ENEMIGA

  
He sostenido- sostengo aún-
una larga  guerra.
(Ésta sí se justifica y  admite
 la ponderación de todas las armas).
Mi enemiga siempre sale
de la sombra
 con sus ojos secos
y agudiza el radar de sus palabras
 para tirar justo allí,
en el blanco indefenso del afecto.
(Y hace tanto daño…).
Después pide perdones
-que yo no quise decir y esos pretextos-
pero el socavón atenta
contra la construcción de soles
y deja abierta la boca
 a interminables  silencios.

Yo misma no sé
 por qué ni cómo lo hace.
A veces su voz prolonga rencores,
 o su mano roza olvidos
lanza su misil
cargado de púas insidiosas.

Le he dicho mil veces
que se guarde de hablar,
de andar hiriendo
 que sea como la prudencia
mucha espera y  respeto por el otro.
Pero es imposible  dominar sus gestos.
La enemiga sale
murmurando amarguras
 desde el costado de  mi aparente buena sombra.

(Y duele tanto).

Pero  lograré vencerla-  eso espero-
cuando, apostada bajo  mi propia piel ,
le enrostre el daño
que con aparente buena fe
hace y me hace.

 A mí misma,
 la otra, yo,
su  enemiga.


Gladys Seppi Fernández

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