" Educar para Ser "

“Serás lo que debas ser y si no, no serás nada”
José de San Martín

LOS FINES EDUCATIVOS

Estamos en el tiempo en que las instituciones educativas elaboran sus fines y que desde los altos ministerios se reelaboran disposiciones tendientes a mejorar la educación. La cuestión esencial a la que se intenta responder es: ¿ para qué educamos? y las respuestas suelen dispararse hacia caminos divergentes que pueden o no complementarse. Así algunas enuncian como fin de la acción pedagógica “educar para saber”, en tanto que otras dicen “educar para saber hacer” y otras para “ aprender a aprender” , “aprender a vivir con los demás” , “ aprender a ser buenos ciudadanos” y también están las que se proponen formar líderes”. Y hay más.

Pero también se van alzando reacciones que dicen: “Hay que educar en valores”. Cuando la mayor preocupación de nuestros tiempos parece ser educar para el trabajo, para la eficiencia, para la inmediatez, algunos avanzan en el reclamo de inculcar la solidaridad, la honestidad, la ética, la compasión y el servicio y preocupación por los demás.

En tanto la tendencia educativa actual pone énfasis en educar para tener- encontrar un puesto laboral, lograr autonomía, liderazgo, éxito, conocimientos, dominio tecnológico-, surge la alternativa de enarbolar el sentido de educar para ser y desde el centro del ser personal, expresión más abarcativa, ya que el concepto de “educar en los valores” está implícita en su formulación, así como la idea de darle a la vida un significado y sentido.

Al respecto, Randy Sparkman, tecnólogo estadounidense, dice que “Se educa para la vida privada, para el trabajo y los asuntos públicos y para que los educandos alcancen su máximo potencial, no sólo como seres económicos sino, fundamentalmente, como seres humanos”.

Apreciaciones como ésta inducen a revitalizar la importancia de formar un ser pleno, íntegro y tan consciente de sí como para desear seguir completándose, para que esté siendo en el constante cambio del mundo que intenta comprender, reconociendo un orden que le da sentido a su propia existencia dentro de él. Porque todo carece de valor si el hombre no se transforma en el eje de su universo íntimo.

En medio de tantas teorías sobre las que el docente debe reflexionar, internalizar y elaborar sus estrategias pedagógicas y trabajar con convicción- sin lo que no hay aprendizaje- existe una realidad que hace muy difícil la tarea educativa de hoy y que ha puesto el acento en la necesidad- más vale decir obligación- de contener al alumno en el sistema cueste lo que cueste, lo que puede ser mantener a un alumno que no desea estar, que no quiere estudiar, que contagia al grupo con su inconducta y retarda el aprendizaje de todos.

Al respecto y en un libro maravillosamente lúcido “La palabra amenazada” de Ivonne Bordelois se lee:

“El desarrollo de un ser humano- y en esto consiste la educación- no es materia de contención sino de crecimiento. La vida no puede contenerse ni detenerse porque se expande, se estimula, avanza indeteniblemente”.

Contemplar esta realidad debe ser tarea de los conductores de la educación teniendo en cuenta que para que el docente pueda trabajar en un clima que permita impulsar hacia delante, expandirse y desarrollarse a sus alumnos, debe despertar un auténtico deseo y entusiasmo por su propio crecimiento.

¿Cómo podría lograrlo en un clima áulico como el actual en que su tarea es de contención de la disciplina, de los revoltosos, de los adormilados, de los distraídos y entretenidos por una sociedad que los educa para otros fines diferentes de los de la escuela?

Responder a estas cuestiones representa un gran desafío que debe ser analizado antes de emprender la tarea escolar.



REFLEXIONES SOBRE LO QUE OFRECE LA TECNOLOGÍA

Las ofertas de la tecnología son maravillosas, impactantes y hasta alucinantes. Los chicos de hoy parecen nacer sabiendo y dominando un territorio en el que los mayores nos movemos con cierta incomodidad, ya que nos transforma en aprendices y a los menores en maestros. Sin embargo, si de algo sirven los años y experiencia vivida, la amplitud de perspectivas ganadas a través de arduos aprendizajes que ubican a los docentes en sus posiciones de conductores, una cualidad es la de advertir que el mal empleo de la computadora, de Internet, de la investigación.

En una sociedad en la que crece el individualismo materialista, en la que se exalta el éxito y la competencia más que la solidaridad y la humana responsabilidad, en una sociedad esclava del consumo, que ha generado un hombre hastiado, aburrido y tremendamente desdichado, urge regresar a lo esencial.

¿Por qué? ¿Para qué se educa? Y la respuesta debe ir ganando en claridad, en convicción docente : Se educa, conducimos el aprendizaje para que los educandos aprendan a diecernis olo esencial a la propia felicidad humana, entendida no como satisfacción del placer sino como estado de conformidad con su vida consciente de sí misma y de su valor.

Educamos por y para lograr seres más consistentes, por la cohesión de una naturaleza que necesita, para vertebrarse, no de momentos pasajeros, de éxtasis episódicos, de encuentros breves y repetidos sino de la lealtad a lo que uno desea para sí, para lo que cada uno tiene adentro de verdadero, auténtico y fiel a sí mismo.

Y la educación puede hacerlo.

Desde la familia, por la exaltación de la vida, por la observación consciente de cómo y hacia dónde podemos dirigirla, por la comunicación intensamente afectiva entre padres, maestros y educandos.

Simplemente siendo una educación consciente del valor de ser humano, de estar vivo.

La discusión que abre un tema tan esencial como es educar para ser implica educar para lograr un hombre realmente pleno y feliz.



El aprendizaje de las lenguas suele darle principal lugar a la conjugación del verbo “ser”, “ sum”, latino, “ essere”, italiano, “ to be”, inglés, être, francés, y así en la infinita gama de la comunicación humana, y pensamos que esto sucede porque a pesar de su eclipse actual, la tradición cultural nombra a “ser” como verbo esencial.

Sin embargo esta acción, antes tan cargada de significado, irregular por excelencia, y muy frecuentada por el uso, ha llegado hasta nosotros necesitada del acompañamiento de un predicado que suele completarla en forma de adjetivo o sustantivo, significando de esa manera el arribo a un estado permanente: yo soy sano, soy médico, soy maestra, en contraposición al verbo estar que significa lo que anda de paso: yo estoy sano.

Lo que se ha vuelto infrecuente es el empleo de “ser” como núcleo de significación, caso en que se carga de fuerza ya que alude nada menos que a lo existencial, a la esencia orientada a su logro, a su completud. Por eso es raro que andemos por allí proclamando “yo soy” y mucho menos atribuirlo a las demás personas que intervienen en la conversación, de tal manera que “nosotros somos” o “ ellos son”, por ejemplo, suenan totalmente extraños, abstractos y descontextualizados.

Podemos decir, entonces, que el desuso del verbo ser en su principal sentido lo ha disminuido y en cierta manera, hasta degradado.

Nos preguntamos si el desplazamiento que ha llevado a este vaciamiento significativo tiene su correlato con el estado actual de la vida humana, con la manera de estar en el mundo del hombre de hoy.

¿Acaso el conjugador humano no ha quitado de sí lo que es esencial a sí?

¿Acaso no somos, como sucede con el verbo en cuestión, si no tenemos un sustantivo, cosa, posesión, o un adjetivo, cualidad, al lado? ¿ No somos por nosotros mismos?

¿No somos si no tenemos?

¿Hemos virado el sentido de la existencia al no ser, privilegiando a otros verbos como el tener?

Nos preguntamos por qué un verbo que fue utilizado en una de las frases más recordadas de la historia humana como lo es la de Shakespeare-“ Ser o no ser, ésa es la cuestión”, y la que hemos citado de San Martín como epígrafe, con la íntima sugestión de vida digna, honrosa y significativa, han caído en tan lamentable desactualización y desuso.

¿Cuándo fue, en el devenir de la existencia humana, que dejamos de aferrarnos al verbo que debe, debiera vertebrar nada menos que la existencia, como dice John Lennon en su canción “ Déjalo ser”?

¿Será por eso que andamos tan a la deriva, náufragos apegados al sostén de las cosas, a los salvavidas de la información, a los botones de la tecnología, a un volante, a un pedazo, a una cosa, a un espejo, que nos permita flotar en el mar de la sobrevivencia?¿ Eclipsados?

Indudablemente a fuerza de olvido- y de descuido- hemos venido a dar “ en esta imprecisión en que consisto a fuerza de no ser” de que habla Santiago Kovadloff .

A fuerza de dejar en las orillas el verbo de la vida esencial nos hemos vuelto casa tomada, invadida, aturdida, conducida, pasivos, y hasta masificados, consumidores de lo que nos dicen, ahuecados desde afuera para llenarnos también desde y con lo que nos llega desde el exterior.

El contenido de la vida, nuestro particular diccionario cede, de esa manera, el mejor espacio a nuevas palabras, verbos que nos ocupan y entretienen en acciones que nos escapan hacia lo visible y tangible: vestir, mostrar, consumir, navegar, viajar, escuchar, comprar, deleitar …¡ Cuántas acciones para tapar el gran hoyo cavado en la existencia del hombre de hoy!



VOLVER LA MIRADA SOBRE EL SER

El ser sólo exige para iniciar el lento proceso por el que va siendo, poner la atención, la conciencia en él. Es decir ser conscientes del presente en que se va haciendo nada menos que un ser humano.

Conjugar este verbo, es, por lo tanto mirar, observar, atender, darse cuenta, de que uno, el que lo conjuga, el que dice “ yo soy” está vivo y debe dignificar su vida.

En tanto las acciones comunes se realizan con movimientos hacia fuera de uno mismo y hasta manipulando cosas- acomodar, limpiar, coser, cocinar, vender- y en muchos casos a través de la repetición, el verbo ser involucra, obliga, y pone al sujeto en situación activa y presente, encerrando a muchas acciones dentro de sí- razonar, pensar, recordar, intuir, dirigirse- lo que supone ponerse en actitud crítica sobre sí, con una mirada más alta que la acción misma.

Para ser, entonces, hay que estar atentos, constituirnos en objeto de nuestra propia observación, de la construcción en la que estamos levantándonos, de una ascensión dirigida vitalmente hacia el punto más elevado al que nos es posible llegar, un lugar potencial que está dentro de cada uno y con el que debemos encontrarnos para, arribados a la primera cima de la montaña - como dice Buscaglia- descubrir que siempre, y cualquiera sea la edad que transitemos, hay otras cumbres que están esperando ser escaladas. Siempre, hasta el final de la vida.

Así, este verbo de la esencia vital, ser, se constituye en un permanente “ estar siendo”, siempre activo, siempre en movimiento, siempre reconociendo que hay espacios posibles para recorrer, lecciones que aprender, actitudes que modificar, paradigmas que asumir. Por lo que podemos agregar que la acción de “ser” es siempre de apertura, de movimiento, de cambio, de viraje y reacomodamiento continuo.

De esa manera este verbo estrecha su relación en un proceso que se inicia en el auto descubrimiento, en la auto valoración, en la observación atenta de la humanidad que portamos cada uno como ser único e irrepetible, ser comprometido con la vida que le ha sido dada, a la que debe llevar, por respeto y amor a la propia existencia, al mayor enaltecimiento.

Por cierto que ese autodescubrirse, esa autovaloración debe realizarse con la ayuda de los padres, maestros, al comienzo, de los congéneres que se ofrecen como modelos o con su propia y contrastante humanidad en actos permanentes en que va asumiéndose una auténtica y responsable libertad.

Aludiendo a su significado, en cuanto acto libremente dirigido, José Enrique Rodó dice en “La inscripción del faro de Alejandría”: “Un arranque de libertad y autenticidad puede llevarte al fondo de tu alma. Entonces descubrirás la verdad de ti mismo, despertarás de un largo sueño de sonámbulo.”

En este nuevo siglo que nos ha convertido a las mayorías en cómodos usuarios de increíbles aportes tecnológicos y admirables descubrimientos científicos, navegamos sin sentido, sin saber para qué, por la ausencia de una conjugación que pudiera llevarnos al núcleo de nuestra esencia: la del verbo “ser” como centro de toda predicación.

Ante tanto no ser, o ser en los otros, o ser masificado, fragmentado, nos preguntamos qué debe hacerse para restablecer una conjugación que bien puede, por ella misma, devolver la sonrisa, la energía y solvencia a la vida individual y por su suma a la familia, a la colectividad que formamos, al país que se muestra hoy tan debilitado. Tan sin ser él mismo.

En dirección a esa preocupación, la respuesta que nos cabe proponer es que la familia, la escuela, la sociedad, deben ponerse en vías de conjugar conscientemente un verbo que, al llenarse con sus perdidas fuerzas, daría significado a nuestra propia existencia.

" Vida y Transformación "

NO SÓLO POR LA VIDA SINO POR SU CALIDAD
VIDA Y TRANSFORMACIÓN



“El mensaje de los grandes maestros espirituales coincide en afirmar que la única revolución que da resultado es la íntima transformación de cada ser humano”

Stanislav Grof



El uso de la “píldora del día después” ha generado posiciones contrarias que ya están puestas en la mesa de una discusión que sería bueno se produzca. Los titulares de los medios han puesto a disposición de los posibles comensales platos con ofertas muy diferentes, mejor decir opuestas y tanto es así que están servidos en los extremos. Ambos, por cierto, alientan la defensa de la vida pero lo hacen desde posiciones diferentes y ponen, además, su atención en distintas etapas del desarrollo humano:

Una de esas perspectivas mira la vida que nace con el agregado de un condimento a la discusión: la vida nace en el momento de la fecundación y no en el de la anidación en el útero.

La otra protege la vida de la madre que ha mantenido relaciones sexuales y que, por motivos personales, no desea quedar embarazada, sea una adolescente o una mujer casada que ha descuidado los métodos anticonceptivos en el momento de practicar el coito.

En estos tiempos es muy común el embarazo de la mujer adolescente y hasta apenas púber que es arrastrada por la corriente imperante de una libertad sexual mal entendida y practicada inconscientemente, en estado de inmadurez, con absoluta irresponsabilidad y, peor aún, sin conocer ni reflexionar sobre los graves riesgos que corre no sólo ella como mujer sino el varón y, lo que es muy grave y poco tenido en cuenta aún: la calidad de vida de la descendencia.

Sabemos sobre esos riesgos pero es bueno insistir sobre ellos: En cuanto a la mujer, hablamos de enfermedades físicas y psíquicas, los que provoca la muerte por abortos mal realizados, sin asistencia o embarazos no deseados, mal acogimiento del hijo por una maternidad inmadura, terribles traumas, adicciones que degradan la calidad de vida, a los que se suma el varón cuando debe enfrentar una paternidad irresponsable, forzados y malos matrimonios que conllevan la formación de familias poco o escasamente contenedoras y hasta violentas, y una cantidad de etcéteras inquietantes.

Pues bien, en medio de esas posiciones- que a continuación pasamos a analizar más detalladamente- queda un inmenso vacío. Partiendo de un acuerdo básico que defiende toda vida desde la concepción, decimos que hay que atender al espacio no tratado que deja sin cuidados a la vida que se desarrolla y que la mayoría de las veces se malogra y hasta se deshonra, asuntos que hasta el momento parecen haber quedado fuera de toda preocupación y discusión.

Veamos las posiciones a las que hacemos referencia:

Unos suponen que, ante los hechos consumados, la mujer debe responder teniendo el hijo ya concebido, que es una vida que “no matarás”, de modo que la solución es que, sujeta a las consecuencias, deberá afrontarlas, aunque el embarazo sea el producto de una excitación pasajera, de un estado de inconsciencia y más aún bajo los efectos del alcohol, drogas o estimulantes de todo tipo a que echan manos los mercaderes del sexo para sujetar sus voluntades. Y no debemos obviar los casos cada vez más numerosos de mujeres violadas, las víctimas de la violencia sexual del varón de los que solo en una pequeña proporción llegan a ser conocidos y denunciados.

Otros, para prevenir embarazos proveen a los posibles usuarios de anticonceptivos como la famosa píldora con lo que parecen decir: “Vayan, disfruten, hay que satisfacer el deseo o la pulsión o como quiera que cada uno lo llame porque hay métodos que los protegen de las consecuencias”. De esa manera se ofrecen asesoramiento o instrucciones sobre uso de anticonceptivos para preservarse de enfermedades y embarazos indeseados y, cuando esto ya no es posible, se da la solución de la “píldora del día después” – cuya distribución se acentúa en fechas de alto riesgo, los fines de semana o festejos de alta estimulación sexual como es el 21 de septiembre.

Veamos los argumentos con que se defienden ambas posturas:

Un titular de LA NACIÓN del 3 de septiembre del 2003 que anuncia con el titular “La píldora del día después, gratis para todos, aclara que es un recurso de emergencia “que evita el embarazo al bloquear el ascenso de los espermatozoides hacia el útero en busca del óvulo”.

Entre otros conceptos la nota de referencia dice que la mayoría de los laboratorios considera que la píldora no es abortiva porque un ovocito no implantado no es una vida humana, por lo que defiende su empleo aclarando: “A través del tiempo, el número de embarazos adolescentes aumentó considerablemente en la franja de chicas entre 12 a 15 años, convertidas de buenas a primeras en mamá. (El 10% por ciento de embarazos pertenecían en 1996 a adolescentes y va en ostensible aumento”.

En LA VOZ DEL INTERIOR (26 de julio de 2008), se anuncia que: “En septiembre se normalizará el reparto de anticonceptivos” y se recogen declaraciones de la titular del Programa de Salud Sexual y Procreación del Ministerio de Salud de la Nación, Ana María Suppa, quien asegura el apoyo de Desarrollo Social y Educación.

Este programa- se dice en la nota de referencia- se basa en la ley nacional 25,673 de 2002 y se aduce que su objetivo es “Disminuir la mortalidad materna, ya que entre el 29 y 30 % de muertes maternas que ocurren en la Argentina tienen su origen en abortos.” En el marco de ese programa se prevé que las personas reciban información actualizada, consejería en la materia y atención de calidad, además de acceso gratuito a los distintos métodos anticonceptivos (orales, inyectables, dispositivos intrauterinos, píldora del día después, etc.) en los centros de salud de todo el país.

El Ministro de salud de la Provincia ha adherido a este programa porque “más allá de consideraciones de cualquier tipo, es vocación y también obligación de su Ministerio salvar vidas”.

Estadísticas fatales, abortos mal realizados, muertes de madres adolescentes fundamentan esta posición:

“El número de jóvenes de menos de veinte años que enfrenta la maternidad está en aumento. Más allá de los riesgos biológicos, pesan los psicológicos y los sociales”. LA VOZ DEL INTERIOR- 28 de abril/99

En otra parte se lee: “El riesgo biológico es mayor hasta que la madre cumple 15 años porque la adolescente no ha cumplido con su propio desarrollo. Además las jóvenes están más expuestas a perder su pareja y la protección de la familia a la que suelen integrarse con un nuevo miembro complicando más la convivencia”.

Y sumando otros datos de la realidad se apunta: “La ilegalidad del aborto no disminuye su existencia: en nuestro país se registran cuatro abortos por cada embarazo que llega a término”.

Para agregar un aspecto más a la discusión, en la referida nota de LA NACIÓN- 3 de septiembre de 2003- Raúl Petrinelli, opina que “ la vida humana comienza cuando el ovocito es fecundado por el espermatozoide porque en ese instante se restablece el número de cromosomas(46), se forma una célula nueva y completa y se produce la determinación genética del sexo, es decir, que en la fecundación, nace un ser único e irrepetible, fácilmente determinable como tal por su ADN, que después de una semana de crecimiento y de un complejo proceso de diferenciación llega a la cavidad uterina para implantarse”, términos que nos acercan a la otra postura sobre la que ofrecemos, como un resumen, partes de la nota que escribe Jorge Scala, Abogado de la ONG “Mujeres por la vida”, publicado en LA VOZ DEL INTERIOR en el corriente mes:

“La Justicia de Córdoba ordenó a la Provincia que no se prescriba la píldora del día después en todo el territorio provincial. Este fallo impide a todas las cordobesas matar a sus hijos mediante la ingesta de estas pastillas. Sean ricas o pobres”.

¿Cuándo comienza la vida?

Para Scala, “el embarazo comienza desde el mismo momento en que se produce el encuentro, único e irrepetible, de un óvulo y un espermatozoide, el momento de la fecundación”.

En la posición opuesta- entre los que se encuentra Francisco Maglio, experto en bioética, y con vasta experiencia como investigador sobre el tema - LA VOZ DEL INTERIOR del 21 /10/05-: “Cuando el espermatozoide penetra el óvulo y se forma el embrión hay vida humana, nadie puede decir lo contrario, pero persona es quien tiene en funcionamiento las tres áreas que hacen a ella: el área cognitiva, afectiva y comunicacional” Y llega aún más lejos Maglio, citando a Santo Tomás: “Hay vida vegetal, animal y vida racional. El embrión se queda en la vida animal” lo que le lleva a opinar - siempre citando a Santo Tomás que “este padre de la iglesia sostiene que en el primer momento de desarrollo y antes de ser feto, no es persona y que se llega a serlo a los 40 y 45 días del embarazo que es cuando surge el surco neural. Y tanto es así que cuando se habla de resurrección de la carne, los embriones no van al cielo”.

Como vemos, lo que se está defendiendo, desde una u otra posición, extremas, diferentes, es la vida. ¿Pero qué vida?

Unos prestan atención a la que nace, otra a la que, en vías de desarrollo, en la adolescencia y juventud, perturba, tuerce, troncha ese mismo desarrollo apresurando etapas, abortando proyectos de vida, poniendo en riesgo de muerte biológica o psicológica y social a quienes deben enfrentar la crianza de un ser que no quieren.

Y, en cuanto a esa nueva vida en gestación, siguiendo estudios más avanzados en psicología profunda como los Stanislav Grof es bueno incorporar a la discusión sus advertencias sobre los efectos que recibe desde el mismo momento de su concepción:

“Existen en los estados no ordinarios de la conciencia aspectos biográficos que hablan a las claras sobre el impacto de los primeros traumas físicos y emocionales y daños neurológicos que se han producido en la etapa intrauterina y que se manifiestan a lo largo de la vida con trastornos visibles y con alto riesgo de irreversibilidad.”- de “La mente holotrópica”.

La lectura de este libro permite deducir que hay un “buen útero” y un “mal útero”, que, mientras en el primero la vida es feliz y serena, en el segundo, hay sustancias nocivas, dañinas y hostiles que transmiten la angustia y el rechazo de la madre. De esa vida intrauterina- recientemente investigada- devienen lesiones y traumas que provocan enfermedades futuras como la depresión, fobias y tendencias sadomasoquistas entre otros males que estigmatizan la existencia.

Ante adolescentes y jóvenes de todos los niveles sociales que están tristes, deprimidos, desorientados, vacíos de sentido, a la deriva y víctimas de los mercaderes del consumo, sería bueno que los adultos empezáramos a poner atención en el cuidado tanto de cada vida que va a iniciarse como de la que ya se está desarrollando, intentando vigorizarla, fortalecerla, apuntalando conductas, decisiones, y uso responsable del cuerpo y el espíritu, de manera tal que los adolescentes, sabiendo de qué se trata esto de su sexualidad, sepan cómo actuar y se valoren, aprecien su existencia y la cuiden y cuiden la de los otros.

Empezar por no escandalizarnos ante palabras básicas como “sexualidad” y enfrentar un tema que a más de un adulto produce escozor, es un comienzo para que enfrentemos los hechos de la realidad actual, con la aceptación- por algunos tan resistida- de una verdad profunda: el sexo existe, existe el deseo sexual como pulsión vital y los genitales están en nuestro cuerpo y tienen un nombre que no es el que le dan los recursos evasivos y eufemísticos y, lo más importante, el joven, tan exacerbado hoy por intereses mezquinos, puede ser encauzado a través del diálogo, enfrentando un tema al que la mayoría de los hogares no se atreven.

Propender a que nazcan futuras personas que se puedan desarrollar en un medio donde sean amados, bien recibidos, alegremente criados, conducidos, contenidos y orientados, seres que tengan una vida de mejor calidad humana, es obligación de nuestro tiempo.

La mesa de la discusión está servida. Hemos tratado de poner no sólo otros condimentos en cada plato sino de sumar otras ofertas que ocupen espacios francamente vacíos. El buen lector sabrá combinarlos hasta encontrar el mejor sabor, el que haga a una vida más plena.


Gladys Seppi Fernández - Autora de EDUCAR LA HUMANA SEXUALIDAD

ESTAR DISPUESTOS AL CAMBIO



“Sólo el hombre es arquitecto de su destino. La mayor revolución de nuestra generación es que los seres humanos, cambiando la actitud interior de su mente, pueden cambiar los aspectos exteriores de sus vidas”. William James

Cuando en un programa televisivo se le preguntó a Mario Amadeo si creía que los políticos estaban realmente obligados a cambiar o si todo volvería a ser como antes respondió:

“El umbral de tolerancia de la gente ha desaparecido. O los políticos cambiamos o el país explota”.

En varios programas y reportajes y ante referentes de todo color y nivel, la pregunta insiste:

¿Cambiará el país porque los políticos están obligados a cambiar su manera de hacer política?

¿Cambiará porque han entendido que su misión exige la máxima formación y responsabilidad, idoneidad y honestidad, preparación y gran capacidad?
¿Cambiará, mejorará, saldrá de la crisis nuestra desmantelada Argentina sólo con el exigible y esperado cambio de sus dirigentes?

Creemos que si es necesaria, buena y urgente una nueva conducta de la clase dirigente, y aún más, gestos de probado patriotismo y desinterés, las nuevas actitudes carecerían de sustento si no se alimentaran desde la raíz.

Y la raíz la formamos los ciudadanos, la base de nuestra nación posible es el pueblo.

Es innegable que algo se está moviendo en las espesuras de ése, nuestro basamento quebrantado.

De pronto, empezamos a sentir al país en nuestra sangre, en nuestro dolor cotidiano. Estamos adentrándonos el país. Lo estamos haciendo “nuestro país”.

Eso está sucediendo, todos nos sentimos contagiados, hay indicios de complicidad, miradas, expresiones, deseos. Hay una revolución en nuestro país que se emparenta con la gran revolución que está surgiendo en el mundo.

Todos lo sentimos, aunque confusamente.

Todos estamos actuando, aunque por ahora más no sea prendiendo fogatas

Cuando el gobierno- ese ser abstracto al que también llamamos “estado”, o” cosa de los otros” – tuvo el desatino de meter las manos en los bolsillos de la clase media, se produjo el estallido al exterior de un fenómeno seguramente subterráneo.

Tal vez sea porque la Argentina fundó su pasada grandeza en la consolidación de una clase media fuerte y numerosa - que en contraste con muchos países latinoamericanos gozaba de un buen pasar- que tocar sus intereses pecuniarios fue provocar un movimiento telúrico de máxima gradación.

Un movimiento que ha dejado a la intemperie todas las piezas y que saca afuera la conciencia del dolor, el sentimiento de la pérdida y los quebrantos, y que obliga a buscar respuestas.

Como resultado un asomo de participación.

Claro que es ésta una participación que ha comenzado a manifestarse, primero sonoramente -¡Hay que hacer mucho ruido para que se escuche en las alturas!- y que poco a poco delinea otras expresiones de este necesario “meterse” en la cosa de todos, que se manifiesta gradualmente en la asistencia a debates de nuevas propuestas, a la formación de grupos solidarios, trabajos en equipo, etc, etc.

Algo y mucho está cambiando e nuestro país, pero, ¿cómo capitalizar y llevar hasta sus mejores consecuencias estos cambios?

¿Qué podemos hacer desde nuestros puestos cada uno de los ciudadanos, para los que por ahora son manotazos ciegos se encolumnen tras un gran proyecto de país?
¿QUÉ ES CAMBIAR?

“Estamos viviendo en la era del cambio del cambio, una época en que, de forma intencionada, podemos ponernos a trabajar codo a codo para acelerar el proceso de nuestra propia remodelación y la de nuestras instituciones desfasadas.” Marilyn Ferguson

A pesar de las desventuras los argentinos sentimos la tibieza de un nuevo resplandor.

La posibilidad de un gran cambio, desde adentro, alienta una nueva esperanza.

Porque si adoptar nuevas perspectivas y conductas puede ser desde adentro, la invitación a hacer comprometidamente es para todos y cada uno de nosotros.

En tanto, si siempre ha de venirnos desde afuera...¿Qué nos queda por hacer?

¿Hemos de seguir soportando resignada y sumisamente el despojo que se hace sentir en la pobreza y en la desocupación, en la emigración de nuestros jóvenes, en la privación de los más elementales derechos a la vida?

Creemos que el sufrimiento de esta crisis ha sido tan tocante que ningún argentino está dispuesto a dejar hacer ni a callar.

Por eso es bueno y necesario que esta nueva fuerza que nos está creciendo sea conducida consciente, reflexivamente hacia un fin que nos bendiga sacándonos de esta maldición de la pobreza que ha subido, como las aguas freáticas, hasta niveles que jamás pensamos podría alcanzar y que , paradójicamente, se ha metido, por las fisuras de las frías heridas abiertas, inoculándonos una nueva conciencia, un nuevo respeto y amor por la tierra que pisamos y por los que la pisamos, en un “ nosotros” que podemos robustecer.

La crisis nos pone frente a una gran aventura, ¿Quién no ha sido tocado dolorosamente por ella como para no actuar y seguir permaneciendo indiferente?

¿No será ésta una oportunidad única para dar el salto a una nueva organización, a un nuevo país, a una gran nación? ¿A un nuevo orden?

Pues si el sólo formularlo nos llena de esperanzas, ¿qué hacer para que sea realidad?

Es esta una época de interrogantes y quienes estudian los procesos sociales establecen que los cambios profundos se producen cuando surgen las preguntas profundas.

Y una de las más importantes quizás sea: ¿qué puedo hacer yo para que las cosas cambien?, ¿de qué manera y hasta dónde influyen mis, nuestras personales, particulares conductas en la realidad?

¿Acaso cada uno de nosotros puede mostrar a las generaciones venideras una nueva manera de enfrentar los problemas, un nueva manera de actuar para la vida y no solamente la sobrevivencia?

La posibilidad de respondernos afirmativamente nos devuelve la energía, la vital energía que los argentinos creíamos perdida. El sentido que teníamos perdido.

En el inconsciente colectivo, que a todos nos abarca, andan las preguntas y también brota la esperanza.

Si hay un nuevo orden que podemos conquistar bien vale la pena que hagamos cuánto esté a nuestro personal alcance para que, entre todos, lo logremos.

Pero, ¿qué es lo que podemos hacer?



ESTAR DISPUESTOS AL CAMBIO

“No podemos esperar hasta que el mundo cambie. El futuro somos nosotros mismos. Nosotros somos la revolución” Beatrice Bruteau- Filósofa

Quizás la condición primera de una aventura progresista y de cambio sea la de la disposición al viraje, a la búsqueda de un nuevo rumbo que,- ¡y ésta es la fuerza imperativa!- está en los millones de uno mismo que cada argentino es en sí.

Por cuánto tiempo se nos hizo creer – y fue muy cómodo creerlo- que vamos en una nave cuya conducción depende de los tripulantes, que ellos son los que saben, los que llevan al puerto a millones de pasajeros que deben limitarse a expresar su satisfacción , o no, con su condición de conducido.

No interesó mucho cuánto supieran en realidad del manejo de una nave como la Argentina. Se nos enseñó a ser conformistas y confiados, indolentes en tanto el embate de las olas no nos hiciera trastabillar demasiado y se nos endulzara el viaje con buenos distractores.

El viraje que este tiempo exige es total, tal vez debiéramos decir, sustancial.

Porque de poner todas las esperanzas en los altos designios, de mirar hacia los poderosos, debemos volvernos hacia las posibilidades que cada uno tiene en sí, en una nueva potenciación y confianza de lo propio.

Romper el duro cascarón de los “qué puedo hacer yo” es de por sí toda una revolución, una voluntad de picotazos internos que, como todo rompimiento de duras estructuras se va a constituir en el sacudón más grande, el que nos devolverá notables beneficios.

U n nacimiento a una nueva era.



EL VALOR DE LAS PEQUEÑAS ACCIONES

“Voy a actuar como si lo que hago sirviera para algo” William James

Estamos en un banco, la cola es larga y el sufrimiento mayor. Las horas pasan y la incompetencia hace las cuentas. Sin embargo a un buen criterio se le ocurre- ¡genial idea!- poner fin al oprobio de las esperas bajo el frío. Sabe que no hay posibilidad de una orden superior, él tiene que decidir por sí, y abandonado a su intuición creativa encuentra una solución, una salida, otra manera de pagar, de aligerar un trámite que, como se va dando, es vejatorio de un derecho esencial: el sentirse persona respetada.

Estamos ante otra oficina pública, el trato cotidiano le ha quitado todo rastro de amabilidad, de humana consideración y cortesía. Los empleados amontonan expedientes porque “así es el sistema”. Pero, en tanto una empleada afila las garras de la mala atención en la piedra de palabras cortantes, otra, obedeciendo a un grito de su conciencia que le arroja otra luz, pone en el mostrador su sonrisa y con la mejor buena voluntad y gesto saca adelante el expediente de una palabra- ¡ Era solo una frase amable!- que orienta ofreciendo eso más que ella sabe, que por algo está en el lugar que está.

Los ejemplos se multiplican. En el campo de la salud, en la educación, en todas las instituciones, lugares, oficios y roles.



LOS MAESTROS SALVANDO LA REPÚBLICA

¿Es un sueño irrealizable? ¿Qué puede hacer un maestro para salvar la república? ¡Vaya tarea la que se le encomienda!

Sin embargo – creemos- sí puede. Estamos cambiando.

El contacto con cada alumno – esa promesa que puede constituirse en solución del mañana- puede ser una siembra de amor y esperanza, una lección de amor a la vida.

Cada palabra, cada gesto es una lección de vida.

¡Puede tanto cada docente desde su aparente humilde misión! Puede, aunque esté cansado, mal pagado, descorazonado. Es más, debe transmitir esperanza en el porvenir. Debe.

Cientos lo entienden así, y a pesar de las dificultades, de las contradicciones siguen en su tarea de iluminar senderos, de orientar con vocación y amor. Y son los ganadores, porque trabajan con alegría. Pues si hay ciento así, ¿ porqué no ha de haber miles, cientos de miles?

Si a cada aula, a cada momento de la clase los cubriera esta red de un tiempo nuevo, si cada docente enseñara convencido del poder de su acción, de su poderosa fuerza transformadora, si cada uno aplicara su buen criterio para solucionar los infinitos problemas que llevan los chicos y adolescentes a la escuela constituyéndose en guías maduros...¿ no cambiaría la escuela?

Es cuestión de cargarnos de una nueva fe. De creer que cada pequeña actitud forma parte de una gran sumativa que arroja carradas de riquezas- tan cuantificable como la moneda norteamericana- a las arcas del tesoro nacional.

Es cuestión de advertir que entre todos ponemos en movimiento la gran rueda de la República que ahora está sumergida en el barro y que no vendrá ningún extraterrestre a moverla a menos que sea con el mezquino interés de despojarnos.

Si lo advertimos haremos la gran revolución: la que suma todos los “yo” que somos. La que confía en el valor de cada uno y al devolver la confianza devuelve el poder.

Y, ¡ Qué bueno! Esa revolución se está dando. Tal vez sea la reacción extrema de la crisis

Cuando un país está al borde del suicidio, la imposición de la vida obliga a hacer.

Sólo nos queda sumar a los más en la acción, en las actitudes creativas que, cuando se las deje salir serán muy potenciadoras.

Y ése es el cambio, no hay otro, por más que el discurso de algunos- con evidente nostalgia colonialista- siga prometiendo milagrosos remedios o buscando culpables ajenos, lejanos. Otros.



QUERER CAMBIAR PARA CAMBIAR

Pero el desafío mayor que se nos ofrece está en la voluntad de cambiar, en la firme decisión de hacerlo.

La convicción nos llega con la derrota de aquellas voluntades todopoderosas que levantando la soberbia y testarudez del “Yo tengo convicciones firmes y a mi nada ni nadie me hace cambiar” fundaron una autoridad que se les ha caído a pedazos. Porque esos “ Yo sé lo que hago” con que se suele responder a cuestionamientos, declinando necesarios debates y participación de ideas, ha producido, paradójicamente, un país que no acierta a saber qué es y que no atina a saber qué bandera flamea en su mástil.

En la derrota evidente de esos paradigmas o modelos está la hora del cambio.

De todas maneras lo que la realidad nos pide, en primera instancia, es mirar la realidad desde otra perspectiva, una nueva focalización de la atención que debe descender de los altos ministerios, de las providenciales fuerzas, del cielo, de dioses protectores, hacia los que somos cada uno en la misión de cada argentino.

Aquí, atendiendo al aquí y al ahora de todos los habitantes, recibiremos la gran sorpresa.

Porque…¡Vaya si nos hemos menospreciado!, ¡Cuánto hemos menoscabado el genio del otro, del compañero, del subalterno, de vecino de al lado!

Sin embargo, en el aporte de cada uno es donde anidan las buenas ideas que podemos empezar a atender, despertar y aún más, estimular, en nosotros están las soluciones criteriosas que debemos respetar y alentar, talentos que hay que dejar que hagan lo suyo aquí, ahora, los vecinos, nosotros, cada uno. En nuestra tierra.

Es la Argentina una gran colmena aún.

Los obreros tendremos que constituirnos en tales, poner las antenas a punto, dejar hacer a la humana intuición, despertar a los zánganos y ponernos a trabajar todos en pos de la mejor miel , que, justamente ahora está siendo muy bien recibida en el exterior.

La Nación es un gran panal.

Es cuestión de obrar racionalmente y darnos cuenta de lo que somos.


Gladys Seppi Fernández - Docente- Escritora