" El sexo y la procreación"

 ( Publicado en sec. OPINIÓN- LA VOZ DEL INTERIOR)




En la polémica por la ley de salud sexual y la medida cautela de la jueza Cristina garzón de Lascano, hay un trasfondo conceptual que se soslaya y no se debate, como si fuera- todavía se cree en eso- una causa maligna y pecaminosa que es mejor mantener sobre la alfombra. Allí, oculto, está el tema del sexo. En tanto raíz de la vida, la sexualidad humana es usina de poder, causa de males y bienes que se transmiten y transparentan en el tronco, en las ramas y en los brotes del árbol al que cada uno pertenece.
En la práctica el tema ha saltado a las aguas del todo vale, obligando a un serio tratamiento.
Nos preguntamos por qué este silencio familiar, educativo, social. Tal vez obedezca a nuestra comodidad conservadora o al temor de quebrar viejos modelos, tradicionales y sobre protectores, a lo que se sumaría nuestra falta de conocimiento de un tema vital.
Una razón nos justifica: la tradición autoritaria bajo cuya tutela crecimos y nos educamos, para la cual lo correcto era mantenerse alejado de un asunto al que se cargó con todas las culpas del pecado original.
De esa manera las anteriores generaciones estuvimos protegidas por una moral que impuso usos y costumbres y dictó las reglas a obedecer en materia de sexo, transformado en tema tabú.
Bastaba obedecer para mantenernos alejados del pecado, llegar impolutos al matrimonio y mirar de frente a una sociedad que custodiaba nuestra conducta con ojo severo.


IGNORANCIA Y DESDICHA
Sin embargo, a pesar de esa protección (¿represión?), la ignorancia sobre el tema sexual ha sido causal, en un alto porcentaje de casos, de muchos fracasos, desdichas, de los que da cuenta la experiencia de muchos, la literatura y las historias de quienes no encontraron nunca un amor que realmente los eleve y potencie.
Mucho menos la mujer.
Esto estigmas siguen transmitiéndose hasta hoy. Los prejuicios que devienen de hacer del sexo un tema tabú niegan el derecho a la libertad y el respeto a la capacidad de discernimiento del ser humano generando actitudes hipócritas.
Para discernir hay que conocer y en el inicio de este necesario conocimiento está el reconocimiento de que sexo está, es. Es el sexo el comienzo de la vida, las marcas que nos hacen hombre o mujer y el motivo de la felicidad o infelicidad del hombre.
Ya no es lícito ignorarlo, ni en el ámbito familiar ni escolar, sobre todo porque la Edad Media- considerada una época en que la sociedad era muy niña para decidir por si misma- ya ha sido superada.

INSTINTO Y DISCERNIMIENTO
Abandonar el esquema que tenía al sexo como instinto de baja y rastrera condición, es un paso fundamental para poder pasar a destacar sus nobles funciones: vital y trascendente.
Tal vez nos sorprenda un genuino respeto por la Creación al volver la mirada- ya sin prejuicios- sobre el gran misterio de la humana sexualidad.
Contra la actitud de obediencia y sumisión, la juventud se ha rebelado, pero sin que se le hayan revelado, lamentablemente, los secretos de una función que se lanzó a practicar sin contenciones.
Las consecuencias son conocidas: nacimientos indeseados, menos amor, más orfandad, demasiados abortos, confusión, vértigo, , enfermedades y lo que es gravísimo una terrible sensación de vacío.
Las posibles soluciones no pueden pasar por los dictámenes de organizaciones que se quedaron sin argumentos, sino por la obligación de asumir el conocimiento de la vida y el ejercicio de la libre responsabilidad.
Por eso, bienvenida sea la Ley de Educación sexual y procreación responsable.
Para apoyar su implementación deben surgir programas, no sólo de prevención y salud reproductiva sino también de formación sexual desde un planteo humanizante.
El hombre debe conocerse y asumirse sexuado y desear ser autónomo. A esto debe propender cualquier programa que se precie de proteger la vida humana.

LA HORA DE LA VERDAD
La educación sexual es mucho más que información sobre la genitalidad y cómo evitar embarazos no deseados y enfermedades de transmisión sexual como por ahora parece creerse. Es contextualizar la práctica de la genitalidad en el marco de un discusión sobre el ser hombre, lo que significa llegar a la madurez, el sentido de la vida y las condiciones que generan un buen amor, la libertad y la responsabilidad y cómo hacerlas crecer desde el centro de cada ser humano.
La educación sexual es reconocer y reforzar la idea de que la condición humana se enriquece y trasciende cuando el hombre se hace cargo de sí, amplía sus perspectivas, eleva sus paradigmas para poder responder lúcidamente a la multiplicidad de ofertas de hoy.

                                                                                                          Gladys Seppi Fernández