Es verdad irrebatible que el paso de los años marca rigurosas señales en el cuerpo de los hombres y que la vejez física es indisimulable. Sin embargo, también es cierto que, si el tiempo pone sus señales en la apariencia física, existen muchos de ellos con tal cultivo de su interioridad, con tal grado de espíritu de superación, que, aunque envejecidos y hasta disminuidos exteriormente, no sólo mantienen ese grado de lucidez, sino que suman una sabiduría y provechosa experiencia tal que se transforman en ejemplos orientadores de la conducta de los más jóvenes y aun de un país.
Así lo entienden los países inteligentes. Desde la antigüedad, tribus y pueblos con visión de futuro, sentido ético y respeto por los legados de los mayores han puesto y ponen en un alto sitial la figura de personalidades que, habiendo transitado su vida y llegando a su culminación, pueden dar cuenta de lo vivido y de lo aprendido, pueden enseñar a vivir una humanidad más digna.
Es verdad que son seres providenciales. Son personas signadas desde la vida intrauterina, maduradas al calor del cuidado materno, de gente digna, de una madre que les dio la confianza básica de que habla Erick Erikson, tan necesaria para desempeñarse en la vida; seres que marcharon por la elipsis de su ciclo vital armados de coraje y resiliencia para atravesar obstáculos y duelos y supieron enfrentar el camino de su propia superación, de su crecimiento interior.
Apostar a la construcción de una buena vida para llegar a una vejez plena no es tarea para improvisados. Se va construyendo en cada etapa de la vida, desde sus inicios, y sigue por el despertar de la adolescencia, cuyo principal destino es que el individuo aprenda a sumergirse en su interioridad, a buscarse, a hacerse preguntas y tratar de dar con su auténtica identidad y sentido hasta lograr, en un lento proceso, la madurez, cuando se supone que se ha llegado a una adecuada conexión de todos los circuitos cerebrales y se está preparado para dirigir las acciones con cordura y auténtico sentido del valor de la vida, de la autonomía y de la responsabilidad.
La vejez es el tiempo de cosecha: de tal vida, tales resultados; de tales acciones, semejantes consecuencias. Un largo aprendizaje suele signar la vida de algunos hombres, un aprender siempre aprender y auscultarse y corregirse que no termina sino con la muerte.
Y esto es lo que distingue a personas como el Dr. Carlos Fayt, que en países más adelantados que el nuestro son no sólo respetadas sino cuidadas, enaltecidas y requeridas porque tienen mucho que dar, mucho que enseñar, como dijo de él el reconocido abogado Ricardo Monner Sanz.
Así se entendió en otros tiempos argentinos, respetando y exaltando a una eminencia como la Dra. Alicia Moreau de Justo, que vivió desde 1885 hasta 1986, es decir, 101 años que no fueron obstáculo para que sus luchas en favor de la mujer continuaran, como lo demostró apoyando a las Madres de la Plaza de Mayo a sus cumplidos 91 años, festejando el arribo a la democracia con Alfonsín en 1983, a los 98 años, y siendo premiada y reconocida al ser declarada Mujer del Año y Médica del Siglo en 1984, a los 99 años.
Así se entendió, lo entendió el pueblo alemán y Europa, con el primer canciller de Alemania Konrad Adenauer, que vivió de 1876 a 1967, es decir que a los 91 años todavía luchaba por romper los cercos de odio y recelos políticos existentes en su país y condujo a la reconciliación de Alemania con Francia asentando de esa manera las bases de la futura unidad europea.
Reconocida y enaltecida en su país fue Inge Lehmann, sismóloga danesa que con 104 años aportó al mundo estudiando los movimientos que se dan en las entrañas de la Tierra. Alentado en su país fue Bertrand Russell, filósofo y matemático inglés que vivió 106 años y fue premiado con el Nobel por sus aportes filosóficos. Puesto en altísimo lugar fue Manoel de Oliveira, director de cine portugués que vivió de 1908 al 2015, es decir, 106 años, y que en plena vejez recibió importantes premios como el Mundial de las Artes. Muchos nombres pueden ingresar a esta lista de notables que, merced al reconocimiento de sus coterráneos y del mundo, siguieron dando, aportando, creando... como fue el arquitecto Oscar Niemeyer, creador de Brasilia, nacido en 1907 y de una tan larga vida que duró hasta el 2012, pudiendo legar, como uno de los principales responsables, el diseño de la sede de la Organización de las Naciones Unidas en Nueva York.
Si seguimos indagando, engrosaremos esta lista de ancianos notables, reconocidos en sus países y en el mundo. Traemos acá el nombre de Albert Hoffman, químico suizo nacido en 1906 con brillante desempeño hasta su muerte, a los 102 años. Desconocerlo, humillarlo, como se hace en la Argentina de hoy, hubiera significado desconocer sus aportes al conocimiento del ácido lisérgico y a sus prevenciones tanto de sus bondades como del peligro de su uso indebido.
¿Seguimos? El lector puede sumar más nombres como el de Claude Levi Strauss, antropólogo francés que aportó al conocimiento del hombre en sus 101 años de vida extendidos desde 1908 hasta el 2009, todo un siglo de investigaciones que llevaron claridad sobre temas esenciales, lo que le valió -como debe ser- ocupar cargos de reconocimiento a su labor y premios como doctor honoris causa de las más importantes universidades del planeta.
Ante esta lista inacabable de personalidades del mundo que tuvieron tan larga, fecunda y reconocida trayectoria, nos preguntamos: ¿no será hora de que en nuestro país se reconozca la obra y se les confiera honores y no humillaciones a personalidades como el Dr. Carlos Fayt, reconocido por sus obras y por la actualidad de su lucidez e inteligente visión? Abogado, escritor, profesor universitario, ganador del Premio Konex Brillante, presidente de la Asociación de Magistrados, director del Instituto Argentino de Ciencias Políticas y elegido por la Fundación de Jóvenes Líderes para darle el premio Referente de la Humanidad, enaltecer la figura del Dr. Carlos Fayt sería el ejemplo necesario para que la gente hacedora y creadora argentina no apoque su voluntad de crecer y dar. Para que no se apoque el país.
No hay comentarios:
Publicar un comentario