Qué nos pasa cuando deseamos a otro "¡Felices Fiestas!"

Sábado 28 de Diciembre de 2013 | COMPORTAMIENTOS

El fin de cada año es el ámbito temporal en que los hombres recuperamos un poco la inocencia del alma, limpiamos el herrumbre de los rencores y miramos a los otros con los ojos limpios de los niños, renovando la fuente de los mejores deseos para todos. ¿A vos te pasa lo mismo?

Por Gladys Seppi Fernández (*)
Cuando llega diciembre el corazón de la humanidad se agranda porque es tiempo de renovar las esperanzas, el optimismo, el amor familiar, el amor a los demás.
El pino navideño, el árbol de la eternidad, levantando al cielo su forma triangular representativa de la Santa Trinidad, tuvo en sus orígenes cristianos el adorno simbólico de manzanas, que representaban la tentación, y velas que transmitían la idea de la iluminación. Todos los adornos fueron en un comienzo, simbólicos, de manera que la descollante estrella que lleva en la punta, representa la orientación en el camino, las bolitas, los dones recibidos por los hombres y las cintas que, en tiempos pasados, simbolizaban los lazos con las personas que amamos, se van reemplazando por nuevas figuras, creativas formas que el paso del tiempo cuelga en sus ramas.
El fin de cada año, con sus fechas tan resonantes en el corazón humano, es el ámbito temporal en que los hombres recuperamos un poco la inocencia del alma, limpiamos el herrumbre de los rencores y miramos a los otros con los ojos limpios de los niños, renovando la fuente de los mejores deseos para todos. Junto a la decoración y la iluminación, junto al despliegue de árboles navideños que compiten por su belleza y fulgor surge el saludo en las calles: ¡Felices fiestas! Las bienaventuradas palabras, abarcativas, generosas, abrazadoras llegan para acariciar el corazón.
Ahora bien, ¿pensamos en qué deseamos al otro cuando las pronunciamos?¿Pensamos en las posibilidades de una vida mejor que auguran? ¿Cuál es el alcance que tienen las buenas intenciones con las que las cargamos?
Cada uno medirá las que emite o le llegan, y sentirá el efecto benéfico que causan en su interior. Siempre son para bien y siempre hacen bien. Pero tal vez sería bueno si, además, remontamos un significado que tanto entraña y que tan diferentes connotaciones evoca.
Para algunos, el mensaje, que viene cargando siglos de visiones, de costumbres, de maneras de estar en el mundo, podrá decir que lo pases bien o que te diviertas, que comas lo más rico y lo disfrutes, que te hagan buenos regalos, que te entretengas bailando, cantando, brindando a más no poder, es decir saliéndote de ti para alcanzar el paroxismo del placer; para otros el "Felices fiestas" significará que te renazcan tus propias fuerzas para reconstruirte, para refundarte, para que la vida te parezca buena y que sientas que estás viviendo dignamente, de la mejor manera, porque has tomado conciencia del regalo y compromiso que significa estar vivo; para otros, tal vez porque algún sufrimiento o pérdida los ha marcado, la frase "Felices Fiestas" expresa el deseo de que las personas que aman estén gozando de buena salud y bienestar; a otros, la tarjeta o el abrazo, o la carta o el email, cualquiera sea el soporte en que vinieren, los buenos deseos se les adentrarán en el espíritu, les harán preguntas, inquirirán sobre algún logro esperado, sobre los esfuerzos que han logrado colmar un proyecto largamente sostenido.
¡Hay tantos significados como emisores y receptores del mensaje! Y éste puede producir el efecto de las palabras pronunciadas con ligereza como cumplimiento repetido de un ritual, o como expresión auténtica, brotada de un corazón que siente al otro dentro de sí. Las palabras salen de bocas diferentes o de sentimientos o de experiencias y vivencias y caracteres distintos y también de vínculos más o menos cercanos en el amor o la empatía.
Meditar sobre el significado de las "Felices fiestas" con que arropamos el acercamiento a los otros, puede y debe ser un ejercicio para el cambio, para la introspección, para que el mensaje profundo que subyace, se transmite y nació con la intención de la resurrección permanente a los mejores propósitos, renazca.
Las fiestas de nuestro tiempo están signadas por las costumbres, inmersas en la particular filosofía hedonista y vertiginosa que nos envuelve y nos impregna, sin que seamos, muchas veces conscientes de ella, del matiz que les va dando nuevos y cambiantes rostros, muy contrastante hoy con lo que las personas mayores hemos vivido en nuestra lejana niñez.
En estos tiempos de consumismo, la felicidad se mide por el cuánto se puede comprar. Así la cosa material se califica como el bien a ingerir y el bien a vestir. La adquisición de la última novedad tecnológica, del teléfono celular, de la tablet, del televisor led y 3D ha pasado a ser primera necesidad y ya no moviliza su compra solamente su utilización práctica sino el espíritu de ostentación.
Las fiestas de navidad, el festejo de año nuevo, la misma festividad de reyes convocan, debieran convocar lo mejor de nosotros, el amor a los semejantes, el deseo de dar y sobre todo el agradecimiento por lo que tenemos, lo que podemos contar en salud, en buenos vínculos, en comprensión y amor de los amigos.
Es una fiesta para pensar, y al elevar las copas, poner en alto, también, los mejores propósitos. Es el espíritu, el crecimiento espiritual lo que renace y lo que puede hacernos, cada final de año, realmente, más felices.
(*) Educadora. Escritora

Tiempo de cambios

 
00:23 18/12/2013
    Estamos viviendo en la era del cambio del cambio, una época en que, de forma intencionada, podemos ponernos a trabajar codo a codo para acelerar el proceso de nuestra propia remodelación y la de nuestras instituciones desfasadas" (Marilyn Ferguson)

    GLADYS SEPPI FERNÁNDEZ (*)   Estamos en un banco, la cola es larga y el sufrimiento mayor. Afuera, la calle aún tiembla con algunos estallidos. ¿Bombas?, ¿tiros? La situación es incierta. Sabemos que la policía ya ha salido a la calle.   Adentro, las horas pasan y la incompetencia hace las cuentas. Sin embargo, a un empleado de buen criterio se le ocurre, ¡genial idea!, hacer entrar a la gente que espera bajo amenazas, tal vez de una botella disparada al azar o de un cartel que vuela destrozado. "Pasen –dice–, son muchos pero nos arreglaremos", y como sabe muy bien que no habrá ninguna orden superior, decide por sí y abandonado a su intuición creativa encuentra soluciones, una nueva manera de aligerar un trámite que alivie la angustia de la gente.
    Estamos ante otra oficina pública, el trato cotidiano le ha quitado todo rastro de amabilidad, de humana consideración y cortesía. Los empleados amontonan expedientes porque "así es el sistema". Pero, en tanto una empleada afila las garras de la mala atención en la piedra de palabras cortantes, otra, obedeciendo a un llamado de su conciencia, pone en el mostrador su sonrisa y con la mejor buena voluntad y amables gestos soluciona en pocos instantes diversos expedientes.
    Los ejemplos se multiplican. En el campo de la salud, en la educación, en todas las instituciones, lugares, oficios y roles, empiezan a sumarse buenas actitudes y mejores acciones que demuestran que, en medio de una de las peores crisis vividas y sufridas en la Argentina, aún quedan reservas de buena predisposición, de ingenio para que nos rescatemos unos a otros.
    Sin querer, tal vez sin haberlo leído siquiera, estamos atendiendo a la exhortación que el gran pensador William James se hiciera una vez a sí mismo:
    "Voy a actuar como si lo que hago sirviera para algo".
    Y bien, ésa es una invitación al optimismo. Todavía, sumando acciones positivas, podemos poner un poco de claridad en medio de tanto desorden, increíble subversión y escandalosa corrupción que está oscureciendo nuestro país.
    La posibilidad de un gran cambio, desde adentro, alienta una nueva esperanza.
    Podríamos empezar derrotando, como primera medida, la idea de que el ciudadano sólo tiene derechos, de que todo le ha de ser dado, de que existen seres todopoderosos que van a solucionar los problemas que cada uno padece, desde el hambre hasta los malsanos deseos que ha desatado la incitación al consumo. Una concepción errada que ha instalado la demagogia, ha malacostumbrado a demasiados argentinos y que ha llevado hasta el desborde de saqueos y peleas entre conciudadanos que llegaron a ser sangrientas.
    ¿Qué más puede revelarnos la realidad, la verdadera realidad?
    Ahora sale al paso una nueva evidencia y necesidad de ir por un camino que dignifique el esfuerzo y el trabajo y que depende, absolutamente, de un cambio radical en las conductas, un viraje desde adentro, la formulación de una alianza, un compromiso para todos y cada uno de nosotros. Hay que recomponer el tejido social roto a fuerza de pedreas y falta de respeto a los demás.
    Creemos que el sufrimiento de esta crisis ha sido tan tocante que ningún argentino está dispuesto a dejar que lo vivido vuelva a repetirse. De ninguna manera.
    Por eso es bueno y necesario que esta nueva fuerza que nos está creciendo sea conducida consciente, reflexivamente hacia un fin que nos saque de las conductas corrosivas que han descendido desde los de arriba, los responsables de la conducción y, derramándose sobre la sociedad, han llegado hasta el colmo de asaltar la casa del vecino porque, parecen deducir, si los que más roban no son castigados no tienen por qué serlo los que lo hacen en menor escala; si la ley no es respetada por los que deben dar el ejemplo, nada se puede exigir al pueblo.
    La actitud ciega, despojada de reflexión y tan instintiva como para llevar a tantos ciudadanos a una desmesura que jamás pensamos se podría alcanzar, duele y avergüenza a la sociedad argentina.
    Pero la fuerza de la vida, el apego a lo verdadero y honrado, paradójicamente, también hace su trabajo reparador y nos inocula una nueva conciencia, un nuevo respeto y amor por la tierra que pisamos y por los que la habitamos, en un "nosotros" que debemos robustecer de manera urgente.
    La crisis nos pone frente a una gran aventura, un desafío inédito.
    ¿No será ésta una oportunidad única para dar el salto a una nueva organización, a un nuevo país, a una gran Nación? ¿A un nuevo orden?
    Pues si el sólo formularlo nos llena de esperanzas, ¿qué deberíamos hacer para que se haga realidad?
    Es ésta una época de interrogantes y quienes estudian los procesos sociales establecen que los cambios profundos se producen cuando surgen las preguntas profundas.
    Y una de las más importantes quizás sea: ¿qué puedo hacer yo para que las cosas cambien?, ¿de qué manera y hasta dónde influyen mis particulares conductas en la realidad?
    ¿Acaso cada uno de nosotros puede mostrar a las generaciones venideras que tiene capacidad para enfrentar los problemas, una nueva manera de actuar para la vida y no solamente resignarnos a una pobre sobrevivencia?
    La posibilidad de respondernos afirmativamente nos devuelve la energía, la vital energía que los argentinos sentimos casi perdida. El buen sentido.
    En el inconsciente colectivo, que a todos nos abarca, andan las preguntas y también brota la esperanza.
    Si hay un nuevo orden que podemos conquistar, bien vale la pena que hagamos cuanto esté a nuestro personal alcance para que, entre todos, lo logremos.
    Pero, ¿qué es lo que podemos hacer?, insistimos.
    Empecemos por reflexionar mensajes como el que ha dejado asentado la filósofa Beatrice Briteau: "No podemos esperar hasta que el mundo cambie. El futuro somos nosotros mismos. Nosotros somos la revolución".
    Cada uno es el cambio.
    (*) Educadora y escritora. Córdoba

El bien supremo de la diversión

00:30 09/11/2013

"Uno de los mayores males que aquejan a la sociedad contemporánea es la idea de convertir en bien supremo nuestra natural propensión a divertirnos. La cultura actual actúa solamente como mecanismo de distracción y entretenimiento".
(Del libro "La civilización del espectáculo", de Mario Vargas Llosa)
  
GLADYS SEPPI FERNÁNDEZ (*)

El diario francés "Le Monde" dedica una nota referida al tan costoso y difundido programa argentino Fútbol para todos, opinando que es "culturalmente no sustentable", lo que quiere decir sin más objetivo que el de desviar la atención de un público que prefiere dejar pasar, dejar hacer. Así, remata la nota, "para los argentinos, el futuro no existe".

Y de eso se trata: del futuro, de construir un país mejor, un ciudadano maduro capaz de discernir y visualizar consecuencias de actos responsables, los suyos, los de los otros, los de quienes gobiernan, a los que no puede ni mejorar ni criticar porque está muy entretenido y con el cerebro adormecido.

Para reafirmar estas ideas, la lectura de uno de los últimos libros de Vargas Llosa, "La civilización como espectáculo" –y como sucede con cualquier reflexión acertada– produce en quienes tenemos la oportunidad de leerlo y meditar sobre su mensaje el aguijón de una acusación que nos involucra, ya sea como espectadores, propiciadores o ejecutores de cualquier evento o espectáculo.

El tema viene siendo observado y cuestionado. Muchas veces se ha hablado –o escrito– sobre los recursos que utilizan los medios de comunicación, sobre todo la televisión, para atraer a los espectadores.

La conclusión a la que se llega es que en este intento de atrapar atenciones y emociones, en la lucha por el ranking, se apela a cualquier y absolutamente indiscriminado tipo de golpes de efecto, la mayoría golpes bajos en el sentido literal de la palabra. Llamados directos a las sensaciones y emociones, escasos a la reflexión y a proyectar el día después. De esa manera la cultura como cultivo de la conciencia pensante ha sido vaciada y sustituida por el interés en el puro entretenimiento. Nada de temas serios, adiós a las transferencias de mensajes para una vida de mayor calidad humana.

Con respecto a la tevé, la imbecilidad parece haberse hecho cargo de la pantalla y basta que hagamos un ansioso zapping en la búsqueda de un programa digno de verse, para sorprendernos con la proliferación de gritos, peleas, escándalos, violencia y sangre que se va derramando en cada uno de los numerosos canales. Pocos –seguramente los menos vistos– transmiten programas educativos, formativos que, como son –según piensa la mayoría– demasiado aburridos, terminan por escasear.

Parece –y así lo denuncia Vargas Llosa– que la cuestión es darle al público la mayor dosis posible de circo para entretenerlo, hacerlo pasar el rato, como si esa evasión condujera a algún estado de felicidad posible. Por cierto, está en la conciencia de escasos programadores despertar conciencias y con ellas los juicios críticos dormidos.

El fenómeno, que según este autor es mundial, se agudiza en países como el nuestro, lo que nos va transformando en una masa de individuos entretenidos, adormilados, pasivos e imposibilitados de reaccionar aunque más no sea apagando el televisor cuando solamente nos hace pasar, matar, perder el tiempo. Al apagarlo contribuiríamos a disminuir el ranking de ciertos programas que llegan al colmo de la audacia y espectacularidad transgresoras.

Pero no sólo se refiere Vargas Llosa, ni hemos de referirnos nosotros, a los medios visuales. También la mayoría de las radios y los gráficos trabajan con la idea de atraer con la noticia más escandalosa, la novedad del chisme y hasta un tono de voz groseramente estruendoso. Muchas páginas se dedican a personajes del espectáculo que se han transformado en famosos, justamente, gracias a la tinta o minutos de pantalla o micrófono que se gastan en ellos diariamente.

Nos preguntamos si poniendo la lupa en estos personajes y dedicándoles tantos espacios en sus ediciones no se está favoreciendo el fenómeno de exaltar solamente lo conmocionante y banal, dejando de lado temas formativos y enriquecedores.

Parece ser que el tiempo dedicado a pensar, a interesar sobre las grandes problemáticas que nos atraviesan como sociedad, se achica cada vez más.

"Es que no es negocio", se ha justificado alguna vez el responsable de una empresa periodística; "a la gente le gusta saber sobre la vida de la otra gente, es decir le gusta el chisme, y si hay sangre, mejor, más se vende", se escucha decir.

Razones, justificaciones que nos ponen en el mismo lugar de los espectadores del circo romano. Cada vez más emoción, reclamaban, cada vez más violencia. Y eso mantenía al pueblo bien entretenido. ¿Distraído?

Podemos deducir entonces que, como pueblo, somos partícipes responsables de nuestra actitud de espectadores en la actual civilización del espectáculo y que, si queremos activar nuestra mente distraída, será bueno empezar a responder a preguntas como la que titula esta nota: ¿entretenimiento y vacío del porvenir? A la que podemos sumar otras:

¿Actuamos libremente al elegir un libro, asistir a un evento, escuchar o ver un programa o lo hacemos siguiendo a la mayoría, porque es el más promocionado, por el marketing, por la promesa de que vamos a entretenernos con una aparatosa espectacularidad y hemos de pasar un buen rato?

¿Qué aporta a nuestra vida –cuya mayor alegría es crecer, aprender, ampliar las perspectivas– pasar un buen momento? ¿Sólo para entretenernos?

Tratemos de responder. Es una sencilla propuesta para que el mundo del espectáculo mejore sus contenidos y los ciudadanos podamos crecer, saber más y acceder, con nuestras capacidades más alertas, a un más alto nivel de vida.

(*) Educadora. Escritora

Humanidad miserable


00:41 06/12/2013

"La democracia argentina se encuentra, por obra del gobierno, en el linde de su dignidad. Unos pocos pasos más y la república se habrá disuelto en las imposiciones de un nuevo despotismo... Pronto surgirá lo hasta ahora inédito: de la ley habrán sabido valerse quienes la desprecian para consumar la insania de sus propósitos".
Santiago Kovadloff

  
GLADYS SEPPI FERNÁNDEZ (*)
En una noche de terror, los cordobeses y los argentinos de bien asistimos a la irrupción en escena de lo inédito: la emergencia del vandalismo. Bastó que la vigilancia policial desapareciera para que los hijos sobreprotegidos por el autoritarismo y la demagogia se hicieran ver. Desbordados.

Y muchos no lo percibíamos o creíamos que, al fin, existe una nación común que a todos nos cobija y todos estamos en la misma república. Ingenuidad total que despertó con el estallido. El mal estaba adentro, en la misma sociedad y el desenfreno de demasiada gente, una multitud que sólo esperaba el momento de actuar.

Un tsunami, el atropello de aguas descontroladas, el instinto obedeciendo a las más bajas pulsiones. Fue el desnudarse de una gran masa que se comunicó y dio fuerzas con un mensaje subterráneo de destrucción y hasta de muerte: si el gobierno del país hace prevalecer sus mezquinos intereses a la ley, si los que gobiernan no saben ponerse de acuerdo, si la ciudad y la población trabajadora están desprotegidas, es nuestra oportunidad.

Consecuentemente, la noche del martes salió de abajo de la alfombra la verdad del mal que padecemos: la evidencia de la multitud de diferencias que nos dividen y hoy son palpables:

La primera evidencia nos llega desde el gobierno nacional que puede asistir al incendio sin mover un solo dedo en tanto su cálculo de beneficios le sume activos. Pura miseria.

Existe otra palpable separación entre el pueblo y los gobernantes y, más grave aún, la que hoy se está manifestando en Córdoba: la del pueblo contra el pueblo. Y esto tan caótico, tan parecido a una guerra civil, esta batalla entre hermanos, no parece ser sino el emergente de males mayores que debiéramos prever.

Hoy hay una batalla entre los que se desesperan por proteger lo logrado y los que están acostumbrados al tutelaje interesado del gobierno: dádivas, puestos inmerecidos que ganan con su presencia en actos a los que son llevados a aplaudir, planes sociales que han anulado en la mayoría su posibilidad de desarrollar el saludable ejercicio del trabajo, de un oficio que dignifique su vida y que se han lanzado a lo más fácil, saquear.

Indudablemente han salido a la superficie las diferencias entre las familias trabajadoras y los que han sido mantenidos en la marginalidad, cautivos votantes, pedigüeños, al margen de todo sistema educativo, formativo en valores entre los cuales el primero y más sustentable debiera ser el amor a lo propio, al lugar en que se vive, a sus calles, a sus lugares públicos, a lo que se va construyendo generación tras generación.

La falta de respeto, responsabilidad, atención a las consecuencias de un accionar vandálico evidencia que hay demasiados pobladores de este país que viven al margen de la ley en tanto el gobierno los parasita en su beneficio. Gran miseria de arriba y de abajo.

Lo que ha sucedido en Córdoba, el caos sembrado por tanta gente que se lanzó a robar indiscriminadamente, pone en evidencia las causas que nos ubican en los últimos puestos en educación, entendida como formadora de conciencias, como respeto a lo de todos, como dignidad humana.

En nuestro país, sutil, silenciosamente se ha sembrado el cáncer de la desmesura que va anulando centros vitales activados a través de dos siglos por la educación recibida, la enseñanza de los viejos modelos y maestros, las marcas que se imprimieron en la formación humana con un mensaje cierto: se puede ascender con esfuerzo, con estudio, trabajo digno y tantas otras fuerzas internas, verdades, por ahora incorruptibles, que siguen guiando –por suerte– la conducta de muchos.

Difícil resulta señalar cuál fue el virus que prendió en el cuerpo social la desventurada enfermedad que padecemos, pero sí podemos señalar que, aunque no todos hayan sido alcanzados por lo más destructivo del mal, nos carcome el alcance de las dudas sembradas por el mal ejemplo:

¿Es que en este país la corrupción, el robo de guante blanco, el vaciamiento de los dineros públicos han de permanecer inmunes? ¿Hasta cuándo la astucia, las mentiras evidentes de relatos de ficción, han de pasar su dañina mano por la adormecida conciencia popular?

Si bien tenemos clara conciencia de que en nuestro país impera la mentada "viveza criolla", ¿habíamos medido las consecuencias del mal ejemplo que da la corrupción existente, el desgobierno imperante en toda la nación y las infranqueables diferencias entre provincias y gobierno central?

Desde las entrañas del mismo pueblo ha salido una masa desnuda de disfraces y vestida con lo que realmente nutre su condición de vándalos dispuestos a sembrar el terror, la destrucción y el robo indiscriminado porque "si en este país, los chorros de arriba son premiados, ¿por qué no hemos de serlo nosotros con lo poco o mucho que podamos saquear?" Respondiendo a ese pensamiento irracional ha actuado una humanidad miserable cuya médula reclama ser atendida para bien de todos.

(*) Educadora y escritora. Córdoba

Drogas: una generación en riesgo

Gladys Seppi Fernandez

      Un drogadicto expresó: "Donde usted vaya, donde usted hable, donde usted escriba, dígales a los jóvenes que nunca comiencen, pues después puede ser demasiado tarde".

Los padres y familiares temblamos: al alcance de las manos de los chicos, la droga y su promesa de vivir el éxtasis de un paraíso desconocido y, podríamos decir, mortal. Una fuga, la evasión de una realidad que no satisface o simplemente el ingenuo deseo impuesto por una infantil curiosidad que impulsa a probar.
     Nunca como hoy la droga en sus diferentes formas estuvo tan cerca de las escuelas, del barrio, de la propia casa. Nunca como hoy se sufrieron las consecuencias de la devastación cerebral que produce en sus consumidores. Tomados y perdidos los centros de reflexión y dominio de sí, la persona drogada puede reaccionar de cualquier caprichosa manera, desde desparramar la basura por las calles a la salida de un boliche hasta asaltar y matar, como se está comprobando.
    Es que el esclavo de la droga –que también lo es el alcohol– actúa y puede dañar como un motor fuera de control, como un arma en manos de un niño, como un dispositivo destructivo en poder de un loco. Y todo lo que la civilización, la evolución humana ha ido construyendo hacia un nivel de mayor calidad puede ser destruido. Todo lo que la vida espera de un individuo que debe transitar hacia su realización como persona, se denigra, se desbarata. La droga consume y una vez probada es necesario recurrir a ingentes esfuerzos para salir de la fascinación que produce irse hacia el abismo del no ser, no pensar. No sufrir.
     Escuchamos decir que la droga mata. Y lo sabemos. Lo sufren los padres de drogadictos que asisten a la pérdida del que era su hijo y las promesas de un futuro en el que podría haber llegado a ser una persona normalmente realizada.
    Ante tanto daño, y tal como solemos hacer, hoy nos tiramos culpas recíprocamente: que el Estado, que la escuela, que los amigos, que la sociedad. De manera que, repartidas las responsabilidades, nadie se mira a sí mismo ni se hace cargo.     Entonces, se hace muy difícil encontrar la solución. Pero algo hay que hacer ahora, de manera urgente. Por ejemplo empezar por lo más próximo:
    Por el mismo sujeto, adolescente, joven en quien anidan los factores de riesgo ya sea su sentimiento de invalidez, el vacío afectivo y en gran parte su falta de confianza en sí mismo, condimento básico en la formación del carácter que se inculca desde la más tierna infancia y se fortalece toda la vida.
    Y acá entran a jugar la familia y su papel preponderante. Ella está en la raíz de cada vida desde la concepción, desde el deseo de tener al hijo, desde su tarea diaria de abrigo y conducción. Por eso la familia debe preguntarse sobre el sistema de valores que dirige la vida cotidiana de su hogar: ¿ha inculcado amor y respeto por la vida propia y la ajena? ¿Ha enaltecido los lazos afectivos y generado un sentimiento de ayuda mutua entre sus integrantes? Y, además: ¿tiene mi hijo la necesaria claridad y firmeza para saber decir "no" a lo que no vale, a las presiones de los "amigos"?, ¿es una persona positiva, optimista, tiene confianza en el futuro?, ¿enfrenta los problemas o se siente abatido ante la primera dificultad? ¿Ha sido formado en el esfuerzo para llegar a las pequeñas y grandes metas o ha sido sobreprotegido de tal manera que se siente sin armas, indefenso para afrontar las relaciones con sus pares y las tareas propias de su desarrollo? Además, ¿se comunica con los demás o prefiere el aislamiento?
    La familia y la escuela deben tener en cuenta que cuantos más factores de riesgo posea la persona mayor será la probabilidad de que caiga en el uso indebido de drogas, y más complejo será su tratamiento. En contraposición, a mayores factores de protección, que son los de la formación humana, los de la educación que da conocimientos y moviliza la conciencia, el riesgo disminuye.
    Mucho más difícil es que se apegue a las drogas quien ha sido formado en una sana competitividad, quien se proyecta y planifica el futuro, quien desde pequeño ha debido responder por sus actos y sus decisiones, quien se forma o ha formado en una red de contención familiar afectiva que le ha permitido valorar el esfuerzo para lograr lo que tiene y lo que podrá obtener.
    En cuanto al gobierno, es desde los altos ministerios desde donde deben surgir medidas que fortalezcan la conducta de los chicos en las escuelas, donde el tema "prevención en el uso de drogas" debiera tener un lugar prioritario. Un plan nacional, bien articulado y común en todo el territorio nacional. Además, todo tipo de gobierno debe enfrentar y atacar el envilecido negocio que la droga genera a su alrededor, tan poderoso como para comprometer a muchos de los mismos gobernantes.
    Sobre el débil terreno que ha generado la misma familia con los conflictos generados por los padres, con la falta de armonía y diálogo, con el sentimiento de expulsión o de escasa contención que sufren los menores, con la falta de un clima de confianza que anime el diálogo y que genera, en cambio, agresividad, rebeldía o encierro, la droga avanza y el espurio negocio de quienes usufructúan de él, se fortalece.
    También la sociedad, la política, la economía del país, el malestar social, el clima de violencia y la disponibilidad de drogas que se ofrecen en cada esquina y hasta en la puerta de las escuelas contribuyen a exponer cada día más a que los chicos caigan en el riesgo de usar y abusar de ellas.
    Y bien se sabe que esa caída puede ser terriblemente dolorosa y difícil de superar. Por eso se deben atacar las causas. ¿Por qué algunos chicos se drogan? ¿Por qué muchos caen en las redes de su tentación mientras otros pasan a su lado y permanecen indemnes?
    La adolescencia es, en sí misma, una etapa de riesgo porque el individuo hace frente a un sinnúmero de situaciones difíciles y potenciales de estrés. A esta edad, el adolescente rechaza la protección adulta en búsqueda de su autonomía, es aquí en donde tiene que aprender a alternar con su grupo de pares.
    Además, hay claras evidencias de que el consumo de drogas a una temprana edad puede conducir en el futuro a la ingesta de sustancias aún más peligrosas porque la adicción crece y el cuerpo pide cada día más. Los chicos empiezan con el alcohol, la "previa", que es una moda y parece ser que muy pocos escapan hoy de ella. Entonces:
¿No deberían los planes ministeriales, es decir el gobierno a través de los medios de comunicación y la misma escuela, reforzar la información sobre el peligro de caer esclavo de una fatal dependencia a sustancias psicoactivas que producen tan graves consecuencias, tanto a la persona como a la familia, a la sociedad, a toda la comunidad? Toda una generación está en riesgo.
    Sabiendo que los adolescentes representan el 22% del total de la población que consume drogas y que éste es uno de los problemas de salud pública más complejos que enfrenta nuestra sociedad ya que se asocia con otros como la violencia familiar y social, ¿no es hora de que esta problemática que destruye vidas, anula posibilidades de desarrollo y tiene tantos costos sociales sea tratada como lo que es, comprometiendo fuertemente a todos los ciudadanos en la búsqueda de una mayor prevención?
    Porque de prevenir se trata. Tanto como de destruir las poderosas mafias que usufructúan con la vida ajena, multiplicando llamados desesperados como el que sigue:
"En cualquier reunión que usted se encuentre diga a quien pueda escucharla, dígales que casi todos los amigos que yo tenía cuando consumía droga están muertos o están en la cárcel por delincuentes".

(*) Educadora. Escritora.

DIQUE DE CRUZ DEL EJE

Yo  te dejé hace tiempo,
(es desafío del Hombre andar caminos)
y por eso me fui
buscando mi agua, siguiéndola a mi sed
que hizo la huella
que ahondara, marchando, mi destino.
Yo te dejé en el tiempo.
Imperturbable, plantado, enhiesto y firme,
multiplicado pie subiendo hasta su altura
la imponderable fuerza de un  gigante
que desafía  el cielo,
 en su hermosura.

Sobre el amor frívolo y el sentimiento profundo

Añadir leyenda
Publicado el 29/10/201


“El placer puede definirse como la sensación de bienestar que produce el funcionamiento fluido de la vida, es decir incluye los fenómenos de crecimiento y creatividad”. (Alexander Lowen- Creador de la Bioenergética).
opinion

Voces. Escribe Gladys Seppi Fernández
    No es necesario que la televisión y los medios gráficos brinden el pavoroso espectáculo del maltrato familiar, de mujeres golpeadas, quemadas, asesinadas. Si echamos una mirada alrededor, en la familia, en los más cercanos, en los vecinos, encontraremos los deshechos y estragos provocados por la confusión reinante sobre el sentimiento del amor, porque, a pesar de que se supone que actualmente tenemos más conocimiento sobre lo sexual, existe una total desconsideración de la diferencia sustancial entre “sofisticación sexual” y “madurez sexual”.

Lo dice la ciencia: la lectura cambia el cerebro


Lo dice la ciencia: la lectura cambia el cerebro

"Amar la lectura es cambiar horas de hastío por horas de inefable y deliciosa compañía".
John F. KennedyLo dice la ciencia: 

"Amar la lectura es cambiar horas de hastío por horas de inefable y deliciosa compañía".

John F. Kennedy
GLADYS SEPPI FERNÁNDEZ (*)
Cuántas veces hemos escuchado y pronunciado la frase "andá a leer, que los libros no muerden"? ¡Cuántos argumentos hemos utilizado padres y docentes para que los más chicos dejen el televisor, la computadora o el celular y se embarquen en la aventura de la lectura! Sin embargo, ¿hemos sido –somos– convincentes?

Humana fragilidad

GLADYS SEPPI FERNÁNDEZ (*)
Los sabios lo reconocen. Y lo aceptan. Los humanos somos frágiles y, aunque el orgullo, la vanidad, o la peor de las cegueras no lo admitan, debiéramos exponer, como esos embalajes que portan cristal en su interior, un cartel que advierta: "cuidado, se rompe".

¿Qué es ser inteligente?


GLADYS SEPPI FERNÁNDEZ (*)
En un examen de Literatura dos alumnas rendían en turnos sucesivos. La presencia de una de ellas cargada de libros prolijamente marcados en páginas con interminables citas casi pone en fuga a la segunda quien, a poco de dudar, determina que sabe lo que cree que debe saber y que enfrentará la prueba.

Maltrato escolar


Urge que los especialistas se enfoquen en las soluciones, que la autoridad familiar y ministerial enfrente este flagelo tomando medidas severas contra un emergente de desequilibrios sociales más profundos.
opinion
Voces. Escribe Gladys Seppi Fernández*



El bullying, es una palabra inglesa que significa maltrato de uno o varios niños o adolescentes a otro más vulnerable que se convierte en víctima de una gran carga de agresividad. Discriminar, humillar, agredir mediante gestos, palabras y acciones, por lo general violentas, son la expresión de un mal profundo.

El bullying, una mala planta que se deja crecer

GLADYS SEPPI FERNÁNDEZ (*)
Como a cualquier mala hierba que se deja crecer, el bullying hostiga hoy más que nunca la vida social y, sobre todo, la escolar.
Hablamos del maltrato de uno o varios niños o adolescentes a otro más vulnerable que, por sus características, se convierte en un chivo expiatorio sobre el que un ser impulsivo y descontrolado arroja un volcán de agresividad.

¿Entretenimiento y vacío del porvenir?


Como para golpear el adormilamiento general de nuestra cultura, ha llegado a los anaqueles de las librerías el último libro de Vargas Llosa "La civilización como espectáculo" y, como sucede con cualquier reflexión acertada, quienes tenemos la oportunidad de leerlo y meditar sobre su mensaje, sentimos el aguijón de la acusación que nos involucra, ya sea como espectadores, propiciadores o ejecutores de cualquier evento o espectáculo.

El sentido de la fragilidad

La fragilidad es resultado de la fugacidad. Para Bauman, la volatilidad que predomina hoy sustenta frases como: “El amor es un préstamo 

Nadie rebaje a lágrima o reproche/ esta declaración de la maestría/ de Dios que con magnífica ironía/ me dio a la vez los libros y la noche.
Jorge Luis Borges.

Docentes y padres, ante el desafío de dictar educación sexual


"El que está avisado, está armado"

(De Don Quijote a Sancho Panza)
Cuando los padres se informen sobre los alcances altamente humanizan tes del término "sexualidad" y ellos mismos despierten al asombro y admiración que este aspecto humano –hasta hoy inexplorado– provoca podrán transformarse en educadores sexuales de sus hijos y llamar a las cosas por su nombre, sin evasivas ni eufemismos maliciosos. Con respeto.

¿Todo lo puede el dinero?

GLADYS SEPPI FERNÁNDEZ (*)

La responsabilidad de elegir


En estos días los argentinos debemos votar, es decir haremos frente a una acción que, aunque repetida, puede o no convocar, remover, activar y poner en marcha el espíritu, la voluntad y el entusiasmo cívico que debiera animarnos, el sentido de responsabilidad que en este país se va dando en un lento proceso de maduración.

¿Consumista consumido?



"Nos han transformado en una sociedad materialista y fría, en el adquirir bienes vanos sin funcionalidad, haciéndonos creer que hemos evolucionado y estamos al día". (Jean Baudrillard)


La corriente de la historia humana va forjando en su andar de millones de años, sereno a veces, turbulento y violento otras, una memoria colectiva que impone al hombre una visión particular y cambiante del paisaje del mundo que atraviesa. Así, con nuevas y siempre renovadas maneras de ver y de responder, éste renueva costumbres, actitudes, su manera de estar en su tiempo.

“Hagan lío”, la fuerza de las palabras

Gladys Seppi Fernández (*)
Por estos días todo el mundo –y es literal– está atento a los actos, a cada palabra del papa Francisco. Su influencia es, por su carisma, por su liderazgo, por la fuerza que transmite, realmente intensa. Y si sucede en el alma de los mayores deducimos cuánto puede calar en el alma juvenil. Multitud de jóvenes del mundo han escuchado su mensaje del jueves, millones de latinoamericanos, de brasileños, de argentinos.