Relatos salvajes: la cultura del ir por todo


La lectura de la película "Relatos salvajes" provoca interpretaciones tan diversas como diferentes pueden ser los espectadores-lectores, cargados con sus propias experiencias, sus conocimientos previos y, sobre todo, su capacidad de leer superficial o profundamente cualquier texto, es decir según sus grados de comprensión lectora, aplicables a toda la realidad.
Es por eso que aparecen en los medios, las redes sociales y en internet, como en las conversaciones de familia y de amigos, comentarios tan disímiles, valoraciones a veces contrapuestas, aunque en lo que sí coincide la mayoría es en que "Relatos salvajes" es una película que hay que ver.
Las diferentes y variadísimas percepciones se sienten en el mismo momento en que asistimos al cine: tanta risa descontrolada, confundida con sonoras expresiones de sorpresa, un temblor en las escenas más violentas y crueles, todo entremezclado con histéricas carcajadas que forman un solo sonido estentóreo y confundido con la oscuridad de una sala donde el público de hoy se atreve, como nunca lo hiciera antes, a manifestarse sin ningún freno.
Algunos espectadores distinguen la fuerza argumental de un relato dividido en seis episodios con acciones muy bien cohesionadas, que van ligando una dinámica ininterrumpida con finales contundentes y un acompañamiento musical adecuadamente emocional, lo cual constituye, para este espectador, un mérito de gran atractivo.
Hay otros que, al poner su atención en los perfiles de los personajes, se sienten más o menos identificados con algunos de ellos, con su manera de ser y reaccionar, con las situaciones que viven, ubicadas en un país, el nuestro. Entonces, al reconocerse en otros, se sienten liberados, mental, emocional y psicológicamente.
Hay quienes encuentran en los diferentes capítulos alguna conexión argumental y otros ninguna, porque, arguyen, los ambientes en que actúan los personajes son diferentes, también sus edades y mucho más las situaciones conflictivas que viven.
Hay muchas maneras de interpretar esta película rica en todo tipo de recursos. Pero hay otro tipo de espectador, un lector más agudo, acostumbrado a buscar temas y subtemas y transferencias a la realidad, que fija su atención en los comportamientos sociales, en una manera de ser que caracteriza a demasiados argentinos de hoy y que ha llevado a su expresión más elevada, un modus vivendi que infesta la convivencia social y hasta familiar, comportamientos de los que muchos reniegan y algunos vivos usufructúan.
Tal vez tanto Damián Szifrón como cada actor principal y secundario han apuntado a denunciar la pulverización de todo principio que sustente una posible cohesión social, hoy inexistente en nuestro país, el triunfo de los que han pisoteado y siguen haciéndolo con todas las normas, con las reglas de la ética.
Por eso, los violentos personajes de esta película actúan desafiando temerariamente los límites y van siempre por más, desde el colmo posible a lo impensable; nada los detiene (no es que nada parezca detenerlos), se juegan su libertad y hasta su vida en cada situación.
Y esta actitud nos lleva a preguntarnos si quienes han participado en la composición de esta conmocionante película argentina, su guionista-director y actores, no han intentado hacernos llegar un mensaje cifrado y más profundo escondido en sus episodios frenéticos.
¿Acaso desde el comienzo al final los personajes no se van deslizando desde el plano de lo civilizado y racional hasta el de la total irracionalidad, brutalidad y animalidad? Lo instintivo y brutal llevado al grotesco se juega en conductas sin límites, donde se arremete contra los principios elementales de la convivencia, las costumbres, las tradiciones y el respeto al otro. En fin.
Es cierto que en la película se llega al plano de la exageración, ¿pero cómo habría de producirse el efecto deseado sin la exacerbación de las emociones de por sí negativas del hombre sino destacándolas con notas marcadas a fuego y sangre?
Es que nos hemos acostumbrado a las emociones fuertes: las peores acciones del hombre se meten en nuestra vida cotidiana hasta que se banaliza el mal; la televisión nos muestra el andar por los bordes de cada vez más individuos descarriados y marginales pertenecientes a muy diversas clases sociales, ocupaciones, profesiones y oficios. Pueden montar en un auto chatarra o en uno de alta gama, vivir en palacetes de country o en una villa, sin que eso interese demasiado para almas descompuestas por la corrupción, la debilidad de los poderes del Estado, la compra y venta de voluntades del Ejecutivo nacional, la denigración de lo humanamente digno. Los conflictos sociales arden con semejantes ejemplos.
Por eso el recurso es hacer de la ira más ira, de la venganza más venganza y más de cuanta perversión ha venido generando el hombre, por siglos, para concluir en su patética deshumanización.
Los "Relatos salvajes" son seis variaciones de un mismo tema: por un lado, el anuncio de adónde puede llevarnos la pérdida de la noción de país, de ciudadanía, de democracia, de respeto por las instituciones y, por el otro y sobre todo, la ausencia de la justicia, que lleva a mucha gente a hacerla por sí misma.
¿Necesita el público emociones fuertes, conmocionantes? Esta película es un plato servido que se degusta entre risas para no llorar y gritos desaforados para no llegar a escuchar los reclamos internos.
Seguramente, sin embargo, más de uno ha de quedarse pensando en el final ejemplarizador de estas comedias salvajes, en las que los protagonistas de acciones descontroladas terminan trágicamente.
GLADYS SEPPI FERNÁNDEZ. Educadora. Escritora

Una sociedad sin premios ni castigos

Alguna vez, y no tan lejana como para que los mayores no lo recordemos, la sociedad en todas sus formas, desde la familiar a la escolar y social, estaba regulada por el sistema de premios y castigos. Y podemos afirmar que era bueno, así como también que su descuido, o mejor decir olvido, marca negativamente la convivencia actual.
No podríamos precisar cuándo, en el orden familiar, se entró en esa vida pareja donde todo parece estar bien aunque esté mal o donde siempre está todo mal porque las palabras son maltrato y los silencios son mordeduras; no sabemos cuándo fue que el rol del hijo pasó a ser el del padre, cuándo fue que se debilitó tanto la palabra como para olvidar ciertos estímulos y órdenes familiares y comentarios que eran muy repetidos porque se apelaba a ellos continuamente, porque si eran para alentar, como sucede con frases tan cortas y fáciles de decir, en esos tiempos se soltaban generosamente: ¡qué bien lo hiciste!, ¡gracias, hijo! y actuaban como la mejor brisa impulsando el timón de la barca hogareña, donde también aparecían las reprimendas, los castigos, que estaban porque así se marcaban los límites de los comportamientos.
¡Y las penalidades se cumplían a rajatabla! En el hogar las penitencias ardían y no se apagaban sino en el tiempo establecido, porque había una palabra y una orden, generalmente la del padre, que se debía cumplir en lugar y horas precisos.
Lejos de pensar que todo pasado fue mejor, esta reflexión intenta volver a incorporar esa buena costumbre de reconocer las buenas actitudes y exaltarlas así como también desaprobar las negativas para disminuirlas y extirparlas.
Porque de la suma de hogares en donde las reglas se respeten y su desobediencia se controle, dependen las sociedades sanas. La pacífica convivencia social.
Pero, ¿es realmente así? Muchos ansiosos en restaurar una convivencia basada en las normas creen hoy que el mal ejemplo que nos llega desde las altas esferas del poder ahoga los buenos propósitos y actitudes de las minorías.
Tal vez sea así, porque, casi imperceptiblemente, como si una oscura e invisible nube hubiera descendido desde las alturas hasta cubrirlo todo, se instaló la total irresponsabilidad en cada uno de los estamentos de la vida ciudadana y el aire es tan irrespirable que las nobles cualidades mueren asfixiadas. No es que antes no tuviéramos esa condición de "avivatos" pero, como contrapeso, estaban los virtuosos y había medios para resaltar sus virtudes.
Si somos sinceros y memoriosos podemos afirmar que en los hogares reinaba la autoridad paterna; en las escuelas la palabra de la maestra era sagrada y para los docentes destacados había palabras de estímulo y se echaba mano al cuaderno de actuación profesional que no escatimaba halagos para quien lo merecía y observaciones y sugerencias correctivas para los docentes que no cumplían su tarea debidamente, en tanto para los alumnos existía el cuadro de honor y era realmente una alta distinción figurar en él.
Todas esas formas de reconocimiento han desaparecido, ahogadas como dijimos por la cultura del todo vale que ahora reina en el país y, sin embargo, en el fuero íntimo de la conciencia social se reclama volver a implantar en todos los órdenes el premio a las cualidades, talentos, fortalezas y buen desempeño; en definitiva, al cumplimiento responsable de cada tarea, así como la sanción a las conductas indignas, las que perjudican el orden de cualquier sociedad, desde la familiar a la republicana.
Terrible es el efecto que produce el hecho de que se premie con ascensos, traslados a embajadas, a personas que, a veces caprichosamente y desdeñando las leyes de la lógica, han causado graves perjuicios al país. Además resulta necesario revisar los conceptos de derechos y deberes, que son básicos para ajustar el ejercicio responsable de las funciones.
En algún momento el premio por el hacer idóneo y responsable cayó bajo el peso de la palabra derechos; sí, los derechos fueron para todos sin distinción y se utilizaron en el sinnúmero de relaciones que cada individuo entabla con los otros.
Así se habla de los derechos del trabajador, que llegaron en buena hora para quedarse pero también para exacerbarse, de los derechos del niño, a hacer lo que deseen, a disfrutar, a pasarlo bien, a no ser castigados ni reprendidos para evitarles traumas; de los alumnos a no ser exigidos, a no ser amonestados, a permanecer en la escuela aun a riesgo de los compañeros, a que se les faciliten los aprobados, a que se les dé inacabables oportunidades, a que no se los amoneste.
Mucho se habla de derechos en la sociedad argentina y bajo su paraguas se refugian los que no cumplen, los no idóneos, los que faltan a sus puestos de trabajo, los que no tienen dedicación a su tarea, los carentes de capacidad. Un concepto errado de gremialismo ha puesto de patas para arriba el eficaz desempeño de cada tarea, las que hacen al bien de todos, las que ordenan el tránsito, las que mejoran las calles y las plazas, las que maduran el aprendizaje, las que ayudan a crecer a los individuos en un ambiente estimulante.
Nuestra sociedad reclama premios y castigos, que se distinga a los buenos, a los hacedores, a los creativos. Creemos que es la única manera de mover la pesada rueda del hacer nacional.
GLADYS SEPPI FERNÁNDEZ. Escritora y educadora

Apuntes para una pedagogía del cambio

En la Argentina, las ciencias, la tecnología y otros aspectos fundamentales para mejorar la vida humana han dado espectaculares saltos en el camino del progreso, menos la educación.




GLADYS SEPPI FERNÁNDEZ (*)
La enseñanza sigue siendo en nuestro país la misma desde hace decenios, por no decir que ha retrocedido, a pesar de los numerosos congresos, cursos y otros intentos por mejorarla a través de remiendos, cambios en el sistema de calificación, en el número de horas dedicadas a tal o cual materia y otros aspectos formales a los que se echa mano sin llegar aún a considerar y corregir lo medular, el núcleo donde reside la real posibilidad de llevar a nuestro país hacia una mentalidad de superación: el docente. Un docente convencido, fuerte, entregado a su noble misión.
Poco se piensa que es el docente el alma del gran cambio, que es su manera de estar en el aula, su actitud, su vocación, su preparación siempre renovada y también su sensibilidad y capacidad creativa lo que realmente hace el acto educativo. Es su ejemplo, su entusiasmo encendido o apagado por el respeto de los padres y de los alumnos y el aliento y estímulo de los directivos y de las autoridades educativas lo que realmente lo motiva y moviliza la palanca del cambio. Muy poco se piensa cuánto hace en educación el reconocimiento expresado en un sueldo justo acompañado, eso sí, por la exigencia de merecerlo.
Por otro lado, ¿es cierto que los docentes del pasado estaban dotados de más atributos que los de hoy y que la educación era mejor? Creemos que había más disciplina, un natural respeto y obediencia, pero veamos.
Recordamos un episodio significativo de la vieja escuela secundaria: era en una clase de matemáticas. La profesora, dogmática, memorista y repetitiva como muchas de sus colegas había recitado los pasos que conducían a la demostración de algún famoso teorema. Llevada por su curiosidad, una alumna intentó llegar al mismo resultado por otro camino, el propio, y le presentó a la profesora su propuesta. Sin embargo, lejos de recibir la felicitación que merecía por su curiosidad y trabajo indagatorio, la profesora le dio una dura reprimenda "por atreverse a transitar un camino diferente del que estaba establecido".
Esta anécdota, que pertenece al pasado, revela un comportamiento pedagógico negativo, represivo y frustrante que se continúa practicando hoy. Creemos que, lamentablemente, esta obsoleta práctica se sigue sosteniendo en demasiados casos aún por una malsana compulsión a la repetición, ahogando la propia capacidad de renovarse pedagógicamente, de manera que, generación tras generación, los docentes muestran (hablamos del grueso de ese gran colectivo) que les molesta que algún alumno "atrevido" los saque de lo aprendido de memoria que se deposita en mentes pasivas y obedientes, a las que se solicita, además, que lo repitan desde un "desde" hasta un "hasta" que, en demasiados casos, fragmentan el sentido total de un tema, aunque el hecho no se considere.
La educación de hoy en general, con excepciones que honran, va por el mismo camino de la rutina del libro de texto memorizado, repetido y establecido institucionalmente y nos atrevemos a afirmar que las autoridades educativas actuales cierran el camino a toda auténtica renovación. Pocos son los que se atreven, escuchan, permiten la búsqueda, alientan la investigación, la discusión y el diálogo aun a riesgo de no tener respuestas ni certezas; pocos son los que invitan a sus alumnos a crear y desarrollar renovadoras propuestas y muchos, demasiados, los que, reprimida prematuramente su propia curiosidad, transmiten sólo lo que otro dijo o lo que tienen guardado en el recipiente de su memoria.
Nos preguntamos por qué, a pesar de las maravillosas oportunidades que ofrece a la investigación internet, la creatividad y un auténtico sentimiento de libertad responsable, no se han echado a andar produciendo no sólo cambios en la vida escolar sino en la de la nación que, no hay que olvidarlo, depende de lo que somos y hacemos cada uno de sus ciudadanos.
Nos preguntamos cuánto se hubiera transformado la vida de los argentinos si docentes como la de matemáticas hubieran abandonado ese mecanizado comportamiento y, tal vez influidas por alguna compañera que logró generar entusiasmo por aprender en un aula activa y participativa o por la lectura de algún buen libro de pedagogía como puede ser alguno de los del revolucionario Paulo Freire, hubieran ensayado otras posibilidades pedagógicas.
Tal vez se hubieran engrosado las minorías de docentes que a pesar de la adversidad quieren y saben transmitir conocimientos, despiertan curiosidad y deseos de aprender y se abren a un diálogo fecundo.
Pero la realidad nos dice que para la mayoría de los educadores lo más fácil sigue siendo repetir y repetir lo aprendido, y así no hay ni habrá profundos cambios en educación.
Pensamos en lo bueno que sería que desde los más altos niveles de conducción y a través del ejemplo llegue a la escuela la necesidad de renovarse, en serio. Tal vez de algún ministro de Educación, tal vez de algún gobernador o de la misma presidencia que, con el poder de sus decisiones políticas, puede acelerar las transformaciones que tanto necesitamos. Pero no.
Impera, lamentablemente, una dinámica enquistada y estructurada por la idea de que hay que dominar las conciencias, dejarlas dormitar, no despertarlas, agitarlas ni ponerlas a actuar. Un perjudicial equívoco si advertimos que lo propio del hombre es desarrollarse, llegar a ser lo más humano posible engarzado en su tiempo y en su lugar; que el humano está llamado a ser actor consciente de su propia construcción y perfeccionamiento asentado sobre la base de que es un ser no terminado, por lo que la educación debe propiciar que el hombre sea un buscador constante, autor y actor llamado a leer e interpretar críticamente la realidad en y con los otros.
Además, si está llamado a sumar a un mundo siempre inconcluso, como es él mismo; si es bien sabido que se construye a través de la palabra verdadera, en el trabajo, la acción y la reflexión, se debiera trabajar sobre preguntas que debemos buscar y que pueden ser tales como: ¿por qué seguimos permitiendo que la pedagogía de la vida argentina siga inundada de palabras no sentidas, no auténticas... un verbalismo alienante y alienado; que se desoigan las preguntas y los cuestionamientos, mientras se imponen las respuestas; que se acepte que algunos quieran ser a expensas del no ser del otro; que se ahogue la curiosidad y creatividad apenas se manifiestan sin tener en cuenta que ejercitando estas dos virtudes se puede dar paso a un mundo más iluminado?
La concepción de la educación en que el educando es sólo receptor y repetidor de verdades de otros, no discutidas, no reformuladas, no elaboradas, es un instrumento de dominación y opresión. Del padre en el hogar, del maestro en la escuela, del gobernante a los gobernados.
A mayor pasividad, menos posibilidad de crear, de participar y mejorar el mundo.
Es obligación de quienes conducen la educación argentina, desde arriba hacia abajo, ejecutar una nueva pedagogía que no se limite a transmitir conocimientos sino a crear situaciones propicias para que éstos se produzcan y crezcan; una pedagogía que saque a las mayorías de su actual pasividad, la única manera de posibilitar que la realidad se transforme y se humanice. Una educación en que la curiosidad se atreva a preguntar y a indagar, que mantenga el encantamiento con la vida en un proceso de permanente búsqueda, sabiendo, siendo consciente de que, por ser humanos, no estamos terminados hasta el final de nuestros días, de la misma manera que no lo está el mundo a cuya grandeza se debe aportar con renovadas y no repetidas lecciones.
(*) Educadora. Escritora

Alentar a los innovadores

En un reciente programa televisivo Andrés Oppenheimer, reconocido periodista argentino residente en Estados Unidos desde 1976, editor de "The Miami Herald" y conductor de un programa semanal en CNN en Español, al promocionar su último libro, "¡Crear o morir! La esperanza de América Latina y las cinco claves de la innovación", recalcó que "necesitamos un Messi de la tecnología, un Di María de la ciencia". "Los países que progresan en innovación son los que generan una circulación de cerebros, como hacen los chinos y los indios y como están haciendo los brasileños, que están yendo a estudiar a Estados Unidos y Europa", dijo.
Cuando se le preguntó qué podemos hacer los países latinoamericanos para generar innovadores de la talla de Bill Gates o Steve Jobs, respondió que tenemos que fundar una cultura que estimule a los creadores, ya que solamente florecen en aquellos lugares en que se los reconoce, estimula y admira.
¿Es la Argentina uno de esos lugares estimulantes de la creatividad? ¿Dirigimos los argentinos una mirada respetuosa a los grandes creadores? Sabemos que no, que más bien se los ignora, lo que significa que se los desalienta. El resultado de esta actitud que en tanto nos ha disminuido nos obliga a propiciar e incentivar una profunda reflexión, tanto en jóvenes como en adultos, sean padres o docentes, pero sobre todo debe movilizar en una nueva dirección a quienes tienen el poder, a quienes manejan los medios, a quienes derraman su influencia a través de la tevé y establecen valores exaltando lo banal-corporal y pasajero de figuras del espectáculo, cantantes, bailarines, actrices de teleteatro, que ciertamente tienen sus méritos pero la mayor parte de los cuales ha logrado posicionarse en un lugar privilegiado y de reconocimiento público más por su capacidad de llamar la atención con el estruendo de sus escándalos que por sus valores artísticos.
Fue también Oppenheimer quien advirtió sobre cuánto perjudica al desarrollo del país y su bienestar sustentable dirigir tanta energía, esfuerzos, dinero y tiempo a exacerbar el valor del fútbol, transformándolo en centro de interés de conversaciones y pasiones familiares y sociales en detrimento de otras actividades y valores humanos.
Los adolescentes, grupo etario tan influenciable y necesitado de modelos, puesto que constituyen el colectivo humano en desarrollo, nos desafían a trabajar para inculcarles una renovada concepción de lo que es esencial en la vida, de lo que forma caracteres fuertes que puedan y sepan enfrentar sus propios avatares, de lo que realmente vale y permanece, evitando transformarse en la blanda masa que es conducida hoy a la perturbación de su valor como seres humanos. No necesitamos recalcar lo que ya es preocupación de padres y docentes: ellos marchan totalmente confundidos, asustados unos, envalentonados los más, justamente porque ponen al frente de sus idealizaciones a algún ruidoso galán o bailarina o conductor televisivo o… personajes del espectáculo que, cuanto más escandalizan con sus vidas estropeadas, más atención logran, entonces se preguntan ¿cómo ser? ¿a quién seguir?
Ante esos ejemplos tan exaltados hoy, se pregunta Oppenheimer, ¿cómo lograr que millones de chicos quieran ser creativos, técnicos, ingenieros o grandes inventores o empecinados investigadores? Y él mismo se responde: especialmente en la Argentina, donde se cultiva la idea del éxito rápido y fácil, tenemos que crear una cultura de tolerancia social respecto al fracaso individual, al empeño, al esfuerzo sostenido. "Y evitar crucificar al que fracasa sin entender que ese fracaso es un escalón necesario en una escalera que termina en el éxito".
Para dar fuerza a esta idea recordó a personajes que debieron superar sucesivos y repetidos fracasos, como fueron los hermanos Wright, los pioneros de la aviación que se cayeron 163 veces antes de hacer su primer vuelo exitoso, y explicó por qué Henry Ford llamó a su primer auto Ford T, diciendo que empezó por la A, siguió por la B y fracasó 19 veces hasta que llegó a la T.
Finalmente dio cifras sobre el lugar que ocupan los países por su capacidad de innovar. Leyéndolas se advierte la escasez de patentes presentadas por nuestro país ante la Organización Mundial de Propiedad Intelectual (OMPI), de las cuales 660 son de Brasil, 230 de México, 140 de Chile, 80 de Colombia y 26 de la Argentina, en tanto Corea del Sur, que hace 50 años tenía un ingreso per cápita menor que el de la mayoría de los países latinoamericanos, el año pasado registró 12.400 patentes y Estados Unidos 57.000.
Indudablemente, escuchar y leer a Oppenheimer nos orienta y afirma en nuestras propias intuiciones, reforzando la idea de que el crecimiento de la Argentina no depende de improvisadas disposiciones gubernamentales ni de entregas de computadoras ni de dádivas, ni siquiera de aumentos presupuestarios que se pierden en la ciénaga de bolsillos cada vez más abultados, sino de formar conciencia ciudadana sobre el valor de aportar al quehacer de todos nuevas ideas, innovados caminos y animar y sostener a la gente creativa, a los que piensan en nuevas soluciones y que hoy se debilitan y decepcionan por falta de apoyo.
Los argentinos debiéramos incorporar a nuestros diálogos familiares, escolares y sociales esta preocupación, en cuya resolución encontraremos no sólo fuente de entusiasmo sino la oportunidad de fortalecernos mutuamente, de afirmarnos en nuestras propuestas, ya que sólo estando convencidos convenceremos a todo un país que hoy parece sordo y ciego a las propuestas inteligentes, pero que sólo podrá salir de la crisis que enfrenta y de su perjudicial estancamiento si se anima a proponer, de manera urgente, cambios en la resolución de problemas y situaciones con estrategias innovadoras.
GLADYS SEPPI FERNÁNDEZ. Educadora. Escritora

Trabajo para el docente

- Sugerimos  seleccionar textos de las  Rimas de Bécquer, que son la máxima expresión de la poesía lírica en nuestra lengua.
-Representar y comentar observando si su sentido global y macroestructura responde al esquema propuesto para poesía lírica.
-Tal vez el lector descubra otra manera de organizar las ideas.
-Revise la rima “El arpa” que fue analizada en las primeras páginas de este trabajo: ¿Realizó su propia representación?
¿Pudo seguir los desplazamientos  del “yo lírico”?
 -Busque ejemplos  de poesía lírica entre lo producido por  otros escritores, recordando que: la poesía lírica es un poema pero que no todos los poemas son líricos.

-Seleccione otros tipos de poemas, narrativos, descriptivos, y coteje laas diferencias que hacen a lo lírico propiamente dicho.


Le acercamos otros ejemplos para que elija el que prefiera, determine los que son eminentemente líricos o simplemente poemas de otro tipo y trabaje con ellos.


Estar enamorado
de Francisco Luis Bernárdez.




Estar enamorado, amigos, es encontrar el nombre justo de la vida.
Es dar al fin con la palabra que para hacer frente a la muerte se precisa.
Es recobrar la llave oculta que abre la cárcel en que el alma está cautiva.
Es levantarse de la tierra con una fuerza que reclama desde arriba.
Es respirar el ancho viento que por encima de la carne se respira.
(...) Es ir leyendo lo que escriben en el espacio las primeras golondrinas
Es escuchar a medianoche la silenciosa confesión de la llovizna.
Es divisar en las tinieblas del corazón una pequeña lucecita.
Estar enamorado, amigos, es padecer espacio y tiempo con dulzura.
Es despertarse a la mañana con el secreto de las flores y las frutas.
Es comprender en cuerpo y alma que la tarea de ser hombre es menos dura.
Y ante todo, amigos míos, estar seguro de tener las manos puras.

-Observe el lector rasgos de construcción sintáctica, elementos externos subjetivados, proyección  y expansión del yo poético.


Umbrío por la pena, casi bruno
De Miguel Hernández.


Umbrío por la pena, casi bruno,
porque la pena tizna cuando estalla,
donde yo no me hallo no se halla
hombre más apenado que ninguno.

Pena con pena y pena desayuno,
pena es mi paz y pena mi batalla,
perro que ni me deja ni se calla,
siempre a su dueño fiel, pero importuno.

Cardos, penas me ponen su corona,
cardos, penas me azuzan sus leopardos
y no me dejan bueno hueso alguno.

No podrá con la pena mi persona
circundada  de penas y de cardos...
¡Cuánto penar para morirse uno!

-Observe el lector en datos biográficos del autor que justifican este poema tan absorbido por lo oscuro.


Yo pescador
de Osvaldo Guevara.



Bajo la tarde de aire espeso y breve
cimbro mi caña y el anzuelo tiro
adonde el agua en mórbido retiro
se embolsa insomne como un saurio aleve.

Asechante el instinto, el alma leve,
como una vena mi silencio estiro.
Pienso en sordina, como en clave aspiro
y ni la tarde a pestañear se atreve.

El corcho late. Monologa el hilo
un vibrátil rencor de olfato en celo
y ahora el aire breve es como un hilo.

Y escapa el pez azul- chispa de cielo.
Y mi alma en alto es una caña en vilo,
pero mi instinto abajo es un anzuelo.

¿Conoce el lector a este consagrado poeta oriundo de Río Cuarto, Córdoba y hoy residente en Villa Dolores? Lo invitamos a investigar sobre su obra.

El cuadro
  de Efraín Barbosa.




Silencioso, ancestral y carcomido
por los años, me contempla somnoliento,
hay en sus trazos desnudez de nido
al que una tarde desplomara el viento.

Pienso que de su marco encanecido
me mira el árbol que le dio su entraña
recordando su ayer de verde espino,
enmarcando los lindes de una plaza.

Ayer niño, hoy muchacho...si supiera
que yo por dentro ya no tengo savia,
y que al igual que el marco soy madera.

Un cuadro más, en esta austera sala
donde nunca vendrá la primavera
porque un hechizo destruyó sus alas.

La lectura de los libros de Efraín Barbosa, autor cordobés, entre cuya obra destacamos: "Rebelión de astillas", "Invocación al vuelo", "Habitante del fuego", "Fraternidad del vuelo", de reconocido valor literario, nos pone en contacto con un poeta de la subjetividad.
                          
Aniversario
de Lila Perrén de Velasco.



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Si Dios dijera: "el tiempo está en tus manos, 
todo puede empezar como aquel día"
lo mismo que esa tarde volvería
 al riesgo original de tus veranos.


Porque el amor que nos confió sus granos
 en un otoño suelto de armonía
 crece en el aire de juguetería
con que el niño persigue los villanos.

 Si Dios dijera: -"Es tiempo de regreso"-
¡Ah, sí! Me dormiría en aquel beso
 para estrenar de nuevo la memoria.

Y si al fin acechara la rutina
tendría por lo menos esa esquina
 de nuestro amor cantando la victoria”.

El poema pertenece al libro "Y TODO LO HE VIVIDO" de la Doctora Lila  Perrén de Velasco, que  reside actualmente en Córdoba y  es una de las representantes más importantes de la docencia e investigación literaria argentina. Es autora de numerosos obras entre las que destacamos POEMAS PARA SAN CRISTÓBAL. 

Representaciones de la poesía lírica

Veamos algunas representaciones de la poesía lírica

Desalojamiento
de José Pedroni

La nieve casta su perdón desmiga

Sobre la oscura ancianidad del suelo,
Cuando la tierra ya no puede, amiga,
Calladamente se deshoja el cielo.

Así el espino, y el parral, y el banco,
Visten la gracia de este nuevo adorno.
El haz de leña es un osito blanco,
Y es una choza de esquimal el horno.

Fija en la mía tu mirada pura
Pues dan mis ojos a un paisaje interno,
Y mira cómo nieva tu ternura
Sobre mi triste corazón de invierno.


Tal vez el lector desee leer esta poesía, hablar de este poeta de la intimidad,  que es lo que fue José Pedroni y después llegar a elaborar un juicio crítico sobre el valor poético, de
“Deshojamiento”. Tal vez se detenga en su  contenido, o desee experimentar con sus alumnos los alcances de su comprensión con otras técnicas conocidas.

Nosotros sumamos a ellas la representación que sigue escogida de entre más de treinta trabajos distintos que llegan, por diferentes caminos  a la interpretación del texto.
              
La representación es de  Franco, alumno de quinto año,  que trabajó en su computadora:


 La explicación de  Franco:

1- El narrador está acompañado por una amiga, ( N A ) . Están observando un cuadro indefinido- debiera marcar esa indeterminación pero no encontré ayuda en la computadora- donde se está produciendo una nevada. ( ^ ^^ ) Hay contrastes entre la blancura que la nieve derrama y el suelo oscuro. El cuadro pertenece al mundo exterior.

2- El narrador se detiene en los cambios que produce la nevada en cinco elementos : el espino, el parral y el banco aparecen enumerados al principio; después aparecen dos elementos transfigurados por efecto de la nieve: el haz de leña y el horno, que pueden confundirse con los términos de la metáfora impura que se utiliza.

3- El narrador se desplaza hacia la contemplación de su propio corazón donde nieva la ternura de la mujer.


La construcción simbólica se resuelve en dos partes o micro- estructuras. Primera y segunda estrofa: lo externo. Tercera, lo interior.
Los recursos expresivos enriquecen este texto. El adjetivo “casta”, aplicado a nieve,  relaciona con mujer, así como el “La oscura ancianidad del suelo”  remite al hombre.

La enumeración es visible en la representación- dice  Franco señalando el segundo cuadro en donde aparecen los sustantivos, espino, parral, banco- también las dos metáforas impuras con las que se completan los elementos vestidos el haz de leña y el horno- transfigurados por la nieve en  2 osito blanco” y “ choza de esquimal” .

Me parece un hallazgo la expresión “triste corazón de invierno” que remite al cansado corazón del hombre.

El conector “así” une las dos primeras estrofas que se refieren a lo exterior, el  verbo en imperativo, “fija” conecta con el mundo interior.
Este bello poema me invita a leer más buscando lo que hace al hombre inefable: el amor.”



Hacia una adecuada transferencia

Las pequeñas obras maestras suelen certificar su valor dejándonos ennoblecedoras enseñanzas.
El aprendizaje se vuelve particularmente significativo cuando arribamos a este estadio, el de la transferencia.
¿Qué nos enseña, cómo aplicar en nuestra cotidianidad lo leído?
¿Acaso no  hemos crecido, levantado las alas, enriquecido nuestra perspectiva vital después de leer este texto?
De pronto se nos  hace claro:


Volverán las oscuras golondrinas
de Gustavo Adolfo Bécquer.



“Volverán las oscuras golondrinas
en tu balcón sus nidos a colgar
y otra vez con el ala a sus cristales
jugando llamarán.

Pero aquéllas que el vuelo refrenaban
Tu hermosura y mi dicha al contemplar
Aquellas que aprendieron nuestros nombres,
¡Ésas, no volverán!

Volverán las tupidas madreselvas
De tu jardín los muros a escalar
Y  otra vez a la tarde aún más hermosas
Sus flores se abrirán.

Pero aquéllas cuajadas de rocío,
Cuyas gotas mirábamos temblar
Y caer como lágrimas del día,
¡ Ésas, no volverán!

Volverán del amor en tus oídos
Las palabras ardientes a sonar,
Tu corazón de tu profundo sueño
Tal vez despertará.

Pero mudo, y absorto, y de rodillas,
Como se adora a Dios ante su  altar,
Como yo te he querido, desengáñate,
¡Así no te querrán¡
                                                                                        

Si pudiéramos observar una clase  de interpretación a través de la creación de ideografismos de este texto- recitado por las generaciones que nos precedieron, y que seguramente seguirá por los siglos-, veríamos:

Los alumnos,  unos frente al pizarrón, otros en sus pupitres,  autónomos y participativos,  y entre múltiples propuestas que cada uno pasa a explicar  van acercándose  a la más ajustada interpretación,  búsqueda en la que participan  todos, en actitudes de consulta y cooperación  y  con la guía de la docente que hace preguntas inferenciales y deductivas.

Es importante hablar del contexto histórico, de Bécquer, del romanticismo, de la exaltación del "yo".
También se hace necesario aclarar por qué se lee todavía a Bécquer, su resonancia permanente en los sentimientos humanos, su indudable permanencia.
Los chicos se sumergen en el texto, lapicera en mano, hoja en blanco llamando  a ser llenada.
Marcan apartados, hacen cuadros, buscan al narrador, lo ubican, señalan elementos, personajes, crean símbolos para representarlos y van a las acciones. Se consultan "¿Cómo representarías "volverán"?", "lo tengo, del pasado al presente", no, sí. Cotejan, borran.

Al fin,  se eligen  algunas representaciones, (todas tienen  el sello  particular del creador) y  todas y cada una deberán ser respetadas y servirán de apoyo a la corrección de errores.
El argumento de cada apartado queda elaborado en las carpetas.
Es un trabajo personal pero la rima se lee y relee para todos, después de  seleccionar alguna representación que servirá de guía: Elegimos una visualización  que ha destacado  lo temporal – pasado- presente- utilizando un  desplazamiento de los cuadros y flechas. Pertenece a Silvia Muñoz y es la que sigue:


Silvia M . Tuvo la idea de fundir los seis apartados en tres, que explicó segura de aportar un hallazgo:

En la primera secuencia, que abarca las dos primeras estrofas, el narrador, omnisciente, ubicado en el presente, habla del regreso cíclico de las golondrinas 

Pero deja retenidas en un tiempo pasado ( TP ) un grupo que se relacionaron con su amor.- (el tiempo presente queda vacío porque ésas no volverán).

En el segundo momento- tercera y cuarta estrofa- el narrador que permanece en su posición de narrador omnisciente (N), escoge las madreselvas para hablar de su periódico regreso a escalar las tapias, pero retiene en el TP a las que ellos contemplaban .

Y ya en el tercer apartado, Bécquer, pasando a la posición de protagonista , ubicándose en el centro del cuadro, admite la posibilidad de que vuelva el amor para ella, pero no tendrá la dimensión el amor que él te profesó ( Por eso el vacío del cuadro)

Las palabras finales resumen todo el tema:

"Como yo te he querido, desengáñate, ¡Así, no te querrán!"

A todos nos parece acertada y muy creativa  la representación  de Ariana.
Su explicación surgió fluida,  segura.
Las imágenes visuales la guiaban. Ella relaciona cada apartado con lo creado, los  signos apoyan  su explicación.

Y así un texto de difícil definición, aunque de fácil degustación, queda claramente interpretado.
Entre  la participación de otros alumnos y los "¿Lo puedo decir yo?", que proclaman la certidumbre de haber llegado a entender y vivenciar, el tema o intención becqueriano se hace claro:


Y queda a la vista la estructura, el plan de composición, eso que hace a la macro estructura  textual de un poema perfecto.

Los alumnos pueden reflexionar más profundamente y aún observar:
Allí, en las representaciones de tantos, pero sobre todo en la lograda por Silvia  se ven los tres momentos paralelamente construidos, y tan paralelos que comienzan con el mismo efecto de campanazo "volverán", y tan simétricamente colocados, que parecen quebrarse al medio con el sentido adversativo del conector "pero", para concluir en los acordes finales con el vibrante : "¡No volverán!", "¡No te querrán!".

Un mundo íntimo simbólicamente representado
En el que los  recursos expresivos    se hacen visibles:



Imágenes visuales- sustantivos concretos- golondrinas, madreselvas, una acción cíclica, un juego en la temporalidad verbal- del futuro al pasado (TP) (TF), y el hipérbaton alcanzando el ritmo con su retorcimiento sintáctico ("de tu balcón sus nidos a colgar", "En tu jardín los muros a escalar"), hacen la maravillosa sonoridad de estos versos eternos.

Los conectores quedan al desnudo.
Sobre todo "pero" que prepara la negación.

El  juicio valorativo  se asoma en los ojos brillantes de los adolescentes, en su vibrante admiración, en su asombro  renacido.
"¡Sí! ¡Es una preciosa poesía! ¡Es sublime! ¡Es extraordinariamente musical! ¡Y dice tanto!
¡Cuánto pueden decir los poetas!, ¡Cuánto alcance tienen las palabras  que pueden transitar, por su belleza, tantos siglos!
Y qué magnífica la estructuración acompañada por una métrica  en que los endecasílabos  terminan cediéndole su longitud a los heptasílabos.

En cuanto a la transferencia a la vida personal uno de los chicos habla de una nueva vibración, un nacido respeto por los poetas, una saludable admiración por quienes trabajan con las palabras y el deseo de amar como amaron aquellos románticos del siglo XIX.