Saber preguntar, saber responder





Uno  de los objetivos centrales de la escuela- en todos sus niveles- es lograr un cada vez más elevado grado de comprensión lectora del mayor número posible de alumnos, lo que supone ver con  más agudeza, profundidad y amplitud la realidad que se nos transmite a través de cualquier medio que eduque, es decir que mueva el razonamiento y la conciencia hacia un nivel superior.
Para lograrlo se guía  al  educando a separar ideas de cada párrafo, señalar significados principales distinguiéndolos de los secundarios, resumir elaborando un juicio crítico personal y transferir a la vida lo aprendido, ya que es de suponer que ya finalizando la tarea,  el lector cambia, mejora, crece, aprende a ver más y mejor mediante el proceso lector.
Si el alumno no comprende consignas, preguntas, ideas principales de un texto, por cierto no puede responder ni avanzar en el conocimiento. El que comprende acertadamente puede responder asertivamente, tanto en las materias escolares como en las de la vida diaria, - ¡que vaya si nos cuestiona!- lo que significa que podrá encontrar las mejores respuestas a sus problemáticas y optimizar sus elecciones.
Las ciencias, cuyo principio movilizador es la búsqueda de la verdad, se mueven tras ella, respondiendo a preguntas existenciales tales como ¿qué misión he venido a cumplir en el mundo?, o las pequeñas cuestiones que hacen a la vida cotidiana del hombre. Yendo tras lo verdadero cada ciencia nace, crece, avanza y se consolida a fuerza de cuestionamientos, preguntas y permanentes refutaciones que no hacen otra cosa más que afirmar sus hipótesis- si se transita el buen camino- o derrumbarlas- cuando se lleva un rumbo equivocado.
Los docentes entendemos que es básico enseñar a traspasar la superficie de las cosas y situaciones, indagar, explorar tras  sus barreras y buscar lo esencial, como propone el filósofo y educador Rubem Alves cuando dice: “Educar es enseñar a ver, a abrir los ojos, es lograr el darse cuenta”.
Las preguntas directas, claras y agudas formuladas por los alumnos de Harvard a la Presidente Argentina, revelan, del lado del preguntador- cuestionador,  una auténtica  preocupación por conocer la verdadera situación económica y política por la que está atravesando el pueblo argentino.
 Algunos analistas interpretaron que las preguntas fueron directas y auténticas, aunque limitadas porque no hubo espacio a la refutación.
En cuanto a las respuestas de la Dra. Kirchner nos preguntamos qué le pasó: ¿Es que no interpretaba bien las preguntas?, ¿o sucedió que, aún interpretándolas y muy molesta por el atrevimiento de los jóvenes, se limitó a transmitirles la imagen pintada de la realidad  que es totalmente diferente a la que hace la mayoría de los buenos lectores argentinos?
 La verdad es que si no se parte de una interpretación cierta  de la realidad no se pueden responder y solucionar los problemas que ella muestra y también- esto es realmente palpable-  y que en esta ocasión la presidente  se perdió una oportunidad histórica de dar la cátedra que es esperable a su alta investidura presidencial: la de la capacidad, generosidad, humildad, altura y sabiduría.  Hubiera sido bueno, un gran ejemplo para los alumnos extranjeros y argentinos, para el mundo entero, que, además la presidente hubiera generado un clima amable, respetuoso de los alumnos, tal como lo hace cualquier docente que se precie.
Por cierto la ciudadanía hace ahora su propia evaluación, teñida por las empatías o antipatías que despierta la presidente y mientras algunos juzgan sus respuestas  como muy astutas, inteligentes o pícaras o evasivas, otros dicen que fueron absolutamente mentirosas. En la confusión creada resulta difícil llegar a lo profundo de los significados.
Porque: ¿en realidad no existe inflación, ni cepo cambiario, ni enriquecimiento ilícito, ni corrupción, ni control y hasta persecución de quienes piensan diferente, como la  prensa independiente, por ejemplo?
  Los alumnos de Harvard deben haberse quedado con grandes deseos de refutar, en tanto la cuestionada parecía querer huir no sin antes dejar un tendal de heridos entre quienes se intentaron desnudar los puntos endebles de su gestión.
En las buenas escuelas se enseña a leer, a preguntar y preguntarse. Resulta interesante, además,  someter las propias ideas a la suma de visiones del grupo que hará, con el aporte de otros puntos de vista, una más segura, cierta y firme verdad.  
Esperemos que los docentes y alumnos argentinos, sientan las situaciones vividas últimamente como una experiencia positiva que  enseña a persistir en la búsqueda y defensa de lo que, por ser verdadero y afectar de manera radical la suerte de los ciudadanos,  merece que no haya desmayos. Mucho se está adelantando por fortuna en el aprender a preguntar y responder,  a hacer sanos cuestionamientos, lo que contribuirá a la consolidación de una personalidad argentina que no admita, nunca más, ser tratada como el interlocutor al que se le puede decir cualquier cosa: total no entiende nada de nada de lo que se habla, de lo que se le pregunta, de lo que se le responde.
Del trabajo convencido de los docentes en esta dirección depende que más ciudadanos se separen del dócil y domesticado rebaño, que piensen, que elaboren, que discutan, que busquen apasionadamente la verdad. 

                                          Gladys Seppi Fernández

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