El carácter de la Presidenta

¿Adónde nos conduce el carácter de la Presidenta?

La  lectura de la fábula atribuida a Esopo “La rana y el escorpión”  bien puede aplicarse a situaciones actualmente vividas en la Argentina. Tal vez el lector la conozca y si no es así se la recordamos   de esta manera:
“Había una vez una rana sentada en la orilla de un río, cuando se le acercó un escorpión que le dijo: —Amiga rana, ¿puedes ayudarme a cruzar el río? Puedes llevarme en tu espalda… — ¿Que te lleve en mi espalda?, —contestó la rana—. ¡Ni pensarlo! ¡Te conozco! Si te llevo en mi espalda, sacarás tu aguijón, me picarás y me matarás. —No seas tonta —le respondió entonces el escorpión—. ¿No ves que si te pincho con mi aguijón, te hundirás en el agua y como yo no sé nadar, también me ahogaré? Tanto insistió el escorpión que al fin la rana accedió. El escorpión se colocó sobre la resbaladiza espalda de la rana y empezaron a cruzar el río. Cuando habían llegado a la mitad del trayecto, en una zona del río donde había remolinos, el escorpión picó con su aguijón a la rana. La rana sintió el fuerte picotazo y cómo el veneno mortal se extendía por su cuerpo. Y mientras se ahogaba, y veía cómo también con ella se ahogaba el escorpión, pudo sacar las últimas fuerzas que le quedaban para preguntarle: —No entiendo nada… ¿Por qué lo has hecho? Vos también vas a morir. Y entonces, el escorpión la miró y le respondió: —Lo siento, ranita. Es mi naturaleza”.
Recordamos esta ejemplar historia al escuchar a dos invitados del programa de Joaquín Morales  Solá de este lunes 12 de noviembre. Habiéndoles requerido el conductor a dos de sus invitados la opinión sobre el significado y reacciones del gobierno ante los hechos del 8N, José Sebreli aportó diciendo que consideraba que era de esperar el desconocimiento del gobierno a una manifestación popular de relieves inéditos. Fidanza, director de Poliarquía, fue por más: “Yo recomendaría -dijo- que el televidente lea “El yo y los mecanismos de defensa”, de Anna Freud, que nos lleva, inevitablemente, a comprender el  tema de la neurosis”.
La consulta a la compleja obra de la hija de Sigmund Freud nos permite resumir algunos datos que aportan a la comprensión de comportamientos que nos comprometen a todos los argentinos. Traemos nuestra interpretación que, de ser sometida  al aporte de los psicólogos especialistas en la materia, daría, seguramente, más claridad al tema:
 Anna Freud ha llamado “mecanismos de defensa del yo” a la conducta del organismo psíquico que, buscando preservar su sentimiento placentero de seguridad, se resguarda, evita y suprime su angustia ante los peligros del medio exterior, distorsionando o negando la realidad. Esta conducta, considerada una estrategia del comportamiento y llamada también “de ajuste homeostático”  reduce la emocionalidad negativa y la censura del súper yo.
 De esa manera y para mantener su autoimagen, como refugio frente a situaciones que no se pueden enfrentar y para evitar sanciones o la amenaza externa, se activan los mecanismos de defensa que, en definitiva se transforman en rasgos de la personalidad del individuo.
Es necesario tener en cuenta algunas de las reacciones o actitudes que caracterizan los mecanismos de defensa pues describen comportamientos a los que la realidad actual argentina nos va acostumbrando poniéndonos, esta vez por un desconocimiento que será útil y necesario alumbrar, en la misma y peligrosa  situación de la rana de la fábula. Veamos algunos rasgos:
El individuo utiliza la proyección mediante la cual los sentimientos propios y las ideas son proyectados a otras personas que el individuo siente ajenas y hasta opuestas a él.
Pero de uso  mucho más común nos parece la negación por la que el individuo trata factores obvios de la realidad como si no existieran. Ese mecanismo, llamado en la jerga popular ninguneo provoca  un sentimiento de tal humillación que termina por convertirse en caldo de cultivo de emociones negativas que desencadenan el estallido de una reacción inconsciente y de proyecciones impensables.
También la racionalización forma parte de estos mecanismos de defensa y actúa sustituyendo una razón real  por otra aceptable,  pero irreal.
¿Cuál es el resultado de esta transformación y negación de lo real?
Lejos de lo esperado, lejos de lograr la preservación del sentimiento agradable, placentero y de seguridad buscado, esta conducta deviene en estrés, ansiedad y depresión, disfunciones biológicas, enfermedades psicosomáticas como úlceras o dolores corporales sin contar las reacciones negativas que provoca en los demás.
 Si relacionamos lo aportado por Anna Freud con la fábula atribuida a Esopo, advertiremos cuán cerca está la nación Argentina, su pueblo, nosotros, los argentinos, en hundirnos y ahogarnos como la rana porque la figura de mayor poder en la Argentina no está dispuesta a ceder,  alegando que es fiel a su propia naturaleza. Carácter por el que  no escucha, no cambia, no dialoga, no consulta, no se enriquece con el flujo de nuevas ideas,  haciendo gala de una cualidad prominente de orgullo y presunción, con total arrogancia y desprecio de la opinión de los otros. Nosotros, en el mismo río.
                                                               
 Gladys Seppi Fernández 

Leer es ver- Método Seppi de comprensión lectora a través de la creación de ideografismos


       El método que se da a conocer en este libro nació también en el aula como herramienta para facilitar la comprensión lectora de los alumnos y despertar su gusto- tan ausente- por la lectura. 
        Fue publicado por Editorial EL COPISTA en el año 2011,
       Se transformó en libro después de ser experimentado por años en escuelas secundarias y en cursos que la autora dictó en el país y en el extranjero.
            Rosa Elena Ferreyra, directora de la Escuela Normal Superior (en la que la autora había ejercido el cargo de Directora de Biblioteca) fue quien animó a la autora a publicar lo que consideró un hallazgo. Así surgió el primer libro de la autora, del año 1980: "Nueva técnica para el comentario de textos".
        El encuentro en Cuba 97 con María Saleme de Bournichón, importante pedagoga argentina, significó para este método un gran espaldarazo, ya que fue esta gran docente quien animó a la autora  a seguir adelante diciéndole: " Así como el hombre se prende del mundo, con esta herramienta  de carácter visual y lúdico el lector se prende de las connotaciones que le transmite cada texto. 
         Pareciera ser que el adulto ha perdido la posibilidad de usar este tipo de herramientas pero sería bueno que volviera a incorporarlas, sobre todo si es docente ya que este método que recurre a la creación de imágenes mientras se lee y por apartados, propicia el encuentro con la vivencia, la aclaración del mundo interno y se transforma en una vía adecuada para la expresión de la comprensión lograda, final al que arriban todos los análisis propuestos.
      Esta nueva estrategia desarrolla las posibilidades creativas del lector niño y adolescentes tan involucrados con la imagen". 

      (Estas palabras forman parte del prólogo de este libro a pedido de la autora).

PRIVILEGIOS QUE INDIGNAN


Si en algo hemos evolucionado los argentinos es en la capacidad de manifestarnos. Las protestas, los abucheos, los escraches a los que nos atrevemos más cada día, son muestras de la inconformidad del pueblo y se están dando con más frecuencia en diferentes lugares y hasta en un buquebús, porque la inquietud social aumenta, y la inequidad alimenta un sentimiento de ciega impotencia.
Entonces, ¿cómo callar a los cientos de miles de argentinos que se manifestaron en las marchas del año 2012? o, ¿cómo pedir a docenas de pasajeros, que descubren la presencia de un funcionario responsable de muchas de sus molestias, que guarden su bronca?
Los escraches manifiestan indignación. ¿Que es un recurso discutible? Es cierto. Pero quizás también sea el único medio de que dispone el hombre de la calle para decir que no está de acuerdo con medidas que empobrecen a la mayoría, favoreciendo a una minoría privilegiada. El pueblo quiere decir que sufre el deterioro del orden social, el mal que hace a la paz de la República el ejemplo poco digno de las autoridades como el de hoy: el aumento de las dietas de los legisladores nacionales.
¿Cómo no repudiar a los que detentan el poder si asistimos al espectáculo lamentable de verlos en primera fila para recibir los mayores beneficios, sin preocuparse por un reparto equitativo de los bienes disponibles del Estado, teniendo en cuenta, además, las diferentes funciones y responsabilidades de cada tarea específica?
Este último acto, -para afirmar el cual diputados y senadores levantaron al unísono sus manos- pone a los representantes del pueblo en una posición poco ejemplar.
Los medios de hoy dan cuenta de los abultados sueldos que cobrarán los legisladores nacionales. Ya en 2012 por obra de Boudou, el principal mentor de la medida, se aumentaron sus sueldos en un 100%.
Cuando los diarios difunden que un legislador nacional gana alrededor de $67 000, de sueldo que supera por diez veces al del ciudadano común, -maestros, médicos, empleados de comercio, obreros- en el que se incluye una dieta de $36.382 más $10 000 por gastos de representación, unos $15 000 por pasajes terrestres y aéreos (que podrán canjear por dinero) y más aún unos $ 5660 por desarraigo, surgen mortificantes comparaciones.
Los que desempeñamos tareas, oficios, profesiones, (a los que tanto nos ha costado llegar y mantener y que demandan horas de trabajo fuera del hogar, abandono de los hijos y en muchos casos exámenes de idoneidad y superación permanentes), conocemos cuánto desmoraliza la falta de perspectivas de crecimiento, cuánto disminuye la fuerza, el entusiasmo y la voluntad de entrega saber que nos llevaría una vida de trabajo acceder a los beneficios y privilegios de que goza un legislador.
Es que en nuestro país los peces gordos se tragan todo el cardumen. Y así se nos hace sentir: pueblo cardumen, insignificante, desvalorizado, desjerarquizado. Pobres. Cada vez más pobres porque los presupuestos públicos no se estiran si no media el engaño de la emisión monetaria generadora de la inflación. Una rueda de empobrecimiento sin fin.
Es verdad que los legisladores del primer mundo cobran sueldos muy altos, acordes a sus elevadas responsabilidades. Pero los argentinos no percibimos aún que los nuestros trabajen con la debida responsabilidad, ni que sean encumbradas inteligencias, selectas capacidades, especialistas estudiosos y dedicados, con condiciones de idoneidad y superación exigibles a mentes distinguidas, necesarias para proponer, discutir y elaborar, nada menos que las leyes que impulsen una república emergente.
Boudou y Domínguez establecieron por resolución que el aumento del año pasado fuera de 24%, concretado en enero de este año se concedió el 21.8%. Los legisladores arguyen que este porcentaje es inferior a lo otorgado a otros gremios y además que los legisladores pagan altos impuestos a las ganancias. ( Tal vez no tengan en cuenta que a ese impuesto lo pagamos todos y que, en su caso, resulta muy alto porque es proporcional a sus sueldos).
Lo que el pueblo percibe es que existen silenciosas complicidades entre quienes se comen la mayor parte de la torta, porque, ¿qué podría argumentar en contra el Poder Judicial si también goza de discutidos privilegios?
¿Con qué derecho hacemos este reclamo? Nosotros los hemos votado, les hemos dado el poder y por lo tanto son nuestros representantes. De su comportamiento ético y digno depende nuestro bienestar y la recuperación de la República.
Gladys Seppi Fernández

AMASIJO


Dios ha tomado mi masa para  hacer un nuevo pan.
Puedo sentir la dureza de su puño en mi entraña.
Puedo sentir  su  mirada severa
frente a mi desatino.

Tal vez  impacienten a Dios
las persistentes estrías
de mi corazón.
Tal vez lo mortifiquen
las empecinadas huellas  de mi alma,
mis arterias obstruidas
y una razón que no sale a espacios verdes.
Tal vez lo descontente esta laberíntica red
que me entreteje.

Dios ha tomado mi masa para hacer un nuevo pan.
Puedo sentir la firmeza de su puño en mi harina.
Puedo sentir la dureza de la piedra en su golpe decidido.
Tal vez pueda con mis grumos.
Tal vez me alise el  alma
para que el entendimiento ande descalzo por ella,
sin  prevenciones,
sin tropiezos,
sin  que el recaudo  se detenga   a espiar
detrás de  todos los recodos.

Dios ha tomado mi masa.

Siento que seré leudada.

GLADYS SEPPI FERNÁNDEZ

MADRE

A María Luisa Méndez López



Ella  era una  mujer
que  sobrevolaba las palabras.
Si escribía femineidad”
 se subía al amor
 y en su alto nombre
ofrecía su fecundidad
  hasta que el rayo la renovaba
haciéndola  tierra fértil.

Si escribía “ madre”
  levantaba  las letras  hasta que se inflamaban
  volcando su leche en nuevas bocas.
Y era ella toda la que  se derramaba
en tibia, generosa entrega
 para la escritura
de nuevos textos.
Cuando escribía “confianza” y “fe”
y  “ respeto” y todas las palabras
que hablaran de su amor a la vida
agotaba las voces
del mejor diccionario.

Llenó de páginas sus días,
y las escribió  a puño y letra
 de su  amor.

Y cuando llegó la hora
de la adolescencia
 en el revuelo de seis hijos
levantó las alas,
abrió las esclusas,
llamó a  “ libertad”
 y los invitó al vuelo.

Ella era mi madre.
Se llamaba María Luisa
y ahora son escasas  las palabras
para  describirla,
para traerla de nuevo
con nosotros.
 Barrilete que voló a su cielo.

GLADYS SEPPI FERNÁNDEZ


LÁGRIMAS


A veces entremezclamos
nuestras lágrimas
con  las de los otros.
A veces volcamos en el  ajeno cauce
-una película, un  harapo, una despedida-
los  desgarros de nuestros  lamentos,
las arenas del tiempo que se nos fue,
los restos de una esperanza que no puede engañarnos,
las migajas de una ilusión que nunca más será.

A veces volcamos en el ajeno cauce...
el pañuelo mojado de una despedida,
los despojos del viento que deshizo el abrazo,
las cenizas de un sueño que no podemos recordar.

Allí van, en el disimulo que nos permite el llanto de otro,
el arrepentimiento de un empecinado error,
las espinas que nacen en la sordera de nuestro corazón,
las astillas de la humana imperfección
que nos lastima.

Así sumamos al torrente de todos
nuestra lágrima,
una gota,
sólo una gota que llora
la torpeza que perdió,
para siempre,
el antiguo paraíso.


Gladys Seppi Fernández 

INSTANTE

Sólo para que se quedara
demorado
en mi jardín
entretuve al instante
con mi gorjeo de arena.

Mi garganta delató los tropiezos del trino
en gárgaras torpes
y el instante huyó  -como  tantos-
al otro lado de la luz.

Ahora mi voz intenta, solamente
la humana palabra
para invocar
humildemente,
un demorado deletreo
que se quede, que se quede
paladeando
este instante  de amor,
antes,
antes
que lo agriete el crepúsculo.

GLADYS SEPPI FERNÁNDEZ

HUMANIDAD


Señor, perdona a esta humanidad
errante que tú hiciste.
Perdona el tironeo de la carne
 que mira hacia el abajo
 y sus engaños.
Señor, tras los dulces anda
 la humana especie
queriendo paladeos.
Y en el paladeo se queda,
a la degustación se abandona.

Perdona, Señor, esta humanidad
de piel ardorosa  y sedienta,
perdona  la ostentación,
el apego al jarrón y a su artificio.

El equívoco  anda en el costado
y susurra apariencias de luz
 anunciando prometidas tibiezas.
Esta carne, Señor,
que tú hiciste con tus manos,
anda buscando  una señal de ti,
para no caer,
 desgarrada,

al llamado de la tierra.

GLADYS SEPPI FERNÁNDEZ

HIJOS

Anduvieron buscándonos desde antes.
Desde atrás del río,
desde atrás del eco,
desde atrás del nombre
y por ser los hijos,
prendieron las chispas,
tentaron los besos,
crearon  zaguanes,
buscaron las sombras,
ardiendo las pieles,
atizando amor,
hasta ser aliento.

Anduvieron buscándonos desde antes.
Trazaron  esquinas, forjaron encuentros,
rescataron gestos,
ajustaron nudos  tirando los hilos.
y en cópula ardiente,
de pasión, se hicieron.
Después, a su tiempo
llamaron a  alquimia
a cocer la lava
que los fue nutriendo.

Vienen desde el antes  y van siendo ahora.
Marchan al después en su río corriendo.
Sembrarán  sus cauces, 
labrarán su huella.
doblarán mil curvas,
repitiendo un nombre...

¡Vencerán al tiempo!

GLADYS SEPPI FERNANDEZ

FINAL


A veces es el fuego.
La impiadosa mano de las llamas llevándose
la última carta.
A veces es el agua,
la gota horadando con disimulado gesto
el círculo cerrado del amor.
A veces es el tiempo,
inclaudicable motor de las hojas
para un destino de pérdidas.
El mío.
El fin.
La historia que ya nada tiene que contar.
Las horas que no volverán a ser.
La oportunidad
que dejó sólo una tímida huella…
 de su oferta fugitiva.



GLADYS SEPPI FERNÁNDEZ

FELICIDAD


Te he visto, felicidad
 calzar trajes de luces,
 cabalgando en la esperanza 
de tus proyectos.
Te he visto escalar violentos muros
y, cuando ya parecías llegada
a la cima dorada,
dar el tropiezo.

Entonces ya no eras más que
 un triste jirón del colorido
un desmayo
entre tus letras rotas.
Después te he visto
 enjugar una lágrima,
y volver a empezar
 y desplegar tus hilos
 y buscar la luz...
y, cuando creías atrapadas en tu red
sílaba a sílaba,
toda tu esencia,
se destiñó la flor de tu tejido
y  te habló de muerte.
Entonces rodaste con tus sueños  por el suelo,
y hablaste  de tu final , de tu vocación de tierra,
de tu olvido.

Te he visto, felicidad,
creer que tu nombre
se escribía con la forma y con el color de las cosas
y, obediente al engaño,
conjurarles su fidelidad y permanencia.
Pero al instante
 todas se te escaparon
por una mejor paga
y tú, despojada,
buscaste en el disimulo
la recuperación de tus fuerzas.

Después, desviaste la mirada
 hacia una ventana de sol.
Allí- bien lo recuerdo-
un niño   balbuceaba su necesidad
de ti
y tú eras fuerza y brío,
juventud y entrega.
Pero a tu distracción
 el niño se hizo hombre
y fue por su felicidad a otro camino.
Después.. .sí , fue después
cuando volvió  el amor y te llevó
 en su abrazo cálido,
y te derramaste plena
henchida, confiada
y casi, casi  descansaste
en su reencuentro,
 pero un aletargado bostezo
 te despertó de la ilusión
y volviste a ser una fugitiva.

Ahora la ilusión cabalga tras de ti,
 y tú
que ya no crees en ti
hablas de resignación,
 de sacrificio,
 de polvo.

Sin embargo,
la vida
 que te ama,
su generosidad
 que te es esencial,
persiste en ofrecerte  sus latidos.

                                   Felicidad, en tu nombre.

No deseo declarar el tiempo
en que lo habito.
¡hace ya tanto!...
Pero puedo decir
que me hice a sus formas,
a su estructura,
 a sus movimientos, a sus necesidades,
 a  lo que él me ofrece:
Una piel que se extiende
  hasta cubrirme,
como esas casas
 que se adueñan del espacio
y van creciendo habitaciones
 e inflamando volúmenes.
Una armadura que me sostiene
a un centro que la manda
y la obediencia
de músculos y arterias
y sangre que  recorre
 todos los espacios
repartiendo su pan.
Y hasta un corazón que no se cansa.

Yo vivo en él, y hace ya tanto.
Me he acostumbrado
 al quejido de sus puertas,
al resoplido de sus ventanas,
a  sus bisagras oxidadas.
Es, ciertamente,
una propiedad insegura
y puede,  en cualquier momento
desalojarme.
Pero distraigo mis  temores.
 Por él veo,
 por el siento,
 por él escucho
y hasta llego a  pensar
 cuando subo a sus comandos.
¡Y  me desmayo de placer
 cuando el amor me toca!

A veces se resquebraja y tiembla
ahuyentando mis pájaros
pero sigo habitándolo.

Es mi única casa
y, como el caracol, va puesta en mí,
 aunque me pese
aunque me demore,
aunque me incline.
                                       
Yo lo habito
y hasta creo
que mi alma está contenta
deambulando

 y subiéndose por él.

EL CUERPO EN QUE YO HABITO


No deseo declarar el tiempo
en que lo habito.
¡hace ya tanto!...
Pero puedo decir
que me hice a sus formas,
a su estructura,
 a sus movimientos, a sus necesidades,
 a  lo que él me ofrece:
Una piel que se extiende
  hasta cubrirme,
como esas casas
 que se adueñan del espacio
y van creciendo habitaciones
 e inflamando volúmenes.
Una armadura que me sostiene
a un centro que la manda
y la obediencia
de músculos y arterias
y sangre que  recorre
 todos los espacios
repartiendo su pan.
Y hasta un corazón que no se cansa.

Yo vivo en él, y hace ya tanto.
Me he acostumbrado
 al quejido de sus puertas,
al resoplido de sus ventanas,
a  sus bisagras oxidadas.
Es, ciertamente,
una propiedad insegura
y puede,  en cualquier momento
desalojarme.
Pero distraigo mis  temores.
 Por él veo,
 por el siento,
 por él escucho
y hasta llego a  pensar
 cuando subo a sus comandos.
¡Y  me desmayo de placer
 cuando el amor me toca!

A veces se resquebraja y tiembla
ahuyentando mis pájaros
pero sigo habitándolo.

Es mi única casa
y, como el caracol, va puesta en mí,
 aunque me pese
aunque me demore,
aunque me incline.
                                       

Yo lo habito
y hasta creo
que mi alma está contenta
deambulando

 y subiéndose por él.