La necesidad y el significado de vestirse bien.



Los argentinos formamos una densa y mayoritaria clase media y nos enorgullecemos por las marcas que dan cuenta de esa pertenencia. Gladys Seppi Fernández.

La pirámide de las necesidades de Abraham Maslow, que se conoció en 1946 en Una teoría de la motivación humana, sirve como guía educativa en los países desarrollados del mundo, pero no es muy conocida entre los argentinos.
El autor utiliza esa sugerente forma para ilustrar un camino de ascenso de la superación humana. Mundialmente aceptada, con su forma apuntando hacia arriba, grafica la jerarquía de necesidades básicas que se deben satisfacer para aspirar a deseos más elevados.
En el primer nivel, con una base más amplia, se ubican las necesidades o mandatos inconscientes de la supervivencia.
Allí, los llamados del instinto de conservación, el beber, comer, descansar, copular para continuar la vida personal y la de la especie. En ese espacio simbólico, más cantidad de población.
En el segundo nivel o estadio, más reducido que el primero, la necesidad de techo, abrigo, ropas para cubrirse y el cobijo y calidez del hogar. Logros de un empleo.
Al tercer estadio, más estrecho aún, ascienden los que, cumplidas las necesidades anteriores, se entregan a las relaciones afectivas y sociales. Los que se preocupan por sus vínculos.
Ascienden al cuarto nivel los que relacionan el sentido de su existencia a su autorrealización personal, los que se indagan y escuchan la voz de sus talentos, sus habilidades, su vocación, trabajando a favor de su autoconocimiento, autoestima y confianza en sí mismos.
Allí la posibilidad de ser conscientemente feliz, un propósito que ilumina la vida humana hace tan pocas décadas como esta orientadora pirámide y que transmite la idea de que la felicidad puede darse aquí, en la Tierra. (El término flow , que significa fluir natural en el quehacer y en el tiempo, expresa la felicidad del individuo que hace lo que le gusta).
Al puesto más alto y estrecho aún, el quinto estadio, llegan los que, en un nivel muy alto de conciencia de sí mismos, salud, realización personal y satisfacción, rebosantes de dones y generosidad, se dan a la tarea de orientar a los otros.
Allí, los visionarios, los líderes, los artistas, los que distinguen lo falso de lo verdadero, aceptan a los demás y con una vasta, más abarcativa mirada, trascienden, enseñando a proyectarse hacia un futuro más pleno, a los que los siguen.
Camino de la perfección. ¿Por qué hablamos de esta pirámide?
Porque el vestirse está entre las necesidades básicas. El hombre desea cubrirse, protegerse, abrigarse.
El que se intente hacerlo “bien”, representa la lógica aspiración de un estadio medio (de la clase media) que va en ascenso, un aprendizaje en el refinamiento del gusto, un placer estético que va acompañando, desde siempre, el desarrollo de la condición humana.
Así lo revelan la literatura y la historia y lo exigen el respeto y la digna presentación de cada sí mismo a los otros.
“Vestirse bien” significa escalar puestos en la jerarquía social, crecimiento de la necesaria autoestima a la que debiéramos aspirar la mayor cantidad de habitantes de un país emergente.
Los argentinos formamos una densa y mayoritaria clase media y nos enorgullecemos por las marcas que dan cuenta de esa pertenencia.
Entonces... ¿Qué gobierno puede oponerse a un empeño natural, ubicado a mitad del camino de las necesidades básicas?
¿No debiera constituirse en una de las más altas metas políticas lograr que los más de la ciudadanía transiten y asciendan cada peldaño de la pirámide propuesta por Maslow tras una vida más alta, más inteligentemente conducida y, por lo mismo, más plena?
¿Con qué grado de invalidez emocional alguien puede negarse a tan noble propósito y rechazar el hecho espontáneo de que los “bien vestidos”, y los no tanto, salgan a las calles para pedir que se trabaje por un desarrollo más elevado de la población?
En realidad, lo que solicitamos es más aliento de la dirigencia para que la mayoría ascienda un camino de perfeccionamiento y se entregue al desafío de llegar a metas más significativas, entre las cuales el vestirse, y hacerlo bien, significa sólo haber escalado la mitad de un esforzado camino.

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