Estado y gobierno, la gran confusión

00:15 15/01/2014
"L'Etat, c'est moi"
(Luis XIV, 1655)
Gladys Seppi Fernández (*)
Para los argentinos los significados gobierno y Estado parecen ser lo mismo y la famosa frase que pronunciara el rey Luis XIV "L'Etat, c'est moi" ("El estado soy yo") sigue encarnada en algunos gobernantes que actúan sin tener en cuenta los límites significativos entre Estado, que es una categoría superior, el todo, y gobierno, que es una pieza subordinada, sólo una parte subsumida en él y a su servicio.
¿Cuál es el resultado de esta confusión en nuestro país?
Creemos que una de las más graves es que, al final de cada período del gobierno que haya hecho suya la famosa frase de Luis XIV, el Estado queda empobrecido, no sólo viciado sino vaciado de sentido, de significado, de fuerzas, de contenido y de valores.
En la Argentina de hoy todo es una misma mixtura y lo que debiera considerarse permanente, lo que es la esencial forma de organizar la vida de la república de acuerdo a una identidad que se debe ir consolidando, lo que debe seguir una dirección sostenida que trascienda en el tiempo, se desarrolle y crezca, el Estado, termina perdido en la transitoriedad del gobierno de turno, en sus hechos, aciertos o errores.
Los ciudadanos de este país todavía no manifestamos la debida reacción al respecto porque aún tenemos muy confundidos los términos y nos cuesta mucho discernir cuando se habla de uno o de otro. Admitimos que se diga, por ejemplo: "Lo hacemos por interés del Estado", cuando en realidad es de un gobierno, o "para resguardar los bienes del Estado", cuando en verdad se protegen los personales, y así hablando de negociados, de leyes, de impuestazos, de ataques a las instituciones y tantas acciones de las que leemos o escuchamos hasta el cansancio de la confusión.
Una confusión que hoy nos ha llevado al punto de hacernos creer que las disposiciones tomadas por pocas personas –a decir verdad por una sola–, a veces tan erráticas y costosas, son las que toma el Estado, lo que les da el estatus de valederas y únicas posibles.
Sin embargo muchos argentinos empezamos a ver, entre la nebulosa, cómo las construcciones levantadas entre equívocos, la falta de planes de largo alcance y de previsión y visión del futuro, por ejemplo, esenciales a un Estado fuerte, caen desbaratadas, dejando, eso sí, y por lógica consecuencia, un Estado inconsistente.
Robustecer el Estado
Los argentinos nos manifestamos cada vez más, nos atrevemos a más, vamos recuperando, a fuerza de sufrimientos, la autoestima, la confianza en el valor de nuestra participación y responsabilidad y, aunque la voz de los cacerolazos parece no hacer mella en los oídos de sus destinatarios, sí llegan los mensajes de la suma de votos ciudadanos.
¿Cambios? Todavía no los visualizamos. Se necesita mucha grandeza para admitir errores y rectificar rumbos. Lo que sí sabemos, y es certeza, es que cuanto haga cada gobierno central, el de cada provincia, el de cada pedacito del territorio nacional, por pequeño que sea, lo que haga el gobierno y también las acciones de cada ciudadano suman o restan, marcan el destino del Estado, lo desvían o lo ponen en su correcta dirección, lo robustecen o lo debilitan, lo que es lo mismo que decir que mejoran o no la calidad de vida de los ciudadanos o la empobrecen.
Poco a poco la mayoría de la ciudadanía abandona la vieja concepción de que el Estado es un ente abstracto y ajeno, por lo que propender a su desarrollo, fortalecerlo, se ha transformado en una necesidad, una imperiosa necesidad de la que estamos tomando conciencia. Maduramos.
La semántica de la palabra gobierno habla de temporalidad, lo limita a un período, dice de la oportunidad que tienen los elegidos por el pueblo para que, siendo dignos, cumpliendo merecidamente su tarea de conductores y respondiendo a la confianza que se ha depositado en ellos, puedan engrosar, fortalecer, energizar y hacer crecer el gran panal nacional, el Aleph que nuclea los esfuerzos de todos, el gran cerebro adonde van a parar, para su conjunción, crecimiento y prosperidad, las labores y esfuerzos de cada uno. Cada pensamiento obra y creación deben ser encauzadas por el gobierno hacia una bien orquestada y constructiva comunicación de las neuronas estatales.
La connotación de Estado resulta, entonces, de la suma de los resultados que se registran en la atemporalidad, en la permanencia.
Por lo que a ese eje vertebrador deben dirigirse las acciones de todos los que formamos el país, desde las de cada obrero, desde la abeja reina a cada ciudadano que, en nuestro humano caso, nunca, nunca debieran permitirse ser zánganos.
El día en que los argentinos tengamos claro que el que gobierna llega para asumir responsablemente una misión que se continúa y proyecta en el tiempo, que se debe articular en el Estado lo bueno conseguido corrigiendo los desaciertos; cuando el gobierno subordine sus intereses, sobre todo personales, al destino del Estado, se ha de solidificar o debilitar lo que es de todos.
La grandeza o la provocada pequeñez de nuestro país es la propia y nuestra vida cotidiana personal, sobre todo el crecimiento o estancamiento material y espiritual, depende del Estado argentino que necesita clarificar un objetivo común, distintivo, fuerte, seguro de sus pasos, con una educación, su gran vertebradora, que marche hacia fines que vigoricen su identidad y que sean conocidos por todos los ciudadanos. Fines que, lamentablemente, aún no se distinguen o perfilan.
La vida de cada uno depende de un país que sabe adónde va, que ha encontrado su esencia y marcha a su madurez. De un Estado que nos hace sentir partícipes y nos involucra a todos.
Si hace más de dos siglos fuimos un país respetado por toda América y el mundo por su emergencia; si marchaba a la vanguardia en educación, en seguridad, en bonanza económica; si mucho podía hacerse porque no existían límites para su crecimiento, tenemos la esperanza de recuperar ese camino para lograr su prometido desarrollo.
El Estado, de resultas de actitudes claras, debe dejar atrás la sociedad desmigajada en que nos hemos convertido para que logremos ajustar sus tareas esenciales, como: el cuidado de nuestras fronteras, la emisión de una moneda estable, el control de la inflación, un desempeño policial y militar acorde a los grandes objetivos nacionales, el mejoramiento de una educación que forme ciudadanos pensantes y libres y la lucha contra el narcotráfico, mal del que derivan, como sabemos, grandes y dolorosos sufrimientos, etc.
Dos significados que deben complementarse: un Estado fuerte y permanente. Un gobierno que hace lo suyo deja sus marcas y pasa, tal como lo expresó Licinio: "Sólo la autoridad de ser dignos nos pertenece para siempre. El poder y la púrpura nos son prestados. Pertenecen al Estado romano".
(*) Educadora y escritora

No hay comentarios:

Publicar un comentario