A veces
tomamos el tren
del regreso,
desandamos
las arduas estaciones,
y el paisaje
original
vuelve a
plasmarse
en ojos
nuevos.
A veces vemos el árbol
la urdimbre
de sus hojas
y el fruto
que madura su promesa.
A veces
cerramos las ventanas
y descubrimos que adentro
nos arde el fulgor
que revela
el color verdadero de la rosa.
A veces
apagamos el televisor,
miramos a la vida
y nos
sorprendemos
porque el
crepúsculo pone un rojo nuevo en su paleta.
No siempre
somos los otros.
Entonces
andamos
con el
labriego que nos trabaja,
con la mano
que nos siembra,
con el grano
que nos retorna
al eterno
engranaje
que reincide
en sus diástoles y sístoles
de sol.
Todo llama
al latido
y en
nombre del amor
Eclosiona el óvulo
su riente aurora
en una
palpitación nueva.
Gladys Seppi Fernandez
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