Un lugar, Cruz el Eje; una casa en la calle Gral. Roca;
una familia que se va multiplicando.
SEPPI,
UNA FAMILIA EN EL FLUIR DE LA HISTORIA
La familia en la casa paterna de calle general Roca, al
frente de la plaza.
Aparecen desde Dolly y Elsa, las menores, sentadas
en el patio, Roberto, al lado de
Antonia, Elisa, Abrahan, César, Martín y al lado del abuelo Argelia. Hay,
además, unos niños.
La familia con Catalina. Una de las pocas fotos
(tan marcada pero recuperada) en la que aparece la abuela con ocho hijos. Aún
habrían de nacer seis más.
A la memoria de Martín Seppi y Catalina Agüero, los abuelos.
Martín, Clemente, Abraham, Roberto, César, Argelia, Elisa, Elsa, Antonia, Dolly y Ernesto (el tío que no conocimos) SEPPI
En homenaje a nuestros siempre presentes y queridos primos Roberto, Osvaldo, Beba, Cesarito, Jorge, Catalina y Cristina.
OSVALDO
MARTÍN SEPPI
Fuerte presencia
familiar, que, a pesar de su muerte súbita, dolorosamente sorpresiva, seguirá viva en nosotros, los miembros de su
gran familia a la que agregamos la impensada y dolorosamente desaparición
física de:
MARÍA
CRISTINA SEPPI DE VIANO
Basta
cerrar los ojos para evocarlo, para volver a tenerlo a nuestro lado. Le
llevó una vida de sesenta y tres años- que siempre nos parecerá demasiado
corta- para construir una imagen imborrable.
Queremos describirlo pero las palabras no
alcanzan a la dimensión de su gesto de amable camaradería, a su bondadosa sonrisa, a su
estatura moral y afectiva.
Osvaldo era un hombre cabal, honesto y leal,
además de sumamente cariñoso, siempre sonriente, siempre dispuesto a acompañar
por lo que cuando aparecía por alguna de las puertas que abre el afecto, el
lugar se llenaba de calidez, de una onda positiva.
Cuando lo recordamos advertimos que por más
que busquemos las mejores palabras él se nos escapa y se instala, estoy segura,
en la memoria de cuantos lo conocimos.
Y así, será para unos el querido papá que
estuvo siempre al lado de sus hijos, ayudando, dispuesto a darse y a dar.
Para otros será el hermano mayor, el que representaba la presencia de
los padres ausentes, el que tendía un puente entre el recuerdo permanente de los que se fueron con los que todavía están de este lado de la vida.
Para cada primo nombrar a Osvaldo provocará reminiscencias diferentes, más o menos cercanas pero siempre cálidas, cargadas de afecto familiar. Así habrá quienes, como Marilé, una de nuestras primas más entrañables, recuerde cuando la invitaba al cementerio y la hacía cruzar la puerta del fondo para visitar “por un momento, prima” a los queridos muertos familiares.
El recuerdo de Osvaldo es más o menos intenso para muchos de sus compañeros y amigos. Una de sus compañeras de curso recuerda de él su presencia protectora y bien dispuesta, su vocación de servicio, su consideración al otro a quien siempre hacía sentir bien.
Osvaldo, como todo hombre que supo cumplir con su destino llegó a un puesto humano muy alto, por eso cuando miramos hacia arriba se nos aparece su figura imborrable, querida.
Osvaldo había nacido el 16 de febrero de 1946 y murió el 17 de julio de 2009.
Se recibió de maestro Normal en 1963 y estudió en la Universidad Católica de Córdoba recibiéndose de ingeniero Civil en 1970. Desempeñó su profesión en Agua y Energía en la Gerencia de Estudios y Proyectos. Entre los numerosos emprendimientos y participaciones se desempeñó como Inspector Técnico del Dique de Pichanas
Cristina
y Osvaldo estuvieron junto a tantos primos en la reunión del 2006. Estaban
contentos. ¿Quién puede presentir desde la alegría la amenaza de la muerte tan
cercana? Fue en unas vacaciones en La Granja, cuando se dieron los primeros
síntomas del cáncer que se llevaría a Cristina en tres meses.
“Me
duele el estómago” repetía, y apenas regresamos a Córdoba se hizo los estudios
pertinentes. Bety volvía a Neuquén de un viaje al exterior. De pronto-cuenta-
sintió la necesidad de pasar por
Córdoba, de manera que estuvo en el momento en que Cristina traía las
primeras radiografías. Las sentí llorar
en el pasillo que da a mi departamento. Después el dolor se prolongó por días,
la dolencia avanzaba confirmando las palabras del médico: “Hay poco que hacer,
el cáncer de páncreas no tiene cura”. Cristina soportó esta dura prueba
transformando su vida. Buscó todas las ayudas posibles y ante la aproximación
de su muerte se dedicó a buscar la mejor manera de morir. Y tuvo una buena muerte, sin llantos, sin
dolorosas despedidas, sólo preocupada por hacer de cada instante una
oportunidad de crecer como persona, de
ser mejor ser humano. Ésa era la consigna, el tiempo apremiaba y en pos de esos fines aceleró las acciones que la liberaban de
cualquier actitud oscura o sombría. No lo hacía por ganar el cielo, no, lo
hacía porque creía que toda vida debe culminar cumpliendo con el destino de
grandeza que le ha sido determinado acá en la tierra, que no hay que dejar para
un después. Ella sabía del suyo, sabía que le quedaba mucho por hacer, también
de sus limitaciones y de las propias sombras, de sus imperfecciones, de manera
que, en tres meses se impuso ejercicios de perfeccionamiento y crecimiento
humano. Murió satisfecha con su tarea. Plena, llena de amor por los suyos y los
demás que le devolvieron con atenciones todo lo que ella supo dar.
Tanto
significó la vida de Cristina, tanto la
quiso toda su familia y amigos y los pacientes
que la consultaban en farmacia, tanto lugar ocupaba Cristina en la
vida de sus hermanos que fue necesario
plasmar en un libro su memoria, el
ejemplo que dejó de su muerte consciente, irremediable, asumida y preparada
para dejar lo mejor de sí a los suyos.
CRISTINA, MORIR LLENA DE VIDA. Eso fue su
muerte
SEPPI, VENTUROSO
APELLIDO
Cuando
en la cuna nos signó la suerte
con
éste, un apellido sonoroso
que
a todos nos cobija,
Seppi
se nos marcó y Seppi fuimos.
El
nombre vino y nos signó la frente
haciéndonos
más amplia la mirada
para
entender el mundo, el lugar que ocupamos en él,
para
ser más al tiempo que crecimos
andando
las subidas…y bajadas, con más fuerza en los brazos, con más ritmo.
Y
así vamos. Algunos ya se quedan
cumplida
fue su hora en el reloj del tiempo, mientras
otros llegan para hacernos más y más ríos que aumentan día a día
la
alegría de andar pues la flecha del tiempo que viene desde
tiempos infinitos
sigue
en nosotros dando más y más grandes panes
aún
mejores, más dulces, los racimos.
¡Qué nombre bueno el nuestro, Seppi!
Su
sonido, impulsa a amar la vida,
y
a ser más y más…¡a construirnos!
Porque
el buen ejemplo de amor
que
recibimos y damos a los hijos ha de prender en ellos
como
faros que el tiempo va encendiendo
para
iluminar sus pasos a pesar de las sombras que siempre se interponen al camino.
Los que estamos
ahora, los que nombramos a los otros “nuestros
primos”,
Los hijos de los
nietos y sus brotes
sentimos
el llamado de este nombre, lejana voz que escala por las tapias del vecindario Seppi, donde abuelo
Martín acogía la vida brindando por los
Seppi,
venturoso
apellido.
LA GRAN FAMILIA
La familia es el lugar sagrado en que
se concibe la vida de los hombres,
es un tiempo en que se acopian las fortalezas heredadas para que los hijos
lleguen a ser lo mejor que cada uno está destinado a ser, es el ámbito donde se
cargan y recargan energías, se alimenta
la vitalidad y se aprende a ser más y
mejor persona.
Las
dos funciones de la familia son, por lo tanto,
nutricia y normativa.
Ambas
permiten adquirir capacidades para hacerle frente a las batallas cotidianas,
recuperarse de las crisis, ampliar
paradigmas, entender a los otros, convivir mejor, y encontrar mejores
respuestas a la multiplicación de opciones que caracterizan lo humano.
El ejemplo de los padres, los límites que señalan, el amor que brindan,
su fe en la vida y las fuerzas que la sustentan y continúan, la capacidad de
mirar más allá de las fronteras hogareñas y lugareñas, la generosa disposición
a permitir el despegue de los hijos y
señalar posibilidades exploradoras y
dejar ser permiten que la sucesión se desplace a carriles más altos, que hagan,
sumando, una especie humana mejor.
La familia SEPPI tiene muchas de las
condiciones que hoy- teniendo a la vista la quinta generación a partir del
abuelo Martín- permiten que la sangre soltada a tantos nuevos cauces, desee beber de las fuentes comunes, hacer consciente las
lecciones de los mayores, adaptarse a lo nuevo y darle más, mucha más calidad
de vida a los multiplicados sucesores para que lleven el estandarte de nuestro
apellido más alto, más logrado y lleguen a la una elevada visión y comprensión
de lo humano, porque nada honra más al hombre que cumplir con su propio
destino, enaltecerlo sin quedarse en la comodidad de lo heredado.
PARA PENSAR: uno de los nietos de nuestra
generación- la de los primos Seppi nietos
del abuelo Martín es decir su tataranieto- preguntó:
“Abuela: ¿para qué tenemos que saber
sobre cómo eran los antepasados? ¿A quién puede interesarle?
Y la abuela le respondió:
“Le interesa a cada descendiente de los abuelos, de los tatarabuelos, de
los atavos…
En esas personalidades, en la fuerza de
carácter del abuelo que más conocemos, el llamado Martín, el que llegó a la
Argentina para “hacerse la América” como decían en los tiempos en que nuestro
país era “la tierra de promisión”, están los genes que luego se mezclarían con
otros para hacer seres nuevos, diferentes, pero siempre herederos, siempre
depositarios de una sangre, de una manera de ser, de unos rasgos que vienen
navegando en el río del tiempo. Nuestra propia sangre.
Por eso, para entendernos a nosotros mismos, debemos mirarnos en el espejo de la vida de aquéllos
de los que descendemos, conocer sus experiencias y decisiones y luego verificar
si vamos cumpliendo con sus mandatos de crecer, de ser más y mejores personas,
de superar las sombras que atravesaron los predecesores para hacer más elevada
nuestra propia humanidad”.
Entonces es bueno saber más, mucho más….sobre…
¿CÓMO
COMENZÓ LA HISTORIA DE NUESTRA FAMILIA?
No sabemos en qué lejano tiempo,
SEPPI, el apellido que llevamos se
instaló en la corriente de la vida y
empezó a transmitir, de generación en generación, los gestos que nos
definen.
No sabemos qué pasó allá atrás cuando alguien se puso el apellido o se lo
pusieron y empezó a distinguirse, y fundó una dinastía de la sangre que empezó
a correr y sigue sin parar desde hace miles y miles de años.
Tampoco sabemos cuándo fue que empezó a
figurar en los padrones de la alta y vieja Italia el sonoroso Seppi que
marca nuestro destino, el nombre con que nos distinguen los vecinos, por el que
nos llamaban y siguen llamando a nuestros hijos y nietos los maestros, por el
que nos identificamos como ciudadanos.
Sí conocemos lo que nos ha guardado
la memoria, lo que nos transmitieron nuestros padres, lo que se contaba en la
rueda familiar. Y es poco.
Los que lograron llegar hasta la
documentación que se guarda en la Comuna de Ruffré, perteneciente a Trento,
Italia, recogieron los siguientes datos pertenecientes a los padres del abuelo
Martín, nuestros bisabuelos, los tatarabuelos de nuestros hijos y los atavos de
nuestros nietos:
ATRÁS DEL ABUELO
MARTÍN: Un lugar: Ruffré a (Al que Ana Seppi, Alberto
Seppi, Rubén Seppi y Rubén Fernández Seppi Visitaron).
LOS PADRES DEL ABUELO MARTÍN
Clemente
Seppi,
que había nacido el 8 de noviembre de 1827 se casó con su prima Bárbara Seppi, nacida el 17 de
septiembre de 1834.
Sus
hijos fueron: Clementina, de 1859, Abramo de 1863, Viola de
1865, Martino de 1867 (nuestro abuelo), Guilia de 1869 y Santina
de 1878.
Viola se casó con un ingeniero, se fue a
Viena sin dejar rastros.
Martino, conocido como Martín Seppi, había
nacido el 8 de febrero de 1867 y murió
el 8 de marzo de 1936.
Observamos los rasgos de los abuelos y nos
preguntamos: ¿En quién han venido a repetirse sus genes teniendo en cuenta que
por doscientos años las características familiares se van transmitiendo en
forma directa o recesiva?
Dejamos
a cargo de ustedes las posibles respuestas, por ahora nos volvemos a
escribir estas memorias, fragmentos, pedazos de vivencias, anécdotas, historias
que quedaron el recuerdo de cada uno de los numerosos miembros en que fue
desgajando el árbol familiar y que nos han hecho llegar sus aportes.
FUERZA Y CORAJE
PARA VIVIR
El 15 de julio del 2006 realizamos
el segundo encuentro de primos y nos
juntamos en la gran mesa de los descendientes Seppi para recuperar esa
historia y poder transmitírsela a los
que nos siguen: hijos y nietos.
¿Y qué queremos transmitirle? Justamente lo
que los nutra y les ayude a ajustar sus acciones:
Fuerza, coraje para vivir, capacidad para
superar las crisis- de las que nadie escapa y un profundo conocimiento de sus
talentos y capacidades, de los dones que recibió como herencia de la sangre y
del hogar que formaron sus padres, para remontar el mayor- aunque sea
peligroso- de los vuelos.
NUESTRA ABUELA,
CATALINA AGÜERO
DE SEPPI
Catalina Agüero, la abuela fundante
de este gran árbol familiar que se ha extendido en numerosos ramales había
nacido de Ángel Agüero y de Petrona Herrera. No tenemos datos ciertos de su
infancia por lo que la leyenda ha ido cubriendo esos vacíos que tal vez algún
nieto vaya llenando con los relatos de sus padres.
Los Seppi que hemos llegado hasta
aquí no tuvimos la abuela narradora que nos contara cómo fue su tiempo y los
sucesos de su época. Seguramente si la abuela Catalina Agüero hubiera vivido
más años y se hubiera asomado a la
época de nuestros nacimientos y niñez
nos hubiera hablado de muchas cosas.
Hubiera utilizado mil palabras- porque sabemos que las tenía- para pintar el paisaje que la rodeaba, el tamaño
de sus días, sus esperas, sus
costumbres, las comidas que preparaba para una familia muy numerosa.
Tal vez Catalina nos hubiera relatado cómo
eran sus juegos infantiles, sus
coqueteos adolescentes. Nos hubiera
descrito los lugares donde nació, cómo y dónde conoció a Martín, cómo era este
hombre que dejó una imagen de fortaleza en la vida conyugal y cotidiana. Nos
hubiera contado sobre la costumbre, ciega, obediente de seguir a su hombre y
apoyarlo en la gran tarea que cumplió sembrando vías férreas- su especialidad- en
una de las zonas más desérticas y despobladas del país.
Tendríamos datos ciertos, seguramente,
de ese lugar que se llamó La
aguadita, un oasis, donde algunos cuentan que vivió, y que, contrastando con la desolación del desierto
de los llanos, había agua y con
ella parajes verdes.
Sus
relatos nos hubieran descubierto una época, muy diferente a la nuestra
pero que le dio origen a cada una de
nuestras vidas.
Pero no tuvimos la suerte de conocerla porque
esa abuela fue dando sus energías y aliento
en numerosos partos y entregó todo lo
que tenía a la salud de sus once hijos.
Nos enteramos que esa abuela, la que murió
muy joven después de haber dado al mundo diez sobrevivientes- tres o cuatro se
le murieron- se llamaba Catalina y era una criolla sufrida y enamorada de un gringo fuerte que vino a la
América y terminó llegando a Cruz del Eje por el año 1928.
Sabemos poco de sus luchas, de su vida cotidiana y sin
embargo, a poco de pensarlo, ¡cuánto de nuestra vida explicaríamos si nos
miráramos en el espejo donde su sangre se juntó con la sangre Seppi y empezó a fluir!
Por eso nos preguntamos: ¿Cómo habrá sido
el encuentro con el abuelo Martín? ¿Y
las circunstancias en que se conocieron
y enamoraron?, ¿cómo decidió casarse con
un hombre mucho mayor que ella que se casó a los diecisiete años?
Seguramente si hubiera sido muy expansiva, como algunas
de las otras abuelas que muchos de nosotros conocimos hasta nos hubiera
develado qué y cómo sentía.
Tal vez desde algún lugar Catalina se
contente en contemplar la numerosa prole que salió de ella misma y se alegre al saber que algunas de sus
nietas recibieron su nombre: Catalina se llama Chita, Catalina Rivero, se
llamaba la hija de tía Antonia. Catalina es el nombre que se proyecta para la
tataranieta que, si así lo dispone la vida, ha de nacer en agosto, hija de
Rodrigo Fernández, mi hijo menor.
Su nombre, multiplicado, anduvo en muchos
labios cuando se nombraba la quinta de
su hijo Abraham a la que él llamó en su nombre “Santa Catalina”.
Martín y Catalina son nuestros ancestros,
los que estuvieron primero que nosotros, los que nos precedieron. y de cuyos
encuentros amorosos nacieron las vertientes de nuestros propios ríos, más o
menos profundos, extendidos, fuertes, torrentosos, más o menos caudalosos, pero
lo suficientemente vitales como para seguir andando y dando frutos.
EL SUYO ES UN
ORIGEN LEGENDARIO
Los hombres suelen cubrir su ignorancia
sobre los orígenes reales y probados de vidas de hombres o de pueblos con
leyendas y mitos.
El nacimiento y vida de Catalina Agüero es
una prueba de ello. Su fallecimiento tan temprano y la escasez de testimonios
escritos, ha ido cubriendo ese vacío de datos con historias tejidas en
diferentes ramas de la familia, historias que a veces son muy contradictorias.
Veamos algunas de esas versiones:
En tanto el certificado de defunción de
Catalina decía que era costurera y su
madre labradora, lo que hace suponer que su origen en los llanos de la Rioja
eran muy humildes, otros hablan de que su familia era dueña de grandes
extensiones de tierra que terminaron por perderse.
Anita,
esposa de Ricardo Romero, nuera de Elisa, de quien recibió confidencias y a
quien estuvo muy ligada, cuenta:
“Había
siete estancias entre Chamical y La Rioja, una tenía agua propia, con una
vertiente. Era de los Aballay, parientes de los Agüero. Allí vivió la abuela
Catalina”.
Como
vemos hay diferentes versiones de una interesante “historia para armar”:
“Yo
recuerdo y lo deben recordar otros primos que la familia de la abuela Catalina
poseía extensiones de tierras cercanas a Chamical, La Rioja, y uno de los
puestos más importantes de esa propiedad era conocido con el nombre de “La
Aguadita”.
En ocasión de un amplio operativo del Gobierno riojano, realizadas a
fines del Siglo XX, para sanear títulos
de propiedad, estas extensas tierras tuvieron un destino que yo desconozco”. –Dice
Carlos Romero.
“Como testimonio de que en ese lugar
vivió y tuvo intervención el abuelo, hay una marca de ganado, registrada por
escritura a su nombre, ante el gobierno
de La Rioja a principios del Siglo XX”.
Chita,
consultada sobre el tema, cuenta:
“Yo recuerdo que papá se enojó mucho cuando supo que por un descuido
familiar las extensas tierras que pertenecían a la familia y que, heredadas por
la abuela Catalina pertenecían a la familia,
se perdieron por considerar que no valía los gastos que demandaba el
fisco. “¡Qué error”!, solía decir papá, Después supimos que los Aballay, gente
emparentada con nosotros, como venían pagando por esas tierras abandonadas, se
quedaron con ellas”.
Rubén
Seppi, en la improvisada reunión del 26 de julio de 2009 da su versión:
“Existían en los llanos de La
Rioja grandes extensiones de tierra que en sus lejanos orígenes fueron
“mercedes reales”. Eran tierras indivisas que a veces compartían los vecinos
dejando pastar su ganado y con el tiempo
se fueron entregando mediante papeles de posesión. Posiblemente- yo no lo sé-
algunas de esas largas extensiones que se contaban por leguas haya pertenecido
a los Agüero, posiblemente sean realidad esas historias que se cuentan y que ha
generado la mítica familiar, relatos que se fueron transmitiendo en algunas de
nuestras familias nucleares con mayor o menor intensidad y cuyos orígenes han
quedado en la nebulosa de los tiempos. Ahora es muy difícil comprobarlo aunque
sería bueno que, en homenaje a la verdad, alguien sondeara en esos lejanos
antecedentes de los cuales tal vez queden algunos antecedentes en el INTI .
En
esa misma reunión- que se realizó en casa de Ricardo Romero para recibir a
Guillermo, que llegaba desde Boston y a
Chichí Rosende y su familia compuesta por su hijo Gabriel y su señora, dos de
sus hijas y Alejandra y su niñita- se habló, nuevamente del mentado tema de “La
Aguadita”. Entonces Chichí recordó:
“Era muy niña pero mantengo
intacto el recuerdo: tío Roberto llegó a Buenos Aires con la noticia de que se
habían publicado unos edictos para blanquear posesiones en La Rioja. Su misión
era avisar a los parientes sobre unas tierras que hipotéticamente pertenecían
por derechos obtenidos a la familia de la abuela Catalina y por cuya posesión
se debían pagar no sólo impuestos sino
otros trámites. Recuerdo que tanto mamá como tío Martín dijeron que no tenían
interés en esas tierras”.
Ante
todos estos dichos, recogidos de tan diversas fuentes (familias que fueron a
vivir a Buenos Aires, Cruz del Eje, San Juan, La Rioja) la historia de La
Aguadita se transforma en un tema de charla familiar cuyos ribetes entre
legendarios y novelescos nos desafían a investigar más si bien queda la
certidumbre de que, se haber sido real, todos los hermanos Seppi coincidieron
en que no valía la pena la recuperación
de tierras tan desoladas.
Ricardo
da más testimonios:
“Según Beba Seppi, los Aballay se
quedaron, es decir cumplieron los requisitos para quedarse con esas tierras.
Los Aballay eran primos de Catalina Agüero. Recuerdo a algunos: Petrona, Martín, un hombre alto, muy bien
plantado y bien vestido que un día llegó a casa y le dijo a Elisa, mi madre: “Se han publicado
los edictos de La Aguadita. Los Aballay tenemos intención de compartir con los
Seppi ciertos pagos que venimos realizando….”.
La fantasía echa a volar, la imaginación vuela
hacia La Rioja, cerca de Chamical, imagina una zona fértil, un vergel de
aguas que vierte la tierra, muchos
árboles y un casco de estancia. ¿Nació allí, se crió, conoció en esa zona
Catalina al robusto italiano que llegó en un barco a sembrar de vías férreas la
zona que va desde Catamarca a Cruz del Eje? ¿Cómo fue ese encuentro? ¿Cómo fue
el matrimonio de nuestros abuelos, él mucho mayor, vigoroso, intrépido que
sembró tantos hijos en el vientre de una mujer que se ve tan pequeña en las
fotos que el tiempo ha desleído tanto como al recuerdo de su figura?
Cuando
los orígenes se pierden llega la leyenda a cubrir su vacío.
EL ABUELO EN LA
ARGENTINA
Martino Seppi había nacido en
Ruffré, Crés, Trento, Italia, el 8 de febrero del 1867.
En viajes realizados por Alberto Seppi, Rubén Seppi y Rubén Fernández Seppi se recogen
fotografías de esta ciudad natal y la impresión de que el apellido en ese lugar
se ha extendido tanto como para que calles, algunas plazas y numerosos negocios
como farmacias lleven el nombre “ SEPPI”. ( Piaza Seppi).
Poco conocemos de la vida de Martín en Italia. Suponemos que a la Argentina llegaron dos hermanos, Martino y Casimiro. Nos preguntamos qué habrá sido del otro Seppi, y esperamos que uniendo recuerdos podamos reconstruir parentescos que hoy están escapados del mapa familiar.
La tradición oral parece ser patrimonio de
las mujeres. Es tía Elisa la buena
guardiana de los relatos, la que los transmitió a los suyos y que ahora nos llegan, por sus hijos, a nosotros, las otras ramas de
este gran árbol familiar.
Carlos y Ricardo van rehaciendo partes de
la historia: Martín Seppi había nacido
allá por el año 1965 en los altos valles alpinos que lindan con Austria y
Suiza. La zona de Rufré en un lugar
llamado Clés, a cincuenta kilómetros de Trento. El paisaje es de gran belleza, en las laderas de los
montículos abundan los pinares y los lagos ponen el toque del celeste que tan
bien pintan los cuadros de nuestro Bariloche. El lugar perteneció, en sus orígenes al gobierno austro-húngaro
pasando después de la guerra, a Italia.
Conocemos muy poco sobre las razones que lo
trajeron a la Argentina, pero se sabe que una de las características del lugar
donde vivía era la especialidad en
construcción de vías férreas y que él
llegó con esos conocimientos al país.
A los dieciocho años parte de su lugar
natal dejando varios hermanos, entre los cuales Clementina, que quedó en
Austria y se casó con un ingeniero,
mantuvo una larga correspondencia que se extendió al tío Martín.
Lo cierto es que con su pasaporte
firmado en Austria bajo la autorización del Rey Francisco José- Sí, el mismo que conocimos en las películas Sisí-
llega a la Argentina.
Después lo encontramos instalado en Chumbicha
(al oeste de las Salinas que limitan Catamarca y La Rioja). Desde allí se han
de extender las vías férreas cuya construcción dirige y que llegarán a la
capital Catamaqueña. Allí conoce a
Catalina, una joven que acaba de heredar
un campo de varias leguas llamado La aguadita. Tal vez hayan vivido un tiempo en el casco de
una gran estancia , pero el trabajo de
Martín los lleva a una vida itinerante, siempre siguiendo las vías que se van
abriendo paso por los llanos riojanos
y ganan terrenos subiéndose en el
mapa hacia el norte.
La vida los acoge en casas que el
ferrocarril ha construido para el jefe de vías y obras. Y a lo largo de esos caminos conquistados al
desierto, a las salinas, a los algarrobales, cuando los hay, van naciendo los
hijos. Y el abuelo recorre orgulloso los avances de su obra en una “zorra” que tenía para su uso particular.
Elisa nace en Huiyapima, cerca del Cebollar,
algunos en Chumbicha, otros (un tema que
cada familia podrá averiguar) en Masán, cerca de Aimogasta, hasta llegar a
Catamarca donde nacen algunos de los hijos menores.
Masán es un pequeño villorrio recorrido por
un río del mismo nombre y de características muy particulares: sus aguas son
frías en un margen y calientes en el otro. En ellas se bañaba la familia, de
esas aguas disfrutó el abuelo, que fue uno de los primeros en descubrir que
aquéllas eran aguas termales, uno de cuyos brazos caen sobre una piedra
horadada formando una atractiva cascada.
Santa Teresita es el nombre del lugar que
hoy atrae al turismo.
Ya en Cruz del Eje, adonde Martín
participa como jefe de vías y obras en la puesta en marcha del ferrocarril,
compra una manzana frente a la plaza,
construye su casa y varias de las que
serán después de algunos de sus hijos.
La casa es sobriamente arreglada,
predominan los grandes muebles de algarrobo, una gran mesa del comedor desde
cuya cabecera el abuelo Martín presidía con gran autoridad la comida diaria.
Tal vez por eso en las mesas familiares de sus herederos, Abraham, por ejemplo, la costumbre de pedir
permiso al padre para decir pocas palabras se mantuvo por mucho tiempo. Épocas
de padres con fuerte presencia y notable autoridad fueron las nuestras y ya podemos ir viendo de dónde
nos viene.
Sabemos que aquella gran mesa, testigo de
tantas situaciones vividas por la familia, de proyectos, comentarios,
consultas, intercambios de pareceres,
fue heredada por Elisa y ahora,
reformada se encuentra en el departamento de Carlos Romero.
APELLIDO SEPPI
La casa original
de los Seppi en estas fotografías tomadas por Ana Seppi en Ruffré.
En un viejo cuaderno encuentro
estos versos que seguramente escribí hace unos años ya:
Primero fueron dos (
como Dios manda)
unidos
por la fuerza de la entrega.
Miradas,
algún beso fugitivo,el hechizo en palabras que se enredan
y
rumores del cuerpo...
hasta
dar el abrazo que sella la certeza.
Martín
y Catalina cimentaron las fuerzas del amor en
que se juegan impulsos de ternura
irrefrenable
siguiendo
el impulso de hacerse muchos más.
El
árbol fue creciendo, primero ramas niñas
pidiendo
protección.
después
dolescencias desplegadas al viento,
barriletes
que se van a buscar su propia fuerza.
La
juventud arrastra hacia los otros y
llegan nuevas aguas y banderas:
Figueroa,
Luna, Sisti y Romero
Méndez
López, Rosende,
Después
un Kramer y un Rivero,
y
Balser y también un De la Vega.
La
familia ha crecido. Hay nuevos gestos, nuevos nidos.
Muchos
son los que suman sus maneras:
Rosita
y Blanca, arpegios delicados,
María
Luisa, de la vida, ¡gran maestra!
y
María, ¡por Dios”, ¡ qué buena y tierna!
Y Antonio y Serafín, también Matías
Elena,
rectitud, seguro el paso,y Carlos y
Rosendo...¡
Cuán
rica en nuevos trazos cada
oferta!
………..
…………………
Después
de ese después fue nuestro tiempo, los
nietos de Martín fuimos llegando
multiplicando,
aún más, fecundas tierras.
Ahora
en el dos mil somos ya cientos.
¿Quién
diría que dos pueden hacerlo?
Sembrar
la vida,
cuidarla,
hacer mil ecos.
Pues
nosotros lo hicimos,
Nosotros
también vamos subiendo
con
orgullo el apellido
Que
en mil bocas
Se viene
repitiendo…
Seppi,
Seppi…¡Qué bien suena!
SEPPI, Seppi es
un río rumoroso
que derrama
sus
ganas, su potencia,
desde
el más alto monte, Ruffré
RUFFRÉ, nuestro origen
LA CASA DE LOS SEPPI EN CRUZ DEL EJE
La casa hasta la que llegan
nuestros recuerdos quedaba en la calle Almirante Brown al 300, frente a la plaza “ Armesto” en Cruz del Eje.
(Allí donde vivieron después tío César
y tía María y Norma, Marilé y Cesarito).
Tiene una construcción a la
antigua. Un zaguán, un hall amplio, las grandes mamparas de vidrios de colores,
los dormitorios contiguos, al fondo la cocina y en el largo patio de baldosas
blancas y negras, el parral.
Imaginamos al abuelo parado frente
a la puerta de su casa llamando a sus hijos a comer,
Elisa Abraham, Cesarito. Ruperto Lo imaginamos
presidiendo la gran mesa familiar, adusto, serio.
Hay un tiempo anterior que no ha
llegado hasta nosotros, seguramente hubo otros lugares, otras casas. Recordamos
la que estaba frente a la plaza y que, con el paso del tiempo se transformó en
el hogar de los Seppi Sisti, es decir de tío César y tía María... Para más
datos hoy se encuentra allí la Unión de Educadores.
Allí lo imaginamos al abuelo porque ese
es el escenario de las fotografías que nos llegan:
El abuelo, robusto, firme, autoritario, de imponente figura, aparece
rodeado de sus diez hijos. Está solo, ya es viudo y cuida amorosamente a su prole:
el mayor es Martín, le sigue Clemente, Argelia,
Elisa, Abraham, Ruperto, Antonia, César,
Elsa y Doly.
La casa los nuclea, están solos con
un padre que trabaja en el ferrocarril y deben reunir las capacidades de cada
uno en un haz, sumar y apoyarse en las fortalezas de cada uno para seguir
adelante.
Unidos, los hermanos Seppi Agüero
hicieron una gran familia.
No sabemos mucho de sus comidas domingueras,
de sus reuniones de niños, pero por las fotografías deducimos que el abuelo
abastecía satisfactoriamente sus necesidades de buena alimentación y vestimenta
y hasta diríamos que los jóvenes Seppi
eran muy cuidadosos de su apariencia porque a los hombres los vemos
enfundados en buenos trajes, al tío Martín de infaltable sombrero, y a las
mujeres de bonitos vestidos.
Pero lo primero para ellos, lo
sentimos, era cada uno de sus hermanos, su familia. Hacer la gran familia. Y
nosotros sabemos que la hicieron bien porque vemos sus frutos.
Los hijos comprendimos que supieron
mantener tibio su amor de hermanos porque
bebíamos ese cariño en las reuniones en cada casa, pero sobre todo en la plaza donde se juntaban
a conversar en tanto los chicos jugábamos.
LAS VISITAS ENTRE
HERMANOS SEPPI
¡Y qué decir cuando algún hermano llegaba
de visita! Cada uno tendrá su propia experiencia. Yo recuerdo las llegadas de
Tío Clemente, que era el que más nos visitaba, desde San Juan, después de tío
César que estuvo muchos años ausente, de tía Elsa, que llegaba con sus hermosos
hijos y tío Rosende.
Después, con los años y las migraciones las
visitas que llegaban a Cruz del Eje, fueron Antonia, Dolly y hasta Elisa que
después de vivir los años en que Carlos, Ricardo y Guillermo eran niños en la calle Maipú, al
lado de la casa de Abraham, se mudó a la calle Campillo de Córdoba.
¡Era un gran acontecimiento en nuestras vidas!
Y cuando ya estaban acomodados se iniciaban las reuniones en una u otra casa. Los tíos nos hablaban de viñedos,
de cosechas, de sus fincas y la ensoñación de sus vidas nos hacía volar hacia
un territorio que se nos antojaba muy lejano...San Juan, al lado de la helada
Cordillera de los Andes que habíamos visto en las figuritas de BILLIKEN, la
revista estudiantil de la época.
Allí, en San Juan, también estaban la histórica casa de
Sarmiento, el telar de Doña aula, la añosa higuera de la que habla Sarmiento en
RECUERDOS DE PROVINCIA. Allí encontró
Clemente su patria chica, allí ejerció su tarea de viñatero y luego fue Intendente
de Albardón.
La llegada de los sanjuaninos rompía con la
monotonía de nuestros días cruzdelejeños, Para mí era la alegría de encontrarme
con mis primas mayores, Beba y Chita. ¡Cuánto cariñoso respeto nos unió toda la
vida!
Mis
primas siempre fueron un ejemplo de vida para mí.
Hoy el auto nos parece antiguo, pero para aquellos años treinta y pico era un modelo nuevo. Abraham, acompañado por María Luisa, ha sacado a pasear a Blanca y Beba que tiene en sus brazos al Negro, de un año.
RECUERDOS SOBRE NUESTROS PADRES- LOS TÍOS
No conocí al abuelo Martín, no lo
conocimos la mayoría de los primos porque él falleció en el año 1937, poco
antes de que naciera el Negro (9 de noviembre del mismo año). Las únicas que lo
conocieron son Beba, Hugo y Chita, los primos mayores. Es una pena no haber
compartido algunos trechos de la vida con él. Es una pena que él no conociera
el extenso y frondoso árbol que creció a
partir de su potente raíz, la fuerza de los brotes que vinieron y que siguen a
partir de su unión con nuestra abuela Catalina Agüero. Es una pena que los
abuelos, ambos, no disfrutaran de tantos y tan diferentes nietos.
Pero
ésa es una ley de la vida. Como dice Massuh, el gran filósofo argentino, en su libro
“La flecha del tiempo”:
“Un
arquero genial disparó la flecha del tiempo que se proyecta desde tiempos
inmemoriales hacia el infinito provocando que la vida continúe”.
Pues nosotros podemos decir que
ese arquero genial puso en la flecha la vida para que siga haciéndose más
vidas, multiplicándose a través del señuelo del amor que une en su nombre a las partes en que ella misma ha dividido a
la especie humana: hombres y mujeres.
Y es así como, a través de la unión de
un hombre y una mujer mutuamente elegidos, la
vida viene haciéndose más vida a través de los Seppi y el compañero o
compañera que eligieron- elegimos- para semejante empresa.
Por otra parte es bueno saber que una
autora californiana de renombre universal, Marilyn Ferguson, dice que el
hombre, como especie, siempre crece, siempre es más aunque a muchos y
demasiadas veces nos parezca que el ser humano se está degradando. Pero no es
así, cuando uno lee a Ferguson se llena de optimismo y piensa, con alegría, que
cada una de nuestras vidas, de nuestros
genes y gestos, de nuestra manera de ser, en fin, de nuestra sangre, que se ha
de prolongar en los hijos, en los nietos está destinada a ser cada día mejor.
Es bueno saber que quienes estudian el género humano piensan así. ¡Nuestros
sucesores cada vez más felices, más plenos!
Pues para esta estudiosa, el hombre crece
en espiral y, a pesar de que millones de seres se pierden, caen, desaparecen
como estelas en el mar o como escamas insignificantes de un ser gigantesco, el
hombre esencial siempre está siendo más y mejor, más inteligente, más
comprensivo de su realidad, mejor relacionado con los otros, y en definitiva
más pleno y feliz- que es lo que a todos nos interesa, lo que todos
perseguimos.
Pues bien, habrá un tiempo en que los que
lleguen a las posiciones más altas y después de satisfacer sus necesidades
básicas (respiración, alimentación, abrigo, techo) alcance, mediante su esfuerzo, a cumplir con su auténtica vocación, con ese
llamado interno que nos dice, aunque a veces no sepamos escucharlo, para qué
hemos nacido. Y así podemos seguir ascendiendo hasta transformarnos es
seres cuya vida tenga un gran
significado no sólo para uno mismo sino para los demás.
“Llega a ser lo que debes ser”, decía otro
autor (esta vez antiguo) que se llamaba Píndaro.
La fuerza vital que impulsa a los Seppi nos
obliga a ese crecimiento, nos lleva hacia delante, nos hace empeñosos,
trabajadores, esforzados y, todo eso mediante, nos augura, una VIDA MÁS PLENA.
¿Acaso
cada uno de ustedes no lo siente así?
……………..
AHORA HABLEMOS DE LOS HERMANOS
SEPPI, LOS HIJOS DE MARTÍN
Tío Clemente era, está
en nuestro recuerdo, un hombre alto, robusto, en las primeras fotografías muy
morocho, después, canoso. Elegante y gentil, de presencia imponente. A mí,
particularmente, me llamaba la atención su amoroso trato con tía Blanca, tan
femenina ella.
( En la fotografía con Blanca, su distinguida esposa, Beba, Chita y Hugo).
Tenían
una hermosa casa en pleno centro de San
Juan que más de una vez fuimos a visitar.
De él escribió Beba, la hija mayor:
“Mi padre nació en Catamarca.
Cuando tenía quince años, el abuelo Martín, ya viudo, lo mandó a estudiar en el
Seminario de la ciudad de Catamarca. Allí estuvo dos años pero se fugó del
mismo y se como polizón de un barco a Comodoro Rivadavia..
Después de un año se fue a Buenos Aires.
Ganar un concurso de dactilografía le permitió
entrara a trabajar al ferrocarril. No tardó en ascender a Jefe administrativo
de los Ferrocarriles del Estado.
Al poco tiempo es nombrado para la
construcción del ferrocarril de San Juan a Jachal, pasando por Albardón.
En esta última ciudad conoció a la que sería su esposa, Blanca Figueroa.
Su vida estuvo muy ligada a los rieles y por su esposa a los viñedos.
Participó en sucesivas
construcciones ferroviarias: Formosa- Milagro,
Mendoza a Chile. La construcción del Trasandino llevó a la familia a vivir durante cinco años en
Mendoza, después el lugar fue San Rafael y la
construcción de Malargüe a Pedro Vargas y de ahí a Salta, a San Antonio de los
cobres. Finalmente destaco su participación como Jefe administrativo en la
construcción del Tren de las nubes. En ese entonces la familia se trasladó a
vivir a Campo Quijano, Salta”.
Beba ha escrito con visible emoción sobre
vida, traslados, peripecias de la familia, tras su padre.
El
ferrocarril y su avance por los desiertos argentinos llevaban a Clemente tras
él. Recordamos que en aquellos tiempos era frecuente escuchar en boca de los
Seppi que vivían en Cruz del eje, Abraham, Ruperto y César- también lo decía
orgullosa de su hermano mayor Elisa- de la gran capacidad administrativa de
Clemente, de cómo se lo requería para poner orden aquí y allá a medida que
nuestros trenes ganaban lugares hacia el norte y sur de la extensa República.
Chita cuenta también sobre tío Clemente,
hablando con orgullo:
“Papá nació en Catamarca. Cuando tenía quince
años fue enviado por el abuelo a estudiar en el Seminario de la ciudad de
Catamarca. A los dos años papá se fugó y se fue como polizón de un barco a
Comodoro Rivadavia. Desde allí se fue a Buenos Aires donde ganó un concurso de
dactilografía que le permitió entrar a trabajar a los ferrocarriles ascendiendo
al poco tiempo al cargo de Jefe administrativo de los Ferrocarriles del
Estado…En sus años maduros fue intendente de Albardón. Tal vez cuando él
cumplía con estas funciones que le demandaron tanta dedicación y tiempo recibió
de nosotros algunos reclamos, queríamos que se quedara más en casa, que
descansara. Ahora, cuando él nos falta y han quedado tras su partida las
ponderaciones de tanta gente que recuerda su vocación de servicio y capacidad,
sentimos que el corazón se nos enancha de orgullo. Papá trascendió su época,
fue un intendente destacado, por su honradez, capacidad organizativa y por su
acción. Supo resolver los problemas de una comunidad que le estará por siempre
agradecida”.
Por
el importante lugar que ocupó en la sociedad sanjuanina, por su honorabilidad
Clemente mereció un gran reconocimiento que se plasmó en los comentarios que
hicieron los más importantes diarios sanjuaninos con motivo de su
fallecimiento. Rescatamos algunos párrafos significativos:
“La
trayectoria de este hombre de bien y activo miembro de la comunidad sanjuanina
empieza en el Ferrocarril General Belgrano en 1918, en el que ocupó importantes
cargos jerárquicos.
Durante su jefatura administrativa
se concretaron las siguientes construcciones: San Juan- Jáchal, Milagro a
Quines, Pie de Palo a Mendoza, Mendoza a Chile, Salta a Socompa, Pedro Vargas a
Malargüe y Malargüe a Bardas Blancas, desempeñándose como gerente ad-honorem de
ellas.
Su preocupación por la vida social
y el cultivo de la camaradería lo llevan a cultivar la práctica del tenis, a
ser socio fundador del Rotary Club donde desempeña cargos directivos.
Como hombre de empresa perteneció
al Directorio de la CAVIC, Corporación Agro-económica, Vitícola, Industrial y
Comercial (1965-66).
Pensamos a
cuánto nos obligan nuestros ancestros, gente que, como Clemente, ya en sus años
de hombre mayor, llegaron a ocupar importantes cargos al que accedieron por su
valor, por su capacidad y espíritu emprendedor, sin genuflexiones ni acomodos ni el vil afán de rápido enriquecimiento que envilece la acción de tantos hombres. Un ejemplo que
es bueno que conozcan los descendientes de la familia.
Dos nietas de Clemente, Graciela Albarracín y María del Valle Martínez Seppi junto al retrato de Clemente en la Galería de Intendentes de Albardón.
BEBA
SEPPI DE ALBARRACÍN ERA LA PRIMA MAYOR DE LOS SEPPI. Falleció dejándonos en recuerdo de su presencia
cálida, protectora, cordial. Los que la conocimos la amamos incondicionalmente.
madre).
MARTÍN
Tío Martín se fue muy joven a Buenos Aires. Esperamos que Graciela, su hija, nos amplíe sobre los sucesos de una vida que se nos hizo lejana … casi misteriosa, allá en la mítica zona del puerto.
Trabajaba en el Ministerio de Obras
Públicas como Director de Planeamiento.
Fue socio fundador del Club de Arquitectos
de manera que Graciela recuerda cuando lo acompañaba y se plantaron los
primeros árboles en ese club.
Fundó
la mutual de Arquitectura y sus compañeros lo llamaban- según su hija-
“Arquitecto Seppi”.
Había
estudiado en el Instituto Otto Krause y se recibió de maestro de Obras que se
da al 3er. Año de la carrera de arquitectura.
Vivían en Salta 470 a dos cuadras de Olivos.
Él mismo construyó su linda casa
Por
eso en las dos o tres ocasiones en
que se produjo la visita de tío Martín
era un acontecimiento excepcional.
Tía
Elisa, que era muy demostrativa y cálida
preguntaba a los sobrinos que debíamos mirar admirados: ¿Han visto una
mujer más bonita que Rosita? Y nosotros decíamos que no porque de verdad
era bonita Rosita, la esposa de Martín que nos ha mandado ahora a
Graciela su única hija.
Cuando Martín llegaba de visita y se formaba
la gran ronda para escucharlo, él nos
hablaba de la gran urbe y nuestra imaginación niña dibujaba altos, inmensos edificios porque él
trabajaba en uno muy importante que se encontraba en una de las más conocidas avenidas
porteñas.
Cada uno debe tener sus recuerdos,
pero seguramente todos coinciden en exaltar la alegría que teníamos cuando un tío llegaba a visitarnos.
(Nosotros, los Seppi de hoy, llevamos
la marca de ese sentimiento
fraternal que es el que nos ha traído a
Cruz del Eje).
Por ese amor que los unió, que les
permitía costosos traslados para verse y extremas paciencias para sostener la
convivencia de largas estadías, por ese cariño a toda prueba estamos hoy
reunidos.
(La
foto dice al reverso: Al tío Abraham, María luisa y nenes con cariño-Graciela
Inés a los siete meses-
“Tengo dos hijos: Sebastián Diego
Pedraza y Melina Pía Pedraza y un nieto, hijo de Melina: Santiago León Pedraza.
Los recuerdos más felices familiares de mi infancia están relacionados
con mi tía Elsa Seppi y sus hijos, en Libertad, Merlo.
Allí pasé mi infancia muy mimada y conocí a
casi todos mis tíos y tías, algunos primos que venían del interior y estaban de
paso en Buenos Aires.
Recuerdo que los hermanos Seppi eran muy unidos, porque aunque sea una
vez al año alguno de ellos pasaba por mi casa
de Olivos.
Yo era muy tímida, quizás por eso no supe
exteriorizar el sentimiento de placer que me producía el encuentro con ellos.
¡Tenían tanta alegría!, Se
expresaban con gracia, chistes, carcajadas que les brotaba desde muy adentro.
Pienso que nosotros, esta generación de
herederos, los nietos del abuelo Martín, tenemos esa veta en algún lugar de
nuestros corazones.
Por eso me alegro de ser SEPPI de
pura cepa”
GRACIELA
SEPPI NOS CUENTA, a propósito de los parientes de la familia con los
que ella ha tenido contacto. (Reunión de julio del 2006).
“José Guariente era primo de los Seppi.
Vivía en Olivos, a tres casas de la mía. Era una persona muy singular.
Petiso, gordo, avaro.
Era tan avaro que se levantaba con
la luz del sol y se acostaba cuando él se iba para no gastar luz.
Acostumbraba ir a matear con tía Elsa, y ella, que era tan
traviesa, un día, ella, cansada de su
manera de ser tan aprovechada (jamás colaboraba con la economía de la familia),
le puso agua hirviendo en la bombilla. Cuando se quemó y empezó a proferir
maldiciones y palabrotas fueron las risotadas de las maliciosas que asistían a
la singular mateada. Recuerdo ese lejano episodio y ese extraño pariente del
que no volvimos a saber nunca más.
La joven y bella Elsa también
tiene en su destino la Capital porteña, pero por ahora, en su adolescente
efervescente y ruidoso, el padre tiene que vérselas con una joven coqueta,
vivaz, que atrae a cuanto joven visita la pequeña ciudad ferroviaria. Rosende,
un porteño que andaba de paso por Cruz del Eje,
se enamoró perdidamente de ella y se la llevó a Buenos Aires. De esa
fuente nacieron la bellísima Perla, tan bella y delicada a la que todos
encontraban parecida a Ingrid Bermang, la burbujeante y alegre Chi-Chí
y Carlos.
“Mamá, Elsa Seppi, vivía en Cruz del eje con toda su familia. Perdió a
su mamá siendo muy chica y quedó con su papá, sus hermanos y tía Elisa, la
mayor de sus hermanas.
Un día, siendo adolescente aún,
conoció a Manuel Rosende y el encuentro fue tan impactante y el joven tan
cautivador que decidió ir con él con la ayuda
de tía María Luisa y Roberto, quienes intervinieron ante tía Elisa para
que fueran a Bazán y firmara el consentimiento de dicho casamiento.
Rosende era un hombre rico, perteneciente a una familia de apellido
ilustre, descendiente de los Mitre.
Ricardo Romero cuenta que su madre recordaba que, en una visita a la
estancia de los Rosende, en Olavarría, los recibieron dos negras con sendas
palanganas de agua para que se higienizaran, lo que les indujo a pensar que estaban ante gente muy rica.
Pues con este hombre de gran
hidalguía familiar se casó mi madre. De
esa amorosa unión nacieron dos hermosas hijas: Perla y yo, Chichí.
La familia vive unos años en San Juan
hasta que la desgracia del terremoto
nos lleva nuevamente a Cruz del Eje. De ese terrible momento recuerdo
aún el terrible temblor, luego todos corriendo hacia la plaza y las paredes que
caían como paja. Mi padre se salvó de caer en una de las inmensas zanjas en que
se abría la tierra sosteniéndose de un alambrado.
ABRAHAN DOROTEO
Abraham, mi
padre, era un joven explorador,
aventurero, de gran capacidad para el trabajo... y para el amor. Alto, grueso y
de chispeantes ojos verdosos y natural simpatía, andaba sembrando amores aquí y
allá. Las mujeres se prendían a sus promesas de fidelidad eterna y él, fie a cada amor, vive ardorosos
romances que dan que hablar a la gente del pueblo.
Precisamente los chimentos sobre los
enredos de una boda frustrada con una niña de Soto son las primeras noticias
que María Luisa, la que iba a ser su
esposa, tiene de él cuando llega a Cruz del Eje a trabajar como maestra. ¿Saben
que Abraham Seppi ha huido para no casarse? ¿Saben que ya estaba la boda
preparada, los chanchitos adobados, los pollos pelados y las vacas carneadas?
¿Y saben que los hermanos lo persiguen para matarlo? Parece que fue su padre el
que lo decidió. Cuando él fue a pedirle consejo y ayuda. –“Hijo”,- le habría dicho don Martín- si
usted no está seguro de quererla no se case por las presiones que los hermanos
han puesto sobre su cabeza. El matrimonio es cosa de toda la vida. No, no se
case, hijo, huya y cuente con mi bendición”- Ésas, más o menos así dichas
habrían sido las palabras que pusieron a Abraham en la fuga, situación que
cambió su destino y el de su descendencia de seis hijos, los que tuvo con María
Luisa, su paciente y amante esposa.
Pero
no fue ése el único chimento a que dio lugar la aventurera vida de Abraham y
pronto se suceden otros más: ¿Sabe lo
que le pasó a Abraham Seppi? Los Fernández Santiago le tiraron agua “u otra
cosa” desde los balcones de su casa de dos pisos, para correr al pretendiente de su hija
Elena... que lo adora”. (Eso andaba entre las bocas desocupadas de la gente
del pueblo, hechos que rescato porque
Elena fue la madre de Rubén, mi esposo, y llegó a ser mi suegra. La casa en
cuestión es la de dos plantas, (una gran novedad para la época) donde funciona
la actual escuela de Música Luis Gianneo,
en calle Alsina de Cruz del Eje, por cierto).
Abraham era, además, un joven aspirante
y soñador. Se había cultivado asistiendo a la escuela primaria y había cursado
hasta tercer año de la secundaria. Cuando llegó a la adultez era un hombre de
atractiva presencia y gran simpatía. Le
gustaba la buena vida y los viajes, de manera que recorrió buena parte del país
y vecinos. De tal suerte le puso
mucha fuerza al trabajo ( y así, paralelamente a su tarea como empleado
en la administración del ferrocarril, tenía otras propiedades, quintas, a una
de las cuales la llamó SANTA CATALINA,
en homenaje a su madre, y una confitería en calle San Martín llamada
LA PERLA).
Así, unió esfuerzos y cansancios a los goces
de cada día y lo hizo con tanta entrega y fervor que su
vida, de puro intensa, ardiente y fragorosa, se acortó hasta ser de
escasos 46 años.
De su feliz unión con María Luisa Méndez
López nacieron: Julio César, Gladys,
Luis Alberto, Ángel Roberto, Beatriz y Cristina.
(En
la fotografía están Abraham y María Luisa y Clemente y Blanca. Los hermanos
eran muy unidos y realizaban frecuentes viajes juntos).
Después,
atento a la crianza de sus hijos compraba mecanos y autitos a los varones y a
mí, que era su hija segunda, libros de cuentos y revistas y algunas muñecas a
las que presté escasa atención.
Abraham murió a los cuarenta y seis años,
víctima de un ataque cardíaco que en esos años- 1955- no habían encontrado el
remedio que tiempo después incorporó a la medicina y salvación de tantas vidas
René Favaloro con sus by-Pass.
María
Luisa fue viuda a los cuarenta y dos años. Siguió viviendo en Cruz del Eje y en
el año 1957 se trasladó con sus seis hijos a Córdoba con la intención de que
pudieran ir a la universidad. Allí se fueron recibiendo, para luego emigrar a
Cruz del Eje, el Negro y Roberto. Los sucesivos casamientos llegaron con los
años.
(La foto fue tomada en la casa de Alberto. Los seis hermanos con nuestros cónyuges rodeábamos a mamá. La pequeñita deber ser Zafirita, hija de Alberto y Zafira).
Los
seis hijos de Abraham y María Luisa están aún de este lado de la vida
menos Roberto que murió a los cincuenta
años de edad ha dejado el recuerdo de su gran bondad, sentido del honor,
hombría de bien.
Él
siempre se mostró fuerte. Sin lamentos, auxiliado por una pierna ortopédica se
volvió a Cruz del Eje a trabajar con el Negro que, en esa época tenía un criadero
modelo de pollos. El Gordo, como le decíamos fue muy feliz con este hermano incondicional pero fue mucho más
cuando encontró y se casó con la mujer de su vida: Adriana Garay, una joven
agraciada, virtuosa, inteligente, que lo acompañó hasta su prematura muerte
ocurrida a poco más de cincuenta años.
Roberto
fue un tío muy amado por sus sobrinos, sus hijos, Alejandra y Luis encontraron
en él a un padre amante y muy afectuoso. La familia lo recuerda con mucho amor.
ELISA
Elisa, (en el
centro del cuadro, abrazada por tía María, Chita Nidia y Mirtha) siempre fue un
centro de atención familiar por lo que no es casual que aparezca en esa
situación en la última fotografía que tenemos de ella.
Una de las hijas mayores de Martín, es la hermana-
madre. Sabemos que asumió la crianza de sus hermanos y la responsabilidad de
llevar adelante la casa en tanto estudiaba en la recién fundada Escuela Normal.
(Es bueno saber que en el hall de esta
Escuela está fotografiada junto a las
compañeras de la primera promoción de Maestras de Cruz del Eje). Dicen que un
día fue, como era costumbre en esos tiempos a dar una vuelta por el andén del
ferrocarril donde los jóvenes cruzdelejeños se concentraban para ver pasar los
trenes y conocer a nuevas gentes. Allí encontró a Matías Modesto Romero, un
joven tucumano que la debe haber conquistado con su facilidad de palabra, con
su cálida comunicación.
Según
algunas versiones conoció a Matías en el andén del ferrocarril, según otras
Matías se hospedaba en la famosa pensión de los March, lo conoce a Abraham,
simpatizan y, como estaba solo éste lo invita a pasar un 24 de diciembre en su
casa.
Entonces
se da el amor y un noviazgo que culmina
en matrimonio.
Tía
Elisa era de una presencia fuerte. Siempre estaba y más, por cierto, si
había alguna necesidad.
Con los años, el matrimonio Romero Seppi estableció su hogar en Maipú 666. Cruz del
Eje eligió a Matías Modesto Romero como Intendente de Cruz del Eje en la década
del cuarenta lo que se constituyó en motivo de orgullo para toda la familia
Seppi.
Conocemos la inteligencia de los hijos en cuya
crianza fueron padres empeñosos: Carlos, el primogénito de los Romero Seppi es
un reconocido catedrático de historia que da sus clases en el Colegio
Montserrat de Córdoba y el Profesorado de Historia de la Escuela Normal de Cruz
del Eje; Ricardo, un brillante abogado y Guillermo anda deslumbrando a la gente
de Boston, EEUU, con sus conocimientos
en la especialidad que desempeña: ingeniería electrónica.
(California-1983 Guillermo Romero y su hijito en USA).
Guillermo
nos ha acercado, vía email, algunos
datos muy interesantes de su familia:
“Tengo tres hijos nacidos del
hogar que fundamos con Gabriela. Mi mujer es abogada intérprete
y traductora.
Mi hijo Martín, nacido en
noviembre de 1981, es músico de corazón, tiene una banda rockera, “Us versus
Them”.
Ignacio estudia para director de
cine y escribe temas de películas.
Victoria estudia arte en la
Universidad de Massachussets”.
De
Argelia, que murió siendo una madre joven, sabemos que estaba casada con
Serafín Vega, que vivió en un lugar paradisíaco de Chilecito y luego se
trasladó a Cruz del Eje. Su casa estaba ubicada en la calle Ate. Brown al 700.
Murió muy joven de un cáncer de pecho y
tuvo dos hijos: Eduardo y Hugo.
Eduardo,
su hijo mayor, murió asesinado muy tempranamente. La la suya fue una muerte por
amor.
Muchos
de los primos recordamos el caso:
Cierta
noche golpearon sucesiva y fuertemente las aldabas de las casas de los Seppi.
Era la policía que venía a comunicar que Eduardo Vega había sido asesinado.
Después todo fue corridas, estupor y lágrimas. También hubo
justificaciones, razones de un hecho que
terminó con la vida de un joven de promisorio porvenir.
Eduardo estaba ciegamente enamorado, la
familia de la novia se oponía y hasta llegó a
sacarla de Cruz del Eje para “cambiar el aire”, como se decía en la
época cuando se intentaba alejar a alguien de un amor que no se consideraba
conveniente.
Lo
cierto es que la novia es llevada a Copacabana, lugar alejado al que el empecinado enamorado llega cierta vez en
bicicleta quedando atrapado en el arenal. La persecución de Eduardo fue
obstinada pero mucho más lo fue aún la disposición familiar de la novia de oponerse a la relación, de tal
suerte que llegó a fraguar la muerte del muchacho.
Fue
un asesinato bien planeado a la
aclaración del cual hasta los diarios de la época, como La Voz del Interior y
el local La Idea aportaron juzgando el crimen desde perspectivas
contrarias y describiendo detalladamente cómo fue esa muerte. En uno de ellos
se leía: “Cuando uno de los hermanos
ilumina a la víctima con una linterna y el otro saca un revólver para
dispararle dos tiros al corazón, el enamorado sorprendido pregunta: ¿Por qué?,
¿por qué?”.
Después
fueron los abogados, el juicio buscando una reparación imposible. Finalmente el
matador fue absuelto, lo que significó para la familia un duro golpe a su fe en
la justicia.
Sin embargo… - cuenta y comenta Ricardo, dando un remate a la historia:
“¿Conocen
el final de ese hecho familiar lamentable? Hace dos años- está hablando desde
el 2009- se publicó en esos mismos diarios que un hombre- por el nombre sabemos
que es el mismo que mató a Eduardo- había sido asesinado por un desconocido
que entró subrepticiamente a su casa, le
pegó dos tiros en el corazón y se fue. Nunca se encontró al que primero se
supuso un ladrón pero que, curiosamente, no había tocado ninguna de sus
pertenencias”.
Una
historia trágica en los álbumes de la memoria familiar. Una historia que ya ha
cumplido más de cincuenta años.
Pero
sigamos:
Hugo
Vega, hermano de Eduardo, ha vivido
también una historia que es necesario conocer:
“Hugo era montonero. De frágil sensibilidad,
huérfano de madre y padre, protegido de los tíos. Él había conseguido, merced a
la intervención de los Seppi, un trabajo en el
ferrocarril. Fanático peronista, en plena época de la dictadura militar,
recolectaba cuanto mensaje de Perón llegaba desde el exilio, motivo por el cual
fue un desaparecido más de los muchos que hubo en Cruz del Eje. De esa manera
se perdió de la vista familiar por dos años. De su cautiverio contaba que
estuvo todo el tiempo enmascarado sufriendo oprobios, entre los que más lo
debilitaron narraba los simulacros de ejecución a que era sometido
periódicamente, menguados en ciertas ocasiones por la intervención de un
soldado que, siendo de La Rioja- el lugar en que Hugo había nacido- y apiadado
de él, lo llevaba del brazo hacia el paredón diciéndole: “tranquilo amigo, esto
es solamente un simulacro más…”.
Cuando
Hugo es liberado, vaya a saber por qué, se encuentra con la ausencia del coche
motor- los ferrocarriles habían sido devastados por lo que ya no era más
empleado del ferrocarril y con un hogar donde se lo consideraba un desaparecido
para siempre…
Después
se lo veía andar por la calles cruzdelejeñas, solo, triste, huérfano del amor…-
dicen los que estuvieron más cerca de su vida.
ANTONIA
Antonia tenía un
carácter apacible, muy joven se enamoró de Antonio Rivero. Vivían frente a la
plaza entre la casa de César y Roberto. De ese matrimonio recordamos la
mansedumbre de la vida de pareja, siempre, aparentemente, igual. Todas las
tardes a la misma hora se asomaban a la ventana de su casa y desde allí miraban
pasar a las gentes que solían dar la “vuelta de perro” alrededor de la plaza.
Tía
Antonia era muy buena cocinera, ricas pizas, ricas pastas que algunos sobrinos
teníamos la suerte de saborear de tanto en tanto. Sus hijos Jorge, Nidia y
Catalina, nieta que llevó, como Chita, hija de Clemente, el nombre de su abuela
materna. ¿Quién de los que vivió en Cruz
del Eje no mantiene intacto el recuerdo de Jorge Rivero? Muchos recordamos su
voz gruesa, su corpachón, su
temeridad. La vida lo llevó a Buenos Aires y después, la muerte, prematura,
lo encontró también allá.
Silvia
y Cecilia se llaman las bellas hijas de Nidia.
Alguna
vez Jorge y Nidia han regresado a
visitarnos, ya bebidos todos los aires y los tonos del puerto y con las
trazas de una vida más o menos acomodada. Nidia ha prometido acercarnos datos
de vivencias y hechos de sus vidas que desconocemos, como suele
suceder con las de los que se van muy lejos del lugar de origen. Algunas
noticias tenemos de lo que fue su feliz matrimonio y de sus hijos. Esperamos
relatos, sobre todo que nos cuente de Caty, la
prima que se fue de aquí siendo
niña, y de la que queremos saber mucho más, sobre todo de los aconteceres que
la llevaron, tan joven, definitivamente lejos de nosotros.
( En la fotografía Nidia y su hermosa hija con
Chita y Antonio.)
En la casa del
lado de los Rivero Seppi y del tío
César, vivían los Seppi Luna, frente a
la plaza ¡Qué fresca llega la imagen de Ruperto! Y qué querida ¡Cuánta
calidez produce el recordar a ese hombre alto, alegre, alma de niño, ternura
regalada! Junto a tía Elena Luna formó un hogar unido y feliz. Ella, mitad madre, mitad esposa,
le ajustaba las riendas a su alma inclinada a compartir- según ella por
demás- los juegos de los chicos. Tía
Elena era maestra y se jubiló como Directora de la Escuela Nacional 277.Roberto (o Ruperto) nació en Estación Mazán un pueblo que
floreció a la vera de la construcción del ferrocarril. Dicen que el abuelo
Martín quiso ponerle de nombre Roberto, y con su forma ítalo argentina de
hablar le dijo al Sacerdote que lo bautizo Ruberto, y el cura entendió Ruperto,
de ahí vienen los dos nombres con que se lo llamó durante toda la vida.
Trabajó en varias casas de comercio hasta que ingresó al Ferrocarril, en los que realizó una larga carrera. Finalmente se jubiló siendo el jefe administrativo de los Talleres Ferroviarios de Cruz del Eje.
De joven parece que tenía la características de picaflor que caracterizo a los hermanos Seppi, una publicación de la época "La Chispa" lo menciona ...
En sus paseos juveniles por la calle San Martín conoció a una joven maestra de origen chileciteño Elena de quién se enamoró y se casó, matrimonio del cual nacieron Osvaldo, Mirtha y Rubén.
Ruperto era alegre, charlatán, despreocupado por las cosas materiales de la vida, tenía un amor infinito por todos los niños, a las tardes se sentaba en la vidriera del negocio (Regalos REMOR) y con una bolsa de caramelos para regalar a cada niño que pasaba por su negocio. Jugueteaba con sobrinos, hijos, que lo seguían atraídos por amorosa disposición. Consentía a sus hijos y fue la adoración de sus
nietos.
Trabajó en varias casas de comercio hasta que ingresó al Ferrocarril, en los que realizó una larga carrera. Finalmente se jubiló siendo el jefe administrativo de los Talleres Ferroviarios de Cruz del Eje.
De joven parece que tenía la características de picaflor que caracterizo a los hermanos Seppi, una publicación de la época "La Chispa" lo menciona ...
En sus paseos juveniles por la calle San Martín conoció a una joven maestra de origen chileciteño Elena de quién se enamoró y se casó, matrimonio del cual nacieron Osvaldo, Mirtha y Rubén.
Ruperto era alegre, charlatán, despreocupado por las cosas materiales de la vida, tenía un amor infinito por todos los niños, a las tardes se sentaba en la vidriera del negocio (Regalos REMOR) y con una bolsa de caramelos para regalar a cada niño que pasaba por su negocio. Jugueteaba con sobrinos, hijos, que lo seguían atraídos por amorosa disposición. Consentía a sus hijos y fue la adoración de sus
(Osvaldo posa en la
vidriera de REMOR, imitando la pose, el gesto y actitud de tío Roberto y
¡Cuánto lo repetía!)
Una anécdota: En
el primer intento de cierre de los talleres ferroviarios, que fue en 1961
durante la presidencia de Frondizi (Plan Larkin), cuando todo era tensión
visito Cruz del Eje (Según dicen en la primera salida fuera de su Provincia) la
imagen del Santo Patrono de la Rioja: San Nicolás, y por pedido de los
empleados ferroviarios, llevaron a esta imagen al edificio de los Talleres, en
esa ocasión, se le hizo la promesa de que si no cerraban los Talleres
ferroviarios, todos los años iban a peregrinar para las festividades de
invierno de San Nicolas, al Tinkunaku, y al suspenderse en esa oportunidad el
cierre de los Talleres, se cumplió a partir del siguiente año, realizando todos
los años un viaje a La Rioja para el primer domingo de Julio, los primeros años
en trenes especiales que llevaban cerca de 600 promesantes convirtiéndose en la
delegación más grande que concurría a esa famosa procesión. Este evento era
organizado por mi padre Ruperto Seppi que en su negocio “Regalos REMOR” recibía
los pagos en cuotas de todos los promesantes muchos acompañados por otros
miembros de sus familias, en algunos años fueron uno o dos coche motores y
cuando se cerró el ramal a La Rioja se siguió viajando en varios colectivos
(Recuerdo que eran en general más de 6 colectivos, esta peregrinación de
cruzdelejeños se repite hasta nuestros días a pesar de que algunos de los que
concurren no conocen su origen.
En la misma época de amenazada de cierre de los Talleres, el entonces
Cardenal primado de la Argentina Monseñor
Caggiano, medió en la gran huelga ferroviaria y posteriormente visito Cruz del
Eje para recibir el agradecimientos de los ferroviarios, en esta visita fue
llevado por Ruperto hasta un paraje cercano llamado Estancia Maza en donde
Caggiano tenía parientes.
Finalmente los Talleres ferroviarios de Cruz del Eje en el que trabajaron varios de los descendientes de Martín Seppi, se cerraron definitivamente en Mayo de 1978, durante la dictadura de Videla.
En la misma época de amenazada de cierre de los Talleres, el entonces
Finalmente los Talleres ferroviarios de Cruz del Eje en el que trabajaron varios de los descendientes de Martín Seppi, se cerraron definitivamente en Mayo de 1978, durante la dictadura de Videla.
Osvaldo: El más familiero de los hermanos, siempre estaba pensando en todo
su entorno familiar, extrovertido y con los genes de los varones Seppi. Uno de
los puntales en llevar a cabo acciones para juntar a la familia. Se casó con
Alicia, con la cual tuvieron 3 hijos: Ana Lía, Diego Martín y Santiago.
Mirtha: La más prolífica de los hermanos, se casó con Felix Panero, formó
una hermosa familia y viven en San Francisco (Cba.) y tuvieron 4 hijos: María
Eugenia, Javier, Verónica y Mariano. Los nietos ya son ocho.
Osvaldo contempla las gallinas que, en el fondo de la casa, aportaban a la economía familiar. Mirtha Seppi escribió en facebook: La nena que compaña a Osvaldo es Eugenia, quien, paradójicamente le tiene fobia a las plumas. ¿Será por algo de esto?
RUPERTO Y CÉSAR IMPORTANTES PROTAGONISTAS DE LAS FIESTAS COMUNITARIAS
¿Recuerdan
las fogatas de San Juan? Pues en esas grandes fiestas que convocaban a todo el
vecindario, Ruperto y César eran los líderes que los chicos seguían.
En el libro
CRUZ DEL EJE, UNA HUELLA EN EL SOL Y UN TIEMPO PARA RECORDAR, libro en
el que escribo sobre Cruz del Eje y los recorridos de nuestra infancia y
adolescencia ( Pág. 241) recuerdo
aquellas fogatas que tanto tío Ruperto como César organizaban para deleite de
los más chicos:
En
el libro se dice:
“El día de la fiesta de San Pedro
y San Pablo, entremezclada con San Juan, convocaba a las fogatas.... Niños,
padres y abuelos concurrían a la convocatoria con algo más que elementos
combustibles. Llevaban un mito, una ancestral costumbre.
Papeles, cartones, ramas secas, y aun sentimientos y recuerdos que
habían llegado a su hora de descarte, iban a entregar su tributo a las
llamas...Desde sus alturas las llamaradas parecían saludar a otras lejanas
fogatas que ardían en otros terrenos baldíos, prendidas de la noche...Cenizas.
El corazón se prepara para el retorno. Purificado....Tras su fachada ardiente,
toda una religión, tal vez el inconsciente deseo de alinear el alma colectiva.
Mucho más que un juego: el símbolo de la vitalidad que renace, el equinoccio de
junio...El tiempo y el mundo andando y anudándose en un círculo revitalizador
de la vida, que vuelve eternamente a su rueda...”
“Marta Troncoso, al regresar a Cruz del Eje,
relata: “Después de años de ausencia y coincidiendo la fecha con el día de San
Juan, me incorporé a la fogata de un grupo de chicos e hice votos por dos
promotores de este festejo, hoy ausentes: Ruperto Seppi y su hermano César.
¡Con qué entusiasmo iniciaban
junto a sus hijos, sobrinos y niños del vecindario las actividades preliminares
a estas fiestas de calor y luz! Cuando vi levantarse las llamas sentí esas
presencias, ya lejanas. Pero sus espíritus estaban aquí”.
CÉSAR
César lo siguió a Clemente y así fue a
parar a Malargüe donde estuvieron juntos, después fue a Mendoza y finalmente se
vuelve a Cruz del Eje con su amada esposa, la tía María Sisti, mujer delicada,
de gran finura , hospitalaria, excelente dueña de casa y cocinera.
¿Quién no recuerda los exquisitos platos que
preparaba y el sabor inigualable de sus
pastas caseras?
Esposa amante y madre ternísima supo
despertar el amor de toda la familia.
Ella lo siguió sumisa a César en todos sus
movimientos que siempre giraron en torno a trabajos ferroviarios. De esa
manera encontramos que también
estuvieron en Ríos Gallegos.
Finalmente
se estacionan en Cruz del Eje y viven en la casa paterna de calle General Roca,
herencia que habían compartido con otros hermanos.
Cuando levantan los ferrocarriles en la
época de Frondizi y la tristeza recorre la ciudad invadiendo a todos los
hogares ferroviarios, César se retira y cobra una indemnización con parte de la cual pone un kiosco en la plaza
que lo hace muy popular por los licuados y comidas que se consumían al paso.
Como vemos en César también se cumple la
vocación de rieles en la que se mezcla, finalmente, la que le llega por vía de
los Sisti, los ancestros de tía María, de pura cepa gastronómicos.
Marilé nos recuerda que su abuelo Alberto
Sisti y sus tíos Rodolfo y Dante, siempre se dedicaron a la gastronomía
ocupando importantes lugares en ese codiciado oficio en Mendoza.
Y esa tendencia vocacional es tan fuerte que
es el sello que llevan los descendientes, en su mayoría marcados por el destino
gastronómico como es el caso de los hijos de Norma, Pepo y Marcelo Alejandro. Lo mismo sucede con Federico
Agüero, hijo de Marilé que realizó estudios especiales en Usuahia y actualmente
trabaja en Córdoba.
(Tía
María era muy hospitalaria, extremadamente bondadosa y muy querida por la
sobrinada. En la foto con Osvaldo demostrando su cariño.)
Norma,
Marilé y Cesarito Seppi Sisti
DE
CÉSAR RECORDAMOS ESPECIALMENTE:
Sus
llamadas a través de las tapias: Abraham,
¿estás ahí? ¿Jugamos un partidito de chin chon? Roberto,
¿
Qué hacés que todavía no has venido a visitarme?
Los gritos saltando las tapias, ventilando
relaciones, hablando de hermandad.
Su
amor al ferrocarril, tan ligado a la historia familiar.
su amor por tía maría se mostraba en gestos y actitudes. ¡formaban una
hermosa pareja! y ella, tan dedicada a su hogar, tan buena cocinera, tan cálida
anfitriona hacía, junto a él, muy atractiva su casa. a todos nos gustaba
llegar, compartir un rato con ellos, estar allí, en su comedor tibio en
invierno, bajo los parrales del patio, en verano.
para contarnos más sobre
ellos están aquí norma, marilé y cesarito y quienes han unido sus vidas, ¡hace
tantos años ya! a las suyas: cacho,
carlos y maría elena y tantos
sobrinos que compartieron con cesarito alguna noche de pesca, su gran afición.
¿Quién no
recuerda la figura apacible de César hijo, llamado por los primos Cesarito? Era
una persona querible, tranquila, cuya serenidad en el hablar ponía una nota de
paz en las reuniones familiares.
Cesarito, así lo llamábamos al hijo menor de tío
César María, un primo muy querido que muy temprano se fue a Mendoza, la tierra
de los Sisti.
Nació en Malargüe el 20 de diciembre de 1948 por diferentes traslados de un padre ferroviario, conoció junto a Marilé y Norma la sureña ciudad de Río Gallegos. Luego fue Mendoza y finalmente Cruz del Eje. Muy joven se enamoró y casó con María Elena Rocha. Lo suyo fue la vida de negocios, así fue como tuvo dos bares renombrados en la calle Rivadavia: "Takuba" y "Bar Americano. Años más tarde se dedicó a la construcción con su suegro en Córdoba y allí nació María Belén, su única hija.
Siempre con su familia
a cuestas los Seppi Rocha se radicaron en Mendoza dedicándose también a la
construcción. Sus hermanos cuentan con pesar que fue su apego a la bebida una
gran desgracia para su cuerpo y espíritu, lo que lo llevó a debilitarse y tener
que ser internado, situación que llevó su separación de María Elena. Esto lo destruyó anímicamente, luego vino
un mes a Cruz del Eje pero ya no era el mismo.
Su primer nieto, hijo de Belén, llamado "Danilo", fue un motivo de gran alegría para él transformándose, como él mismo decía en la luz de sus ojos.
Su primer nieto, hijo de Belén, llamado "Danilo", fue un motivo de gran alegría para él transformándose, como él mismo decía en la luz de sus ojos.
Ricardo y Anita, siempre muy cercanos a Marilé, la llevaron a visitarlo
en Mendoza. Allí Cesarito vivía triste y solo en un hotel y una vez por semana
veía a su hija y a su nieto. Días más
tarde de nuestro viaje el 10 de diciembre lo encontraron muerto en la cochera
del hotel.
Dice Marilé:
“Gracias a Ricardo pude despedirme de mi querido hermano, el dolor es indescriptible la sensación de impotencia de no poder ayudarlo porque no quería ni dejaba ser ayudado es dolorosa y cruel me queda la tranquilidad de que está mejor, libre y tranquilo con mamá y papá, seguro que nos encontraremos alguna vez... como lo hicimos en esta vida y así volver a recordarle lo importante y lo mucho que significó para mí, de lo mucho que me ayudó tenerlo en la vida. Todo mi amor para mi hermano a quien recuerdo constantemente”.
“Gracias a Ricardo pude despedirme de mi querido hermano, el dolor es indescriptible la sensación de impotencia de no poder ayudarlo porque no quería ni dejaba ser ayudado es dolorosa y cruel me queda la tranquilidad de que está mejor, libre y tranquilo con mamá y papá, seguro que nos encontraremos alguna vez... como lo hicimos en esta vida y así volver a recordarle lo importante y lo mucho que significó para mí, de lo mucho que me ayudó tenerlo en la vida. Todo mi amor para mi hermano a quien recuerdo constantemente”.
Tía Doly ocupa un lugar especial en la
memoria de muchos sobrinos.
Soltera codiciada pero no resuelta a en
matrimoniarse, por muchos años vivió
alternativamente en la casa de sus hermanos. Era una mujer muy atractiva.
Solidaria, siempre estaba dispuesta a
ayudar y aunque algunas veces las cosas
se le enredaban en las manos muy poco preparadas para los quehaceres
domésticos, (fue la regalona de tía Elisa) ella quería ayudar.
Doly, como la llamábamos los sobrinos mayores
que la sentíamos muy cercana a nuestra edad fue una maestra dedicada. La
imaginamos en la escuela de La Banda, Leopoldo Herrera, dando clases
impecables.
Sus
hermanos sentían por ella un especial
cariño, ése que suele prodigarse a los menores. También dedicación. Será
por eso que tenía siempre, en cada casa,
un lugar destinado a recibirla.
Así se hizo muy cercana de los mayores, en
especial de casa porque, sin que pueda precisar cuántos años fueron, estuvo
viviendo con nosotros algunos años.
(Aparece en la fotografía junto a tía
Rosita y el Negrito Seppi, tan niño aún y tan compañero de Dolly).
En
Buenos Aires encontró el amor y Carlos Kramer se transformó para las chicas de
la familia- en esos tiempos adolescentes-en un personaje romántico que llegaba
en las cartas que Doly leía ocultamente y... ¡que nunca pudimos encontrarle
para la fiesta de nuestra imaginación!
Hoy, 15 de julio de 2006, está en
Buenos Aires y su hijo único, Gustavo, con una actitud cariñosamente
protectora, ha decidido no prestárnosla para esta reunión. ¡Hubiera sido muy
bueno tenerla!
(Nuevamente
con el Negro Dolly, una bella mujer de
ojos claros y cabello ensortijado de un castaño oscuro).
REUNIONES DE LA FAMILIA SEPPI
Fue en
el año 1992, en un club camino al dique de Cruz del Eje.
Estaban
las mayores y algunas mujeres maduras a las que, en este año 2015, hoy, nos
toca ser “las mayores”: Al centro tía Elisa y Tía María.
Alrededor
las primas: Chita, Norma, Chichí y Mirtha a la izquierda; Gladys, Perla,
Marilé, Nidia y Graciela, a la derecha.
NUESTRA REUNIÓN DE 1992
En el año 1992, ¡hace tantos
años!, realizamos nuestra primera reunión de primos Seppi.
Los descendientes de Martín y
Catalina llegaron, como hoy, desde los cuatro puntos cardinales del país:
La Rioja, Buenos Aires, San Juan...
En aquella oportunidad éramos más de
ochenta personas y presidían la mesa Tía Elisa y Tía María, las mayores.
Tenemos sus imágenes grabadas en un video que seguramente veremos. Es una
manera de recuperar sus gestos, sus amadas presencias.
Cacho Salvadores nos recibió con un
exquisito asado y el lugar elegido fue
un club en el camino al dique. No
terminamos de agradecerle a Cacho los esfuerzos que nos hicieron sentir, ¡a
tantos primos y descendencias!, tan bien acogidos.
Todos recordamos aquella fiesta por
el sentimiento fraterno que nos unió. Además, el clima de natural algarabía, se
vio encendido aun más por las anécdotas que empezaron a rodar. Historias
vividas que soltaron abundantes
carcajadas cuando, entre otros, el Negro Seppi, de gran habilidad narradora, desgranó entre otras, pedazos de
la historia del ferrocarril metido en nuestras casas, papá y los tíos con
sus costumbres, sus valores, el sentido de la honestidad y de la palabra
empeñada.
Pues así,
hablando de honradez se acordó de la
circunstancia que lo llevó a devolver
una billetera con varios miles, cuando
salió a hacer ventas con el tío Rosende en Buenos Aires, el doble discurso
venido de los mayores y que tanto pesa en las conductas. ¿Devolver o no? Pues él demostró una ejemplar
honradez que fue ponderada por el periodismo porteño.
La tarde pasó entre risas y alguna
lágrima que despertó el recuerdo de nuestros muertos queridos: Abraham, César, Ruperto, Martín, Clemente, Argelia, Antonia, Elsa que ya por
ese año habían desaparecido.
Sólo tía Elisa, Doly, y María, considerada una hermana por todos,
permanecían.
La fiesta terminó entre promesas de
un próximo encuentro. Sin embargo han pasado catorce años y la prometida reunión vino a darse recién en
EL 15 DE JULIO DEL 2006
Los
que tenemos la suerte de ir llegando- podemos volver la memoria hacia la
reunión de julio del 2006. Fue un
encuentro afectivo de gran intensidad. Previamente a la gran reunión, que fue
en la parrilla “El catamarqueño”- adonde Cacho Salvadores, con su reconocida
capacidad organizativa nos esperaba con mesas bien preparadas- nos encontramos
por grupos y según íbamos llegando en hoteles, bares, confiterías, casas de
familia, como la de Marilé, que siempre está dispuesta para recibir y que se ha
colocado justo a la entrada de la ciudad, invitando al mate o algo fresco.
Después
fue la alegría de cada encuentro, la llegada de los sanjuaninos, Chita y
Antonio, que llegaron cargando panecillos de dulce de membrillo y Beba y
Ricardo Albarracín, que nos ofrecieron riquísimos alfajores y también Inés,
esposa de Hugo y su hijo Hugo Daniel.
De
la Rioja llegó Rubén y Graciela, de
Buenos Aires, Chichí y Nidia Rivero y su hija Silvia, que llamó mucho la
atención por la esbeltez de su figura.
Fue un gusto conocer y disfrutar de la
compañía de Edgardo Musi, hijo de Perla Rosende Seppi y Horacio Musi y Civa, su
bonita esposa brasileña, cautivadores ambos tanto por su linda presencia como
por su entretenida conversación.
En el almuerzo, riquísimo, no faltó nada para
abastecer y satisfacer las apetencias del cuerpo, tampoco para la emoción
porque entre nosotros estaban hijos y nietos, entusiasmados, contagiados de la
alegría de los mayores, intercambiando saludos con primos con los que se
sentían más o menos cercanos, más o menos conocidos pero con los que se unieron
llevados por la corriente afectiva que reinaba en el lugar.
Las presencias novedosas fueron:
Graciela, hija de
Martín y Rosita que llegaba por primera vez a Cruz del Eje y que se abrazaba
por primera vez con la mayoría de los primos. Tuvieron que pasar muchos años-
¿cuarenta, cincuenta? para que conociera a los descendientes de los hermanos de
su padre. Fue muy emotivo el encuentro, hermoso conocer su alma limpia a través de
unos ojos claros, ¿celestes?, ¿verdes?, que saben mirar de frente.
Inés Dora Pérez, esposa de Hugo Seppi,
llegó desde San Juan trayéndonos junto a la tonada inconfundible y a la
delicadeza que recordábamos le pertenecía, el recuerdo de un primo que dejó muy
temprano la vida privándonos así de una presencia festiva y llena de gracia en
el decir.
Hugo
Daniel Seppi,
hijo de Hugo Clemente Seppi, llegó también desde San Juan y nos pareció que
teníamos a su padre ante nosotros. Tanto puede el poder de la herencia, la
fuerza de los rasgos transmitidos.
Edgardo
Musi,
hijo de Perla y Horacio Musi, cautivó con su palabra fácil, oportuna y cargada
de conocimientos. Civa, su esposa, fue, entre nosotros una Seppi más.
La
reunión se desarrolló en el clima festivo que producen los encuentros profundos
y se prolongó durante todo el día. Después del almuerzo los más jóvenes se
dedicaron a actualizar el árbol familiar que había sido colocado en una pared.
El resultado de su trabajo fue cargarlo de frondosidad.
¡Tanto
han crecido las ramas!, ¡tantos nuevos nombres ha dado al apellido Seppi y las
diversas uniones que se han ido produciendo!
Alberto, Rubén Seppi y Rubén Fernández (hijo),
habían conocido la tierra donde nació el abuelo Martín. Rubén Seppi compartió
una película de su viaje por Yufré, con vistas conmovedoras, allí estaba la
vieja casa que cobijó la infancia del abuelo Martín, bisabuelo de nuestros
hijos, tatarabuelo de nuestros nietos.
Alberto
Seppi nos dio una lección al referirnos lo siguiente:
“El abuelo Martín vivía en una región
Austro- Húngara que se transforma en italiana por un tratado de ambos países en
1822.
En esta zona había una gran dedicación y
preparación para la construcción de ferrocarriles en los Alpes lo que fue para el abuelo Martín una
verdadera vocación y salida laboral que le permitió, al emigrar a la Argentina,
aplicar los conocimientos y experiencias adquiridos en la construcción de
líneas férreas.
Cerca de 1780 hay
una gran inundación proveniente de las aguas que vertían los Alpes, lo que
provoca la dispersión de muchos pobladores de la zona. Con la mirada puesta en
América, Martín y su hermano emigran recalando en Buenos Aires.
Lo que deseo destacar es que los Seppi eran
gente laburadora, de gran empuje. Características éstas que habrán sido
heredadas en mayor o menor medida por los descendientes”.
-------------------
Por
su parte Rubén Fernández Seppi, que también buscó y recorrió la zona en que
vivieron los Seppi, relata:
“El párroco de Yufré me acompañó y mostró
partidas de nacimiento, fue muy amable conmigo y me hizo notar que los Seppi
abundan en el lugar “Aquí tuto es Seppi”- repetía.
Cuando llegué a
la casa donde había vivido el abuelo de ustedes, es decir mi bisabuelo Martín
me encontré con una inscripción: MASO SEPPI-1584 MS- 1728.”
Luego Rubén muestra algunas fotografías que
amplía Rubén Seppi que había filmado el lugar.
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Fue
a mitad de la reunión cuando se repartió la publicación que ahora nos dedicamos
a ampliar y que generó tal entusiasmo que ahora, en las vísperas de una nueva
reunión para el mes de julio de 2009, nos convoca a ampliar y actualizar.
En
aquella publicación, base de la que ahora tenemos en las manos decíamos:
“Estamos
seguros de que en esta nueva reunión de familiares SEPPI habrá muchos más asistentes. Hay un gran
entusiasmo por participar y son muchos
los que han prometido su asistencia. Además,
nos han llegado muchos nietos, hermosos y sanos niños que nos prolongan
la vida, que quieren saber, y a los que les hace bien conocer la historia.
Recordaremos a los ausentes, sobre
todo a las tías Elisa y María,
fallecidas últimamente, y también a Roberto, El Gordito, que supo adentrase tan
profundamente en nuestro corazón.
Y qué decir de Rubén, amado por cuantos
lo conocieron por su gentileza y caballerosidad. Él, tanto como Cristina Vivo,
esposa del negro y Verónica, su hija, son una presencia viva.
Un homenaje a Jorge y a Caty, a quienes
siempre llevaremos en el recuerdo.
Ahora, 26 de julio de 2009, decimos lo mismo: Estamos seguros de que habrá muchos más asistentes, tanto porque los ecos del encuentro anterior han despertado el interés de estar, de no perdérselo, como porque han nacido nuevas vidas y los niños y los adolescentes de hace unos años han crecido, algunos se han casado, han sido padres y vienen ahora enriquecidos con nuevas presencias.
¿No es, acaso, un maravilloso ejemplo
el abrazo que nos juntó a tantos y que la cámara dejó impreso cuando se
encontraron Ricardo Romero y el Negro Seppi?
Hugo Viano, atrás, observa complacido.
Al
despedirse, Edgardo Musi dejó escrito:
”Los
Seppi tienen una semilla de amor ejemplar. Me voy contento y reactivado por una
actitud que, en un mundo dominado por el poder del consumo, es poco frecuente
y difícil de encontrar.
Seguramente el abuelo Seppi y su mujer transmitieron lo más sutil y
difícil: el cariño familiar y los chicos que estuvieron hoy aquí van a
recibirlo y transmitirlo”.
EN LA REUNIÓN DE 2006 DIJIMOS:
“Hoy estamos aquí convocados por el apellido Seppi.
Tal vez tampoco antes lo pensamos pero ahora
que lo tenemos en los labios podemos sentir cuánto rumor tiene, cuántas empatías
despierta el pronunciarlo, qué sonoroso es. Sale de la boca como un
campanilleo, gracioso, titilante.
Nombra a Italia, habla de la
aventura inmigrante, suena a mar Tirreno, a la belleza alpina, tiene los rumores que transmitían los pinares de las montañas y la
verdura de una vegetación generosa. Porque así era la Italia de la que
descendemos, la que vio el abuelo que se vino con sus retinas y su alma cargadas de reminiscencias de su
tierra natal.
Estamos aquí, este 15 de julio del
año 2006 para juntar recuerdos y reconstruir la gran historia de la familia.
Y si hablamos de herencia, de
gestos, de rasgos que distinguen a nuestra familia, surge uno mayor: el de
la fraternidad. Nada más caro para los Seppi- con
todo el significado del “caro” “carísimo” italiano- que el sentimiento de amor
al hermano”.
OSVALDO ESCRIBIÓ EN LA REUNIÓN DE 2006 SOBRE LA
FAMILIA:
“Quiero
dejar constancia de mis mejores recuerdos: El mayor: Mis padres, por todo!!!!
Otro
recuerdo: Mi tía María, por su afecto y amor. Mi tío César y nuestras pescas en
el dique.
Otro:
Las pizzas de tía Antonia !!! Otro: Las charlas y los gritos de la familia en
las tapias.
Otro:
La quinta del tío Abraham y la venta de mandarinas”.
REFLEXIONES
Cuando leemos las biografías de nuestros padres, los hijos de Martín, el
fundador de la familia en la Argentina, los abuelos de nuestros hijos, y
bisabuelos de nuestros nietos, sentimos el corazón invadido de orgullo. Hay un
rasgo común que distingue a los SEPPI, una particular fuerza vital, una energía
creciente, un espíritu batallador, y gran capacidad de llevar adelante
proyectos y grandes aspiraciones. Nuestros ancestros eran gente aspirante,
luchadora, fuerte. Desechaban la mediocridad, querían ser más y dejarnos una
herencia mayor, no en bienes- que en mayor o menor medida dejaron- no en
títulos nobiliarios, que nunca poseyeron, sino en potencia vital, en ejemplo de capacidad luchadora, de
esfuerzo, de perseverancia y de acendrado sentido del honor, del valor de la
palabra empeñada.
Reconocernos que esas características
nos fortalecen y nos permiten decirle a los que nos siguen: LA VIDA VALE LA
PENA Y VALE LA PENA EL ESFUERZO, EL MIRAR HACIA DELANTE, EL PROPONERSE GRANDES,
HEROICAS METAS.
Vale la pena, chicos. Llénense de
vigor, de convicción de fuerzas y cumplan con su destino sin amodorrarse en la
comodidad ni en la pereza, sin estancarse en las conquistas fáciles, sin
confundirse, sin dejarse engañar por los vanos, superficiales y hedonistas cantos de sirena de
estos nuevos tiempos que ofrecen un placer inmediato pero fugaz.
Si los que estuvieron antes que
nosotros pudieron superar tremendas crisis, cruzar el vasto y peligroso océano
vaya a saber en qué condiciones y en qué estado de incomodidad y sufrimiento,
si supieron, en fin honrar la vida, ¿Por
qué no habría de hacerlo cada uno de nosotros cuando hay tanto nuevo que nos
permite cumplir con un gran destino apoyado en una vida de más calidad y
recursos como los que se nos ofrecen?
Abraham
Maslow, reconocido filósofo de este siglo propone su famosa “Pirámide de las
necesidades humanas” para que ascendamos por sus peldaños hasta la más
ambiciosa cúspide final, la que logran los pocos hombres que llevan adelante
una vida con profundo significado, para ellos, para la sociedad..
De
esa manera-dice- satisfechas las necesidades básicas de alimentación, abrigo y
techo, el hombre debe aspirar a la mejor relación con los otros, al
encuentro y satisfacción de su vocación y a la comprensión e identificación con los
otros humanos.
Rubén
Seppi pasó un cuidado video sobre su estada en Ruffré.
Allí,
ante imágenes que nos muestran la vieja casa donde vivió el abuelo junto a sus
hermanos, las calles, muchas de ellas con el nombre “Seppi”, que se repite
en farmacias, negocios varios. Y la casa
con su pesebre donde los animales eran cuidados y protegidos como miembros
familiares.
La familia va llegando a la reunión. En la vereda de “El catamarqueño” se dieron los primeros encuentros. Cesarito al centro. ¡Por Dios! Él también nos falta ahora. Atrás, al lado de Chichí, Beba, la mayor de las primas Seppi, Beba, cuyo delicado, grato, hermoso recuerdo quedó en nosotros.
Se
destaca Chichí Rosende. Están Cistina, Rubén Seppi, Osvaldo, Mirtha, Dora Inés
Pérez, esposa de Hugo Seppi, de San Juan, Alberto, Antonio Martínez y Chita,
Gladys, Bety, Marilé, Fernando Seppi, Federico Viano, Carlos Agüero, Hugo
Viano, Félix Panero, Beba, Ricardo Romero, Hugo Daniel Seppi, hijo de Hugo e
Inés, de San Juan.
Se
suman las presencias e Ana Paula Seppi, Graciela de Seppi, Claudia Agüero,
Silvina.
Tantas presencias, ¿de dos tres,
cuatro generaciones? Allí los que vamos cruzando varias decenas de años,
algunos que ya no están, y las ramas tiernas que prometen llegar al mejor de
los cielos. Alberto saluda desde atrás, Cacho salvadores no termina de acomodar
a uno de sus nietos. Beba, Chichí, Marilé… ¡tantos).
Rubén
Seppi, Carina Fernández Seppi, Norma Seppi de Salvadores su hermosa nuera y
esas niñas que ya son jóvenes veintiañeras, como Laurita González, por ejemplo.
Los
primos de la segunda generación. Como vemos, un montón que se harán muchos más
para nuestras próximas reuniones.
ANÉCDOTAS QUE SE CONTARON EN LA REUNIÓN DE 2006
(Ahora nos
preparamos para escuchar el relato de anécdotas familiares, un plato jugoso de
la reunión)
Indudablemente el Negro Seppi es un gran
narrador. Cuando él empieza a contar suele formarse una gran rueda en la que la
sobrinada compite por ganar el lugar más cercano a su voz. Y ante el “dale,
Negro, contanos” él empieza con sus recuerdos a los que salpica con una buena
dosis de exuberante imaginación, con mucha gracia y un excelente manejo del
suspenso.
Todos reímos mucho al escucharlo
pero sobre todo, gracias a su capacidad para hacernos viajar a los tiempos que fueron, recuperamos las
presencias tan amadas de padres y tíos, los que ya no están con nosotros, y
podemos volver a verlos en su andar cotidiano, haciendo, diciendo, amonestando,
y sobre todo accionando para adelante porque todos los Seppi que nos
precedieron han tenido un motor ponderable que los puso en marcha hacia el
futuro.
Pero hablábamos de los relatos del Negro,
como le decimos aunque su nombre escasamente pronunciado es Julio César.
Acá
va uno de sus recuerdos:
“Papá era un hombre muy, pero muy
honrado, de esos que ya no se encuentran. Un día llegué con una hondera a casa.
Una pedrada aquí, otra allá. Estaba chocho. La verdad es que no sé en qué buen
canje con mis amigos me la había ganado. Escuchen bien: me la había ganado en
buena ley, dije.
Cuando llegué a casa, papá empezó con sus preguntas: ¿de dónde sacaste
esa hondera?, ¿Quién te la dio? ¿Qué vas a hacer con ella?
Me apuró tanto que yo también me apuré
en contestar: Me la dio el Dante Anderlini, dije.
¿Pueden creer que papá se fue
a su casa a preguntarle? ¿Se acuerdan de
los Anderlini? Vivían en la esquina de casa, bien cerquita, claro.
Mi amigo, desprevenido sólo atinó
a contestarle: “yo qué sé” y entonces papá se me vino al humo, y como yo
insistía que alguien me la dio pero no sabía el nombre de ese alguien, me
obligó a tirarla.
(Ya van viendo cómo era papá.)
Otro día me mando a llevar unas mandarinas a un vecino. El viejo me
agradeció y me dijo: “toma, pibe, comprate algo”. Apenas vio las monedas papá
se enfureció: ¿por qué te las dio si las mandarinas eran regaladas? Anda ya
mismo a devolvérselas! Y allá fui yo, cabeza baja. Señor, por favor,
recíbamelas si no me van a dar unos buenos guascazos.
Será por eso que otro día cualquiera vi unas monedas en el piso, en la
calle, en una vereda. Las esquivé, miré para otro lado. ¡No quería más líos!
Un verano de esos ya lejanos llegó tía
Elsa y me invitó a su casa de Libertad, en Buenos Aires.
El tío Rosende salía con su
rastrojero y vendía no sé qué. Yo, que lo acompañaba en una ocasión, me quedé
solo en el comedor de un hotel mientras él hacía sus trámites.
De pronto lo vi. En un rincón, debajo de una mesa, un gran portafolios
marrón. Miré para todos lados. Nadie. Allá lejos andaba el mozo distraído así
que me levanté y me traje el portafolios a mi mesa.
Temblaba, tenía las manos
sudorosas pero, venciendo mi miedo, lo abrí.
¡Estaba lleno de billetes! Me levanté despacio, me fui a mi habitación,
lo escondí.
Faltaban varias horas para que el tío Manuel
regresara. ¿Qué podía hacer? Era apenas un niño de doce años. Y estaba en
Buenos Aires.
Le pregunté al mozo por alguna
comisaría y él me indicó, estaba cerca,
y allí fui.
-Señor, encontré mucho dinero….
-Sí, bueno, traelo acá, nosotros nos encargamos.
-No, señor, acá no lo traigo, ayúdenme a encontrar al dueño… acá no lo
traigo, les repetí a varios canas que se habían juntado….
Me empeciné y se dieron cuenta.
Cuando llegué al gran hall del
hotel me vi rodeado de periodistas.
-Así que encontraste dinero, pibe, así que sólo se lo darás al dueño. ¿ y cómo vas a hacer para encontrarlo?
No sé cómo hice pero en seguida me encontré con un montón de
reclamadores.
- Es mío, es mío- decían varios a la vez.
-A ver, señor, ¿cómo era su portafolios….?
-Es negro…
-No, señor, que pase el que sigue.
Así pasaron como diez hasta que llegó uno
que iba respondiendo a los datos, marrón, de este tamaño, , ¿qué tiene adentro?
Miles de pesos, ¿cuántos? Ciento treinta
mil. Justito. Así que se llevó el portafolios
El diario local destacó el hecho con una gran titular: EJEMPLAR GESTO DE
UN NIÑO.
Papá también anotó en el libro de la familia:
GESTO EJEMPLAR DE MI HIJO MAYOR. Y
pegó, orgulloso el recorte del diario.
Lo que papá no sabía es que aquella vez,
cuando el tío llegó al hotel y vio tanto
alboroto y se enteró del por qué del revuelo, casi se muere de un ataque de
nervios. “Pero, Negro, ¿Por qué me hiciste eso?- me reclamaba- Yo ando tras un
mango y vos te ponés a devolver miles de
pesos. ¡Por lo menos hubieras aceptado la recompensa, carajo”. – me retó
enojado.
Nunca supo mi tío Manuel que aquel hombre, agradecido me ofreció el 10%
del dinero como retribución, y que yo, sintiéndome un héroe o tal vez por las
lecciones que mi padre me venía dando sólo atiné a decir:
“No, no, gracias, no quiero ni un peso”.
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Día de pesca.
Osvaldo
cuenta cuando todos estamos en el murallón del dique:
“Tío césar prepara su caja de
pesca. Es un aficionado apasionado y lleva en ella elementos sofisticados para
una pesca perfecta.
Ha invitado a papá con
insistencia:
-“Vamos, Ruperto, acompañame, ¿qué te cuesta?”.
Papá se resigna, Sí, César, bueno,
te acompaño.
Y así va, munido con elementos que
improvisa como un palo de escoba en reemplazo de la caña que no encuentra - exagera
Osvaldo.
En el bote reina el silencio. César, inmóvil sólo tiene atención al
pique y parece llamar a los peces con su
mirada. De vez en cuando Ruperto intenta un comentario, pero mandado a callar,
tira, resignado la caña, siente el
tirón, levanta su improvisado palo y saca. Saca y saca peces y más peces, de
todos los tamaños y colores, cada vez
más grandes.
Su
cosecha crece. César, nada.
Finalmente, la paciencia de César estalla: “No te invito más, carajo, te estás llevando
todos los peces que me tocaban a mí.”
HAY
MÁS HISTORIAS FAMILIARES QUE VAN APARECIENDO EN FACEBOOK
Alguien contó una de las historias
familiares más resonantes en la vida familiar. Se trata de un tío Seppi que dejó a una novia en
el altar, con el gran banquete preparado para la boda. Lo que podemos agregar
es que fue Abraham, de espíritu aventurero que, habiendo sido obligado a
desposar a una hermosa chica de Soto por los hermanos que sentían que su honor
había sido agraviado, lo amenazaron a punta de pistola. Un día,- agrega a su
relato el negro- aparecieron en casa del abuelo cuatro tipos armados hasta los
dientes. Cuando apareció papá le dijeron: “Te casás con nuestra hermana o ya sabés lo que te espera”. La preparación
de la boda fue inminente. Lechones, empanadas, pavos y gallinas fueron a parar
al asador. Pero Abraham, que sólo iba a casarse por la presión de las
amenazas, lo consultó con su padre, el
abuelo Martín y él lo aconsejó con sabias palabras: “Si no la amás, no te
casés, hijo. El matrimonio es para toda la vida y si amándose resulta difícil,
¿qué se puede esperar de un matrimonio sin amor?
Abrahan, entonces,
ante la eminencia de la boda y la amenaza real de los familiares de la novia
que más que nada se cuidaban del qué dirán,
se decidió a huir y lo hizo. Algunos dicen que fue en una zorra ( así le
decían a los coches del ferrocarril, otros que salió huyendo de Cruz del Eje escondido
en el baúl de un auto y que por varios años estuvo en Comodoro Rivadavia de
donde regresó para casarse con María Luisa Méndez López, la maestra que había
llegado desde Córdoba a Cruz del Eje, con quien definitivamente se unió. ¿Quién fue? Creemos que Abraham porque el
suceso fue muy comentado en Cruz del eje y porque el de un secuestro de una
familiar político también familiar de Bartolome Mitré, o el triste y ya
entonces mediático asesinato del marido de una familiar, o la de los Seppi
artesanos que trabajaban en los grandes castillos europeos, las anécdotas de
los Seppi con el ex Presidente de la Nación Don Arturo Humberto Illia, tío de
la Esposa de uno de nuestros primos, etc.
DESPUÉS DE
LA REUNIÓN NOS FUIMOS A LA CASA DEL NEGRO SEPPI
Tres generaciones estuvieron
presentes: en la fotografía, los nietos de Martín y Catalina, los bisnietos, es
decir los hijos de los nietos y los tataranietos, es decir lo nietos de los
nietos.
ANTE LA POSIBILIDAD DE
REUNIRNOS EN JULIO DEL 2009
Ante
la llegada inminente de nuestro próximo encuentro, programado para este 26 de
julio de 2009 con la idea de recordar a Osvaldo y de rendirle nuestro afectuoso
homenaje, deseamos decir.
Fue estimulante, y hasta muy apasionante, escribir esta historia familiar.
Fue como recorrer el curso de un río desde
su origen en una región alta, tanto como puede serlo la zona montañosa del
norte de Italia, colindante con los imperios Austro- Húngaros, y seguirlo en su
largo y extendido curso. Una corriente a la que se unió y van uniendo infinidad
de nuevos afluentes, otras costumbres, otras vidas. Nuevas maneras de ver el
mundo y enfrentar la vida por lo que podemos hablar de una corriente siempre
enriquecida.
En el origen remoto, zona paradisíaca de
verdes valles en los que se ahondan elevados picos nevados, se inicia el
trayecto.
Un gringo valeroso y bien preparado para
sostenerse en las batallas de la vida emprende la marcha, como un inmigrante
más, hacia la Argentina, tierra prometida.
Tal vez lo tentó a quedarse la belleza de las
playas de Brasil o de otros lugares en los que atracaba el barco en el que
venía como inmigrante pero vaya a saber por qué designio siguió viaje hasta
Buenos Aires y de allí, atravesando las pampas desoladas , a Córdoba para
terminar llegando a Cruz del Eje.
¡Particular
destino! Fue su decisión, la de un solo hombre, nuestro
principal ancestro, la que marcó nuestro propio nacimiento. Sí, la de cada uno
de los que llevamos, mezclada con otras sangres, la suya.
Tal vez si se hubiera quedado en Brasil…
decimos… Tal vez… Pero no se quedó allí ni tampoco en Buenos Aires y siguió
hacia el interior, hacia la zona más desértica y despoblada del país adonde
pudiera aplicar los conocimientos que había adquirido sobre el tendido de
líneas férreas. Martín fue hacia donde
se lo necesitaba para las obras ferroviarias.
Entonces
suponemos otros destinos que incluyen, por cierto, a nuestras vidas: tal vez si
se hubiera quedado en Buenos Aires….Seguramente hubiera sido otra su suerte y
la de cada uno de nosotros. Pero Martino Seppi se internó en un país que
empezaba a hacerse, encontró a la mujer que sería su compañera, Catalina, y
empezó a extender las líneas férreas que
comunicarían los lugares más inhóspitos del país- como son los llanos riojanos
y finalmente cruzdelejeños- con la capital argentina.
Sabemos cuánto marcó su vida, la de sus hijos, advertimos la fuerza de su
empuje, la fuerza del carácter que le permitió llevar el ferrocarril de un punto a otro, como trofeos que va poniendo y ganando un conquistador que
vence el espacio y lo hace más cercano.
Martín Seppi debió ser muy fuerte. Catalina
Agüero muy sumisa. Una dupla perfecta como para dar al mundo hijos de gran
empuje.
De ellos nacimos los que nos llamamos “los
primos Seppi” y de nosotros sus
bisnietos y de ellos sus tataranietos. Una estirpe de luchadores que se
fortalecerán aún más conociendo la
fuerza de su origen, gente de lucha, gente de trabajo, gente dispuesta a ser
más, como dice Marilyn Ferguson, la autora que citamos al comienzo.
Gente que crece, que aprovecha los legados
familiares, y que timonea su destino, sabiendo que de cada uno depende- más que
de la suerte, más que de las herencias materiales recibidas, llevar adelante
una vida digna y plenamente vivida, lo que significa- de eso habla Martín
Seligman en su libro “La verdadera
felicidad”- construir una vida con sentido y significado.
En la fotografía que sigue aparecen los
nietos de Martin, la segunda generación Seppi, después de Martín, por cierto.
Al lado de Norma Marilé, Beba, Chita,
Bety, Gladys Rubén, Alberto, Osvaldo, Chichí, Cristina y Mirtha. Faltan algunos que andaban por ahí como
Ricardo Romero y el Negro, Muchos hoy ya no están o no se sienten con fuerzas
para asistir a la reunión de 2015.
Los nietos, bisnietos y tataranietos de
Martín y Catalina
Tal como nos sucede a muchos de los
primos, que ya somos abuelos, la
preocupación por el destino de la descendencia debe haber estado presente en la
mente y en el corazón del abuelo Martín, sobre todo en él que quedó viudo tan joven y a cargo de diez hijos.
Por eso, nos preguntamos qué habría sentido si hubiera visto cómo y de qué manera
ha crecido su familia, si pudiera haber
vislumbrado la progresión geométrica que multiplicó el grupo inicial que
formaron con Catalina.
De dos….¡tantos!- se hubiera dicho
orgullosos y complacido.
Y
no es para menos. Tanta vida haciéndose más vida, multiplicándose y creciendo, adaptándose a los nuevos y
cambiantes tiempos, luchando para satisfacer las necesidades básicas de
alimentación, abrigo, techo y superándose más y más hasta que llegado al logro
de cumplir con la vocación o llamado interno que cada uno tiene, cada uno se
pudo dar al mundo, a la sociedad a que pertenece.
Seguramente el abuelo Martín hubiera estado
muy satisfecho. También Catalina.
Ya desde la primera generación, la de sus
hijos, se mostró una familia potente, ramas sanas, brotes esplendorosos. Ya en
sus hijos pudo vislumbrar a los hijos que iban realizándose, cumpliendo su
destino. Muchos de ellos fueron ferroviarios
como él, grandes administradores, otros
como tía Dolly fueron educadores, muchas de las mujeres sabias conductoras de su hogar y todos
estudiaron y crecieron y entregaron en
el lugar en que les tocó actuar un trabajo eficiente y responsable.
Ahora, a cuatro y cinco generaciones después
se van viendo fecundos frutos. Muchos en la familia han seguido, como Martín
Seppi, la carrera de la construcción, su principal oficio, y la de la
agricultura, que cultivó, según documentaciones estando en la zona de los
llanos riojanos.
Sabemos que sus hijos fueron no sólo
ferroviarios sino habilidosos hacedores
manuales y, en el caso de Abraham y Clemente
grandes agricultores y activos miembros de la sociedad: Abraham como
Presidente del Jockey Club de Cruz del Eje, a Clemente como Intendente de la
pujante sociedad de Albardón. ¡Sí que vio logros!
Entre sus nietos, Osvaldo Seppi y su
hermano Rubén, estudiaron ingeniería y
Guillermo Romero es un brillante ingeniero de la rama de la electrónica que trabaja en Boston, Estados Unidos.
También se ha dedicado a la construcción
el Negro, que, aunque dejó la carrera, es un gran e ingenioso constructor cuyas obras
dejan boquiabierto a más de un profesional egresado de la Universidad, tarea
que secunda su hijo mayor, Pablo.
Están los que se han interesado
por la abogacía como Ricardo Romero
y otros a la economía como Mirtha
Seppi que es una exitosa contadora.
No
faltan los que han estudiado carreras referentes a la salud como Gustavo Kramer, Bety y Alberto Seppi que son médicos y
Cristina, que estudió bioquímica si bien se ha desempeñado como farmacéutica.
Le
hubiera satisfecho saber que Chita, Carlos Romero, Chicha Rosende y Gladys son
o han ejercido como docentes del nivel
primario y/o secundario, Marilé se jubiló como profesora y directora de Jardín de Infantes, todos amantes de la
transmisión del conocimiento a los niños y jóvenes, lo que han hecho con dedicación en la Escuela Normal
de Cruz del Eje, y en la Escuela de las
Monjas, cuyos orígenes él conoció.
La vocación volcada al arte de construir
se ha continuado también en la mayoría de
sus bisnietos. Al repasar los numerosos nombres del árbol familiar
descubrimos que muchos de ellos está cursando o ha cursado y obtenido algún título referido a la
construcción como arquitectura, ingeniería
civil y electro mecánica
y otros están cursando la carrera: Graciela Albarracín, es arquitecta y se
desempeña en San Juan, su hermano Ricardo ha cursado la carrera de técnico
constructor, aunque parece haberse impuesto otra de las vocaciones que andan en
nuestra sangre y se desempeña como administrador de un hospital. Rubén
Fernández Seppi- así firma, está dirigiendo la ejecución de un camino que cruza
a Clhile por Las Lajas, Mauro
Viano, recibido de arquitecto dirige
importantes obras en Córdoba. Lo mismo sucede con Luis Seppi y Zafira Seppi,
Fernando Seppi dirige actualmente una importante ampliación en el
aeropuerto de Córdoba y Andrés Remy, que
participó en el proyecto de las Torres Gemelas, ha diseñado importantes casas
en Buenos Aires,.
Son muchos los bisnietos que desempeñan en el campo de la agronomía y el comercio el ejercicio de su vocación como es el caso
de Leandro Viano, flamante ingeniero agrónomo
y Lutecia Seppi que cumple esas tareas en Totoral, y en el campo comercial Rodrigo Fernández,
economista y magister en Finanzas, cumple esas tareas en Neuquén, Mario
Salvadores se desempeña como contador en Córdoba y lo mismo hace Lucrecia Viano, dirigiendo la empresa
familiar. Alejandro Salvadores y sus hermanos Marcelo y Cecilia y Alberto
Agüero y Federico descuellan como habilísimos y exitosos comerciantes en Cruz
del Eje y Córdoba.
Son escasos los descendientes que se
han dedicado a la medicina: Edgardo
Musi, es médico cirujano plástico. Federico Viano se desempeña con gran éxito
en el Sanatorio Allende de Córdoba, Ramiro Remy es de los escasos dedicados a
la odontología y Eugenia Seppi es médica de niños en Cruz del Eje, Capilla del
Monte y otras ciudades aledañas como Soto,
Carlos Martínez Seppi se dedica a la medicina.
En tanto Hugo Daniel Seppi, en San Juan y
Carina Fernández y Paula Seppi, en Córdoba, ejercen como psicólogos.
¿Qué podemos decir de los abogados bisnietos de Martín Seppi? Los
buscamos en el gran árbol y encontramos a muy escasos. Juan Carlos Fernández se
desempeña como Secretario en el Tribunal Electoral de Neuquén, Gastón Remy es Presidente de las empresas Down.
Nadia,
abogada, dirige un instituto de estimulación para el aprendizaje de niños en
Australia y Sebastián Remy trabaja con sus padres en la Empresa Kránex.
Los hijos de Ricardo Romero, Julián y Flavia, son flamantes abogados y
trabajan con su padre, en Córdoba.
En cuanto al cultivo del arte destacamos la actuación de Diego Martín Seppi, hijo de Osvaldo
que se perfecciona en la profesión de
fotografía y cineasta, habiendo filmado importantes películas que fueron vistas
por miles de jóvenes en el Cine Club Córdoba.
Gabriela Fernández, da conciertos y ha cumplido numerosas
actuaciones ya como solista o acompañante de cantantes, violinistas, etcétera.
Gabriela da clases de piano en el Conservatorio Provincial de Música de Córdoba
y en la Universidad de Córdoba.
Abarcar la vida de los numerosos bisnietos de
Martín y Catalina se vuelve una tarea difícil de cumplimentar acabadamente,
porque así como la familia se ha multiplicado,
y tal como sucede con las ramas de cualquier árbol, muchas de ellas se han
ido lejos. Por eso muchos datos se nos escapan esta vez, pero este libro
queda abierto a nuevas ediciones y
aportes de datos.
La
cercanía me permite destacar que en el campo del deporte encuentro escasas intervenciones. Silvina Fernández estudió
Psicología Social y Turismo y Hotelería pero su principal
desempeño es como Profesora de Tenis.
De manera que quien, llegado a Neuquén pregunte por ella la encontrará
fácilmente. Silvina y su esposo Fernando dan sus clases de sol a sol en las
canchas ubicadas en la Avenida Argentina de la mencionada ciudad.
La vida de los Seppi se hace más rica
y potente con la suma de nuevos y
vigorosos aportes.
Alejandra, hija de Chichí, Graciela,
hija de Perla, Marita, hija de Chita,
Carina, hija de Gladys, Claudia y Carolina, hijas de Marilé son
educadoras.
Se
prepara para ser profesora de letras Alejandra Seppi Garay, hija de Roberto y
Adriana y, dada su especial inteligencia le auguramos una vida profesional muy
exitosa.
Abogados
y deportistas, docentes, ingenieros, arquitectos, comerciantes, expertos
chef….no era intención de poblar estos escritos con datos que pueden ser
abrumadores pero, puestos a sugerir en cuántos sucesores ha influido la
vocación del que inició en la Argentina nuestro apellido, han surgido estos
aportes que desean ser totalmente abarcativos- y creo que no lo son- pero que reflejan el impulso que
cada núcleo familiar ha dado y va dando a sus hijos para continuar un derrotero
que desde siglos atrás nos viene señalado, mejor decir: apuntalando, dando
fuerzas, empujando, siempre hacia delante y con la convicción de que de nada
valen los laureles conseguidos por los antepasados si no sabemos o podemos conservarlos y reverdecerlos con nuestro
propio esfuerzo, trabajo, estudio y capacidad. Y ése es un privilegio de la
familia: proponerse el crecimiento personal, el propio, que es el que realmente
honra al ser humano.
Las fotos han empezado a llegar. A todos nos satisface aparecer en este libro de familia. Sin embargo aún esperamos las de primos y familias que no han acudido aún al llamado. Por ese motivo faltan anécdotas y fotografías de su familia y datos sobre hijos y nietos.
Van acá algunas de las recibidas
últimamente que serán útiles, seguramente para conocernos más.
(Tío César baila en el casamiento de Adriana Garay Ángel Roberto Seppi.
Fue en una noche
espléndida, en la casa de la abuela de la novia.
Los tíos,
felices, festejan el encuentro de la pareja y auguran una felicidad que fue muy
cierta).
Tío César,
Ofelia Suin, Gladys Rubén Fernández y el
tío Clemente , en mi boda.
Osvaldo. En una
navidad, Tía María, Ricardo y atrás de ese disfraz, de Mickey, Osvaldo.
Ricardo
Albarracín Seppi y su hija Verónica. Desde
San Juan. Él
nieto de Clemente, Ella bisnieta.
En casa
de Chita, San
Juan, reunión
con motivo del
casamien
to de su hija Marita.
Están Beba,
Ricardo, Chita y Antonio, Graciela y otros descendientes niños.
Beba, Ricardo
Albarracín, y su hermosa hija Graciela en una calle de San Juan.
Las primas
Chichí, Bety y Graciela en Cruz del Eje, 2006
Familia Luna
Seppi, de picnic. Se los ve a Félix, Mirtha, Rubén, Evelia y un jovencito.
Cacho Salvadores, un puntal en nuestras
reuniones y Ricardo Romero, Alberto
Seppi, Gladys y Negro Seppi.
Tía Blanca
con su nietita Verónica Albarracín
En este establecimiento puso su
gran pasión creativa. Con el tiempo hizo una gran arcada donde trepaban florecidos rosales que daban a
toda la entrada un aspecto espléndido.
Tía María y su prestancia ante el
maravilloso espectáculo de las Cataratas del Iguazú.
EL DÍA 22 DE MARZO
El día 17 de marzo del
2015 cerramos la composición de este libro con la intención de llevar a la
reunión del 22 un borrador lo más cercano a su posible publicación. Queda mucho
por agregar y también por corregir. Los asistentes a la reunión del día 22 hojearon el
borrador, hicieron sus aportes,
sugerencias, correcciones y añadidos y demostraron mucho entusiasmo para que el
libro viera la luz.
¿Y QUÉ PODEMOS DECIR DE ESTE NUEVO ENCUENTRO?
Los organizadores, los que habíamos
apostado a una nueva reunión, ya muy
cercana la fecha y ante las escasas respuestas, teníamos mucho temor sobre el
éxito de la convocatoria. Muchos primos de la primera generación, la tercera en
la sucesión Seppi desde la llegada de Martín Seppi a la Argentina, ya no
podrían acompañarnos. Haciendo cierta la idea principal de estas páginas
referentes al fluir de la vida y los cambios que se van operando en el
recorrido, después de seis años sin reuniones, nos encontramos con varias
ausencias, algunas definitivas,- sobre las que hablamos en estas páginas- y
otras motivadas por salud o viajes.
¿Quiénes vendrían, entonces? Sin
embargo el 22 de marzo, además de regalarnos un magnífico día de sol
cruzdelejeño, fue juntando en el salón del El Cardón, lugar elegido para el
almuerzo, a una muy nutrida y significativa concurrencia: muchos jóvenes y
niños, nuevas ramas del viejo árbol familiar que venían para participar,
escuchar aportar a su permanente rejuvenecimiento.
Como representantes de aquellos
que fuimos tantos primos llegaron: Negro Seppi y familia, sus hijos Eugenia y
su hijo Juan Ignacio, Pablo y Verónica y
sus hijos Augusto y Rosario, Fernando y Laura. Marilé llegó con Carlos Agüero,
sus cuatro hijos: Claudia y su pequeño Tiago, uno de los más pequeños retoños,
Carolina y su hijito Simón, Federico y Natalia y Alberto Agüero. Estuvo presente también Adriana Garay y sus
hijos, Alejandra y Luis Seppi y Cacho
Salvadores pobló gran parte del salón acompañado de Norma Seppi, su hija
Cecilia y ocho nietos. Por otra parte y desde Córdoba arribaron Alberto y
Gladys, Ricardo Romero, Anita y Flavia,
y Diego Martín Seppi y su compañera; desde San Francisco Mirtha y Félix y desde
La Rioja Rubén Seppi y su esposa Graciela junto a sus hijas, Ana Paula y Laura.
El lugar: el
amplio y confortable salón de El cardón.
En la cabecera de
la mesa, los primos de la primera generación: Alberto, Julio César- Negro, Gladys, Mirtha, Rubén, Norma y Marilé . De
espaldas, Graciela. Cacho Salvadores y Ricardo Romero en el otro extremo.
Seppi:
PALABRAS DE LOS ASISTENTES
Al finalizar el almuerzo, se dieron las palabras. ¡Había tanto que agradecer!
Rubén Seppi abrió la reunión
hablando del proyecto de reunión y de las expectativas y miedos por los
resultados. Con palabras muy sentidas recordó a nuestros familiares muertos. Su
memoria se detuvo en Osvaldo, tan entusiasta en la organización de encuentros
anteriores, la primera de los cuales lo puso en la tarea de hacer pasa calles
anunciando a quienes pasaban por el camino al dique, que en el club del Banco
de Córdoba, la familia Seppi se reunía para festejar la vida.
Gladys hizo mención al libro que llega por estos días a sus páginas finales.
Habló del profundo significado de
recordar los orígenes familiares, los ancestros, cuya genética continúa
repartida, multiplicada y también enriquecida con nuevas combinaciones en la
sangre de cada uno de los asistentes. Habló de cuánto ayuda a la formación del
carácter humano crecer en una familia grande y unida, cuánto aumenta la visión
del mundo y la comprensión de las problemáticas humanas el contacto con
abuelos, tíos y primos del que muchas familias están privadas por desencuentros
familiares, alejamiento físico o, simplemente por falta de interés o
desconocimiento de lo mucho que se pierde.
Ricardo Romero reiteró esas ideas y recordó a quienes llamaba tíos, que
eran de la rama de sus primos y que
ampliaron así su ya nutrido y amplio abanico de parientes y allegados. De esa
manera su memoria nos trajo la figura de Julio Méndez López, hermano de María
Luisa, cuyo cobijo y ejemplo de hombría de bien alimentaron el crecimiento de
los que lo conocieron. Las emocionadas palabras
de Ricardo fueron muy aleccionadoras.
Finalmente Claudia Agüero habló en
nombre de los jóvenes. Su sentido mensaje cerró el encuentro. Muchos se
sintieron movilizados por su agradecimiento a la vida, por pertenecer a un
núcleo familiar tan unido, a la gran familia SEPPI, a los tíos y primos. ¡Brillantes
palabras y tono de Claudia!
Después de un almuerzo que se
prolongó hasta las cinco de la tarde, luego de las fotos, de los abrazos…quedamos en encontrarnos,
nuevamente, a la noche. Claudia y Carolina invitaban a comer pizzas caseras. Esa noche la reina fue la pizza, exquisita,
variadísima y muy abundante y el centro de la atención estuvo puesta en la
gracia para contar viejas anécdotas del Negro.
Al día siguiente fuimos al dique.
Bajo un quincho, al frente del espejo del agua y teniendo como espectáculo las permanentes
idas y venidas de Rubén Seppi solo o acompañado en su gigantesca moto de agua,
degustamos un exquisito asado que preparó Félix Panero. Allí se dio la
despedida, los abrazos, los mejores deseos. ¡Ojalá nos veamos pronto! ¡Ojalá
haya entusiasmo para una próxima reunión!
*****
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