"Si la muerte, con una bala en la cabeza, de un fiscal de la Nación llamado a declarar contra el gobierno al día siguiente en el Congreso no despierta una reacción del país, ¿qué podría hacerlo? Es que alguna vez tendremos que cambiar la interrogación acerca de la monstruosidad del poder por la pregunta acerca de la capacidad de la sociedad argentina para tolerarla. Sabemos que no es el poder el que crea la obediencia, sino la obediencia la que crea el poder. Alimentamos un sistema que explota de manera cínica nuestra docilidad colectiva". Enrique Valiente Noailles
La fuerza de las palabras
de Valiente Noailles caen sobre el pueblo con el peso de una dura acusación. ¡Con cuánta pasividad, indolencia y hasta
indiferencia asistimos al desbarrancamiento y degradación del Estado argentino!
Ante nuestros ojos distraídos e incapaces de actuar aparece la pérdida de
contenido, permanencia y sustentabilidad del Estado, es decir lo que pertenece
a los habitantes de esta tierra. La mismísima República.
El Estado permanece y no es lo mismo que
gobierno, que pasa dejándolo más
rico o pobre contribuyendo o no a su consolidación con y junto al pueblo, que
debiera ser un fiscal severo y celoso de su accionar.
La confusión existente entre el significado de
Estado y Gobierno tiene mucho que ver con la apatía de los argentinos, muchos
de los cuales, carentes de un auténtico sentimiento patriótico (la patria se
hace con proyectos, trabajo y sudor), adhieren a las promesas de vida fácil de
quienes, menos patrióticos aún, gobiernan transitoriamente la Nación.
El Estado alude al ser nacional, a lo que es
esencial y permanente, una identidad que se busca en la adolescencia de toda
vida en desarrollo como es la de nuestro país, y que el gobierno actual, confundiendo significados y límites y considerando
que lo público está a su servicio personal, va empujando hacia una estrepitosa
caída.
Al fondo está la nada,
el abismo. Allí, nuestras instituciones vacías; la justicia, anulada y
perseguida; la legislación sometida, la
mayoría de los trabajadores, hombres reflexivos y creativos, marginados, dando
lugar a una sola voz, que, en su delirio, manda porque quiere manejarlo todo,
sin distinguir lo esencial.
Por eso, lo que
debiera permanecer y crecer con el aporte de cada gobierno y de cada ciudadano,
el Estado, lo que debiera ser la columna fuerte y saludable de una nación
soberana con identidad y sentido propio, se ha transformado en una barca que deambula
movida por caprichos, sin razones, falta de preparación e idoneidad y un lamentable empobrecimiento
ético.
El sociólogo
Eduardo Fidanza dice al respecto: “Este
gobierno sólo se propone lograr un conformismo amable que apuesta al consumo,
al bienestar económico, sin una base ética que lo sustente, sin proyectos, sin
producir ni respetar las posibilidades de crecer, de ser y superarse de los
ciudadanos, lo que debilita al Estado
Argentino”.
El significado de
Estado, entonces, confundido con un gobierno que apunta solamente a cubrir las
necesidades básicas de la población a la que adula con regalos, no hace más que
fomentar su aprobación ciega y así conducirlo a su degradación.
El lector sabe,
para dar un ejemplo, que, cuando en una familia, los padres, responsables del
desarrollo físico, mental y espiritual de sus hijos, en nombre de un amor con
escasa visión y proyección al futuro de
esas vidas, solamente se preocupan por satisfacer sus deseos y “darles todo lo
que no tuve yo”, forman malos hábitos, debilitan su carácter y desbaratan una equilibrada
conducción de su destino. En mayor o menor medida todos somos testigos de esas
malformaciones. Chicos, adolescentes y después jóvenes y adultos, que sólo
piden, que no saben esforzarse y todo lo quieren dado por los demás.
Lo mismo sucede
con el país. El número de individuos así ha crecido pavorosamente
transformándose en una legión de jóvenes “ni ni”, de adultos que no quieren
trabajar porque sus necesidades muy básicas están satisfechas por el gobierno, al que se devuelven favores con su voto y
exaltado fanatismo, restando sustancialmente a la calidad del Estado, centro
donde se asienta y debiera madurar la cocción lenta pero firme de lo mejor del ser argentino.
Sin embargo, para
quien desconoce estos propósitos trascendentes y lo central es tener más poder
y usarlo en propio beneficio, poco interesa
la degradación del Estado si merced a ese mismo debilitamiento se puede seguir
usufructuando de las ventajas que otorga dar órdenes que no se discuten,
legislar sin oposición, impartir justicia sin que nadie se atreva a contrariar
su voluntad e investigar.
Estos desaciertos
carentes del auténtico patriotismo que tanto necesita el país han llevado a una
degradación de los valores hacia un apretujado pedregal en la sima donde se van
precipitando. Santiago Kovadloff dice al respecto:
-En este país, la ley está al servicio del
poder y no el poder al servicio del
cumplimento de la ley.
-El delito está ganando el territorio
nacional y tiene la última palabra.
-Los ciudadanos nos sentimos huérfanos
del poder protector del Estado.
-Cumpliendo
hasta el extremo sus propósitos de apoderamiento, el gobierno amenaza, y demuestra que no se detiene ni ante la
muerte.
Los argentinos estamos muy irritados, la
conciencia colectiva nos acusa en mayor o menor grado de ser la razón de las
carencias del Estado, cuya debilidad es la nuestra, la propia, ya que
pertenecer a un país que no logra superarse y colocarse en el lugar de sus
potencialidades, nos involucra descubriendo nuestra propia incapacidad.
Sin embargo, después de la inmolación del
Fiscal Nisman, aparecen signos de reacción. La ciudadanía despierta y aún aquéllos que
reciben tantos favores en el trueque aplaudidor se indignan, se sacuden la indiferencia,
entendiendo que es la vida de cada ciudadano, de todos, lo que está en riesgo.
Necesitamos un Estado de mayor legalidad y juridicidad.
Los jueces- el
ejemplo baja desde arriba-, se han unido para defender la independencia de la
justicia y se atreven a declarar que “la
violencia, la corrupción, el robo y enriquecimientos ilícitos son producto de
un hiper presidencialismo que se nutre en un dañino subjetivismo”. Por otra
parte, se forma el Consenso Parlamentario; el ex Fiscal Pablo Lanusse enfrenta a la presidenta
reforzando la acusación de Nisman; Ricardo Recondo, presidente de la Asociación
de Magistrados, asegura que, el miedo, agudizado por una muerte y las amenazas
recibidas por algunos jueces, ha fortalecido
su unión y la convicción de su noble e insustituible funcionalidad.
Por otra parte y siempre activa y presente,
la prensa libre investiga e informa
manteniendo en alto los ideales republicanos que defendió el Fiscal.
Son buenas noticias, contagian y suman para
bien del Estado futuro. La Argentina se levanta. La Presidenta no podrá contra
esta nueva fuerza. Nisman no habrá
muerto en vano.
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