Estimada Gladys Seppi Fernández,
su lúcido artículo publicado en el diario "Río Negro" el 5 de junio
desató en mí la necesidad de contarle que, humilde y sencillamente, estamos
trabajando para colaborar en el cambio educativo que tanto hace falta.
Desde el 2012 coordino seminarios
intensivos de yoga para docentes, avalados por la Facultad de Ciencias del
Ambiente y la Salud, de la Universidad Nacional del Comahue (resolución 679 del
7/6/12). La meta de estas jornadas de yoga en las escuelas está puesta en la
formación del ser, en construir buenas personas, compasivas y altruistas. La
sabiduría milenaria del yoga nos conecta rápidamente con nuestro potencial;
sentimos entonces nuestro núcleo positivo, bondadoso, deseoso de servir y
encontrarse afectuosamente con el prójimo, en contraposición con un sistema de
vida basado en el egoísmo, la indiferencia, el sálvese quien pueda, en la
desenfrenada ambición de consumir –a decir de Erich Fromm, "tener en lugar
de ser"–, que nos lleva inevitablemente a lo que usted tan claramente
indica como la descomposición del contrato social, de los valores de
convivencia y paz que todos profundamente anhelamos.
Es muy cierto que dentro de todos
nosotros existe un potencial que hay que despertar, que todos somos parte de una
gran familia, la humanidad, y que transformándonos cada uno de nosotros
lograremos transformar el mundo del cual nos quejamos.
Tal como usted lo dice, es en el
hogar y en la escuela donde deben cultivarse las emociones y pensamientos
positivos. Tenemos que enseñarles a nuestros chicos a encontrar más equilibro
emocional, a tomar consciencia de la bondad innata y ponerla en acción a través
de la solidaridad, la compasión, el encuentro sincero y real con el otro. El
yoga nos ofrece herramientas para ello, al alcance de todos. Como dicen los
chinos, las crisis son oportunidades para el cambio; cada uno de nosotros como
educadores, desde nuestro lugar, podemos comenzar a realizarlo.
Gabriel Bernardo Choclin, DNI
14.231.110 - Centenario
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