Lo dice la ciencia: la lectura cambia el cerebro


Lo dice la ciencia: la lectura cambia el cerebro

"Amar la lectura es cambiar horas de hastío por horas de inefable y deliciosa compañía".
John F. KennedyLo dice la ciencia: 

"Amar la lectura es cambiar horas de hastío por horas de inefable y deliciosa compañía".

John F. Kennedy
GLADYS SEPPI FERNÁNDEZ (*)
Cuántas veces hemos escuchado y pronunciado la frase "andá a leer, que los libros no muerden"? ¡Cuántos argumentos hemos utilizado padres y docentes para que los más chicos dejen el televisor, la computadora o el celular y se embarquen en la aventura de la lectura! Sin embargo, ¿hemos sido –somos– convincentes?
Aunque la mayoría de los adultos no predique con el ejemplo, se sabe que leer hace bien; que es, realmente, una aventura maravillosa, un viaje para la imaginación en el que la mente, puesta en otro lugar, se puebla de paisajes, de personajes más o menos cercanos o amigos, de nuevas ideas, protagonistas todos de situaciones y hechos que desencadenan enredos cuya resolución nos mantiene expectantes y participantes y, por lo mismo, entretenidos.
Se sabe que la lectura enriquece la mente y con ella la vida, porque siempre hay –debiera haber– una transferencia a lo cotidiano y real, un efecto multiplicador de experiencias y, en algunos casos, ejemplarizador.
La mirada crece y las elecciones se hacen más asertivas porque la lectura amplía las perspectivas y la capacidad de optar.
Hemos utilizado miles de argumentos para incitar a los más chicos a leer y lo hacemos porque sabemos que quien lee desde la más tierna edad se prepara mejor para el aprendizaje escolar y vital.
Tenemos ejemplos de ello, lo vemos en quienes son más o menos cercanos del círculo familiar o social: han visto facilitada su comprensión de situaciones vividas porque su capacidad de interpretar y optar ha sido mejorada por la lectura.
Pues bien, hoy esas opiniones surgidas de la observación, de la experiencia o de la intuición son reafirmadas por la ciencia a través de contundentes estudios que amplían aun las razones de por qué es tan bueno ser lector.
En primer lugar, debe destacarse que las conclusiones a que ha arribado el director del Centro Vasco de Cognición, Cerebro y Lenguaje, Manuel Carreiras, dan cuenta de que en el cerebro quedan marcadas las diferencias morfológicas entre los que leen y aquellos que no lo hacen. Es decir, hay señales físicas que han podido ser registradas gracias a las nuevas técnicas de resonancia magnética y que no dejan lugar a ninguna duda: leer cambia a las personas y esos cambios, que se refieren fundamentalmente a conductas, proyecciones y dirección que se le da al sentido de la vida, son verificables en señales concretas, "ya que leer es como llevar la mente al gimnasio", dice este estudioso, para agregar: "Al leer trabajan tres áreas de la corteza cerebral: el lóbulo frontal controla las imágenes, el occidental asocia los símbolos, o sea, las letras con un significado y todo esto se articula al trabajo del lóbulo temporal". Además, suma: "Cada vez que leemos nuestro cerebro cambia porque se pone en acción la memoria visual, realizando operaciones complicadas de codificación y decodificación ortográfica, semántica y fonológica que demandan nuevas y diferentes conexiones neuronales".
Estas afirmaciones encontraron su más certera confirmación en el experimento que este psicólogo y su equipo realizaron comparando las imágenes de resonancia magnética de una veintena de personas alfabetizadas con igual cantidad de otras que no habían ido a la escuela. La materia gris, que indica la densidad neuronal, y la blanca, llamada mielina, que conecta los cerebros, evidencian la diferencia física que producen los grados de trabajo lector en los grupos humanos.
Sumando a los aportes de Carreiras leemos en la revista "Nature" opiniones de psicólogos y científicos del cerebro que acuerdan con que la lectura desencadena procesos mentales observables y medibles dejando marcas físicas de los cambios que producen los diferentes tipos de lectura, a veces pantallazos y otras escaneos de textos, que pueden ser simples hasta muy complejos, con graduales y proporcionales beneficios.
La memoria, que se moviliza y ejercita sobre toda otra actividad gracias a la lectura, se armoniza con operaciones de decodificación ortográfica, semántica (significados) y sintáctica (referida al orden de las ideas y pensamientos en el pensamiento y en la oración).
Al leer extraemos información a través de muchas fuentes, por lo que es muy importante el diseño del texto y su soporte, una pantalla, un libro u otros, ya que todo juega un papel en la mente, de la misma manera que tiene gran incidencia la capacidad de leer a veces salteando letras o parte de las palabras o haciendo predicciones dictadas por otras experiencias lectoras, es decir, un sinnúmero de operaciones de las que no somos conscientes y que, sin embargo, movilizan increíblemente las neuronas, marcan nuevas conexiones, mejoran la arborización y mielinización cerebral y contribuyen a evitar enfermedades como el Alzheimer.
Es interesante aportar también las conclusiones a las que llegaron investigadores de la Universidad de Cambridge, Inglaterra, sobre los cambios cerebrales que producen las palabras cuando van acompañadas por otros estímulos como sonidos u olores, es decir, con otras sensaciones no visuales que activarán otras áreas produciendo complicadas asociaciones.
Sobre este tema Federico Kukso, en una nota publicada recientemente por la revista "Ñ", aporta datos tan curiosos como: "Cuando leemos palabras como 'huevo frito' o 'chocolate' en el cerebro se activan las zonas que utilizamos para captar olores y gustos, actividad que fortalece la imaginación y concentración, trascendiendo el mero consumo de símbolos".
Y lo importante es que esas operaciones se pueden observar gracias a los prodigiosos alcances de la tecnología actual.
Kukso destaca que la lectura, además de dinamizar de manera increíble el cerebro –mientras los rasgos de la oralidad se pierden en el espacio y el tiempo–, nos conecta intergeneracionalmente, permitiéndonos legar la cultura que va quedando impresa en el gran cerebro del mundo, la mente colectiva del hombre genérico, lo que explicaría –siguiendo a Sheldrake– por qué cada generación viene con facilidades que son el resultado de cada aporte y la suma de todo el quehacer humano. Esto permite que la especie evolucione hacia niveles superiores.
Se insiste ahora también en el hecho fundamental de que la lectura nos permite ir más allá del tiempo y del espacio destacando que sin ella se vive en un presente continuo, lo que retrotrae al nivel de los animales: es decir, carentes de la capacidad imaginativa y de realizar abstracciones que la escritura y lectura permiten.
Los cerebros lectores desarrollan mayor rapidez para dar respuestas a los problemas cotidianos y van aumentando la experiencia sensorial, que se hace cada vez sea más rica, más consciente y activa, resultado todo ello de un cerebro ejercitado que suma dinamismo y lucidez a la existencia.
Esto quiere decir que hoy, más que nunca y esta vez convencidos, podemos recomendar leer porque la ciencia lo ha comprobado: el cerebro lector es un gran aliado de la calidad de vida.
(*) Educadora. Escritora

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