Argentina en la mirada del mundo. ¡Qué mal nos ven!





       ¿Qué arruina a un país?, ¿la riqueza fácil tal vez? 
       Cuando queremos abarcar la totalidad de una escena , de una situación o suceso y comprenderla mejor nos alejamos buscando una perspectiva que nos permita observar con más claridad. Cuando queremos entender nos sacudimos la subjetividad y la mirada parcial intentando enriquecer el entendimiento con otras miradas, otras opiniones.
       Nada más obturado, cerrado y oscurecido que el punto de vista de un fanático, de un interesado en creer y hacer creer solamente lo que él ve.
       En nuestro país predomina esa manera de ver: si se es partidario del gobierno, todo lo que la presidenta haga, resuelva, determine estará bien porque se la considera infalible; si nos alineamos en la oposición solamente veremos sus errores y, ¡Cómo cuesta aceptar sus aciertos!
    Quienes desean ampliar  la, por lo general  obtusa mirada del argentino se nutren de lo que ven los de afuera. Y la verdad es que, desde la muerte de Nisman los ojos del mundo se dirigen a nuestro país atraídos por el colmo de sus desaciertos y desdichas. Pero no solamente el gobierno es duramente criticado por el tratamiento tan poco inteligente del gobierno a la muerte de Nisman, también escandaliza la actitud del pueblo argentino y llama la atención “la capacidad de tolerancia o indiferencia del pueblo, su aceptación de lo inaceptable”.
    Y aunque la marcha del 18f haya paliado la generalizada impresión de nuestra indolencia, “este país – como dice el periodista Jorge Fernández Díaz- que estaba en los márgenes más olvidados de  la atención mundial, vive una larga y enigmática decadencia”, ahora, ha concitado  la atención del periodismo  planetario, ha ocupado la primera plana de los diarios más leídos del planeta que se preguntan cómo es que pasamos a tan alto grado de mediocridad, cómo se degradó un pueblo que se distinguía 100 años atrás, cómo es que retrocedimos tanto en lo principal: educación y capacidad reflexiva, en proyección al futuro, en capacidad participativa. El mundo nos mira ya no sólo al gobierno, cuyo accionar causa espanto, sino al pueblo que lo permite en estado de total indolencia cívica.
    Mario Vargas Llosa pone el dedo en la llaga. Una llaga invisible, subterránea pero tan omnipresente como nuestra capacidad de hacernos los distraídos, de decir acá no pasó nada. En una nota publicada por La Nación titulada “Grecia, el harakiri de un país”, el consagrado escritor utiliza el ejemplo del ritual de la inmolación personal, que fuera tan común en Japón, para extenderlo a las formas de un harakiri colectivo, un ritual de la inmolación  que practican algunas naciones que “en un desvarío pasajero o prolongado deciden empobrecerse, barbarizarse, corromperse o todas esas cosas a la vez”.  Por el camino de los ejemplos el afamado escritor alude a la Argentina, caso que escandaliza al planeta porque después de ser un país del primer mundo “decidió retroceder y arruinarse … por una heroica perseverancia en el error de sus electores que continúa todavía”.
“Esperemos que algún día los dioses o el azar devuelvan la sensatez y la lucidez a la tierra de Sarmiento y de Borges”, termina la triste alusión a lo nuestro. 
     Por otro lado, en una nota que se publica como editorial del Diario El Mercurio de Chile, su autor lamenta la situación indescriptible, injusta y arbitraria que vive la Argentina “a partir de la voluntad omnímoda de tránsfugas y asesinos seriales que han convertido a la democracia en un instrumento idóneo para sus latrocinios y perversidades”. El autor afirma que existen responsables directos, con nombres y apellidos, secundados por cómplices secuaces, testaferros, súbditos etc., del mayor genocidio ocurrido en la historia de América Latina. Cientos de miles de habitantes de este suelo condenados a la muerte por olvido, pobreza, promiscuidad, enfermedades, vicios promocionados, analfabetismo, pues los fondos destinados a cubrir sus necesidades fueron a parar a los bolsillos de los sujetos (as) mencionados”.- Denuncia
        Admira a los chilenos el hecho de que, sin ninguna limitación, desparpajo y en la mas insolente impunidad, merced a la mentira y la tergiversación instrumentada de hechos, historias y circunstancias se maneje a la perfección la estrategia para el mal quienes nunca pagarán sus crímenes de lesa humanidad potenciada, porque "lo han hecho en democracia". Pero más se agudiza su dedo acusador cuando afirma que la argentina es una sociedad que en el fondo no desea ser salvada porque  le da igual cualquier cosa “mientras puedan dormir tranquilos la siesta. Es que se han agotado todo tipo de reservas y límites morales y espirituales”. 
     Gloria a la imagen de la Argentina que fue. Desprecio a la Argenzuela actual en que lo más grave es que el pueblo, cada vez más ignorante, vota por las dádivas que recibe sin trabajar y sin importarle en absoluto la destrucción del país.

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