Seppi, una familia en el fluir de la historia



Un lugar, Cruz el Eje; una casa en la calle Gral. Roca; una familia que se va multiplicando.

 

SEPPI,

UNA FAMILIA EN EL FLUIR DE LA HISTORIA





La familia en la casa paterna de calle general Roca, al frente de la plaza.

Aparecen  desde Dolly y Elsa, las menores, sentadas en  el patio, Roberto, al lado de Antonia, Elisa, Abrahan, César, Martín y al lado del abuelo Argelia. Hay, además, unos niños.





La familia con Catalina. Una de las pocas fotos (tan marcada pero recuperada) en la que aparece la abuela con ocho hijos. Aún habrían de nacer seis más.

A la memoria de Martín  Seppi y Catalina Agüero, los abuelos.

Martín, Clemente, Abraham, Roberto, César, Argelia, Elisa, Elsa, Antonia, Dolly y Ernesto (el tío que no conocimos) SEPPI

En homenaje a nuestros siempre presentes y queridos primos Roberto,  Osvaldo, Beba, Cesarito, Jorge,  Catalina y Cristina.




OSVALDO MARTÍN  SEPPI


Fuerte presencia familiar, que, a pesar de su muerte súbita, dolorosamente sorpresiva,  seguirá viva en nosotros, los miembros de su gran familia a la que agregamos la impensada y dolorosamente desaparición física de:

MARÍA CRISTINA SEPPI DE VIANO
La gracia en el decir, la espontaneidad, la franqueza, la frescura y sobre todo, una fuerza imponderable para la vida. Cristina y su hijo Mauricio.      






 OSVALDO, ESE SER ESPECIAL



     Basta  cerrar los ojos para evocarlo, para volver a tenerlo a nuestro lado. Le llevó una vida de sesenta y tres años- que siempre nos parecerá demasiado corta- para construir una imagen imborrable.
   Queremos describirlo pero las palabras no alcanzan a la dimensión de su gesto de amable camaradería, a su  bondadosa sonrisa, a  su  estatura moral y afectiva.
   Osvaldo era un hombre cabal, honesto y leal, además de sumamente cariñoso, siempre sonriente, siempre dispuesto a acompañar por lo que cuando aparecía por alguna de las puertas que abre el afecto, el lugar se llenaba de calidez, de una onda positiva.
   Cuando lo recordamos advertimos que por más que busquemos las mejores palabras él se nos escapa y se instala, estoy segura, en la memoria de cuantos lo conocimos.
  Y así, será para unos el querido papá que estuvo siempre al lado de sus hijos, ayudando, dispuesto a darse y a dar.
    Para otros será el hermano mayor, el que representaba la presencia de los padres ausentes, el que tendía un puente entre el recuerdo permanente de los que se fueron con los que todavía están de este lado de la vida.
    Para cada primo nombrar a Osvaldo provocará reminiscencias diferentes, más o menos cercanas pero siempre cálidas, cargadas de afecto familiar. Así habrá quienes, como Marilé, una de nuestras primas más entrañables, recuerde cuando la invitaba al cementerio y la hacía cruzar la puerta del fondo para visitar “por un momento, prima” a los queridos muertos familiares.
   El recuerdo de Osvaldo es más o menos intenso para muchos de sus compañeros y amigos. Una de sus compañeras de curso recuerda de él su presencia protectora y bien dispuesta, su vocación de servicio, su consideración al otro a quien siempre hacía sentir bien.
  Osvaldo, como todo hombre que supo cumplir con su destino llegó a un puesto humano muy alto, por eso cuando miramos hacia arriba se nos aparece su figura imborrable, querida.
Osvaldo había nacido el 16 de febrero de 1946 y murió el 17 de julio de 2009.
Se recibió de maestro Normal en 1963 y estudió en la Universidad Católica de Córdoba recibiéndose de ingeniero Civil en 1970. Desempeñó su profesión en Agua y Energía en la Gerencia de Estudios y Proyectos. Entre los numerosos emprendimientos y participaciones  se desempeñó como Inspector Técnico del Dique de Pichanas




Estuvimos en la casa de Osvaldo por última vez cuando cumplió 60 años. Tres años después nos sorprendió la noticia de su muerte.









CRISTINA



Cristina y Osvaldo estuvieron junto a tantos primos en la reunión del 2006. Estaban contentos. ¿Quién puede presentir desde la alegría la amenaza de la muerte tan cercana? Fue en unas vacaciones en La Granja, cuando se dieron los primeros síntomas del cáncer que se llevaría a Cristina en tres meses.
“Me duele el estómago” repetía, y apenas regresamos a Córdoba se hizo los estudios pertinentes. Bety volvía a Neuquén de un viaje al exterior. De pronto-cuenta- sintió la necesidad de  pasar por Córdoba, de manera que estuvo en el momento en que Cristina traía las primeras  radiografías. Las sentí llorar en el pasillo que da a mi departamento. Después el dolor se prolongó por días, la dolencia avanzaba confirmando las palabras del médico: “Hay poco que hacer, el cáncer de páncreas no tiene cura”. Cristina soportó esta dura prueba transformando su vida. Buscó todas las ayudas posibles y ante la aproximación de su muerte se dedicó a buscar la mejor manera de morir.  Y tuvo una buena muerte, sin llantos, sin dolorosas despedidas, sólo preocupada por hacer de cada instante una oportunidad de crecer como  persona, de ser mejor ser humano. Ésa era la consigna, el tiempo apremiaba  y en pos de esos fines  aceleró las acciones que la liberaban de cualquier actitud oscura o sombría. No lo hacía por ganar el cielo, no, lo hacía porque creía que toda vida debe culminar cumpliendo con el destino de grandeza que le ha sido determinado acá en la tierra, que no hay que dejar para un después. Ella sabía del suyo, sabía que le quedaba mucho por hacer, también de sus limitaciones y de las propias sombras, de sus imperfecciones, de manera que, en tres meses se impuso ejercicios de perfeccionamiento y crecimiento humano. Murió satisfecha con su tarea. Plena, llena de amor por los suyos y los demás que le devolvieron con atenciones todo lo que ella supo dar.
                                                                         
               



Tanto significó la vida de Cristina, tanto  la quiso  toda su familia y amigos y los pacientes  que la consultaban en  farmacia, tanto lugar ocupaba Cristina en la vida de sus hermanos que  fue necesario plasmar en un libro su memoria,  el ejemplo que dejó de su muerte consciente, irremediable, asumida y preparada para dejar lo mejor de  sí a los suyos.

   CRISTINA, MORIR LLENA DE VIDA. Eso fue su muerte



SEPPI, VENTUROSO APELLIDO

Cuando en la cuna nos signó la  suerte
con éste, un apellido sonoroso
que a todos nos cobija,
Seppi se nos marcó y Seppi fuimos.

El nombre  vino  y nos signó la frente
haciéndonos más amplia la mirada
para entender el mundo, el lugar que ocupamos en él,
para ser más al tiempo que crecimos
andando las subidas…y bajadas, con más fuerza en los brazos, con más ritmo.
Y así vamos. Algunos ya se quedan
cumplida fue su hora en el reloj del tiempo, mientras  otros llegan para hacernos más y más ríos que aumentan día a día
la alegría de andar   pues la flecha del tiempo que viene desde tiempos infinitos
sigue en nosotros dando más y más grandes panes
aún mejores, más dulces, los racimos.

 ¡Qué nombre bueno el nuestro,  Seppi!
Su sonido,  impulsa a amar la vida,
y a  ser más y más…¡a construirnos!
Porque el buen ejemplo de amor
que recibimos y damos a los hijos ha de prender en ellos
como faros que el tiempo va encendiendo
para iluminar sus pasos a pesar de las sombras que siempre se interponen al camino.
Los que estamos ahora, los que nombramos a    los otros “nuestros primos”,
Los hijos de los nietos y sus brotes
sentimos el llamado de este nombre, lejana voz que escala por  las tapias del vecindario Seppi, donde abuelo Martín acogía la vida brindando por los  Seppi,
venturoso apellido.

LA GRAN   FAMILIA

        La familia es el lugar sagrado en que se concibe  la vida de los hombres, es  un tiempo en que se acopian las  fortalezas heredadas para que los hijos lleguen a ser lo mejor que cada uno está destinado a ser, es el ámbito donde se cargan y recargan  energías, se alimenta la vitalidad y se aprende a ser más  y mejor persona.
Las dos funciones de la familia son, por lo tanto,  nutricia y normativa.
Ambas permiten adquirir capacidades para hacerle frente a las batallas cotidianas, recuperarse de las crisis,  ampliar paradigmas, entender a los otros, convivir mejor, y encontrar mejores respuestas a la multiplicación de opciones que caracterizan lo humano.
           El ejemplo de los padres,  los límites que señalan, el amor que brindan, su fe en la vida y las fuerzas que la sustentan y continúan, la capacidad de mirar más allá de las fronteras hogareñas y lugareñas, la generosa disposición a permitir el despegue de los hijos  y señalar posibilidades  exploradoras y dejar ser permiten que la sucesión se desplace a carriles más altos, que hagan, sumando, una especie humana mejor.
   La familia SEPPI tiene muchas de las condiciones que hoy- teniendo a la vista la quinta generación a partir del abuelo Martín- permiten que la sangre soltada a tantos  nuevos cauces, desee beber  de las fuentes comunes, hacer consciente las lecciones de los mayores, adaptarse a lo nuevo y darle más, mucha más calidad de vida a los multiplicados sucesores para que lleven el estandarte de nuestro apellido más alto, más logrado y lleguen a la una elevada visión y comprensión de lo humano, porque nada honra más al hombre que cumplir con su propio destino, enaltecerlo sin quedarse en la comodidad de lo heredado.

   PARA PENSAR: uno de los nietos de nuestra generación- la de los primos Seppi  nietos del abuelo Martín es decir su tataranieto- preguntó:

“Abuela: ¿para qué tenemos que saber sobre cómo eran los antepasados? ¿A quién puede interesarle?
   Y la abuela le respondió:

    “Le interesa a cada descendiente de los abuelos, de los tatarabuelos, de los atavos…
En esas personalidades, en la fuerza de carácter del abuelo que más conocemos, el llamado Martín, el que llegó a la Argentina para “hacerse la América” como decían en los tiempos en que nuestro país era “la tierra de promisión”, están los genes que luego se mezclarían con otros para hacer seres nuevos, diferentes, pero siempre herederos, siempre depositarios de una sangre, de una manera de ser, de unos rasgos que vienen navegando en el río del tiempo. Nuestra propia sangre.
   Por eso, para entendernos a nosotros mismos, debemos  mirarnos en el espejo de la vida de aquéllos de los que descendemos, conocer sus experiencias y decisiones y luego verificar si vamos cumpliendo con sus mandatos de crecer, de ser más y mejores personas, de superar las sombras que atravesaron los predecesores para hacer más elevada nuestra propia humanidad”.

 Entonces es bueno saber más, mucho más….sobre…

¿CÓMO COMENZÓ LA HISTORIA DE NUESTRA FAMILIA?

    No sabemos en qué lejano tiempo, SEPPI,  el apellido que llevamos se instaló en la corriente de la vida y  empezó a transmitir, de generación en generación, los gestos que nos definen.
           No sabemos qué pasó allá atrás  cuando alguien se puso el apellido o se lo pusieron y empezó a distinguirse, y fundó una dinastía de la sangre que empezó a correr y sigue sin parar desde hace miles y miles  de años.       
          Tampoco sabemos cuándo fue que  empezó a  figurar en los padrones de la alta y vieja Italia el sonoroso Seppi que marca nuestro destino, el nombre con que nos distinguen los vecinos, por el que nos llamaban y siguen llamando a nuestros hijos y nietos los maestros, por el que nos identificamos como ciudadanos.
           Sí conocemos lo que nos ha guardado la memoria, lo que nos transmitieron nuestros padres, lo que se contaba en la rueda familiar. Y es poco.
      Los que lograron llegar hasta la documentación que se guarda en la Comuna de Ruffré, perteneciente a Trento, Italia, recogieron los siguientes datos pertenecientes a los padres del abuelo Martín, nuestros bisabuelos, los tatarabuelos de nuestros hijos y los atavos de nuestros nietos:



ATRÁS DEL ABUELO MARTÍN:  Un lugar: Ruffré a (Al que Ana Seppi, Alberto Seppi, Rubén Seppi y Rubén Fernández Seppi Visitaron).





LOS PADRES DEL ABUELO MARTÍN

Clemente Seppi, que había nacido el 8 de noviembre de 1827 se casó con su prima  Bárbara Seppi, nacida el 17 de septiembre de 1834.
Sus hijos fueron: Clementina, de 1859, Abramo de 1863, Viola de 1865, Martino de 1867 (nuestro abuelo), Guilia de 1869 y Santina de 1878.

    Viola se casó con un ingeniero, se fue a Viena sin dejar rastros.
   Martino, conocido como Martín Seppi, había nacido el 8 de febrero de 1867 y  murió el 8 de marzo de 1936. 

 Observamos los rasgos de los abuelos y nos preguntamos: ¿En quién han venido a repetirse sus genes teniendo en cuenta que por doscientos años las características familiares se van transmitiendo en forma directa o recesiva?

      Dejamos  a cargo de ustedes las posibles respuestas, por ahora nos volvemos a escribir estas memorias, fragmentos, pedazos de vivencias, anécdotas, historias que quedaron el recuerdo de cada uno de los numerosos miembros en que fue desgajando el árbol familiar y que nos han hecho llegar sus aportes.
     

FUERZA Y CORAJE PARA VIVIR

           El 15 de julio del 2006 realizamos el segundo encuentro de primos y nos  juntamos en la gran mesa de los descendientes Seppi para recuperar esa historia y poder  transmitírsela a los que nos siguen: hijos y nietos.
           ¿Y qué queremos transmitirle? Justamente lo que los nutra y les ayude a ajustar sus acciones:
      Fuerza, coraje para vivir, capacidad para superar las crisis- de las que nadie escapa y un profundo conocimiento de sus talentos y capacidades, de los dones que recibió como herencia de la sangre y del hogar que formaron sus padres, para remontar el mayor- aunque sea peligroso- de los vuelos.

NUESTRA ABUELA,
CATALINA AGÜERO DE SEPPI

          Catalina Agüero, la abuela fundante de este gran árbol familiar que se ha extendido en numerosos ramales había nacido de Ángel Agüero y de Petrona Herrera. No tenemos datos ciertos de su infancia por lo que la leyenda ha ido cubriendo esos vacíos que tal vez algún nieto vaya llenando con los relatos de sus padres.
          Los Seppi que hemos llegado hasta aquí no tuvimos la abuela narradora que nos contara cómo fue su tiempo y los sucesos de su época. Seguramente si la abuela Catalina Agüero hubiera vivido más años y  se hubiera asomado a la época  de nuestros nacimientos y niñez nos hubiera hablado de muchas cosas.  Hubiera utilizado mil palabras- porque sabemos que las tenía- para  pintar el paisaje que la rodeaba, el tamaño de sus días, sus esperas,  sus costumbres, las comidas que preparaba para una familia muy numerosa.

  Tal vez Catalina nos hubiera relatado cómo eran  sus juegos infantiles, sus coqueteos  adolescentes. Nos hubiera descrito los lugares donde nació, cómo y dónde conoció a Martín, cómo era este hombre que dejó una imagen de fortaleza en la vida conyugal y cotidiana. Nos hubiera contado sobre la costumbre, ciega, obediente de seguir a su hombre y apoyarlo en la gran tarea que cumplió sembrando vías férreas- su especialidad- en una de las zonas más desérticas y despobladas del país.
       Tendríamos datos ciertos, seguramente, de  ese lugar que se llamó La aguadita, un oasis, donde algunos cuentan que vivió, y que,  contrastando con la desolación del desierto de los llanos,  había agua y con ella  parajes  verdes.
Sus relatos nos hubieran descubierto una época, muy diferente a la nuestra pero  que le dio origen a cada una de nuestras vidas.
 Pero no tuvimos la suerte de conocerla porque esa abuela fue dando  sus energías y aliento en numerosos partos y  entregó todo lo que tenía a la salud  de sus once hijos.
     Nos enteramos que esa abuela, la que murió muy joven después de haber dado al mundo diez sobrevivientes- tres o cuatro se le murieron- se llamaba Catalina y era una criolla sufrida y  enamorada de un gringo fuerte que vino a la América y terminó llegando a Cruz del Eje por el año 1928.

     Sabemos poco  de sus luchas, de su vida cotidiana y sin embargo, a poco de pensarlo, ¡cuánto de nuestra vida explicaríamos si nos miráramos en el espejo donde su sangre se juntó con la sangre Seppi y  empezó a fluir!         
 Por eso nos preguntamos: ¿Cómo habrá sido el  encuentro con el abuelo Martín? ¿Y las circunstancias en que  se conocieron y enamoraron?, ¿cómo decidió  casarse con un hombre mucho mayor que ella que se casó a los diecisiete años?
       Seguramente  si hubiera sido muy expansiva, como algunas de las otras abuelas que muchos de nosotros conocimos hasta nos hubiera develado qué y cómo sentía.
    Tal vez desde algún lugar Catalina se contente en contemplar la numerosa prole que salió de ella misma  y se alegre al saber que algunas de sus nietas recibieron su nombre: Catalina se llama Chita, Catalina Rivero, se llamaba la hija de tía Antonia. Catalina es el nombre que se proyecta para la tataranieta que, si así lo dispone la vida, ha de nacer en agosto, hija de Rodrigo Fernández, mi hijo menor.

     Su nombre, multiplicado, anduvo en muchos labios cuando se nombraba la quinta  de su hijo Abraham a la que él llamó en su nombre “Santa Catalina”.

      Martín y Catalina son nuestros ancestros, los que estuvieron primero que nosotros, los que nos precedieron. y de cuyos encuentros amorosos nacieron las vertientes de nuestros propios ríos, más o menos profundos, extendidos, fuertes, torrentosos, más o menos caudalosos, pero lo suficientemente vitales como para seguir andando y dando frutos.

EL SUYO ES UN ORIGEN LEGENDARIO

    Los hombres suelen cubrir su ignorancia sobre los orígenes reales y probados de vidas de hombres o de pueblos con leyendas y mitos.
   El nacimiento y vida de Catalina Agüero es una prueba de ello. Su fallecimiento tan temprano y la escasez de testimonios escritos, ha ido cubriendo ese vacío de datos con historias tejidas en diferentes ramas de la familia, historias que a veces son muy contradictorias.

   Veamos algunas de esas versiones:
 En tanto el certificado de defunción de Catalina  decía que era costurera y su madre labradora, lo que hace suponer que su origen en los llanos de la Rioja eran muy humildes, otros hablan de que su familia era dueña de grandes extensiones de tierra que terminaron por perderse.

Anita, esposa de Ricardo Romero, nuera de Elisa, de quien recibió confidencias y a quien estuvo muy ligada, cuenta:

 “Había siete estancias entre Chamical y La Rioja, una tenía agua propia, con una vertiente. Era de los Aballay, parientes de los Agüero. Allí vivió la abuela Catalina”.
  
Como vemos hay diferentes versiones de una interesante “historia para armar”:
    “Yo recuerdo y lo deben recordar otros primos que la familia de la abuela Catalina poseía extensiones de tierras cercanas a Chamical, La Rioja, y uno de los puestos más importantes de esa propiedad era conocido con el nombre de “La Aguadita”.
    En ocasión de un amplio operativo del Gobierno riojano, realizadas a fines del Siglo XX,  para sanear títulos de propiedad, estas extensas tierras tuvieron un destino que yo desconozco”. –Dice Carlos Romero.   
“Como testimonio de que en ese lugar vivió y tuvo intervención el abuelo, hay una marca de ganado, registrada por escritura a su nombre,  ante el gobierno de La Rioja a principios del Siglo XX”.

Chita, consultada sobre el tema, cuenta:
   “Yo recuerdo que papá se enojó mucho cuando supo que por un descuido familiar las extensas tierras que pertenecían a la familia y que, heredadas por la abuela Catalina pertenecían a la familia,  se perdieron por considerar que no valía los gastos que demandaba el fisco. “¡Qué error”!, solía decir papá, Después supimos que los Aballay, gente emparentada con nosotros, como venían pagando por esas tierras abandonadas, se quedaron con ellas”.

Rubén Seppi, en la improvisada reunión del 26 de julio de 2009 da su versión:
“Existían en los llanos de La Rioja grandes extensiones de tierra que en sus lejanos orígenes fueron “mercedes reales”. Eran tierras indivisas que a veces compartían los vecinos dejando pastar  su ganado y con el tiempo se fueron entregando mediante papeles de posesión. Posiblemente- yo no lo sé- algunas de esas largas extensiones que se contaban por leguas haya pertenecido a los Agüero, posiblemente sean realidad esas historias que se cuentan y que ha generado la mítica familiar, relatos que se fueron transmitiendo en algunas de nuestras familias nucleares con mayor o menor intensidad y cuyos orígenes han quedado en la nebulosa de los tiempos. Ahora es muy difícil comprobarlo aunque sería bueno que, en homenaje a la verdad, alguien sondeara en esos lejanos antecedentes de los cuales tal vez queden algunos antecedentes en el INTI .

En esa misma reunión- que se realizó en casa de Ricardo Romero para recibir a Guillermo, que llegaba desde Boston  y a Chichí Rosende y su familia compuesta por su hijo Gabriel y su señora, dos de sus hijas y Alejandra y su niñita- se habló, nuevamente del mentado tema de “La Aguadita”. Entonces Chichí recordó:
“Era muy niña pero mantengo intacto el recuerdo: tío Roberto llegó a Buenos Aires con la noticia de que se habían publicado unos edictos para blanquear posesiones en La Rioja. Su misión era avisar a los parientes sobre unas tierras que hipotéticamente pertenecían por derechos obtenidos a la familia de la abuela Catalina y por cuya posesión se debían  pagar no sólo impuestos sino otros trámites. Recuerdo que tanto mamá como tío Martín dijeron que no tenían interés en esas tierras”.
Ante todos estos dichos, recogidos de tan diversas fuentes (familias que fueron a vivir a Buenos Aires, Cruz del Eje, San Juan, La Rioja) la historia de La Aguadita se transforma en un tema de charla familiar cuyos ribetes entre legendarios y novelescos nos desafían a investigar más si bien queda la certidumbre de que, se haber sido real, todos los hermanos Seppi coincidieron en  que no valía la pena la recuperación de tierras tan desoladas.

Ricardo da más testimonios:
“Según Beba Seppi, los Aballay se quedaron, es decir cumplieron los requisitos para quedarse con esas tierras. Los Aballay eran primos de Catalina Agüero. Recuerdo a algunos:  Petrona, Martín, un hombre alto, muy bien plantado y bien vestido que un día llegó a casa y  le dijo a Elisa, mi madre: “Se han publicado los edictos de La Aguadita. Los Aballay tenemos intención de compartir con los Seppi ciertos pagos que venimos realizando….”.
 La fantasía echa a volar, la imaginación vuela hacia La Rioja, cerca de Chamical, imagina una zona fértil, un vergel de aguas  que vierte la tierra, muchos árboles y un casco de estancia. ¿Nació allí, se crió, conoció en esa zona Catalina al robusto italiano que llegó en un barco a sembrar de vías férreas la zona que va desde Catamarca a Cruz del Eje? ¿Cómo fue ese encuentro? ¿Cómo fue el matrimonio de nuestros abuelos, él mucho mayor, vigoroso, intrépido que sembró tantos hijos en el vientre de una mujer que se ve tan pequeña en las fotos que el tiempo ha desleído tanto como al recuerdo de su figura?
Cuando los orígenes se pierden llega la leyenda a cubrir su vacío.  

EL ABUELO EN LA ARGENTINA

            Martino Seppi había nacido en Ruffré, Crés, Trento, Italia, el 8 de febrero del 1867.
      En viajes realizados por  Alberto Seppi, Rubén Seppi  y Rubén Fernández Seppi se recogen fotografías de esta ciudad natal y la impresión de que el apellido en ese lugar se ha extendido tanto como para que calles, algunas plazas y numerosos negocios como farmacias lleven el nombre “ SEPPI”. ( Piaza Seppi).



        


   Poco conocemos de la vida de Martín en Italia.           Suponemos que a la Argentina llegaron dos hermanos, Martino y Casimiro. Nos preguntamos qué habrá sido del otro Seppi, y esperamos que uniendo recuerdos podamos reconstruir parentescos que hoy están escapados del mapa familiar.
     La tradición oral parece ser patrimonio de las mujeres. Es tía Elisa  la buena guardiana de los relatos, la  que los  transmitió a los suyos y que ahora  nos llegan, por  sus hijos, a nosotros, las otras ramas de este gran árbol familiar.

    Carlos y Ricardo van rehaciendo partes de la historia: Martín Seppi  había nacido allá por el año 1965 en los altos valles alpinos que lindan con Austria y Suiza. La zona de Rufré  en un lugar llamado Clés, a cincuenta kilómetros de Trento. El paisaje es  de gran belleza, en las laderas de los montículos abundan los pinares y los lagos ponen el toque del celeste que tan bien pintan los cuadros de nuestro Bariloche. El lugar perteneció,  en sus orígenes al gobierno austro-húngaro pasando después de la guerra,  a Italia.
    Conocemos muy poco sobre las razones que lo trajeron a la Argentina, pero se sabe que una de las características del lugar donde vivía era  la especialidad en construcción  de vías férreas y que él llegó con esos conocimientos al país.
          A los dieciocho años parte de su lugar natal dejando varios hermanos, entre los cuales Clementina, que quedó en Austria y se casó con un ingeniero,  mantuvo una larga correspondencia que se extendió al tío Martín.
          Lo cierto es que con su pasaporte firmado en Austria bajo la autorización del Rey Francisco José-  Sí, el mismo que conocimos en las películas Sisí- llega a la Argentina.      
           Después lo encontramos instalado en Chumbicha (al oeste de las Salinas que limitan Catamarca y La Rioja). Desde allí se han de extender las vías férreas cuya construcción dirige y que llegarán a la capital Catamaqueña.  Allí conoce a Catalina, una joven que acaba de heredar  un campo de varias leguas llamado  La aguadita.  Tal vez hayan vivido un tiempo en el casco de una gran estancia , pero  el trabajo de Martín los lleva a una vida itinerante, siempre siguiendo las vías que se van abriendo paso por los llanos riojanos  y  ganan terrenos subiéndose en el mapa hacia el norte.
          La vida los acoge en casas que el ferrocarril ha construido para el jefe de vías y obras.  Y a lo largo de esos caminos conquistados al desierto, a las salinas, a los algarrobales, cuando los hay, van naciendo los hijos. Y el abuelo recorre orgulloso los avances de su obra en una “zorra”  que tenía para su uso particular.

 Elisa nace en Huiyapima, cerca del Cebollar, algunos  en Chumbicha, otros (un tema que cada familia podrá averiguar) en Masán, cerca de Aimogasta, hasta llegar a Catamarca donde nacen algunos de los hijos menores.
    Masán es un pequeño villorrio recorrido por un río del mismo nombre y de características muy particulares: sus aguas son frías en un margen y calientes en el otro. En ellas se bañaba la familia, de esas aguas disfrutó el abuelo, que fue uno de los primeros en descubrir que aquéllas eran aguas termales, uno de cuyos brazos caen sobre una piedra horadada formando una atractiva cascada.
   Santa Teresita es el nombre del lugar que hoy atrae al turismo.
        Ya en Cruz del Eje, adonde Martín participa como jefe de vías y obras en la puesta en marcha del ferrocarril, compra una manzana  frente a la plaza, construye su casa y  varias de las que serán después de algunos de  sus hijos.
     La casa es sobriamente arreglada, predominan los grandes muebles de algarrobo, una gran mesa del comedor desde cuya cabecera el abuelo Martín presidía con gran autoridad la comida diaria. Tal vez por eso en las mesas familiares de sus herederos,  Abraham, por ejemplo, la costumbre de pedir permiso al padre para decir pocas palabras se mantuvo por mucho tiempo. Épocas de padres  con fuerte  presencia y notable autoridad fueron  las nuestras y ya podemos ir viendo de dónde nos viene.

   Sabemos que aquella gran mesa, testigo de tantas situaciones vividas por la familia, de proyectos, comentarios, consultas, intercambios de pareceres,   fue heredada por  Elisa y ahora, reformada se encuentra en el departamento de Carlos Romero.

               APELLIDO    SEPPI

La casa original de los Seppi en estas fotografías tomadas por Ana Seppi en Ruffré.

                                                  Calles CON EL NOMBRE Seppi, plazas, farmacias y la casa de origen.




En un viejo cuaderno encuentro estos versos que seguramente escribí hace unos años ya:

 



Primero fueron dos ( como Dios manda)

unidos por la fuerza de la entrega.
Miradas, algún beso fugitivo,el  hechizo en  palabras que se enredan
y rumores del cuerpo...
hasta dar el abrazo que sella la certeza.
Martín y Catalina cimentaron las fuerzas del amor en  que se juegan  impulsos de ternura irrefrenable
siguiendo el impulso de hacerse muchos más.

El árbol fue creciendo, primero ramas niñas
pidiendo protección.
después dolescencias desplegadas al viento,
barriletes que se van a buscar su propia fuerza.

La juventud arrastra hacia  los otros y llegan nuevas aguas y banderas:
Figueroa, Luna, Sisti y Romero
Méndez López, Rosende,
Después un Kramer y un Rivero,
y Balser y también un De la Vega.

La familia ha crecido. Hay nuevos gestos, nuevos nidos.
Muchos son los que   suman sus maneras:
Rosita y Blanca, arpegios delicados,
María Luisa,  de la vida, ¡gran maestra!
y María, ¡por Dios”, ¡ qué buena y tierna!   Y Antonio y Serafín, también Matías
Elena, rectitud, seguro el paso,y Carlos y  Rosendo...¡
Cuán rica  en nuevos  trazos cada   oferta!
………..





…………………
Después de ese después  fue nuestro tiempo, los nietos de Martín fuimos llegando
multiplicando, aún más, fecundas tierras.

Ahora en el dos mil somos ya cientos.
¿Quién diría que dos pueden hacerlo?
Sembrar la vida,
cuidarla, hacer mil ecos.
Pues nosotros lo hicimos,
Nosotros también vamos subiendo
 con  orgullo  el apellido
Que en  mil bocas
Se  viene  repitiendo…
Seppi, Seppi…¡Qué bien suena!

SEPPI,  Seppi es  un río rumoroso
que  derrama
sus ganas, su potencia,
desde el más  alto  monte, Ruffré
a las plácidas  praderas.




RUFFRÉ, nuestro origen

Perteneciente a Austria, luego a Italia, Ruffré es una tierra de verdor, lagos y montañas, palacios y casas blancas. Desde allí emigra Martín Seppi a la Argentina en 1857, viaja a Venecia y de allí a América, pasa por Brasil y llega a Argentina, Córdoba, Cruz del Eje.
                                                






La comuna de Ruffré, pinares,  ríos y en invierno la nieve
















Caminos de montaña por donde seguramente anduvo, en su juventud Martín Seppi
               


                        

     LA CASA DE LOS SEPPI EN CRUZ DEL EJE

            La casa hasta la que llegan nuestros recuerdos quedaba en la calle Almirante Brown al 300,  frente a la plaza “ Armesto” en Cruz del Eje. (Allí donde vivieron después  tío César y  tía María y  Norma, Marilé y Cesarito).
            Tiene una construcción a la antigua. Un zaguán, un hall amplio, las grandes mamparas de vidrios de colores, los dormitorios contiguos, al fondo la cocina y en el largo patio de baldosas blancas y negras, el parral.
             Imaginamos al abuelo parado frente a la puerta de su casa llamando a sus hijos a comer, Elisa Abraham, Cesarito. Ruperto Lo imaginamos presidiendo la gran mesa familiar, adusto, serio.
           Hay un tiempo anterior que no ha llegado hasta nosotros, seguramente hubo otros lugares, otras casas. Recordamos la que estaba frente a la plaza y que, con el paso del tiempo se transformó en el hogar de los Seppi Sisti, es decir de tío César y tía María... Para más datos hoy se encuentra allí la Unión de Educadores.
           Allí lo imaginamos al abuelo porque ese es el escenario de las fotografías que nos llegan:
          El abuelo, robusto, firme,  autoritario, de imponente figura, aparece rodeado de sus diez hijos. Está solo, ya es viudo y cuida amorosamente a su prole: el mayor es Martín, le sigue Clemente, Argelia,  Elisa, Abraham, Ruperto, Antonia, César,  Elsa y Doly.
          La casa los nuclea, están solos con un padre que trabaja en el ferrocarril y deben reunir las capacidades de cada uno en un haz,  sumar y apoyarse en  las fortalezas de cada uno para seguir adelante.
          Unidos, los hermanos Seppi Agüero hicieron una gran familia.
           No sabemos mucho de sus comidas domingueras, de sus reuniones de niños, pero por las fotografías deducimos que el abuelo abastecía satisfactoriamente sus necesidades de buena alimentación y vestimenta y hasta diríamos que los jóvenes Seppi  eran muy cuidadosos de su apariencia porque a los hombres los vemos enfundados en buenos trajes, al tío Martín de infaltable sombrero, y a las mujeres de bonitos vestidos.
          Pero lo primero para ellos, lo sentimos, era cada uno de sus hermanos, su familia. Hacer la gran familia. Y nosotros sabemos que la hicieron bien porque vemos sus frutos.
          Los hijos comprendimos que supieron mantener tibio su amor de hermanos porque  bebíamos ese cariño en las reuniones en cada casa,  pero sobre todo en la plaza donde se juntaban a conversar en tanto los chicos jugábamos.


Algunos de los hermanos Seppi. Podemos reconocer a Elisa, Antonia y Abraham, sentados en la fuente de la plaza al frente de su domicilio en calle General Roca- Año 1930.


               
LAS VISITAS ENTRE HERMANOS SEPPI

    ¡Y qué decir cuando algún hermano llegaba de visita! Cada uno tendrá su propia experiencia. Yo recuerdo las llegadas de Tío Clemente, que era el que más nos visitaba, desde San Juan, después de tío César que estuvo muchos años ausente, de tía Elsa, que llegaba con sus hermosos hijos y tío Rosende.
   Después, con los años y las migraciones las visitas que llegaban a Cruz del Eje, fueron Antonia, Dolly y hasta Elisa que después de vivir los años en que Carlos, Ricardo y  Guillermo eran niños en la calle Maipú, al lado de la casa de Abraham, se mudó a la calle Campillo de Córdoba.
   Tío clemente, tía Blanca y sus hijos, Beba, Chita y Hugo se alojaban en mi casa. El anuncio de su llegada nos alborotaba desde unas semanas atrás. Tío Clemente llegaría con  tía Blanca, su fina y delicada esposa y Beba, Chita y Hugo, los primos mayores. Había que preparar la casa para que se sintieran cómodos y todos los trabajos se concentraban en esa espera.

           ¡Era un gran acontecimiento en nuestras vidas! Y cuando ya estaban acomodados se iniciaban las reuniones en una u  otra casa. Los tíos nos hablaban de viñedos, de cosechas, de sus fincas y la ensoñación de sus vidas nos hacía volar hacia un territorio que se nos antojaba muy lejano...San Juan, al lado de la helada Cordillera de los Andes que habíamos visto en las figuritas de BILLIKEN, la revista estudiantil de la época.
    Allí, en San Juan,   también estaban la histórica casa de Sarmiento, el telar de Doña aula, la añosa higuera de la que habla Sarmiento en RECUERDOS DE PROVINCIA.  Allí encontró Clemente su patria chica, allí ejerció su tarea de viñatero y luego fue Intendente de Albardón.
 La llegada de los sanjuaninos rompía con la monotonía de nuestros días cruzdelejeños, Para mí era la alegría de encontrarme con mis primas mayores, Beba y Chita. ¡Cuánto cariñoso respeto nos unió toda la vida!
Mis primas siempre fueron un ejemplo de vida para mí.


 Hoy el auto nos parece antiguo, pero para aquellos años treinta y pico era un modelo nuevo. Abraham, acompañado por María Luisa, ha sacado a pasear a Blanca y Beba  que tiene en sus brazos al Negro, de un año.



RECUERDOS SOBRE NUESTROS PADRES- LOS TÍOS

     No conocí al abuelo Martín, no lo conocimos la mayoría de los primos porque él falleció en el año 1937, poco antes de que naciera el Negro (9 de noviembre del mismo año). Las únicas que lo conocieron son Beba, Hugo y Chita, los primos mayores. Es una pena no haber compartido algunos trechos de la vida con él. Es una pena que él no conociera el extenso  y frondoso árbol que creció a partir de su potente raíz, la fuerza de los brotes que vinieron y que siguen a partir de su unión con nuestra abuela Catalina Agüero. Es una pena que los abuelos, ambos, no disfrutaran de tantos y tan diferentes nietos.
Pero ésa es una ley de la vida. Como dice Massuh, el gran filósofo argentino, en su libro “La flecha del tiempo”:
   “Un arquero genial disparó la flecha del tiempo que se proyecta desde tiempos inmemoriales hacia el infinito provocando que la vida continúe”.
 Pues nosotros podemos decir que ese arquero genial puso en la flecha la vida para que siga haciéndose más vidas, multiplicándose a través del señuelo del amor que une en su nombre  a las partes en que ella misma ha dividido a la especie humana: hombres y mujeres.
        Y es así como, a través de la unión de un hombre y una mujer mutuamente elegidos, la  vida viene haciéndose más vida a través de los Seppi y el compañero o compañera que eligieron- elegimos- para semejante empresa.
    Por otra parte es bueno saber que una autora californiana de renombre universal, Marilyn Ferguson, dice que el hombre, como especie, siempre crece, siempre es más aunque a muchos y demasiadas veces nos parezca que el ser humano se está degradando. Pero no es así, cuando uno lee a Ferguson se llena de optimismo y piensa, con alegría, que cada una de nuestras vidas,  de nuestros genes y gestos, de nuestra manera de ser, en fin, de nuestra sangre, que se ha de prolongar en los hijos, en los nietos está destinada a ser cada día mejor. Es bueno saber que quienes estudian el género humano piensan así. ¡Nuestros sucesores cada vez más felices, más plenos!
      Pues para esta estudiosa, el hombre crece en espiral y, a pesar de que millones de seres se pierden, caen, desaparecen como estelas en el mar o como escamas insignificantes de un ser gigantesco, el hombre esencial siempre está siendo más y mejor, más inteligente, más comprensivo de su realidad, mejor relacionado con los otros, y en definitiva más pleno y feliz- que es lo que a todos nos interesa, lo que todos perseguimos.
     Pues bien, habrá un tiempo en que los que lleguen a las posiciones más altas y después de satisfacer sus necesidades básicas (respiración, alimentación, abrigo, techo) alcance,  mediante su esfuerzo,  a cumplir con su auténtica vocación, con ese llamado interno que nos dice, aunque a veces no sepamos escucharlo, para qué hemos nacido. Y así podemos seguir ascendiendo hasta transformarnos es seres  cuya vida tenga un gran significado no sólo para uno mismo sino para los demás.
  “Llega a ser lo que debes ser”, decía otro autor (esta vez antiguo) que se llamaba Píndaro.
    La fuerza vital que impulsa a los Seppi nos obliga a ese crecimiento, nos lleva hacia delante, nos hace empeñosos, trabajadores, esforzados y, todo eso mediante, nos augura, una VIDA MÁS PLENA.
¿Acaso cada uno de ustedes no lo siente así?

                     ……………..




AHORA HABLEMOS DE LOS HERMANOS SEPPI, LOS HIJOS DE MARTÍN


TÍO CLEMENTE



Tío Clemente era, está en nuestro recuerdo, un hombre alto, robusto, en las primeras fotografías muy morocho, después, canoso. Elegante y gentil, de presencia imponente. A mí, particularmente, me llamaba la atención su amoroso trato con tía Blanca, tan femenina ella.
      


   ( En la fotografía con Blanca, su distinguida esposa, Beba, Chita y Hugo).

Tenían una hermosa casa en  pleno centro de San Juan que más de una vez fuimos a visitar.
 De él escribió Beba, la hija mayor:
                                                                                                                                           “Mi padre nació en Catamarca. Cuando tenía quince años, el abuelo Martín, ya viudo, lo mandó a estudiar en el Seminario de la ciudad de Catamarca. Allí estuvo dos años pero se fugó del mismo y se como polizón de un barco a Comodoro Rivadavia..
Después de un año se  fue a Buenos Aires.
 Ganar un concurso de dactilografía le permitió entrara a trabajar al ferrocarril. No tardó en ascender a Jefe administrativo de los Ferrocarriles del Estado.
Al poco tiempo es nombrado para la construcción del ferrocarril de San Juan a Jachal, pasando por Albardón.
   En esta última ciudad conoció a la que sería su esposa, Blanca Figueroa.
  Su vida estuvo muy ligada a los rieles y por su esposa a los viñedos.

Participó en sucesivas construcciones ferroviarias: Formosa- Milagro,  Mendoza a Chile. La construcción del Trasandino llevó  a la familia a vivir durante cinco años en Mendoza, después el lugar fue San Rafael y la construcción de Malargüe a Pedro Vargas y de ahí a Salta, a San Antonio de los cobres. Finalmente destaco su participación como Jefe administrativo en la construcción del Tren de las nubes. En ese entonces la familia se trasladó a vivir a Campo Quijano, Salta”.

    Beba ha escrito con visible emoción sobre vida, traslados, peripecias de la familia, tras su padre.
El ferrocarril y su avance por los desiertos argentinos llevaban a Clemente tras él. Recordamos que en aquellos tiempos era frecuente escuchar en boca de los Seppi que vivían en Cruz del eje, Abraham, Ruperto y César- también lo decía orgullosa de su hermano mayor Elisa- de la gran capacidad administrativa de Clemente, de cómo se lo requería para poner orden aquí y allá a medida que nuestros trenes ganaban lugares hacia el norte y sur de la  extensa República.
     Chita cuenta también sobre tío Clemente, hablando con orgullo:

          “Papá nació en Catamarca. Cuando tenía quince años fue enviado por el abuelo a estudiar en el Seminario de la ciudad de Catamarca. A los dos años papá se fugó y se fue como polizón de un barco a Comodoro Rivadavia. Desde allí se fue a Buenos Aires donde ganó un concurso de dactilografía que le permitió entrar a trabajar a los ferrocarriles ascendiendo al poco tiempo al cargo de Jefe administrativo de los Ferrocarriles del Estado…En sus años maduros fue intendente de Albardón. Tal vez cuando él cumplía con estas funciones que le demandaron tanta dedicación y tiempo recibió de nosotros algunos reclamos, queríamos que se quedara más en casa, que descansara. Ahora, cuando él nos falta y han quedado tras su partida las ponderaciones de tanta gente que recuerda su vocación de servicio y capacidad, sentimos que el corazón se nos enancha de orgullo. Papá trascendió su época, fue un intendente destacado, por su honradez, capacidad organizativa y por su acción. Supo resolver los  problemas  de una comunidad que le estará por siempre agradecida”.

Por el importante lugar que ocupó en la sociedad sanjuanina, por su honorabilidad Clemente mereció un gran reconocimiento que se plasmó en los comentarios que hicieron los más importantes diarios sanjuaninos con motivo de su fallecimiento. Rescatamos algunos párrafos significativos:

   “La trayectoria de este hombre de bien y activo miembro de la comunidad sanjuanina empieza en el Ferrocarril General Belgrano en 1918, en el que ocupó importantes cargos jerárquicos.
Durante su jefatura administrativa se concretaron las siguientes construcciones: San Juan- Jáchal, Milagro a Quines, Pie de Palo a Mendoza, Mendoza a Chile, Salta a Socompa, Pedro Vargas a Malargüe y Malargüe a Bardas Blancas, desempeñándose como gerente ad-honorem de ellas.
Su preocupación por la vida social y el cultivo de la camaradería lo llevan a cultivar la práctica del tenis, a ser socio fundador del Rotary Club donde desempeña  cargos directivos.
Como hombre de empresa perteneció al Directorio de la CAVIC, Corporación Agro-económica, Vitícola, Industrial y Comercial (1965-66).
Fue intendente de albardón, cargo que desempeñó con responsabilidad, probada capacidad directiva y ejemplar honestidad. De ahí que su despedida ha dejado un recuerdo imborrable del ciudadano, del hombre, del amigo, del padre de familia y del gran servidor de la sociedad que fue Clemente Justo Seppi”.

       Pensamos a cuánto nos obligan nuestros ancestros, gente que, como Clemente, ya en sus años de hombre mayor, llegaron a ocupar importantes cargos al que accedieron por su valor, por su capacidad y espíritu emprendedor, sin genuflexiones ni  acomodos ni el vil afán  de rápido enriquecimiento que envilece  la acción de tantos hombres. Un ejemplo que es bueno que conozcan los descendientes de la familia. 




Dos nietas de Clemente, Graciela  Albarracín y María del Valle Martínez Seppi junto al retrato de Clemente en  la Galería de Intendentes de Albardón.





                             
BEBA SEPPI DE ALBARRACÍN ERA LA PRIMA MAYOR DE LOS SEPPI. Falleció  dejándonos en recuerdo de su presencia cálida, protectora, cordial. Los que la conocimos la amamos incondicionalmente.






 (Acá aparece junto a su esposo e hija, una encantadora arquitecta que reproduce los rasgos de su
madre).







MARTÍN
    

         Tío Martín se fue muy joven a Buenos Aires. Esperamos que Graciela, su hija, nos amplíe sobre los sucesos de una vida que se nos hizo lejana … casi misteriosa, allá en la mítica zona del puerto.
   Trabajaba en el Ministerio de Obras Públicas  como Director de Planeamiento. Fue socio fundador del Club de Arquitectos  de manera que Graciela recuerda cuando lo acompañaba y se plantaron los primeros árboles en ese club.
Fundó la mutual de Arquitectura y sus compañeros lo llamaban- según su hija- “Arquitecto Seppi”.
Había estudiado en el Instituto Otto Krause y se recibió de maestro de Obras que se da al 3er. Año de la carrera de arquitectura.
    Se habían conocido con la bella Rosita en casa de unos amigos comunes, alto y de imponente presencia él, blanca y deslumbrante ella, se casaron y tuvieron una hija de la que nos llegaban fotografías que nos hacían decir: ¡qué belleza es nuestra prima!
  Vivían en Salta 470 a dos cuadras de Olivos. Él mismo construyó su linda casa
Por eso en  las dos o tres ocasiones en que  se produjo la visita de tío Martín era un  acontecimiento excepcional.
     Tía  Elisa, que era muy demostrativa y cálida  preguntaba a los sobrinos que debíamos mirar admirados: ¿Han visto una mujer más bonita que Rosita? Y nosotros decíamos que no porque  de verdad  era bonita Rosita, la esposa de Martín que nos ha mandado ahora a Graciela su única hija.
 Cuando Martín llegaba de visita y se formaba la gran ronda para escucharlo, él  nos hablaba de la gran urbe y nuestra imaginación niña  dibujaba altos, inmensos edificios porque él trabajaba en uno muy importante que se encontraba en una de las más conocidas avenidas porteñas.
         Cada uno debe tener sus recuerdos, pero seguramente todos coinciden en exaltar la alegría que  teníamos cuando un tío llegaba a visitarnos.

        (Nosotros, los Seppi de hoy, llevamos la  marca de ese sentimiento fraternal  que es el que nos ha traído a Cruz del Eje).
       Por ese amor que los unió, que les permitía costosos traslados para verse y extremas paciencias para sostener la convivencia de largas estadías, por ese cariño a toda prueba estamos hoy reunidos.
  Conscientes de que nada vale tanto como ese sentimiento fraterno queremos transmitírselo a nuestros hijos y nietos porque sabemos que dentro de los inmensos bienes que nos brinda la vida, éste, el de la buena relación familiar, es uno de los más importantes, el que hace la existencia más cálida y reabastece para las luchas que hay que enfrentar  fuera del hogar.
                        






Graciela Seppi cuando era un hermoso bebé
(La foto dice al reverso: Al tío Abraham, María luisa y nenes con cariño-Graciela Inés a los siete meses-










Graciela Inés Seppi ha dejado escrito en la reunión de 2006:
“Tengo dos hijos: Sebastián Diego Pedraza y Melina Pía Pedraza y un nieto, hijo de Melina: Santiago León Pedraza.
    Los recuerdos más felices familiares de mi infancia están relacionados con mi tía Elsa Seppi y sus hijos, en Libertad, Merlo.
 Allí pasé mi infancia muy mimada y conocí a casi todos mis tíos y tías, algunos primos que venían del interior y estaban de paso en Buenos Aires.
    Recuerdo que los hermanos Seppi eran muy unidos, porque aunque sea una vez al año alguno de ellos pasaba por mi casa  de Olivos.
 Yo era muy tímida, quizás por eso no supe exteriorizar el sentimiento de placer que me producía el encuentro con ellos.
¡Tenían tanta alegría!, Se expresaban con gracia, chistes, carcajadas que les brotaba desde muy adentro.
     Pienso que nosotros, esta generación de herederos, los nietos del abuelo Martín, tenemos esa veta en algún lugar de nuestros corazones.
    Por eso me alegro de ser SEPPI  de pura cepa”
             

              

GRACIELA SEPPI NOS CUENTA, a propósito de los parientes de la familia con los que ella ha tenido contacto. (Reunión de julio del 2006).


“José Guariente era primo de los Seppi.

Vivía en Olivos, a tres casas de la mía. Era una persona muy singular. Petiso, gordo, avaro.

Era tan avaro que se levantaba con la luz del sol y se acostaba cuando él se iba para no gastar luz.
   Acostumbraba ir a matear con tía Elsa, y ella, que era tan traviesa,  un día, ella, cansada de su manera de ser tan aprovechada (jamás colaboraba con la economía de la familia), le puso agua hirviendo en la bombilla. Cuando se quemó y empezó a proferir maldiciones y palabrotas fueron las risotadas de las maliciosas que asistían a la singular mateada. Recuerdo ese lejano episodio y ese extraño pariente del que no volvimos a saber nunca más.
    Con respecto a abuela Catalina, papá decía que era de origen indio, de los indígenas de la Rioja o Catamarca. Papá había nacido en el 2005 y murió en el año 1967. Era Maestro Mayor de obras y se había recibido en el Otto Krause. Era un padre tierno y un marido enamorado. Tomaba mate con Illía, con quien siempre estuvo en contacto, tanto como para que yo recuerde a ese ilustre personaje que fue después presidente vestido con un traje oscuro y gastado. La relación con papá se mantuvo hasta que papá murió, tanto que el certificado de defunción de papá está firmado por Illía”.



ELSA
       La joven y bella Elsa también tiene en su destino la Capital porteña, pero por ahora, en su adolescente efervescente y ruidoso, el padre tiene que vérselas con una joven coqueta, vivaz, que atrae a cuanto joven visita la pequeña ciudad ferroviaria. Rosende, un porteño que andaba de paso por Cruz del Eje,  se enamoró perdidamente de ella y se la llevó a Buenos Aires. De esa fuente nacieron la bellísima Perla, tan bella y delicada a la que todos encontraban  parecida a Ingrid Bermang,  la burbujeante y alegre  Chi-Chí y Carlos.
           Para traer un poco más cerca los recuerdos les contaré que cuando las primas Rosende Seppi llegaban en los veranos a Cruz del Eje, siendo ya adolescentes, provocaban tal revuelo que la plaza se convertía en una atracción para los chicos lugareños. ¡Habían llegado las porteñas! Y la llegada provocaba reuniones que nosotros llamábamos “ Vermouts” . En una de ellas conocí a Rubén, mi amado esposo. ( y no sigo con los detalles para no cansarlos pero fue gracias a esa visita como establecí el primer contacto con Rubén Fernández). 
     
En la reunión del año 2006, Chichí, necesitando ampliar estos datos cuenta lo siguiente:

    “Mamá, Elsa Seppi, vivía en Cruz del eje con toda su familia. Perdió a su mamá siendo muy chica y quedó con su papá, sus hermanos y tía Elisa, la mayor de sus hermanas.
Un día, siendo adolescente aún, conoció a Manuel Rosende y el encuentro fue tan impactante y el joven tan cautivador que decidió ir con él con la ayuda  de tía María Luisa y Roberto, quienes intervinieron ante tía Elisa para que fueran a Bazán y firmara el consentimiento de dicho casamiento.
  Rosende era un hombre rico, perteneciente a una familia de apellido ilustre, descendiente de los Mitre.  Ricardo Romero cuenta que su madre recordaba que, en una visita a la estancia de los Rosende, en Olavarría, los recibieron dos negras con sendas palanganas de agua para que se higienizaran, lo que les indujo a pensar  que estaban ante gente muy rica.
Pues con este hombre de gran hidalguía familiar se casó mi madre.  De esa amorosa unión nacieron dos hermosas hijas: Perla y yo, Chichí.
    La familia vive unos años en San Juan  hasta que la desgracia del terremoto  nos lleva nuevamente a Cruz del Eje. De ese terrible momento recuerdo aún el terrible temblor, luego todos corriendo hacia la plaza y las paredes que caían como paja. Mi padre se salvó de caer en una de las inmensas zanjas en que se abría la tierra sosteniéndose de un alambrado.
 Allí nace mi querido y único  hermano, Carlos Alberto.  Mi padre era muy viajero y llevado por su trabajo nos fuimos a vivir a Río Gallegos donde estuvimos tres años. Buenos Aires, Libertad, Merlo, fue nuestro próximo destino. Allí Perla se enamora del que es su esposo Horacio Musi, yo me caso con Eduardo y Carlos queda soltero. Somos una familia unida  y hemos formado hermosas familias”.
                                     
               ABRAHAN DOROTEO


Abraham, mi padre,  era un joven explorador, aventurero, de gran capacidad para el trabajo... y para el amor. Alto, grueso y de chispeantes ojos verdosos y natural simpatía, andaba sembrando amores aquí y allá. Las mujeres se prendían a sus promesas de fidelidad eterna  y él, fie a cada amor, vive ardorosos romances que dan que hablar a la gente del pueblo. 
           Precisamente los chimentos sobre los enredos de una boda frustrada con una niña de Soto son las primeras noticias que María Luisa,  la que iba a ser su esposa, tiene de él cuando llega a Cruz del Eje a trabajar como maestra. ¿Saben que Abraham Seppi ha huido para no casarse? ¿Saben que ya estaba la boda preparada, los chanchitos adobados, los pollos pelados y las vacas carneadas? ¿Y saben que los hermanos lo persiguen para matarlo? Parece que fue su padre el que lo decidió. Cuando él fue a pedirle consejo y ayuda.  –“Hijo”,- le habría dicho don Martín- si usted no está seguro de quererla no se case por las presiones que los hermanos han puesto sobre su cabeza. El matrimonio es cosa de toda la vida. No, no se case, hijo, huya y cuente con mi bendición”- Ésas, más o menos así dichas habrían sido las palabras que pusieron a Abraham en la fuga, situación que cambió su destino y el de su descendencia de seis hijos, los que tuvo con María Luisa, su paciente y amante esposa.
Pero no fue ése el único chimento a que dio lugar la aventurera vida de Abraham y pronto se  suceden otros más: ¿Sabe lo que le pasó a Abraham Seppi? Los Fernández Santiago le tiraron agua “u otra cosa” desde los balcones de su casa de dos pisos,  para correr al pretendiente de su hija Elena... que lo adora”. (Eso andaba entre las bocas desocupadas de la gente del pueblo,  hechos que rescato porque Elena fue la madre de Rubén, mi esposo, y llegó a ser mi suegra. La casa en cuestión es la de dos plantas, (una gran novedad para la época) donde funciona la actual escuela de Música Luis Gianneo,  en calle Alsina de Cruz del Eje, por cierto).
           Abraham era, además, un joven aspirante y soñador. Se había cultivado asistiendo a la escuela primaria y había cursado hasta tercer año de la secundaria. Cuando llegó a la adultez era un hombre de atractiva presencia y gran simpatía.  Le gustaba la buena vida y los viajes, de manera que recorrió buena parte del país y vecinos.  De tal suerte  le puso  mucha fuerza al trabajo ( y así, paralelamente a su tarea como empleado en la administración del ferrocarril, tenía otras propiedades, quintas, a una de las cuales la llamó  SANTA CATALINA, en homenaje a su  madre,   y una confitería en calle San Martín llamada LA PERLA).
                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                      
 Así, unió esfuerzos y cansancios a los goces de cada día y lo hizo con tanta entrega y fervor  que  su vida, de puro  intensa,  ardiente y fragorosa, se acortó hasta ser de escasos   46 años.
    De su feliz unión con María Luisa Méndez López  nacieron: Julio César, Gladys, Luis Alberto, Ángel Roberto, Beatriz y Cristina.

El suyo fue un matrimonio feliz tal como se lo consideraba en una época que perdonaba – María Luisa era la que perdonaba- los desajustes provocados por una vida que se daba tantas licencias como las costumbres de la época permitían a los hombres, en tanto las mujeres esperaban mansa y sumisamente el regreso del hombre al hogar. Y así volvía Abraham, cariñoso, festivo, alegre, cargado de helados o chocolatines, caramelos u otras golosinas que engolosinaban el hogar y endulzaron nuestra niñez.

(En la fotografía están Abraham y María Luisa y Clemente y Blanca. Los hermanos eran muy unidos y realizaban frecuentes viajes juntos).

Después, atento a la crianza de sus hijos compraba mecanos y autitos a los varones y a mí, que era su hija segunda, libros de cuentos y revistas y algunas muñecas a las que presté escasa atención. 
  Abraham murió a los cuarenta y seis años, víctima de un ataque cardíaco que en esos años- 1955- no habían encontrado el remedio que tiempo después incorporó a la medicina y salvación de tantas vidas René Favaloro con sus by-Pass.
María Luisa fue viuda a los cuarenta y dos años. Siguió viviendo en Cruz del Eje y en el año 1957 se trasladó con sus seis hijos a Córdoba con la intención de que pudieran ir a la universidad. Allí se fueron recibiendo, para luego emigrar a Cruz del Eje, el Negro y Roberto. Los sucesivos casamientos llegaron con los años.
                                                                                                                                                  
   (La foto fue tomada en la  casa de Alberto. Los seis hermanos con nuestros cónyuges rodeábamos a mamá. La pequeñita deber ser Zafirita, hija de Alberto y Zafira).


Los seis hijos de Abraham y María Luisa están aún de este lado de la vida menos   Roberto que murió a los cincuenta años de edad ha dejado el recuerdo de su gran bondad, sentido del honor, hombría de bien.

ANGEL ROBERTO SEPPI


Era un hermoso muchacho. Hermoso y de gran corazón. Muy joven se dedicó a la mecánica de motocicletas. Montado en ellas se mostraba muy intrépido de manera que, ya viviendo en Córdoba, toda la familia temía por un posible accidente. Pero no fue la moto la causa de una desgracia en que perdió la mitad de su pierna, sino una camioneta que, manejada por un primo lo expulsó fuera de la cabina. Cuando se quiso poner de pié advirtió que su pierna yacía a unos metros. Su recuperación fue muy penosa tanto para él como para toda la familia. Y sobre todo para mamá que dedicó todas sus horas libres para acompañarlo, cuidarlo y darle ánimos.
Él siempre se mostró fuerte. Sin lamentos, auxiliado por una pierna ortopédica se volvió a Cruz del Eje a trabajar con el Negro que, en esa época tenía un criadero modelo de pollos. El Gordo, como le decíamos fue muy feliz con este  hermano incondicional pero fue mucho más cuando encontró y se casó con la mujer de su vida: Adriana Garay, una joven agraciada, virtuosa, inteligente, que lo acompañó hasta su prematura muerte ocurrida a poco más de cincuenta años.
Roberto fue un tío muy amado por sus sobrinos, sus hijos, Alejandra y Luis encontraron en él a un padre amante y muy afectuoso. La familia lo recuerda con mucho amor.
                
 ELISA


Elisa, (en el centro del cuadro, abrazada por tía María, Chita Nidia y Mirtha) siempre fue un centro de atención familiar por lo que no es casual que aparezca en esa situación en la última fotografía que tenemos de ella.
Una de las hijas mayores de Martín, es la hermana- madre. Sabemos que asumió la crianza de sus hermanos y la responsabilidad de llevar adelante la casa en tanto estudiaba en la recién fundada Escuela Normal.
 (Es bueno saber que en el hall de esta Escuela  está fotografiada junto a las compañeras de la primera promoción de Maestras de Cruz del Eje). Dicen que un día fue, como era costumbre en esos tiempos a dar una vuelta por el andén del ferrocarril donde los jóvenes cruzdelejeños se concentraban para ver pasar los trenes y conocer a nuevas gentes. Allí encontró a Matías Modesto Romero, un joven tucumano que la debe haber conquistado con su facilidad de palabra, con su cálida  comunicación.
Según algunas versiones conoció a Matías en el andén del ferrocarril, según otras Matías se hospedaba en la famosa pensión de los March, lo conoce a Abraham, simpatizan y, como estaba solo éste lo invita a pasar un 24 de diciembre en su casa.
Entonces se da el amor y un  noviazgo que culmina en matrimonio.
Tía Elisa era de una presencia fuerte. Siempre estaba y más, por cierto, si había alguna necesidad.
 Con los años, el matrimonio Romero Seppi  estableció su hogar en Maipú 666. Cruz del Eje eligió a Matías Modesto Romero como Intendente de Cruz del Eje en la década del cuarenta lo que se constituyó en motivo de orgullo para toda la familia Seppi.
 Después en Córdoba en la calle Campillo donde dieron albergue generoso al Negro en su primer año de estudio de ingeniería.
 Conocemos la inteligencia de los hijos en cuya crianza fueron padres empeñosos: Carlos, el primogénito de los Romero Seppi es un reconocido catedrático de historia que da sus clases en el Colegio Montserrat de Córdoba y el Profesorado de Historia de la Escuela Normal de Cruz del Eje; Ricardo, un brillante abogado y Guillermo anda deslumbrando a la gente de Boston, EEUU,  con sus conocimientos en la especialidad que desempeña: ingeniería electrónica.

(California-1983 Guillermo Romero y su hijito en USA).

Guillermo nos ha acercado, vía email,  algunos datos muy interesantes de su familia:
“Tengo tres hijos nacidos del hogar que fundamos con Gabriela. Mi mujer es abogada  intérprete y traductora.
Mi hijo Martín, nacido en noviembre de 1981, es músico de corazón, tiene una banda rockera, “Us versus Them”.
Ignacio estudia para director de cine y escribe temas de películas.
Victoria estudia arte en la Universidad de Massachussets”.

                                   ARGELIA



De Argelia, que murió siendo una madre joven, sabemos que estaba casada con Serafín Vega, que vivió en un lugar paradisíaco de Chilecito y luego se trasladó a Cruz del Eje. Su casa estaba ubicada en la calle Ate. Brown al 700. Murió muy joven de un cáncer de pecho y  tuvo dos hijos: Eduardo y Hugo.
Eduardo, su hijo mayor, murió asesinado muy tempranamente. La la suya fue una muerte por amor.

Eduardo era un joven muy hermoso. Lo recordamos por su elevada estatura, su porte de actor cinematográfico y una tan encendida sensibilidad  que lo llevó a una muerte trágica y prematura: Eduardo murió de amor, asesinado por los hermanos de la mujer a la que amó con desmesura.
Muchos de los primos recordamos el caso:
Cierta noche golpearon sucesiva y fuertemente las aldabas de las casas de los Seppi. Era la policía que venía a comunicar que Eduardo Vega había sido asesinado. Después todo fue corridas, estupor y lágrimas. También hubo justificaciones,  razones de un hecho que terminó con la vida de un joven de promisorio porvenir.
 Eduardo estaba ciegamente enamorado, la familia de la novia se oponía y hasta llegó a  sacarla de Cruz del Eje para “cambiar el aire”, como se decía en la época cuando se intentaba alejar a alguien de un amor que no se consideraba conveniente.
Lo cierto es que la novia es llevada a Copacabana, lugar alejado al que el  empecinado enamorado llega cierta vez en bicicleta quedando atrapado en el arenal. La persecución de Eduardo fue obstinada pero mucho más lo fue aún la disposición familiar de  la novia de oponerse a la relación, de tal suerte que llegó a fraguar la muerte del muchacho.
Fue un asesinato bien planeado  a la aclaración del cual hasta los diarios de la época, como La Voz del Interior y el local  La Idea  aportaron juzgando el crimen desde perspectivas contrarias y describiendo detalladamente cómo fue esa muerte. En uno de ellos se leía: “Cuando uno de los hermanos ilumina a la víctima con una linterna y el otro saca un revólver para dispararle dos tiros al corazón, el enamorado sorprendido pregunta: ¿Por qué?, ¿por qué?”.
Después fueron los abogados, el juicio buscando una reparación imposible. Finalmente el matador fue absuelto, lo que significó para la familia un duro golpe a su fe en la justicia.
 Sin embargo… - cuenta y comenta Ricardo,  dando un remate a la historia:

 “¿Conocen el final de ese hecho familiar lamentable? Hace dos años- está hablando desde el 2009- se publicó en esos mismos diarios que un hombre- por el nombre sabemos que es el mismo que mató a Eduardo- había sido asesinado por un desconocido que  entró subrepticiamente a su casa, le pegó dos tiros en el corazón y se fue. Nunca se encontró al que primero se supuso un ladrón pero que, curiosamente, no había tocado ninguna de sus pertenencias”.  

Una historia trágica en los álbumes de la memoria familiar. Una historia que ya ha cumplido más de cincuenta años.
Pero sigamos:

Hugo Vega, hermano de Eduardo,  ha vivido también una historia que es necesario conocer:
 “Hugo era montonero. De frágil sensibilidad, huérfano de madre y padre, protegido de los tíos. Él había conseguido, merced a la intervención de los Seppi, un trabajo en el  ferrocarril. Fanático peronista, en plena época de la dictadura militar, recolectaba cuanto mensaje de Perón llegaba desde el exilio, motivo por el cual fue un desaparecido más de los muchos que hubo en Cruz del Eje. De esa manera se perdió de la vista familiar por dos años. De su cautiverio contaba que estuvo todo el tiempo enmascarado sufriendo oprobios, entre los que más lo debilitaron narraba los simulacros de ejecución a que era sometido periódicamente, menguados en ciertas ocasiones por la intervención de un soldado que, siendo de La Rioja- el lugar en que Hugo había nacido- y apiadado de él, lo llevaba del brazo hacia el paredón diciéndole: “tranquilo amigo, esto es solamente un simulacro más…”.
Cuando Hugo es liberado, vaya a saber por qué, se encuentra con la ausencia del coche motor- los ferrocarriles habían sido devastados por lo que ya no era más empleado del ferrocarril y con un hogar donde se lo consideraba un desaparecido para siempre…
Después se lo veía andar por la calles cruzdelejeñas, solo, triste, huérfano del amor…- dicen los que estuvieron más cerca de su vida.

ANTONIA

Antonia tenía un carácter apacible, muy joven se enamoró de Antonio Rivero. Vivían frente a la plaza entre la casa de César y Roberto. De ese matrimonio recordamos la mansedumbre de la vida de pareja, siempre, aparentemente, igual. Todas las tardes a la misma hora se asomaban a la ventana de su casa y desde allí miraban pasar a las gentes que solían dar la “vuelta de perro” alrededor de la plaza.
Tía Antonia era muy buena cocinera, ricas pizas, ricas pastas que algunos sobrinos teníamos la suerte de saborear de tanto en tanto. Sus hijos Jorge, Nidia y Catalina, nieta que llevó, como Chita, hija de Clemente, el nombre de su abuela materna.  ¿Quién de los que vivió en Cruz del Eje no mantiene intacto el recuerdo de Jorge Rivero? Muchos recordamos su voz gruesa, su  corpachón, su temeridad.  La vida lo llevó a  Buenos Aires y después, la muerte, prematura, lo encontró también allá.
 Nidia tuvo, desde la adolescente que recordamos, una presencia arrolladora. Imponía su voz de tonos graves que luego se coloreó con el tono porteño ya que tía Antonia partió con su familia hacia Buenos Aires a poco tiempo de perder a su esposo, tío Rivero, de quien tenemos el recuerdo de un hombre simpático, de rostro bondadoso y muy apegado a Antonia. Los chicos eran apenas adolescentes cuando se fueron de Cruz del Eje, Catalina, a la que llamábamos Caty, era, apenas, una niña.

Silvia y Cecilia se llaman las bellas hijas de Nidia.
Alguna vez Jorge y Nidia han regresado a  visitarnos, ya bebidos todos los aires y los tonos del puerto y con las trazas de una vida más o menos acomodada. Nidia ha prometido acercarnos datos de vivencias y  hechos  de sus vidas que desconocemos, como suele suceder con las de los que se van muy lejos del lugar de origen. Algunas noticias tenemos de lo que fue su feliz matrimonio y de sus hijos. Esperamos relatos, sobre todo que nos cuente de Caty, la  prima que se fue  de aquí siendo niña, y de la que queremos saber mucho más, sobre todo de los aconteceres que la llevaron, tan joven, definitivamente lejos de nosotros.
 ( En la fotografía Nidia y su hermosa hija con Chita y Antonio.)

 RUPERTO
En la casa del lado de los Rivero Seppi  y del tío César, vivían  los Seppi Luna, frente a la plaza ¡Qué fresca llega la imagen de Ruperto! Y qué querida ¡Cuánta calidez produce el recordar a ese hombre alto, alegre, alma de niño, ternura regalada! Junto a tía Elena Luna formó un hogar unido y feliz.  Ella, mitad madre, mitad  esposa,  le ajustaba las riendas a su alma inclinada a compartir- según ella por demás-  los juegos de los chicos. Tía Elena era maestra y se jubiló como Directora de la Escuela Nacional 277.Roberto (o Ruperto) nació en Estación Mazán un pueblo que floreció a la vera de la construcción del ferrocarril. Dicen que el abuelo Martín quiso ponerle de nombre Roberto, y con su forma ítalo argentina de hablar le dijo al Sacerdote que lo bautizo Ruberto, y el cura entendió Ruperto, de ahí vienen los dos nombres con que se lo llamó durante toda la vida.
Trabajó en varias casas de comercio hasta que ingresó al Ferrocarril, en los que realizó una larga carrera. Finalmente se jubiló siendo el jefe administrativo de los Talleres Ferroviarios de Cruz del Eje.
De joven parece que tenía la características de picaflor que caracterizo a los hermanos Seppi, una publicación de la época "La Chispa" lo menciona ...
En sus paseos juveniles por la calle San Martín conoció a una joven maestra de origen chileciteño Elena de quién se enamoró y se casó, matrimonio del cual nacieron Osvaldo, Mirtha y Rubén.
Ruperto era alegre, charlatán, despreocupado por las cosas materiales de la vida, tenía un amor infinito por todos los niños, a las tardes se sentaba en la vidriera del negocio (Regalos REMOR) y con una bolsa de caramelos para regalar  a cada niño que pasaba por su negocio. Jugueteaba con sobrinos, hijos, que lo seguían atraídos por amorosa disposición. Consentía a sus hijos y fue la adoración de sus
nietos.


(Osvaldo posa en la vidriera de REMOR, imitando la pose, el gesto y actitud de tío Roberto y ¡Cuánto lo repetía!)
Una anécdota: En el primer intento de cierre de los talleres ferroviarios, que fue en 1961 durante la presidencia de Frondizi (Plan Larkin), cuando todo era tensión visito Cruz del Eje (Según dicen en la primera salida fuera de su Provincia) la imagen del Santo Patrono de la Rioja: San Nicolás, y por pedido de los empleados ferroviarios, llevaron a esta imagen al edificio de los Talleres, en esa ocasión, se le hizo la promesa de que si no cerraban los Talleres ferroviarios, todos los años iban a peregrinar para las festividades de invierno de San Nicolas, al Tinkunaku, y al suspenderse en esa oportunidad el cierre de los Talleres, se cumplió a partir del siguiente año, realizando todos los años un viaje a La Rioja para el primer domingo de Julio, los primeros años en trenes especiales que llevaban cerca de 600 promesantes convirtiéndose en la delegación más grande que concurría a esa famosa procesión. Este evento era organizado por mi padre Ruperto Seppi que en su negocio “Regalos REMOR” recibía los pagos en cuotas de todos los promesantes muchos acompañados por otros miembros de sus familias, en algunos años fueron uno o dos coche motores y cuando se cerró el ramal a La Rioja se siguió viajando en varios colectivos (Recuerdo que eran en general más de 6 colectivos, esta peregrinación de cruzdelejeños se repite hasta nuestros días a pesar de que algunos de los que concurren no conocen su origen.

En la misma época de amenazada de cierre de los Talleres, el entonces Cardenal primado de la Argentina Monseñor Caggiano, medió en la gran huelga ferroviaria y posteriormente visito Cruz del Eje para recibir el agradecimientos de los ferroviarios, en esta visita fue llevado por Ruperto hasta un paraje cercano llamado Estancia Maza en donde Caggiano tenía parientes.
Finalmente los Talleres ferroviarios de Cruz del Eje en el que trabajaron varios de los descendientes de Martín Seppi, se cerraron definitivamente en Mayo de 1978, durante la dictadura de Videla.
Osvaldo: El más familiero de los hermanos, siempre estaba pensando en todo su entorno familiar, extrovertido y con los genes de los varones Seppi. Uno de los puntales en llevar a cabo acciones para juntar a la familia. Se casó con Alicia, con la cual tuvieron 3 hijos: Ana Lía, Diego Martín y Santiago.
Mirtha: La más prolífica de los hermanos, se casó con Felix Panero, formó una hermosa familia y viven en San Francisco (Cba.) y tuvieron 4 hijos: María Eugenia, Javier, Verónica y Mariano. Los nietos ya son ocho.
Rubén: El menor de los hermanos, es ingeniero. Participó desde muy temprana edad  en la vida comunitaria y la actividad política. Fue un activo militante social, gremial y político, fue secuestrado en uno de los ahora conocidos campos de exterminio de Córdoba “El campo de la Rivera”, para luego ejercer como  Diputado por el FREPASO en La Rioja, desde 1.997 a 2.001. Se casó con Graciela y tienen 3 hijos: Laura (La Rioja), Fernando (San Pablo – Brasil) y Ana Paula (Córdoba).



Osvaldo, Mirtha y Rubén son los buenos frutos de la unión de Elena y Roberto.
Los paseos, el dique, la pesca, la tranquila vida cruzdelejeña y siempre en el rostro las señales de una vida sencilla, plácida, feliz.


 
Osvaldo contempla las gallinas  que, en el fondo de la casa, aportaban a la economía familiar. Mirtha Seppi escribió en facebook: La nena que compaña a Osvaldo es Eugenia, quien, paradójicamente le tiene fobia  a las plumas. ¿Será por algo de esto?






    RUPERTO Y CÉSAR IMPORTANTES PROTAGONISTAS DE LAS FIESTAS COMUNITARIAS

¿Recuerdan las fogatas de San Juan? Pues en esas grandes fiestas que convocaban a todo el vecindario, Ruperto y César eran los líderes que los chicos seguían.

    En el libro  CRUZ DEL EJE, UNA HUELLA EN EL SOL Y UN TIEMPO PARA RECORDAR, libro en el que escribo sobre Cruz del Eje y los recorridos de nuestra infancia y adolescencia ( Pág. 241)  recuerdo aquellas fogatas que tanto tío Ruperto como César organizaban para deleite de los más chicos:

En el libro se dice:

“El día de la fiesta de San Pedro y San Pablo, entremezclada con San Juan, convocaba a las fogatas.... Niños, padres y abuelos concurrían a la convocatoria con algo más que elementos combustibles. Llevaban un mito, una ancestral costumbre.

  Papeles, cartones, ramas secas, y aun sentimientos y recuerdos que habían llegado a su hora de descarte, iban a entregar su tributo a las llamas...Desde sus alturas las llamaradas parecían saludar a otras lejanas fogatas que ardían en otros terrenos baldíos, prendidas de la noche...Cenizas. El corazón se prepara para el retorno. Purificado....Tras su fachada ardiente, toda una religión, tal vez el inconsciente deseo de alinear el alma colectiva. Mucho más que un juego: el símbolo de la vitalidad que renace, el equinoccio de junio...El tiempo y el mundo andando y anudándose en un círculo revitalizador de la vida, que vuelve eternamente a su rueda...”

 “Marta Troncoso, al regresar a Cruz del Eje, relata: “Después de años de ausencia y coincidiendo la fecha con el día de San Juan, me incorporé a la fogata de un grupo de chicos e hice votos por dos promotores de este festejo, hoy ausentes: Ruperto Seppi y su hermano César.

¡Con qué entusiasmo iniciaban junto a sus hijos, sobrinos y niños del vecindario las actividades preliminares a estas fiestas de calor y luz! Cuando vi levantarse las llamas sentí esas presencias, ya lejanas. Pero sus espíritus estaban aquí”.





CÉSAR

      El recuerdo se llena ahora con la presencia de César, la simpatía, la vivacidad en un alma limpia.
      César lo siguió a Clemente y así fue a parar a Malargüe donde estuvieron juntos, después fue a Mendoza y finalmente se vuelve a Cruz del Eje con su amada esposa, la tía María Sisti, mujer delicada, de gran finura , hospitalaria, excelente dueña de casa y cocinera.
  ¿Quién no recuerda los exquisitos platos que preparaba y  el sabor inigualable de sus pastas caseras?
   Esposa amante y madre ternísima supo despertar el amor de toda la familia.
   Ella lo siguió sumisa a César en todos sus movimientos que siempre giraron en torno a trabajos ferroviarios. De esa manera  encontramos que también estuvieron en Ríos Gallegos.
Finalmente se estacionan en Cruz del Eje y viven en la casa paterna de calle General Roca, herencia que habían compartido con otros hermanos.
    Cuando levantan los ferrocarriles en la época de Frondizi y la tristeza recorre la ciudad invadiendo a todos los hogares ferroviarios, César se retira y cobra una indemnización con  parte de la cual pone un kiosco en la plaza que lo hace muy popular por los licuados y comidas que se consumían al paso.
    Como vemos en César también se cumple la vocación de rieles en la que se mezcla, finalmente, la que le llega por vía de los Sisti, los ancestros de tía María, de pura cepa gastronómicos.
 Marilé nos recuerda que su abuelo Alberto Sisti y sus tíos Rodolfo y Dante, siempre se dedicaron a la gastronomía ocupando importantes lugares en ese codiciado oficio en Mendoza. 
 Y esa tendencia vocacional es tan fuerte que es el sello que llevan los descendientes, en su mayoría marcados por el destino gastronómico como es el caso de los hijos de Norma, Pepo y Marcelo  Alejandro. Lo mismo sucede con Federico Agüero, hijo de Marilé que realizó estudios especiales en Usuahia y actualmente trabaja en Córdoba.
    Los Salvadores, por otra parte que vinieron a juntar sus genes a los Seppi a través de Cacho y Norma se dedicaron también a este arte singular... y muy productivo.


(Tía María era muy hospitalaria, extremadamente bondadosa y muy querida por la sobrinada. En la foto con Osvaldo demostrando su cariño.)          


 LOS DESCENDIENTES DE CÉSAR Y MARÍA



Norma, Marilé y Cesarito Seppi Sisti


DE CÉSAR RECORDAMOS ESPECIALMENTE:

      Sus llamadas a través de las tapias: Abraham,  ¿estás ahí? ¿Jugamos un partidito de chin chon? Roberto,

¿ Qué hacés que todavía no has venido a visitarme?

   Los gritos saltando las tapias, ventilando relaciones, hablando de hermandad.

Su amor al ferrocarril, tan ligado a la historia familiar.




  Ellos representaban a los hermanos, cercanos, tan juntas sus vidas, tan paralelos sus secretos motivos. cesarito era una presencia cálida. tierno, limpio, transparente y muy sociable.


 (lo vemos en la fotografía que lo trae tan vivo en el recuerdo acompañado por maría y dos amigas).


su amor por tía maría se mostraba en gestos y actitudes. ¡formaban una hermosa pareja! y ella, tan dedicada a su hogar, tan buena cocinera, tan cálida anfitriona hacía, junto a él, muy atractiva su casa. a todos nos gustaba llegar, compartir un rato con ellos, estar allí, en su comedor tibio en invierno, bajo los parrales del patio, en verano.   
        para contarnos más sobre ellos están aquí norma, marilé y cesarito y quienes han unido sus vidas, ¡hace tantos años ya! a las suyas: cacho,  carlos y  maría elena y tantos sobrinos que compartieron con cesarito alguna noche de pesca, su gran afición.




CESARITO 


¿Quién no recuerda la figura apacible de César hijo, llamado por los primos Cesarito? Era una persona querible, tranquila, cuya serenidad en el hablar ponía una nota de paz en las reuniones familiares.
Cesarito,  así lo llamábamos al hijo menor de tío César María, un primo muy querido que muy temprano se fue a Mendoza, la tierra de los Sisti.

      Nació en Malargüe el 20 de diciembre de 1948 por diferentes traslados de un padre ferroviario, conoció junto a Marilé y Norma la sureña ciudad de Río Gallegos.  Luego fue Mendoza y finalmente Cruz del Eje. Muy joven se enamoró y casó con María Elena Rocha.    Lo suyo fue la vida de negocios, así fue como tuvo dos bares renombrados en la calle Rivadavia: "Takuba" y "Bar Americano. Años más tarde se dedicó a la construcción con su suegro en Córdoba y allí nació María Belén, su única hija.
     Siempre con su familia a cuestas los Seppi Rocha se radicaron en Mendoza dedicándose también a la construcción. Sus hermanos cuentan con pesar que fue su apego a la bebida una gran desgracia para su cuerpo y espíritu, lo que lo llevó a debilitarse y tener que ser internado, situación que llevó su separación de María Elena.    Esto lo destruyó anímicamente, luego vino un mes a Cruz del Eje pero ya no era el mismo.
     Su primer nieto, hijo de Belén, llamado "Danilo", fue un motivo de gran alegría para él transformándose, como él mismo decía en la luz de sus ojos.
    Ricardo y Anita, siempre muy cercanos a Marilé, la llevaron a visitarlo en Mendoza. Allí Cesarito vivía triste y solo en un hotel y una vez por semana veía a su hija y a su nieto.  Días más tarde de nuestro viaje el 10 de diciembre lo encontraron muerto en la cochera del hotel.
    Dice Marilé:
    “Gracias a Ricardo pude despedirme de mi querido hermano, el dolor es indescriptible la sensación de impotencia de no poder ayudarlo porque no quería ni  dejaba ser ayudado es dolorosa y cruel me queda la tranquilidad de que está mejor, libre y tranquilo con mamá y papá, seguro que nos encontraremos alguna vez... como lo hicimos en esta vida y así volver a recordarle lo importante y lo mucho que significó para mí, de lo mucho que me ayudó tenerlo en la vida. Todo mi amor para mi hermano a quien recuerdo constantemente”.

DOLLY



 Tía Doly ocupa un lugar especial en la memoria de muchos sobrinos.
 Soltera codiciada pero no resuelta a en matrimoniarse,  por muchos años vivió alternativamente en la casa de sus hermanos. Era una mujer muy atractiva. Solidaria, siempre estaba  dispuesta a ayudar y aunque algunas  veces las cosas se le enredaban en las manos muy poco preparadas para los quehaceres domésticos, (fue la regalona de tía Elisa) ella quería ayudar.
           Doly, como la llamábamos los sobrinos mayores que la sentíamos muy cercana a nuestra edad fue una maestra dedicada. La imaginamos en la escuela de La Banda, Leopoldo Herrera, dando clases impecables.
          Sus hermanos sentían por ella un especial  cariño, ése que suele prodigarse a los menores. También dedicación. Será por eso que  tenía siempre, en cada casa, un lugar destinado a recibirla.
         Así se hizo muy cercana de los mayores, en especial de casa porque, sin que pueda precisar cuántos años fueron, estuvo viviendo con nosotros algunos años.



   
    (Aparece en la fotografía junto a tía Rosita y el Negrito Seppi, tan niño aún y tan compañero de Dolly).

En Buenos Aires encontró el amor y Carlos Kramer se transformó para las chicas de la familia- en esos tiempos adolescentes-en un personaje romántico que llegaba en las cartas que Doly leía ocultamente y... ¡que nunca pudimos encontrarle para la fiesta de nuestra imaginación!
           Hoy, 15 de julio de 2006, está en Buenos Aires y su hijo único, Gustavo, con una actitud cariñosamente protectora, ha decidido no prestárnosla para esta reunión. ¡Hubiera sido muy bueno tenerla!



 DE TÍA DOLLY, UNIDA A CARLOS KRAMER nació Gustavo que es ahora un eminente médico que se casó con Andrea y tiene dos hermosos hijos. 



(Nuevamente con  el Negro Dolly, una bella mujer de ojos claros y cabello ensortijado de un castaño oscuro).



REUNIONES DE LA FAMILIA SEPPI



Fue en el año 1992, en un club camino al dique de Cruz del Eje.

Estaban las mayores y algunas mujeres maduras a las que, en este año 2015, hoy, nos toca ser “las mayores”: Al centro tía Elisa y Tía María.
Alrededor las primas: Chita, Norma, Chichí y Mirtha a la izquierda; Gladys, Perla, Marilé, Nidia y Graciela, a la derecha.




NUESTRA  REUNIÓN DE 1992

            
             En el año 1992, ¡hace tantos años!, realizamos nuestra primera reunión de primos Seppi.
            Los descendientes de Martín y Catalina  llegaron, como hoy,  desde los cuatro puntos cardinales del país: La Rioja, Buenos Aires, San Juan...
           En aquella oportunidad éramos más de ochenta personas y presidían la mesa Tía Elisa y Tía María, las mayores. Tenemos sus imágenes grabadas en un video que seguramente veremos. Es una manera de recuperar sus gestos, sus amadas presencias.

          Cacho Salvadores nos recibió con un exquisito asado y el  lugar elegido fue un club en el camino al dique.  No terminamos de agradecerle a Cacho los esfuerzos que nos hicieron sentir, ¡a tantos primos y descendencias!, tan bien acogidos.
           Todos recordamos aquella fiesta por el sentimiento fraterno que nos unió. Además, el clima de natural algarabía, se vio encendido aun más por las anécdotas que empezaron a rodar. Historias vividas que  soltaron abundantes carcajadas cuando, entre otros, el Negro Seppi, de gran habilidad  narradora, desgranó entre otras, pedazos de la historia del ferrocarril metido en nuestras casas, papá y los tíos con sus  costumbres, sus valores,  el sentido de la honestidad y de la palabra empeñada.
Pues así, hablando de honradez se acordó  de la circunstancia que lo llevó  a devolver una billetera con varios miles,  cuando salió a hacer ventas con el tío Rosende en Buenos Aires, el doble discurso venido de los mayores y que tanto pesa en las conductas.  ¿Devolver o no? Pues él demostró una ejemplar honradez que fue ponderada por el periodismo porteño.
           La tarde pasó entre risas y alguna lágrima que despertó el recuerdo de nuestros muertos queridos: Abraham, César, Ruperto, Martín,  Clemente, Argelia, Antonia, Elsa que ya por ese año habían desaparecido.
        Sólo tía Elisa, Doly,  y María, considerada una hermana por todos, permanecían.
          La fiesta terminó entre promesas de un próximo encuentro. Sin embargo han pasado catorce años y  la prometida reunión vino a darse recién en

EL 15 DE JULIO DEL 2006
Éramos muchos más que veremos en  fotografías que irán apareciendo en estas páginas. ¡Fue un encuentro único que, ojalá volviera a repetirse!!!!




Los que tenemos la suerte de ir llegando- podemos volver la memoria hacia la reunión de julio del 2006.    Fue un encuentro afectivo de gran intensidad. Previamente a la gran reunión, que fue en la parrilla “El catamarqueño”- adonde Cacho Salvadores, con su reconocida capacidad organizativa nos esperaba con mesas bien preparadas- nos encontramos por grupos y según íbamos llegando en hoteles, bares, confiterías, casas de familia, como la de Marilé, que siempre está dispuesta para recibir y que se ha colocado justo a la entrada de la ciudad, invitando al mate o algo fresco.
Después fue la alegría de cada encuentro, la llegada de los sanjuaninos, Chita y Antonio, que llegaron cargando panecillos de dulce de membrillo y Beba y Ricardo Albarracín, que nos ofrecieron riquísimos alfajores y también Inés, esposa de Hugo y su hijo Hugo Daniel.
De la Rioja llegó Rubén y Graciela, de  Buenos Aires, Chichí y Nidia Rivero y su hija Silvia, que llamó mucho la atención por  la esbeltez de su figura.
 Fue un gusto conocer y disfrutar de la compañía de Edgardo Musi, hijo de Perla Rosende Seppi y Horacio Musi y Civa, su bonita esposa brasileña, cautivadores ambos tanto por su linda presencia como por su entretenida conversación.
    En el almuerzo, riquísimo, no faltó nada para abastecer y satisfacer las apetencias del cuerpo, tampoco para la emoción porque entre nosotros estaban hijos y nietos, entusiasmados, contagiados de la alegría de los mayores, intercambiando saludos con primos con los que se sentían más o menos cercanos, más o menos conocidos pero con los que se unieron llevados por la corriente afectiva que reinaba en el lugar.

  Las presencias novedosas fueron:
Graciela, hija de Martín y Rosita que llegaba por primera vez a Cruz del Eje y que se abrazaba por primera vez con la mayoría de los primos. Tuvieron que pasar muchos años- ¿cuarenta, cincuenta? para que conociera a los descendientes de los hermanos de su padre. Fue  muy emotivo el encuentro,  hermoso conocer su alma limpia a través de unos ojos claros, ¿celestes?, ¿verdes?, que saben mirar de frente.

 Inés Dora Pérez, esposa de Hugo Seppi, llegó desde San Juan trayéndonos junto a la tonada inconfundible y a la delicadeza que recordábamos le pertenecía, el recuerdo de un primo que dejó muy temprano la vida privándonos así de una presencia festiva y llena de gracia en el decir.

Hugo Daniel Seppi, hijo de Hugo Clemente Seppi, llegó también desde San Juan y nos pareció que teníamos a su padre ante nosotros. Tanto puede el poder de la herencia, la fuerza de los rasgos transmitidos. 

Edgardo Musi, hijo de Perla y Horacio Musi, cautivó con su palabra fácil, oportuna y cargada de conocimientos. Civa, su esposa, fue, entre nosotros una Seppi más.

La reunión se desarrolló en el clima festivo que producen los encuentros profundos y se prolongó durante todo el día. Después del almuerzo los más jóvenes se dedicaron a actualizar el árbol familiar que había sido colocado en una pared. El resultado de su trabajo fue cargarlo de frondosidad.
¡Tanto han crecido las ramas!, ¡tantos nuevos nombres ha dado al apellido Seppi y las diversas uniones que se han ido produciendo!
 Alberto, Rubén Seppi y Rubén Fernández (hijo), habían conocido la tierra donde nació el abuelo Martín. Rubén Seppi compartió una película de su viaje por Yufré, con vistas conmovedoras, allí estaba la vieja casa que cobijó la infancia del abuelo Martín, bisabuelo de nuestros hijos, tatarabuelo de nuestros nietos.
Alberto Seppi nos dio una lección al referirnos lo siguiente:

   “El abuelo Martín vivía en una región Austro- Húngara que se transforma en italiana por un tratado de ambos países en 1822.
 En esta zona había una gran dedicación y preparación para la construcción de ferrocarriles en los Alpes  lo que fue para el abuelo Martín una verdadera vocación y salida laboral que le permitió, al emigrar a la Argentina, aplicar los conocimientos y experiencias adquiridos en la construcción de líneas férreas.
Cerca de 1780 hay una gran inundación proveniente de las aguas que vertían los Alpes, lo que provoca la dispersión de muchos pobladores de la zona. Con la mirada puesta en América, Martín y su hermano emigran recalando en Buenos Aires.
   Lo que deseo destacar es que los Seppi eran gente laburadora, de gran empuje. Características éstas que habrán sido heredadas en mayor o menor medida por los descendientes”.
                   -------------------
    Por su parte Rubén Fernández Seppi, que también buscó y recorrió la zona en que vivieron los Seppi, relata:
   “El párroco de Yufré me acompañó y mostró partidas de nacimiento, fue muy amable conmigo y me hizo notar que los Seppi abundan en el lugar “Aquí tuto es Seppi”- repetía.
Cuando llegué a la casa donde había vivido el abuelo de ustedes, es decir mi bisabuelo Martín me encontré con una inscripción: MASO SEPPI-1584 MS- 1728.”

   Luego Rubén muestra algunas fotografías que amplía Rubén Seppi que había filmado el lugar.
                ---------------------------

Fue a mitad de la reunión cuando se repartió la publicación que ahora nos dedicamos a ampliar y que generó tal entusiasmo que ahora, en las vísperas de una nueva reunión para el mes de julio de 2009, nos convoca a ampliar y actualizar.
  
En aquella publicación, base de la que ahora tenemos en las manos decíamos:

    “Estamos seguros de que en esta nueva reunión de familiares SEPPI  habrá muchos más asistentes. Hay un gran entusiasmo  por participar y son muchos los que han prometido su asistencia. Además,  nos han llegado muchos nietos, hermosos y sanos niños que nos prolongan la vida, que quieren saber, y a los que les hace bien conocer la historia.
         Recordaremos a los ausentes, sobre todo a las tías  Elisa y María, fallecidas últimamente, y también a Roberto, El Gordito, que supo adentrase tan profundamente en nuestro corazón.
       Y qué decir de Rubén, amado por cuantos lo conocieron por su gentileza y caballerosidad. Él, tanto como Cristina Vivo, esposa del negro y Verónica, su hija, son una presencia viva.
 Un homenaje a Jorge y a Caty, a quienes siempre llevaremos en el recuerdo. 


 
Ahora, 26 de julio de 2009,  decimos lo mismo: Estamos seguros de que habrá muchos más asistentes, tanto porque los ecos del encuentro anterior han despertado el interés de estar, de no perdérselo, como porque han nacido nuevas vidas y los niños y los adolescentes de hace unos años han crecido, algunos se han casado, han sido padres y vienen ahora enriquecidos con nuevas presencias. 
   
¿No es, acaso, un maravilloso ejemplo el abrazo que nos juntó a tantos y que la cámara dejó impreso cuando se encontraron Ricardo Romero y el Negro Seppi? Hugo Viano, atrás, observa complacido.


Al despedirse, Edgardo Musi dejó escrito:
    ”Los Seppi tienen una semilla de amor ejemplar. Me voy contento y reactivado por una actitud que, en un mundo dominado por el poder del consumo, es poco frecuente y  difícil de encontrar.
    Seguramente el abuelo Seppi y su mujer transmitieron lo más sutil y difícil: el cariño familiar y los chicos que estuvieron hoy aquí van a recibirlo y transmitirlo”.
                            
                 EN LA REUNIÓN DE 2006 DIJIMOS:

            “Hoy estamos aquí  convocados por el apellido Seppi.
           Tal vez tampoco antes lo pensamos pero ahora que lo tenemos en los labios podemos sentir cuánto rumor tiene, cuántas empatías despierta el pronunciarlo, qué sonoroso es. Sale de la boca como un campanilleo, gracioso, titilante.
            Nombra a Italia, habla de la aventura inmigrante, suena a mar Tirreno, a la belleza alpina,  tiene los rumores que  transmitían los pinares de las montañas y la verdura de una vegetación generosa. Porque así era la Italia de la que descendemos, la que vio el abuelo que se vino con sus retinas  y su alma cargadas de reminiscencias de su tierra natal.
             Estamos aquí, este 15 de julio del año 2006 para juntar recuerdos y reconstruir la gran historia de la familia.
            Y si hablamos de herencia, de gestos, de rasgos que distinguen a nuestra familia, surge uno mayor: el de la  fraternidad.             Nada más caro para los Seppi- con todo el significado del “caro” “carísimo” italiano- que el sentimiento de amor al hermano”.



OSVALDO ESCRIBIÓ EN LA REUNIÓN DE 2006 SOBRE LA FAMILIA:

“Quiero dejar constancia de mis mejores recuerdos: El mayor: Mis padres, por todo!!!!
Otro recuerdo: Mi tía María, por su afecto y amor. Mi tío César y nuestras pescas en el dique.
Otro: Las pizzas de tía Antonia !!! Otro: Las charlas y los gritos de la familia en las tapias.
Otro: La quinta del tío Abraham y la venta de mandarinas”.
                         
   

REFLEXIONES
    Cuando leemos las biografías de nuestros padres, los hijos de Martín, el fundador de la familia en la Argentina, los abuelos de nuestros hijos, y bisabuelos de nuestros nietos, sentimos el corazón invadido de orgullo. Hay un rasgo común que distingue a los SEPPI, una particular fuerza vital, una energía creciente, un espíritu batallador, y gran capacidad de llevar adelante proyectos y grandes aspiraciones. Nuestros ancestros eran gente aspirante, luchadora, fuerte. Desechaban la mediocridad, querían ser más y dejarnos una herencia mayor, no en bienes- que en mayor o menor medida dejaron- no en títulos nobiliarios, que nunca poseyeron, sino en potencia vital,  en ejemplo de capacidad luchadora, de esfuerzo, de perseverancia y de acendrado sentido del honor, del valor de la palabra empeñada.
Reconocernos que esas características nos fortalecen y nos permiten decirle a los que nos siguen: LA VIDA VALE LA PENA Y VALE LA PENA EL ESFUERZO, EL MIRAR HACIA DELANTE, EL PROPONERSE GRANDES, HEROICAS METAS.
Vale la pena, chicos. Llénense de vigor, de convicción de fuerzas y cumplan con su destino sin amodorrarse en la comodidad ni en la pereza, sin estancarse en las conquistas fáciles, sin confundirse, sin dejarse engañar por los vanos, superficiales  y hedonistas cantos  de sirena de  estos nuevos tiempos que ofrecen un placer inmediato pero fugaz.
Si los que estuvieron antes que nosotros pudieron superar tremendas crisis, cruzar el vasto y peligroso océano vaya a saber en qué condiciones y en qué estado de incomodidad y sufrimiento, si supieron, en fin honrar la vida,  ¿Por qué no habría de hacerlo cada uno de nosotros cuando hay tanto nuevo que nos permite cumplir con un gran destino apoyado en una vida de más calidad y recursos como los que se nos ofrecen?

Abraham Maslow, reconocido filósofo de este siglo propone su famosa “Pirámide de las necesidades humanas” para que ascendamos por sus peldaños hasta la más ambiciosa cúspide final, la que logran los pocos hombres que llevan adelante una vida con profundo significado, para ellos, para la sociedad..
De esa manera-dice- satisfechas las necesidades básicas de alimentación, abrigo y techo, el hombre debe aspirar a la mejor relación con los otros, al encuentro  y satisfacción de su vocación  y a la comprensión e identificación con los otros humanos.
Rubén Seppi pasó un cuidado video sobre su estada en Ruffré.
Allí, ante imágenes que nos muestran la vieja casa donde vivió el abuelo junto a sus hermanos, las calles, muchas de ellas con el nombre “Seppi”, que se repite en  farmacias, negocios varios. Y la casa con su pesebre donde los animales eran cuidados y protegidos como miembros familiares.



La familia va llegando a la reunión. En la vereda de “El catamarqueño” se dieron los primeros encuentros.   Cesarito al centro. ¡Por Dios! Él también nos falta ahora. Atrás, al lado de Chichí, Beba, la mayor de las primas Seppi, Beba, cuyo delicado, grato, hermoso recuerdo quedó en nosotros.


Se destaca Chichí Rosende. Están Cistina, Rubén Seppi, Osvaldo, Mirtha, Dora Inés Pérez, esposa de Hugo Seppi, de San Juan, Alberto, Antonio Martínez y Chita, Gladys, Bety, Marilé, Fernando Seppi, Federico Viano, Carlos Agüero, Hugo Viano, Félix Panero, Beba, Ricardo Romero, Hugo Daniel Seppi, hijo de Hugo e Inés, de San Juan. 


Se suman las presencias e Ana Paula Seppi, Graciela de Seppi, Claudia Agüero, Silvina.





Tantas presencias, ¿de dos tres, cuatro generaciones? Allí los que vamos cruzando varias decenas de años, algunos que ya no están, y las ramas tiernas que prometen llegar al mejor de los cielos. Alberto saluda desde atrás, Cacho salvadores no termina de acomodar a uno de sus nietos. Beba, Chichí, Marilé… ¡tantos).


Abajo: Bety, Mirtha y Cristina. ¡hay tanto para recordar, tanto para proyectar y tanto para sonreírle a la vida!!!!




Rubén Seppi, Carina Fernández Seppi, Norma Seppi de Salvadores su hermosa nuera y esas niñas que ya son jóvenes veintiañeras, como Laurita González, por ejemplo.



Abajo: Huguito Viano y Cristina, su madre, Osvaldo, Mirtha, Rubén, Chichí, Beba, Ricardo Albarracín, Antonio, Chita, la cálida esposa de Hugo Seppi; Félix, Huguito Seppi, Alberto  y su  hijo Luisito. Atrás, ¿Ricardo Romero?





Los primos de la segunda generación. Como vemos, un montón que se harán muchos más para nuestras próximas reuniones.



ANÉCDOTAS  QUE SE CONTARON EN LA REUNIÓN DE 2006

(Ahora nos preparamos para escuchar el relato de anécdotas familiares, un plato jugoso de la reunión)
    
      Indudablemente el Negro Seppi es un gran narrador. Cuando él empieza a contar suele formarse una gran rueda en la que la sobrinada compite por ganar el lugar más cercano a su voz. Y ante el “dale, Negro, contanos” él empieza con sus recuerdos a los que salpica con una buena dosis de exuberante imaginación, con mucha gracia y un excelente manejo del suspenso.
             Todos reímos mucho al escucharlo pero sobre todo, gracias a su capacidad para hacernos viajar a  los tiempos que fueron, recuperamos las presencias tan amadas de padres y tíos, los que ya no están con nosotros, y podemos volver a verlos en su andar cotidiano, haciendo, diciendo, amonestando, y sobre todo accionando para adelante porque todos los Seppi que nos precedieron han tenido un motor ponderable que los puso en marcha hacia el futuro.
   Pero hablábamos de los relatos del Negro, como le decimos aunque su nombre escasamente pronunciado es Julio César.
Acá va uno de sus recuerdos:

“Papá era un hombre muy, pero muy honrado, de esos que ya no se encuentran. Un día llegué con una hondera a casa. Una pedrada aquí, otra allá. Estaba chocho. La verdad es que no sé en qué buen canje con mis amigos me la había ganado. Escuchen bien: me la había ganado en buena ley, dije.
   Cuando llegué a casa, papá empezó con sus preguntas: ¿de dónde sacaste esa hondera?, ¿Quién te la dio? ¿Qué vas a hacer con ella?
Me apuró tanto que yo también  me apuré en contestar: Me la dio el Dante Anderlini, dije.
¿Pueden creer que papá se fue a  su casa a preguntarle? ¿Se acuerdan de los Anderlini? Vivían en la esquina de casa, bien cerquita, claro.
Mi amigo, desprevenido sólo atinó a contestarle: “yo qué sé” y entonces papá se me vino al humo, y como yo insistía que alguien me la dio pero no sabía el nombre de ese alguien, me obligó a tirarla.
(Ya van viendo cómo era papá.)

    Otro día me mando a llevar unas mandarinas a un vecino. El viejo me agradeció y me dijo: “toma, pibe, comprate algo”. Apenas vio las monedas papá se enfureció: ¿por qué te las dio si las mandarinas eran regaladas? Anda ya mismo a devolvérselas! Y allá fui yo, cabeza baja. Señor, por favor, recíbamelas si no me van a dar unos buenos guascazos.
   Será por eso que otro día cualquiera vi unas monedas en el piso, en la calle, en una vereda. Las esquivé, miré para otro lado. ¡No quería más líos!

       Un verano de esos ya lejanos llegó tía Elsa y me invitó a su casa de Libertad, en Buenos Aires.
El tío Rosende salía con su rastrojero y vendía no sé qué. Yo, que lo acompañaba en una ocasión, me quedé solo en el comedor de un hotel mientras él hacía sus trámites.
   De pronto lo vi. En un rincón, debajo de una mesa, un gran portafolios marrón. Miré para todos lados. Nadie. Allá lejos andaba el mozo distraído así que me levanté y me traje el portafolios a mi mesa.
Temblaba, tenía las manos sudorosas pero, venciendo mi miedo, lo abrí.
   ¡Estaba lleno de billetes! Me levanté despacio, me fui a mi habitación, lo escondí.
 Faltaban varias horas para que el tío Manuel regresara. ¿Qué podía hacer? Era apenas un niño de doce años. Y estaba en Buenos Aires.
Le pregunté al mozo por alguna comisaría y él me indicó, estaba cerca,  y allí fui.
   -Señor, encontré mucho dinero….
   -Sí, bueno, traelo acá, nosotros nos encargamos.
   -No, señor, acá no lo traigo, ayúdenme a encontrar al dueño… acá no lo traigo, les repetí a varios canas que se habían juntado….
Me empeciné y se dieron cuenta.
Cuando llegué al gran hall del hotel me vi rodeado de periodistas.
   -Así que encontraste dinero, pibe, así que sólo se lo darás al  dueño. ¿ y cómo vas a hacer para encontrarlo?
  No sé cómo hice pero en seguida me encontré con un montón de reclamadores.
   - Es mío, es mío- decían varios a la vez.
   -A ver, señor, ¿cómo era su portafolios….?
    -Es negro…
    -No, señor, que pase el que sigue.
     Así pasaron como diez hasta que llegó uno que iba respondiendo a los datos, marrón, de este tamaño, , ¿qué tiene adentro? Miles de pesos, ¿cuántos?  Ciento treinta mil. Justito. Así que se llevó el portafolios
   El diario local destacó el hecho con una gran titular: EJEMPLAR GESTO DE UN NIÑO.
 Papá también anotó en el libro de la familia:

GESTO EJEMPLAR DE MI HIJO MAYOR. Y pegó, orgulloso el recorte del diario.
     Lo que papá no sabía es que aquella vez, cuando el tío  llegó al hotel y vio tanto alboroto y se enteró del por qué del revuelo, casi se muere de un ataque de nervios. “Pero, Negro, ¿Por qué me hiciste eso?- me reclamaba- Yo ando tras un mango  y vos te ponés a devolver miles de pesos. ¡Por lo menos hubieras aceptado la recompensa, carajo”. – me retó enojado.
   Nunca supo mi tío Manuel que aquel hombre, agradecido me ofreció el 10% del dinero como retribución, y que yo, sintiéndome un héroe o tal vez por las lecciones que mi padre me venía dando sólo atiné a decir:
 “No, no, gracias, no quiero ni un peso”.
           ------------------------
 Día de pesca.
Osvaldo cuenta cuando todos estamos en el murallón del dique:
“Tío césar prepara su caja de pesca. Es un aficionado apasionado y lleva en ella elementos sofisticados para una pesca perfecta.
Ha invitado a papá con insistencia:
  -“Vamos, Ruperto, acompañame, ¿qué te cuesta?”.
Papá se resigna, Sí, César, bueno, te acompaño.
Y así va, munido con elementos que improvisa como un palo de escoba en reemplazo de la caña que no encuentra - exagera Osvaldo.
   En el bote reina el silencio. César, inmóvil sólo tiene atención al pique y  parece llamar a los peces con su mirada. De vez en cuando Ruperto intenta un comentario, pero mandado a callar, tira, resignado  la caña, siente el tirón, levanta su improvisado palo y saca. Saca y saca peces y más peces, de todos los tamaños y colores,  cada vez más grandes.
Su  cosecha crece. César, nada.
   Finalmente, la paciencia de César estalla:  “No te invito más, carajo, te estás llevando todos los peces que me tocaban a mí.”

HAY MÁS HISTORIAS FAMILIARES QUE VAN APARECIENDO EN FACEBOOK

      Alguien contó una de las historias familiares más resonantes en la vida familiar. Se  trata de un tío Seppi que dejó a una novia en el altar, con el gran banquete preparado para la boda. Lo que podemos agregar es que fue Abraham, de espíritu aventurero que, habiendo sido obligado a desposar a una hermosa chica de Soto por los hermanos que sentían que su honor había sido agraviado, lo amenazaron a punta de pistola. Un día,- agrega a su relato el negro- aparecieron en casa del abuelo cuatro tipos armados hasta los dientes. Cuando apareció papá le dijeron:  “Te casás con nuestra hermana  o ya sabés lo que te espera”. La preparación de la boda fue inminente. Lechones, empanadas, pavos y gallinas fueron a parar al asador. Pero Abraham, que sólo iba a casarse por la presión de las amenazas,  lo consultó con su padre, el abuelo Martín y él lo aconsejó con sabias palabras: “Si no la amás, no te casés, hijo. El matrimonio es para toda la vida y si amándose resulta difícil, ¿qué se puede esperar de un matrimonio sin amor?
Abrahan, entonces, ante la eminencia de la boda y la amenaza real de los familiares de la novia que más que nada se cuidaban del qué dirán,  se decidió a huir y lo hizo. Algunos dicen que fue en una zorra ( así le decían a los coches del ferrocarril, otros que salió huyendo de Cruz del Eje escondido en el baúl de un auto y que por varios años estuvo en Comodoro Rivadavia de donde regresó para casarse con María Luisa Méndez López, la maestra que había llegado desde Córdoba a Cruz del Eje, con quien definitivamente se unió.  ¿Quién fue? Creemos que Abraham porque el suceso fue muy comentado en Cruz del eje y porque el de un secuestro de una familiar político también familiar de Bartolome Mitré, o el triste y ya entonces mediático asesinato del marido de una familiar, o la de los Seppi artesanos que trabajaban en los grandes castillos europeos, las anécdotas de los Seppi con el ex Presidente de la Nación Don Arturo Humberto Illia, tío de la Esposa de uno de nuestros primos, etc.


DESPUÉS DE LA REUNIÓN NOS FUIMOS A LA CASA DEL NEGRO SEPPI


Tres generaciones estuvieron presentes: en la fotografía, los nietos de Martín y Catalina, los bisnietos, es decir los hijos de los nietos y los tataranietos, es decir lo nietos de los nietos.
                       
                  ANTE LA POSIBILIDAD DE REUNIRNOS EN JULIO DEL 2009

    Ante la llegada inminente de nuestro próximo encuentro, programado para este 26 de julio de 2009 con la idea de recordar a Osvaldo y de rendirle nuestro afectuoso homenaje, deseamos decir.
   Fue estimulante, y hasta muy  apasionante, escribir esta historia familiar.
   Fue como recorrer el curso de un río desde su origen en una región alta, tanto como puede serlo la zona montañosa del norte de Italia, colindante con los imperios Austro- Húngaros, y seguirlo en su largo y extendido curso. Una corriente a la que se unió y van uniendo infinidad de nuevos afluentes, otras costumbres, otras vidas. Nuevas maneras de ver el mundo y enfrentar la vida por lo que podemos hablar de una corriente siempre enriquecida.
   En el origen remoto, zona paradisíaca de verdes valles en los que se ahondan elevados picos nevados, se inicia el trayecto.
   Un gringo valeroso y bien preparado para sostenerse en las batallas de la vida emprende la marcha, como un inmigrante más, hacia la Argentina, tierra prometida.
 Tal vez lo tentó a quedarse la belleza de las playas de Brasil o de otros lugares en los que atracaba el barco en el que venía como inmigrante pero vaya a saber por qué designio siguió viaje hasta Buenos Aires y de allí, atravesando las pampas desoladas , a Córdoba para terminar llegando a Cruz del Eje.
¡Particular destino!  Fue  su decisión, la de un solo hombre, nuestro principal ancestro, la que marcó nuestro propio nacimiento. Sí, la de cada uno de los que llevamos, mezclada con otras sangres, la suya.
    Tal vez si se hubiera quedado en Brasil… decimos… Tal vez… Pero no se quedó allí ni tampoco en Buenos Aires y siguió hacia el interior, hacia la zona más desértica y despoblada del país adonde pudiera aplicar los conocimientos que había adquirido sobre el tendido de líneas férreas. Martín fue hacia donde  se lo necesitaba para las obras ferroviarias.
Entonces suponemos otros destinos que incluyen, por cierto, a nuestras vidas: tal vez si se hubiera quedado en Buenos Aires….Seguramente hubiera sido otra su suerte y la de cada uno de nosotros. Pero Martino Seppi se internó en un país que empezaba a hacerse, encontró a la mujer que sería su compañera, Catalina, y empezó  a extender las líneas férreas que comunicarían los lugares más inhóspitos del país- como son los llanos riojanos y finalmente cruzdelejeños- con la capital argentina.
 Sabemos cuánto marcó su vida,  la de sus hijos, advertimos la fuerza de su empuje, la fuerza del carácter que le permitió llevar el ferrocarril  de un punto a otro, como trofeos  que va poniendo y ganando un conquistador que vence el espacio y lo hace más cercano.
   Martín Seppi debió ser muy fuerte. Catalina Agüero muy sumisa. Una dupla perfecta como para dar al mundo hijos de gran empuje.
 De ellos nacimos los que nos llamamos “los primos Seppi”  y de nosotros sus bisnietos y de ellos sus tataranietos. Una estirpe de luchadores que se fortalecerán aún más conociendo  la fuerza de su origen, gente de lucha, gente de trabajo, gente dispuesta a ser más, como dice Marilyn Ferguson, la autora que citamos al comienzo.
     Gente que crece, que aprovecha los legados familiares, y que timonea su destino, sabiendo que de cada uno depende- más que de la suerte, más que de las herencias materiales recibidas, llevar adelante una vida digna y plenamente vivida, lo que significa- de eso habla Martín Seligman en su libro “La verdadera felicidad”- construir una vida con sentido y significado.

     En la fotografía que sigue aparecen los nietos de Martin, la segunda generación Seppi, después de  Martín, por cierto.
     Al lado de Norma Marilé, Beba, Chita, Bety, Gladys Rubén, Alberto, Osvaldo, Chichí, Cristina y Mirtha.    Faltan algunos que andaban por ahí como Ricardo Romero y el Negro, Muchos hoy ya no están o no se sienten con fuerzas para asistir a la reunión de 2015.
                                                 

                        LAS NUEVAS GENERACIONES


Los nietos, bisnietos y tataranietos de Martín y Catalina
     Tal como nos sucede a muchos de los primos, que ya somos abuelos,  la preocupación por el destino de la descendencia debe haber estado presente en la mente y en el corazón del abuelo Martín, sobre todo en él que quedó viudo tan joven  y a cargo de diez hijos.
  Por eso, nos preguntamos qué habría  sentido si hubiera visto cómo y de qué manera ha crecido su familia,  si pudiera haber vislumbrado la progresión geométrica que multiplicó el grupo inicial que formaron con Catalina.
   De dos….¡tantos!- se hubiera dicho orgullosos y complacido.
Y no es para menos. Tanta vida haciéndose más vida, multiplicándose y  creciendo, adaptándose a los nuevos y cambiantes tiempos, luchando para satisfacer las necesidades básicas de alimentación, abrigo, techo y superándose más y más hasta que llegado al logro de cumplir con la vocación o llamado interno que cada uno tiene, cada uno se pudo dar al mundo, a la sociedad a que pertenece.

  Seguramente el abuelo Martín hubiera estado muy satisfecho. También Catalina.
   Ya desde la primera generación, la de sus hijos, se mostró una familia potente, ramas sanas, brotes esplendorosos. Ya en sus hijos pudo vislumbrar a los hijos que iban realizándose, cumpliendo su destino.  Muchos de ellos fueron ferroviarios como él, grandes administradores,  otros como tía Dolly fueron educadores, muchas de las mujeres  sabias conductoras de su hogar y todos estudiaron y crecieron y entregaron  en el lugar en que les tocó actuar un trabajo eficiente y responsable.
 
    Ahora, a cuatro y cinco generaciones después se van viendo fecundos frutos. Muchos en la familia han seguido, como Martín Seppi, la carrera de la construcción, su principal oficio, y la de la agricultura, que cultivó, según documentaciones estando en la zona de los llanos riojanos.
  Sabemos que sus hijos fueron no sólo ferroviarios  sino habilidosos hacedores manuales y, en el caso de Abraham y Clemente  grandes agricultores y activos miembros de la sociedad: Abraham como Presidente del Jockey Club de Cruz del Eje, a Clemente como Intendente de la pujante sociedad de Albardón. ¡Sí que vio logros!
     Entre sus nietos, Osvaldo Seppi y su hermano Rubén,  estudiaron ingeniería y Guillermo Romero es un brillante ingeniero de la rama de la electrónica  que trabaja en Boston, Estados Unidos. También se ha dedicado a la construcción  el Negro, que, aunque dejó la carrera, es un  gran e ingenioso constructor cuyas obras dejan boquiabierto a más de un profesional egresado de la Universidad, tarea que secunda su hijo mayor, Pablo.
  
             Están los que se han interesado por la abogacía como Ricardo Romero y otros a la economía como Mirtha Seppi que es una exitosa  contadora.
No faltan los que han estudiado carreras referentes a la salud como Gustavo Kramer, Bety y Alberto Seppi que son médicos y Cristina, que estudió bioquímica si bien se ha desempeñado como farmacéutica.
Le hubiera satisfecho saber que Chita, Carlos Romero, Chicha Rosende y Gladys son o han ejercido como docentes del nivel primario y/o secundario, Marilé se jubiló como profesora y directora  de Jardín de Infantes, todos amantes de la transmisión del conocimiento a los niños y jóvenes, lo que  han hecho con dedicación en la Escuela Normal de Cruz del Eje,  y en la Escuela de las Monjas, cuyos orígenes él conoció.
              
       La vocación volcada al arte de construir se ha continuado también en la mayoría de sus bisnietos. Al repasar los numerosos nombres del árbol familiar descubrimos que muchos de ellos está cursando o ha cursado  y obtenido algún título referido a la construcción como arquitectura, ingeniería  civil y electro mecánica y otros están cursando la carrera: Graciela Albarracín, es arquitecta y se desempeña en San Juan, su hermano Ricardo ha cursado la carrera de técnico constructor, aunque parece haberse impuesto otra de las vocaciones que andan en nuestra sangre y se desempeña como administrador de un hospital. Rubén Fernández Seppi- así firma, está dirigiendo la ejecución de un camino que cruza a Clhile por Las Lajas,  Mauro Viano,  recibido de arquitecto dirige importantes obras en Córdoba. Lo mismo sucede con Luis Seppi y  Zafira Seppi,  Fernando Seppi dirige actualmente una importante ampliación en el aeropuerto de Córdoba  y Andrés Remy, que participó en el proyecto de las Torres Gemelas, ha diseñado importantes casas en Buenos Aires,.
             Son muchos los bisnietos que  desempeñan en el campo de la agronomía y el comercio  el ejercicio de su vocación como es el caso de Leandro Viano, flamante ingeniero agrónomo y Lutecia Seppi que cumple esas tareas en Totoral,  y en el campo comercial Rodrigo Fernández, economista y magister en Finanzas, cumple esas tareas en Neuquén, Mario Salvadores se desempeña como contador en Córdoba y lo mismo hace  Lucrecia Viano, dirigiendo la empresa familiar. Alejandro Salvadores y sus hermanos Marcelo y Cecilia y Alberto Agüero y Federico descuellan como habilísimos y exitosos comerciantes en Cruz del Eje y Córdoba.
           Son escasos los descendientes que se han dedicado a la medicina: Edgardo Musi, es médico cirujano plástico. Federico Viano se desempeña con gran éxito en el Sanatorio Allende de Córdoba, Ramiro Remy es de los escasos dedicados a la odontología y Eugenia Seppi es médica de niños en Cruz del Eje, Capilla del Monte y otras ciudades aledañas como Soto,  Carlos Martínez Seppi se dedica a la medicina.
  En tanto Hugo Daniel Seppi, en San Juan y Carina Fernández y Paula Seppi, en Córdoba, ejercen como  psicólogos.   
       ¿Qué podemos decir de los abogados bisnietos de Martín Seppi? Los buscamos en el gran árbol y encontramos a muy escasos. Juan Carlos Fernández se desempeña como Secretario en el Tribunal Electoral de Neuquén, Gastón Remy  es Presidente de las empresas Down.
Nadia, abogada, dirige un instituto de estimulación para el aprendizaje de niños en Australia y Sebastián Remy trabaja con sus padres en la Empresa Kránex.
 Los hijos de Ricardo Romero,  Julián y Flavia, son flamantes abogados y trabajan con su padre,  en Córdoba.
 En cuanto al cultivo del arte destacamos la actuación de Diego Martín Seppi, hijo de Osvaldo que se perfecciona en la profesión  de fotografía y cineasta, habiendo filmado importantes películas que fueron vistas por miles de jóvenes en el Cine Club Córdoba.
 Gabriela Fernández,  da conciertos y ha cumplido numerosas actuaciones ya como solista o acompañante de cantantes, violinistas, etcétera. Gabriela da clases de piano en el Conservatorio Provincial de Música de Córdoba y en la Universidad de Córdoba.
  Abarcar la vida de los numerosos bisnietos de Martín y Catalina se vuelve una tarea difícil de cumplimentar acabadamente, porque así como la familia se ha multiplicado,  y tal como sucede con las ramas de cualquier árbol, muchas de ellas se han ido lejos. Por eso muchos datos se nos escapan esta vez, pero este libro queda abierto a nuevas ediciones y  aportes de datos.
La cercanía me permite destacar que en el campo del deporte encuentro escasas intervenciones. Silvina Fernández estudió Psicología Social y Turismo y Hotelería pero su principal desempeño es como Profesora de Tenis. De manera que quien, llegado a Neuquén pregunte por ella la encontrará fácilmente. Silvina y su esposo Fernando dan sus clases de sol a sol en las canchas ubicadas en la Avenida Argentina de la mencionada ciudad.

          La vida de los Seppi se hace más rica y potente con la suma de  nuevos y vigorosos aportes.
       Alejandra, hija de Chichí, Graciela, hija de Perla, Marita, hija de Chita,  Carina, hija de Gladys, Claudia y Carolina, hijas de Marilé son educadoras.
Se prepara para ser profesora de letras Alejandra Seppi Garay, hija de Roberto y Adriana y, dada su especial inteligencia le auguramos una vida profesional muy exitosa.
Abogados y deportistas, docentes, ingenieros, arquitectos, comerciantes, expertos chef….no era intención de poblar estos escritos con datos que pueden ser abrumadores pero, puestos a sugerir en cuántos sucesores ha influido la vocación del que inició en la Argentina nuestro apellido, han surgido estos aportes que desean ser totalmente abarcativos- y creo que  no lo son- pero que reflejan el impulso que cada núcleo familiar ha dado y va dando a sus hijos para continuar un derrotero que desde siglos atrás nos viene señalado, mejor decir: apuntalando, dando fuerzas, empujando, siempre hacia delante y con la convicción de que de nada valen los laureles conseguidos por los antepasados si no sabemos o podemos  conservarlos y reverdecerlos con nuestro propio esfuerzo, trabajo, estudio y capacidad. Y ése es un privilegio de la familia: proponerse el crecimiento personal, el propio, que es el que realmente honra al ser humano.

 MÁS  FOTOS


Las fotos han empezado a llegar. A todos nos satisface aparecer en este libro de familia. Sin embargo aún esperamos las de primos y familias que no han acudido aún al llamado. Por ese motivo faltan anécdotas y fotografías de su familia y datos sobre hijos y nietos.
    Van acá algunas de las recibidas últimamente que serán útiles, seguramente para conocernos más.



(Tío César baila en el casamiento de Adriana Garay  Ángel Roberto Seppi.
Fue en una noche espléndida, en la casa de la abuela de la novia.
Los tíos, felices, festejan el encuentro de la pareja y auguran una felicidad que fue muy cierta).








Tío César, Ofelia  Suin, Gladys Rubén Fernández y el tío Clemente , en mi boda.



Osvaldo. En una navidad, Tía María, Ricardo y atrás de ese disfraz, de Mickey, Osvaldo.









                                                                                                    






       Parte de la hermosa familia de Marilé y Carlos, siempre sonriente, Carolina, belleza y juventud y la hermosa Claudia.  Acompaña  Ricardo Romero.





Ricardo Albarracín Seppi y su hija Verónica. Desde
San Juan. Él nieto de Clemente, Ella bisnieta.












En casa
de Chita, San Juan, reunión
con motivo del casamien
 to de su hija Marita.
Están Beba, Ricardo, Chita y Antonio, Graciela y otros descendientes niños.
                      







Beba, Ricardo Albarracín, y su hermosa hija Graciela en una calle de San Juan.









Las primas Chichí, Bety y Graciela en Cruz del Eje, 2006













  Gladys y cuatro de sus seis hijos, Carina, Silvina, Gabriela y Rubén. Fue en la reunión de 2006.





Ricardo Albarracín y su hija Verónica






Familia Luna Seppi, de picnic. Se los ve a Félix, Mirtha, Rubén, Evelia y un jovencito.



   



 Cacho Salvadores, un puntal en nuestras reuniones y  Ricardo Romero, Alberto Seppi, Gladys y Negro Seppi.



Tía Elena baja de tren                     

                                                                                                                                                                                     Tía Blanca con su nietita Verónica Albarracín



Abraham Seppi en la entrada de su quinta SANTA CATALINA.
En este establecimiento puso su gran pasión creativa. Con el tiempo hizo una gran arcada  donde trepaban florecidos rosales que daban a toda la entrada un aspecto espléndido.
Después fue destruida por el paso de los canales de riego.


        







 Tía María y su prestancia ante el maravilloso espectáculo de las Cataratas del Iguazú.                                           
                                     




EL DÍA 22 DE MARZO
           El día 17 de marzo del 2015 cerramos la composición de este libro con la intención de llevar a la reunión del 22 un borrador lo más cercano a su posible publicación. Queda mucho por agregar y también por corregir. Los  asistentes a la reunión del día 22 hojearon el borrador, hicieron  sus aportes, sugerencias, correcciones y añadidos y demostraron mucho entusiasmo para que el libro viera la luz.
                   ¿Y QUÉ PODEMOS DECIR DE ESTE NUEVO ENCUENTRO?
   Los organizadores, los que habíamos apostado a una nueva reunión, ya  muy cercana la fecha y ante las escasas respuestas, teníamos mucho temor sobre el éxito de la convocatoria. Muchos primos de la primera generación, la tercera en la sucesión Seppi desde la llegada de Martín Seppi a la Argentina, ya no podrían acompañarnos. Haciendo cierta la idea principal de estas páginas referentes al fluir de la vida y los cambios que se van operando en el recorrido, después de seis años sin reuniones, nos encontramos con varias ausencias, algunas definitivas,- sobre las que hablamos en estas páginas- y otras motivadas por salud o viajes.
    ¿Quiénes vendrían, entonces? Sin embargo el 22 de marzo, además de regalarnos un magnífico día de sol cruzdelejeño, fue juntando en el salón del El Cardón, lugar elegido para el almuerzo, a una muy nutrida y significativa concurrencia: muchos jóvenes y niños, nuevas ramas del viejo árbol familiar que venían para participar, escuchar aportar a su permanente rejuvenecimiento.
    Como representantes de aquellos que fuimos tantos primos llegaron: Negro Seppi y familia, sus hijos Eugenia y su hijo Juan Ignacio, Pablo y  Verónica y sus hijos Augusto y Rosario, Fernando y Laura. Marilé llegó con Carlos Agüero, sus cuatro hijos: Claudia y su pequeño Tiago, uno de los más pequeños retoños, Carolina y su hijito Simón, Federico y Natalia y Alberto Agüero.  Estuvo presente también Adriana Garay y sus hijos,  Alejandra y Luis Seppi y Cacho Salvadores pobló gran parte del salón acompañado de Norma Seppi, su hija Cecilia y ocho nietos. Por otra parte y desde Córdoba arribaron Alberto y Gladys,  Ricardo Romero, Anita y Flavia, y Diego Martín Seppi y su compañera; desde San Francisco Mirtha y Félix y desde La Rioja Rubén Seppi y su esposa Graciela junto a sus hijas, Ana Paula y Laura.
                      EN EL DESARROLLO DEL AMUERZO…
El lugar: el amplio y confortable salón de El cardón.
En la cabecera de la mesa, los primos de la primera generación: Alberto, Julio César- Negro,  Gladys, Mirtha, Rubén, Norma y Marilé . De espaldas, Graciela. Cacho Salvadores y Ricardo Romero en el otro extremo.
    Unas empañadas  muy sabrosas iniciaron la comida organizada bajo la dirección  de Cacho Salvadores. Siguió un sabroso asado y, de postre, ensalada de frutas.
                             







 Muchos jóvenes. Al fondo, los mayores.








Alberto Agüero y su esposa, Flavia Romero, Claudia Agüero, Anita, esposa de Ricardo, Carolina y su esposo y otros. 

  










Cacho, Graciela, Fernando, Laura y Eugenia, Adriana y Alejandra y al fondo la numerosa prole Salvadores
Seppi:














Diego Martín Seppi y su novia, Ana Paula y su hermana Laura. Al fondo, otros.



PALABRAS DE LOS ASISTENTES
Al finalizar el almuerzo, se dieron las palabras. ¡Había tanto que  agradecer!
Rubén Seppi abrió la reunión  hablando del proyecto de reunión y de las expectativas y miedos por los resultados. Con palabras muy sentidas recordó a nuestros familiares muertos. Su memoria se detuvo en Osvaldo, tan entusiasta en la organización de encuentros anteriores, la primera de los cuales lo puso en la tarea de hacer pasa calles anunciando a quienes pasaban por el camino al dique, que en el club del Banco de Córdoba, la familia Seppi se reunía para festejar la vida.
Gladys hizo mención al libro que llega por estos días a sus páginas finales. Habló del profundo significado  de recordar los orígenes familiares, los ancestros, cuya genética continúa repartida, multiplicada y también enriquecida con nuevas combinaciones en la sangre de cada uno de los asistentes. Habló de cuánto ayuda a la formación del carácter humano crecer en una familia grande y unida, cuánto aumenta la visión del mundo y la comprensión de las problemáticas humanas el contacto con abuelos, tíos y primos del que muchas familias están privadas por desencuentros familiares, alejamiento físico o, simplemente por falta de interés o desconocimiento de lo mucho que se pierde.
Ricardo Romero reiteró esas ideas y recordó a quienes llamaba tíos, que eran de la rama de sus primos y  que ampliaron así su ya nutrido y amplio abanico de parientes y allegados. De esa manera su memoria nos trajo la figura de Julio Méndez López, hermano de María Luisa, cuyo cobijo y ejemplo de hombría de bien alimentaron el crecimiento de los que lo conocieron. Las  emocionadas palabras de Ricardo  fueron muy aleccionadoras.
 Finalmente Claudia Agüero habló en nombre de los jóvenes. Su sentido mensaje cerró el encuentro. Muchos se sintieron movilizados por su agradecimiento a la vida, por pertenecer a un núcleo familiar tan unido, a la gran familia SEPPI, a los tíos y primos. ¡Brillantes palabras y tono de Claudia!
   Después de un almuerzo que se prolongó hasta las cinco de la tarde, luego de las fotos,  de los abrazos…quedamos en encontrarnos, nuevamente, a la noche. Claudia y Carolina invitaban a comer pizzas caseras.   Esa noche la reina fue la pizza, exquisita, variadísima y muy abundante y el centro de la atención estuvo puesta en la gracia para contar viejas anécdotas del Negro.
Al despedirnos pensamos: ¡Qué generosos y buenos anfitriones son los Agüero Seppi! Por algo todos los que pasan por Cruz del Eje hacen una parada en su casa ubicada sobre la ruta.
   Al día siguiente fuimos al dique. Bajo un quincho, al frente del espejo del agua y teniendo como espectáculo las permanentes idas y venidas de Rubén Seppi solo o acompañado en su gigantesca moto de agua, degustamos un exquisito asado que preparó Félix Panero. Allí se dio la despedida, los abrazos, los mejores deseos. ¡Ojalá nos veamos pronto! ¡Ojalá haya entusiasmo para una próxima reunión!
*****

No hay comentarios:

Publicar un comentario