De
las cosas podemos aprender efectos o modos de funcionamiento; pero del comercio
inter.-subjetivo con los semejantes aprendemos significados.
Y por
“significado” no hay que entender una cualidad misteriosa de las cosas en sí
mismas sino la forma mental que les
damos los humanos para relacionarnos unos con otros por medio de ellas.
Puede
aprenderse mucho de lo que nos rodea, pero la llave para entrar en el jardín
simbólico de los significados siempre tenemos que pedírsela a nuestros
semejantes. De ahí el profundo error actual de homologar la dialéctica
educativa con el sistema por el que programa la información de los ordenadores.
No
es lo mismo procesar información que comprender significados.
Ni
mucho menos es igual que participar en la transformación de los significados o en la creación de otros nuevos.
La
verdadera educación no sólo consiste en
enseñar a pensar sino también en aprender a pensar sobre lo que se
piensa y este salto evolutivo exige
constatar nuestra pertenencia a una
comunidad de criaturas pensantes”, termina
diciendo Savater.
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