Honremos el silencio




Como sin pensar en el significado de sus palabras de las que será esclava (según lo vaticinó Shakespeare), la presidenta, tal vez ensordecida y aún más alucinada por el estruendo de los aplausos, gritos desbordados y vivas con que se nutre, terminó una de sus acostumbradas alocuciones con una frase espectacularmente lapidaria: "Que ellos se queden con su silencio".
Y esas palabras invitan al análisis, si bien, a priori, las consideramos inoportunas, poco inteligentes e intencionadamente dirigidas a un público que aplaude mecánicamente sus decires estruendosos.
Creemos que quien las dijo no midió su alcance, porque lo que ha logrado es afirmar en mucha gente deseos y determinación de participar en la marcha del 18F.
Sucede que, en el fondo del inconsciente colectivo, se defiende el silencio, se cree en él, en su mensaje, en cuánto puede decir y decirnos y está bien que así sea porque es sin la interferencia de otras voces y ruidos donde nacen, se analizan, se organizan y aceptan o descartan, para llegar a su oportuna y clara oralidad, las ideas.
Es mediante el silencio cómo podemos llegar al interior profundo, donde se cuecen los pensamientos, donde se verifica si acuerdan o no con lo que deseamos ser, con lo que hacemos para crecer humanamente, para ser mejores personas, cumpliendo con nuestro destino. Es allí y sólo allí donde podemos medir el tamaño de nuestra dignidad, donde se calibra la calidad de las elecciones, donde la conciencia, "mudo y pertinaz testigo", nos acusa de los errores, de las sombras que nos poseen, de las buenas o malas actitudes, de los malos gestos; es allí donde se fragua nuestra auténtica vocación y se elige, entre las opciones, el camino adecuado, los dichos adecuados, las acciones adecuadas.
¿Y qué decir cuando el silencio es compartido? Cuando toda una comunidad se ha propuesto someter a su purga los desatinos propios y ajenos, los que empobrecen las posibilidades de desarrollo que tenemos como pueblo, es allí, en ese ámbito sin distractores, donde se hace posible escuchar el eco de la voz propia a la que se suma la de los otros. Es bueno atender la voz del silencio colectivo porque, además de decirnos que no estamos solos, nos une en una luminosa coincidencia guardada como un gran tesoro humano para salir al exterior más limpia y segura para iluminar y ampliar la mirada, para sacarnos de cualquier necia ofuscación.
¿Cómo no honrar, entonces, el valor del silencio si solamente cuando él reina podemos asomarnos, penetrar y quedarnos en el personal y más íntimo territorio, el que nos hace humanos y nos comunica en una común unión con el palpitar de los demás?
Aprendamos a honrarlo y escucharlo porque nada construiríamos sin visitar, aunque sea de vez en cuando, esa zona que calla para decir tanto.
En estos días habrá un silencio colectivo en una marcha de una parte -sí, estamos muy divididos- de los argentinos. No dudamos de cuán fuertes, elocuentes, serán las palabras que pronunciará, cuánto espoleará los espíritus y las más nobles acciones, cuánto bien nos hará como pueblo manifestar nuestro dolor cívico por una muerte joven y tan dudosa. Se desea honrar al primer fiscal de la Nación caído en la batalla contra la impunidad. El propósito es recordarlo, exaltar su valentía, manifestar que no será olvidado y que su inmolación nos obliga.
Hay gente que piensa muy diferente: Mempo Giardinelli dijo ante las cámaras de la televisión: "Esperamos que la marcha sea un fracaso porque su intención es desestabilizar". Parece no entender que es la violencia verbal la que desestabiliza, repitiendo la obstinación de una militancia que se empeña en expresar sin filtros su propio miedo.
Miedo, ¿a qué? Tal vez a que la mayoría de un pueblo que apenas ha expresado sus desacuerdos y se ha manifestado impávido ante demasiados hechos desatinados como el vaciamiento de las instituciones, la denigración de los valores, el ataque impiadoso a quien no puede defenderse porque está muerto... el temor a que el pueblo reaccione, responda.
La mayoría de nuestra nación espera que esta unión multitudinaria de los ciudadanos provea al enlace de consensos, a la recuperación de la participación perdida, al recorte de un autoritarismo desorbitado. Y si ésa es una intención política, sí, puede considerársela de alcances políticos.
Ojalá la marcha anime: a los legisladores a asistir a su obligación de participar, votar, expresarse en el recinto legislativo aunque no sean escuchados; a los jueces a juzgar sin interferencias ni dependencias interesadas; al pueblo a actuar con real amor a la patria fiscalizando y exigiendo a los que han sido elegidos por ellos mismos para el progreso del país y el engrandecimiento de la República. Ojalá llame la atención de las autoridades gubernamentales para que se miren en el espejo de la realidad, para que no se consideren superpoderosos ni infalibles, para que aprendan a escuchar otras voces, razones, motivos, opiniones, ideas, propósitos que, aunque no sean los suyos, pueden proveer al bien de la República.
Esperamos que la marcha del silencio nos cambie a todos y que aunque se filtren intenciones interesadas, lo que es inevitable, nos enseñe a escucharnos, respetarnos y enriquecernos en el flujo de ideas positivas para una nación que clama por una conducción cada vez más inteligente.
Estamos convencidos de que cumplirá con sus nobles propósitos.



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