Ya
la casa se ha ido...
Fue
del ayer la cópula ardiente
aventando
sus chispas.
Fue
del ayer el contorneo del ladrillo
buscando
su techo
su
lugar, su recodo.
Fue
del ayer el berrinche niño despertando la aurora,
los
brazos del amor,
el
pezón dispuesto.
Entonces
la casa henchía el pecho
engendrando
vida,
volcando
ternuras cuidadosas
y
todas las manos eran para ella y ella para las multiplicadas manos.
Fue
del ayer la casa ilusionada,
sus
sueños de flores y jardines,
y
su despertar presuroso para que el orden
-que
tan bien pone las cosas-
viniera,
comedido, a darle brillo.
Y
ella lucía así, diligente y limpia,
abriéndose
a la vida,
buscándole
la cara al sol,
guareciéndose
de las tormentas,
y
poniéndole sus ventanas de luz a la noche
para
que pudiera contemplar sus sombras.
Así
era la casa que hoy se ha ido.
Y
cuando la adolescencia llegó con su arco iris,
la
casa ofreció sus paredes para que fueran
clave de sol,
y
derramó en un piano la íntima alegría de crecer.
Después…
guardó
las copas de los brindis,
los
blancos vestidos, los ramos nevados,
y
se encogió luctuosa con el primer adiós.
Ahora
, agobiada por la ausencia,
es
ella la que parte,
ella
la que se ha ido
dejando
tan sólo, el pañuelo estrujado, en
la última despedida...
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