rating su posibilidad de llegar hasta las últimas consecuencias. Y se juega al más.

Con cara de inocente, lo admite, lo conciente y estimula. (¿Cómo?, ¿se lo perdieron? Fue una de las últimas noches del año pasado).

En cuanto a los aciertos, no vamos a negar que lo de la “casa de los famosos” tuvo su atractivo. Y sus méritos.

Y hasta podemos concederle valor artístico a ciertas imitaciones muy logradas que, además de expresar preocupación, esmerado trabajo y arte en la composición, reflejaron una realidad que tal vez haya posibilitado que muchos políticos/as se vean desde la otra orilla, de la manera como los ve la gente, lo que pudiera provocar- ¡ojalá así sea!- que hasta contribuya a la corrección de ciertos tic o gestos que a muchos de ellos los desnudan mostrándolos débiles, ridículos, codiciosos, autoritarios, necios/as y cuántos otros adjetivos de oscura coloración les caben en general o particularmente.

El programa aludido tiene sus atractivos y por eso carga con la mayor atención pública.

Pero hasta aquí, en todos sus días- o noches- ha estado presente, omnipresente, la intención de utilizar a la mujer-cosa, la mujer descartable, la que desata deseos que ponen de punta los nervios masculinos y deforman la verdadera imagen que da auténtico valor a la mujer genérica, la que sostiene la vida, la que guía, orienta y se da totalmente a la tarea familiar de acompañar y sostener con su amor a su marido, a sus hijos.

Pensamos, entonces, que urge hablar del tema, que de eso se trata la palabra educación, de poner en palabras lo que anda intentando elaborar el interior de más de uno, lo que reprueba una importante , aunque no sea mayoritaria, parte de la población .

Hablar en familia, en la escuela, en los diversos cultos para que las rebeliones que andan bullendo aquí y allá se hagan una voz cantante que llegue aunque más no sea al limitado ámbito en el que nos desenvolvemos.

El tema de la tinellización de la cultura- como se ha dado en llamar- clama ser tratado, seriamente, no como el mero comentario de cada anécdota, de lo que nos trajo la noche manteniendo alerta tanto suspiro, sino desde la óptica del juicio crítico y la necesaria pregunta: ¿qué es lo que este programa tan popular, tan visto está produciendo? ¿De qué manera está generando una nueva cultura y qué representa eso “nuevo”? ¿Un hombre más despierto, más dispuesto y capaz de hacer, de resolver su problemática diaria y existencial o un pasivo receptor que se deja comer por “los ratones”?

¿Y en los más chicos? ¿No advertimos acaso que programas como éste alientan el de por sí natural desenfado adolescente, su atrevimiento y engreimiento juvenil y hasta el atropello, porque por sobre todo lo perjudicial el mencionado conductor y su no menos audaz séquito está haciendo creer que lo que vale es la apariencia exterior (¡vaya si son buenos cuerpos las mujeres que se presentan!) y, además que vale todo, que cuanto más audaz, atrevido y atropellador se sea es más seguro el éxito social?

Es evidente que estas nuevas generaciones son un producto de esta TV desenfadada que tenemos.

Que lo digan los docentes que no están pudiendo con los alumnos y demasiados padres que conceden cada vez más, porque, como dice el psicopediatra Aldo Naouri,” demasiados padres que no saben ponerse límites a sí mismos reproducen esa imposibilidad en la educación de sus hijos”. Una impotencia que se manifiesta entre tantas actitudes en no poder apagar la TV, cuando sienten, saben, que su familia está recibiendo un mensaje corrosivo y desmoralizante.

¿De qué manera, entonces y cómo y en qué momento podemos aplicar los adultos una pedagogía del esfuerzo, del vale la pena, de la alegría interior si todo le viene a los chicos desde un afuera perturbador que lo mercantiliza?

Creemos que urge hablar del tema, advertir y advertirse porque se trata de analizar los efectos colaterales deseados, pensados, conscientes y muy usufructuados de parte de un equipo audaz , en tanto del otro, del lado del telespectador tenemos que hablar de efectos inconscientes, impensados y muy destructivos. Sobre todo si la teleaudiencia está poblada por adolescentes, o gente que, aunque carga años, está todavía en vías de una deseable maduración.

Insistimos entonces: ¿qué entienden los chicos que quedan presos de la pantalla con padres más alelados aún? ¿Cuál es el mensaje que reciben y ponen en práctica en su realidad o aplican inmediatamente en su vida de relación? ¿Qué imagen reciben de la mujer? ¿Qué es lo que vale, lo único que parece valer?

Las respuestas son obvias pero vale la pena insistir en ellas.

Que golpee en la conciencia la reflexión, aunque sea fugaz, de que lo que este programa logra - junto a tantos otros menores, por cierto- es socavar el respeto que toda mujer merece, la relación entre el hombre y la mujer que merece y urge mejorar.

Lo que los chicos reciben atenta contra un significado: ser mujer y con ello al cómo y en qué consiste, qué significa el vínculo del hombre y la mujer.

De manera que, si por una parte padres, docentes, iglesias, intentan, apagadamente, llevar el modo de relacionarse de los géneros a un nivel de profundidad, conocimiento y respeto mutuo, de lo que se trata aquí es de contravenir todos esos propósitos.

Y la TV gana. Ya conocemos el poder de la pantalla. No sólo llega a millones. Los acalla, los anula.

Hará falta un ejército de voces para apagar tanto ruido, tanta incursión seductora porque cuando el mensaje es la superficialidad oponiéndose a la búsqueda de sentidos profundos, cuando la propuesta es el adormilamiento y la pasividad en pugna con la acción y el esfuerzo, ya sabemos hacia qué lado irán las mayorías.

Hacen falta muchas voluntades para contrariar una corriente que nos lleva puestos. Vale la pena que los adultos nos unamos, que juntemos fuerzas y esfuerzos para revalorizar lo que tiene valor, aunque más no sea hablando del tema y creando conciencia.

De no ser así la desvalorización nos va hacer retroceder al punto cero, lo que significa depresión, frustración. ¿Es que no vamos a reaccionar ante la falta absoluta de sentido?

Gladys Seppi Fernández

Conferencia El aborto, EL hijo no deseado y la educación sexual

CONGRESO:

 LA SALUD Y LA JUSTICIA SOCIAL EN CÓRDOBA

(1 diciembre del 2011)

     Dentro del amplio y ambicioso eje temático de este Congreso, se me ha propuesto desarrollar el tema: “El aborto, los hijos no deseados y la educación sexual”  apuntando a reforzar dos palabras claves: salud y justicia.
     Se pretende lograr una balanza más equilibrada del bienestar y  con ello una vida plena y feliz para la mayor parte de ciudadanos. ¡Qué ambicioso suena! ¿No es ésta, acaso, una cuestión invocada y prometida por sucesivos gobiernos y angustiosa mente reclamada por el pueblo?  Ojalá haya reales avances en el afán superador de este congreso.

QUÉ ES EL ABORTO

Internet nos dice:
El aborto inducido es la interrupción activa del desarrollo vital del embrión o feto hasta las 22 semanas del embarazo. Puede tratarse de un aborto terapéutico (o aborto indirecto) cuando se realiza desde razones médicas, o de un aborto electivo (interrupción voluntaria del embarazo), cuando se realiza por decisión de la mujer embarazada.3
A su vez, según la técnica empleada para inducir el aborto, se puede hablar de aborto médico o aborto con medicamentos4 y de aborto quirúrgico.5 6
El aborto espontáneo o aborto natural es aquel que no es provocado intencionalmente. La causa más frecuente es la muerte fetal por anomalías congénitas del feto, frecuentemente genéticas. En otros casos se debe a anormalidades del tracto reproductivo, o a enfermedades sistémicas de la madre o enfermedades infecciosas. Cuando la edad gestacional es superior a 22 semanas o el peso del feto supera los 500 gramos, se habla de muerte fetal.7
        En cuanto a la ley que legalizaría el aborto, considero que debe entrar en su consideración el hecho de que una mujer muere cada dos días en nuestro país por practicarse un aborto en malas condiciones,  que muchas de ellas  son mujeres jóvenes, madres, la mayoría pobres.

Además, es necesario tener en cuenta que:

En nuestro país el 14.9 % de bebés nacidos son hijos de madres adolescentes,  3 de 4 niños llegan a un hogar pobre, que las adolescentes con bajo nivel educativo triplican a las que tienen secundario y que Córdoba y Buenos Aires tiene menor tasas de fecundidad que el resto de las provincias.
  Además en la Argentina la mortalidad de adolescentes embarazadas  es superior a la de la mujer  de entre 20 a 24 años. Y este hecho tiene una explicación:
   Sucede que el pequeño tamaño pelviano, el no haber llegado a la plenitud del desarrollo físico- cuánto más alejadas están del psicológico- constituye un riesgo mayor.
      Además, las adolescentes pobres, que son las que tienen más hijos,  llegan al embarazo con problemas nutricionales, mal control, es decir un mal estado sanitario  por lo que se inicia así una cadena irreversible de consecuencias:
      La madre trata mal al hijo y éste le devuelve el mal trato con un comportamiento hostil que provoca una aún mayor irritación en la convivencia.

    Si se trata de una familia se instala el mal trato y la violencia en la vida diaria. 

     Los hijos heredan una mala disposición para afrontar con optimismo los problemas cotidianos, que, llegados a adultos, trasladan a su propia familia.

  Sucede por ignorancia, deserción y desorganización familiar, la influencia de una tv que se alimenta y alimenta a un público poco exigente, pasatista, sin intereses culturales, a lo que se suma un  concepto equivocado de libertad que lleva a la  promiscuidad sexual.
  
  Se habla de 500.000 abortos por año, el Ministerio de Salud habla de 80 a 100 mujeres que mueren por año debido al aborto clandestino.
  Ante este estado de cosas, los no abortistas defienden la vida por nacer, en tanto  los abortistas defienden la vida de la madre.
   Existe evidentemente una difícil colisión de derechos que el Parlamento deberá solucionar.

   Al respecto de tan difícil situación encontré una frase de Favaloro (o atribuida a él) que dice:
       
         “Los ricos defienden el aborto ilegal para mantenerlo en secreto y no pasar vergüenza. Estoy harto de que se nos mueran chicas pobres, en tanto las ricas abortan en secreto. Se nos mueren nenas en las sillas y en los sanatorios hacen fortuna sacándoles la vergüenza del vientre a las ricas. Con la ley del aborto legal no habrá más ni menos abortos, habrá menos madres muertas. El resto es educar”.

            Remarcamos las palabras: “Con la ley del aborto no habrá más ni menos abortos, habrá menos madres muertas”.

        Las palabras de nuestro mayor cardio cirujano iluminan una realidad:
        Favaloro no cree que por existir una ley que permita a la mujer abortar en condiciones más seguras se vaya a desatar una onda abortiva, cree más bien que es necesario asegurar a la mujer que, una vez que ha tomado tan grave y dolorosa decisión, podrá hacerlo protegida en hospitales y no en manos de curanderas.


          Por eso es necesario incorporar a un debate tan difícil la consideración de otras miradas como las de nuestro médico ilustre.
           Personalmente siento que toda mujer le teme al aborto porque bien conocidos son los dolores físicos y psíquicos que provoca.
          No sólo es una gran frustración, no sólo golpea con la fuerza de los mayores traumas, es también un golpe a la sensibilidad y al destino natural de la mujer, que es la maternidad.
         Se han filmado gracias a los adelantos técnicos, las reacciones del feto ante la amenaza de su muerte. Son films conmovedores que ponen escarmiento en cualquier mujer.      

          Estremece ver imágenes del feto ante la amenaza de la muerte.
          La difusión de estos videos puede actuar como buenos preventivos, Hay una vida allí, y experimenta el peligro. ¿Quién querría abortar sintiéndose la asesina de su propio hijo?

            Sin embargo tampoco se habla y se  desconocen imágenes del inmenso dolor que muerde todos los músculos, nervios, vísceras y ligamentos del cuerpo y también los del espíritu de la mujer que aborta, que queda separada de sí, fracturada internamente porque parte de sí misma se ha ido con el hijo que no pudo ser.  Hay que estar en la piel de la que lo sufre. No. Nadie quiere abortar.
         Ninguna mujer en su sano juicio y sabiendo de qué se trata se sometería voluntariamente a un aborto. Es demasiado alto el precio que debe pagar por un coito muchas veces humillante, al que la mayoría de las veces se sometió, sobre todo si es adolescente, estimulada por el clima hedonista actual,  por el engaño,  por la presión del compañero, por la imitación de sus amigas, por el contagio dela TV  y la complicidad de la noche en los boliches  que tanto excita. Pero más que nada y resumiendo las causas anteriores, por ignorancia.

    LA SOLUCIÓN ES HABLAR ANTES, MUCHO ANTES

        El tema de la sexualidad hablado a tiempo, conversado en familia o en la escuela, con especialistas, abre en la mente una ventana a la mejor prevención: la reflexión sobre las consecuencias de un momento de placer fugaz con un partenaire que suele desaparecer tan pronto como hubo  logrado su objetivo de satisfacer un impulso instintivo.

        Nada peor para la mujer y su salud psíquica que sentirse un objeto de placer y de descarte al que se agregará el tener que enfrentar, la mayoría de las veces  abandonada y en soledad, la decisión de continuar o no con un embarazo que la angustia, con un hijo que no desea y cuyo desarrollo sano no podrá atender.

          ¿Cuál es la solución de justicia que puede administrar el Estado- léase cada gobierno en un país tan desarticulado como el nuestro- a situaciones semejantes?
        
         Considero que el Estado lo que debe hacer es  educar, hablar, difundir, generar conciencia.  Pero no limitarse a dar preservativos en las escuelas o en las vísperas e las reuniones juveniles como lo está haciendo porque eso no es educar, más bien es decir:

     “Vayan, disfruten del sexo pero con preservativos. Por lo demás no hay cuidado”.

         Pero, además y fundamentalmente, las personas que se encuentran en situación de educar y difundir  deben actualizar sus conocimientos en aspectos hasta acá muy poco considerados, estudiados tenidos en cuenta como es:

         Las marcas del hijo indeseado.

         Sí, las marcas que se graban en la psiquis del hijo indeseado son de gravísimas consecuencias no sólo para el individuo sino  para  la  sociedad que es en la que recaen las acciones rebeldes, resentidas, de seres humanos  que no tienen ni tuvieron amor sino el rechazo desde que fueron concebidos.

        Los estudios de la psicología del hijo no deseado son muy nuevos.

          Recientes estudios revelan que el hijo no deseado sufriría, de por vida,  graves trastornos producidos por la inicial carencia afectiva, por el rechazo materno,  por la angustia de la madre cuando advierte su embarazo, cuando no hay convencimiento de la maternidad ni paternidad oportuna.
          El no desear un hijo es un factor de riesgo para el desarrollo afectivo del niño, para el desarrollo de su propia sexualidad, es decir de sus futuros vínculos.
       Estos problemas, de cuya gravedad no se habla,  enfrentan a la familia y más tarde a la sociedad con chicos apáticos, inestables, retraídos, desafiantes o agresivos, violentos  que disfrazan su inseguridad y angustia vital recurriendo al alcohol y las drogas o con prepotencia o simulando que nada les importa.
         El bebé necesita seguridad y estímulo para crecer, de allí emana la estabilidad emocional que es determinante esencial de una vida sana (que es lo que postula este Congreso).

         Debemos saber que:
         Los que han padecido carencias afectivas enfrentan limitaciones para construir la confianza en sí mismos, sin la que no hay salud. De allí que en la familia, en la escuela y en la sociedad nos encontremos con chicos difíciles, de tratar, de llevar. Pero lo peor es que harán una vida difícil y llevarán a su vida de adultos el vacío de sus carencias. Ya adultos, inmaduros,  no sabrán cómo dar y recibir amor.
          Estos estudios nos avisan que la aparente egolatría de algunos sujetos no es, como es fácil creer, un saludable signo de autoestima sino todo lo contrario: ellos enmascaran sus sentimientos de soledad agrediendo y desautorizando a los demás.
          Es que, por más que se considere que nada más grande que el amor de la madre,  por más que resulte doloroso admitirlo, no todas las madres han madurado su capacidad de amar, es decir no saben amar.
         Mucho menos si son inmaduras adolescentes.
           
         La madre amorosa es una madre madura.
         Su amor se muestra en cada gesto, en cada actitud. Simplemente ama porque es y ha sido amada, y desde la abundancia de su amor se lo da al hijo.
         Es una mujer que abraza al hijo, a sí misma, a la vida. A la vida, porque tiene alegría de vivir.
         La mujer que no quería tener al hijo viene cargando en su vida más o menos corta, como puede ser la de una adolescente, o con más años, como la de una mujer adulta,  dolorosos déficits afectivos que la han llevado en primer término a formar vínculos débiles y de allí a generar dentro de sí una escasa autoestima, un sentimiento de des valorización personal, de escasa autoestima, de falta de proyectos, de falta de fe en la vida, todo lo cual la hace vulnerable a los efectos de una sexualidad equivocada.
         No es de extrañar que este tipo de mujeres ante el hijo que han traído al mundo tenga actitudes de indisimulable rechazo, de ceguera afectiva.
          Por eso es dolorosamente frecuente asistir al espectáculo de mujeres que evidencian su indisposición con niños a veces muy pequeños, con su bebé o niños  más crecidos.
        La mujer que no quiso tener al hijo   lo trata mal, se irrita con sus llantos, lo sostiene con incomodidad, no sabe darle abrigo, no tiene voluntad de acariciarlo, le mezquina su compañía, le cuesta vincularse con él, sonreírle y ese divorcio será muy difícil de superar cuando el niño crezca ya que los dos primeros años  marcan de por vida.

        Por eso y ya que hablamos de salud es bueno saber que en la génesis de muchas deficiencias humanas, en las desconfianzas y celos, en la dependencia de otros a quienes se achaca la propia infelicidad porque no se asume la debida autonomía, está el haber nacido como un accidente, no ser el fruto de una relación fecunda y querida.

         Estas dolorosas consecuencias se ven agravadas cuando las  madres desesperadas, solas, abandonadas a su suerte, ingieren alcohol y drogas produciendo al feto malformaciones.

          Asistimos diariamente a situaciones de abandono, negligencia y hasta crímenes (¿no es de apenas unos días el caso de una madre que tuvo a su bebita y la arrojó al terreno vecino para que la comiera un perro?). La prensa nos da noticias de situaciones de maltrato y violencia, de penurias económicas, de desorganización hogareña, de no satisfacción de las necesidades básicas de alimentación, seguridad, bienestar, educación. Las matrices de violencia se transmiten de una a otra generación en una multiplicación alarmante.
          ¿Se tiene esto en cuenta cuando hablamos de justicia y salud? Estas situaciones tan graves, poco conocidas, reconocidas  o tenidas en cuenta debieran entrar en la consideración de quienes aspiran a una justicia y salud para todos.   
          A tanto niño nacido en condiciones adversas, a tanto maltrato infantil (4.3% en nuestro país), a tanto maltrato verbal, (9.7%),  a tanto niño abusado (0.8%), debiera responder una política de estado, de gobierno, que atienda ese problema sustancial y ataque la raíz profunda del mismo.     
    ¿Y cuál es la raíz? ¿Dónde se origina el desequilibrio personal que hace desdichadas a tantas personas y que rompe el de la vida de todos?

        Me atrevo a responder que en la falta de educación sexual.

          Educar quiere decir acá poner en palabras, en actos, en hábitos, en la conciencia lo que anda en el inconsciente, tanto individual como colectivo.      Educar es ayudar a que el sujeto advierta, se ponga en el lugar, se proyecte a las consecuencias de sus actos. Educar es avisar y como dice Cervantes “el que está avisado está armado” o, siguiendo a Alvin Tofler, hacer como el que juega bien el ajedrez, anticiparse a las jugadas, hacer los mejores movimientos  y ganar la partida.

          En cuanto a la palabra “sexual” y “sexualidad” debo decir que éstas son palabras que todavía hacen ruido y mortifican a muchos oídos. Sin embargo sexual y sexualidad son palabras  hermosas, desafiantes palabras que aluden nada más ni menos que a la vida, se entroncan con ella y vertebran una buena salud. Tanto como para decir que quien lleva una equilibrada vida sexual es psicológicamente sano y feliz y quien no lo hace es todo lo contrario, un ser desdichado que hace desdichado o desdichada a su compañero  y a su descendencia.
         
           Entonces, ¿qué es una vida sexual sana?

         La sexualidad es el campo en que se complementan, vinculan y asocian el hombre y la mujer para continuar la vida y ascender en el periplo vital de la especie que debiera ser siempre ascendente, una potenciación de fuerzas.
           La vida ha generado el señuelo del orgasmo para propiciar ese acercamiento,  un voluntario y gustoso acople para vincularse en lo más profundo, para aportar a la continuación de la vida, de sí mismos en los hijos. Sería bueno que así se entendiera, transmitiese y viviese la sexualidad que tiene ese maravilloso y, me atrevo a decir,  sagrado sentido.

         ¿Cómo no pensar en el misterio que puso alguien en la unión sexual, en el acto? Allí está dado el mayor placer al que llega el humano, el “orgasmo”, un estado de éxtasis, cuando es del bueno, que solicita su repetición, su permanencia y que solamente logra plenitud cuando el hombre y la mujer unen no sólo sus cuerpos sino también sus mentes, sus sueños, proyectos, historias y tantas coincidencias manifestadas en una inicial empatía.

         Víctor Masuch, en “La flecha del tiempo”  dice que un arquero genial disparó la flecha del tiempo hacia un tiempo infinito.
         Utilizó esa metáfora pensando que esa flecha, que lleva en una continuidad increíble a la vida, ha separado a la humanidad en hombres y  mujeres, a los que  impulsa a juntarse, a unirse en una acto muy atractivo y maravillosamente orquestado para hacer de dos separados (y ya debidamente enteros en sí mismo),  un uno que es más que dos, como dice alguna canción.
         El amor, que significa “no, muerte”, es decir “vida”,  mueve la rueda del tiempo, genera la unión, empuja al acercamiento. Vida, amor, tiempo  y sexualidad están imbricados, por lo tanto, en una misma y fuerte significación.
        Ahora bien: en el ser humano, la vida de que está dotado está destinada a desarrollarse, a crecer y tiene un espacio ilimitado para el crecimiento. Crecer es la única manera de hacer una vida sana. Y eso se da por las energías que mueven cada vida hacia un ser que  siempre va por más. Lo vemos en el niño que cambia día a día, se sienta, gatea, camina iluminado de placer por sus conquistas; lo vemos en el púber que se asombra ante los cambios corporales que desatan sus hormonas, en  el adolescente que busca dificultosamente  su identidad y en la llegada a la adultez que puede ser madura o no.
         El desafío es lograr un sano proceso de desarrollo hasta culminar en la muerte, un proceso al que uno de nuestros más importantes escritores, Juan Coletti se refiere al escribir: “Dichoso aquél que al final de la vida, puede trazar el comienzo y el fin de un círculo perfecto”.
         Mucho hay que trabajar con el ser desde que nace para lograrlo. Por eso es bueno que los estados eduquen, hagan saber temas fundamentales como que:

        Cada hombre va sorteando, subiendo, superando estadios que lo llevan  - así como lo viene haciendo el hombre genérico en su evolución-  a sostener desde un cerebro reptil, casi animal, propio del hombre de las cavernas, hasta el más evolucionado.
           El desarrollo de este cerebro al que pocos seres humanos arriban debiera constituirse en objetivo de una política educativa del estado.    Arribar a él supone elevar la sexualidad primaria, instintiva al plano de una más humana. Las consecuencias se medirán entonces en la suma de vidas más responsables de sí, más proyectadas y seguramente más felices. 

         Seguramente cuando llegue esa hora habrá menos abortos que lamentar y menos vidas humanas desperdiciadas.

         Indudablemente es ésta una acelerada muestra de una propuesta para lograr una sociedad más sana, equilibrada, feliz lo que significa una sexualidad madura, dadora de mejores frutos y con más justicia para todos.
     
                     Ojalá lo expuesto aporte a su noble intención.

                                    Gladys Seppi Fernández