Sin embargo, esta exigencia no existe para
los cargos políticos. Es cierto que en ese campo se encuentran personalidades
destacadas, capaces y hasta brillantes, pero suele ser el amiguismo, el parentesco,
la cercanía, el asistir a reuniones partidarias o desempeñarse como hábil
transmisor de propósitos que halagan y suenan prometedores, lo que ha otorgado
el pasaporte válido para ingresar al mundo de la política.
¿Presentó la dirigencia política alguna
vez los certificados exigibles a cualquier postulante? ¿A quién? ¿Quién se
atreve a solicitarlo?
Grandes ruinas se han desencadenado a partir
de esta negligencia evidente.
La salud
mental determina que una persona es sana cuando mantiene un equilibrio con
el entorno socio cultural, es decir cuando tiene equilibrio racional y
emocional.
La nueva ciencia de la Psicopatocracia estudia la enfermedad de los psicópatas que ocupan
puestos de liderazgo.
En “El
poder y la enfermedad”, David Owen, neurólogo y ex ministro laboralista
británico, analiza los costes del
desequilibrio emocional de políticos como Nixon y Yeltsin, quienes han padecido
el llamado Síndrome de Hybris cuyo rasgo
determinante es “emborracharse de poder e incurrir en el iluminismo
caudillista, aumentado por la adulación del entorno”. Esta enfermedad se
distingue también porque quien la padece “no
soporta ser criticado, se percibe imprescindible e insustituible para el
lugar, ciudad, provincia o nación que
dirige”. -Según palabras del mismo
Lowen.
A esto se suma su particular convicción de
que lo saben todo, de que aciertan siempre en sus decisiones, que no necesitan
a los demás, por lo que terminan separándose emocional y prácticamente de la
realidad en la que viven, es decir se ubican en un mundo irreal.
Francisco Traver Torras, español, al estudiar el deseo de empoderamiento se
pregunta:
¿Es que el deseo de poder, tan poco observado hasta hoy, carece de valor en las relaciones humanas?
¿Es que el deseo de poder, tan poco observado hasta hoy, carece de valor en las relaciones humanas?
Y se
responde citando a Alfred Adler: “La voluntad de poder es tan importante como
las pulsiones sexuales”, a lo que, siguiendo el orden de sus razonamientos,
puede agregarse: tan vitales como posiblemente destructivas.
Veamos a propósito el caso de España.
Quienes estudian la anomalía psíquica de la que suelen ser víctimas algunos
políticos, consideran a José Luis Zapatero como uno de sus modelos y sostienen
que los males que sufre actualmente España son la consecuencia de su accionar
enfermo.
Entre sus argumentaciones citan las
siguientes características: cambios de humor y de rumbo, contradicciones,
empleo descarado de mentiras, obsesión por las reformas, odio al adversario,
compra de votos con el dinero público, torpeza en el manejo de los asuntos
internacionales. La actitud suicida de quienes padecen esta enfermedad del
poder- dice Traver Torras- lleva a su destrucción y arrastra irremediablemente
al pueblo.
En Argentina, muchos dicen en voz baja que
tal o cual dirigente, gobernador, diputado, juez, está enfermo o enferma, pero
son demasiados los que, haciendo gala de
total indignidad, bajan la cabeza ante el jefe, cierran los ojos, aplauden,
caminan ciegos al abismo al que esta conducta encamina.
Algunos se preguntan qué pasó con
determinado político que, llegado al poder, perdió la cordura. Otros refutan la
validez de exigir certificados de salud mental antes de que asuman porque es en
el ejercicio del poder cuando cambian, pero los estudiosos avisan que se puede
anticipar la enfermedad de la Psicopatocracia, a través de uno solo de los síntomas:
la arrogancia.
Advierten además que ningún dictador sería
posible si no la padeciera y se sumara a esa predisposición la veneración
colectiva que tienen las masas frente al poder.
Cuando los que gobiernan padecen esta patología,-favorecidos
por el desvalimiento, la ignorancia y el desamparo de quienes los siguen- llevan,
según nos enseña la filosofía de la historia, a que éstos paguen las graves consecuencias de
ser dirigidos o gobernados por líderes enfermos.
El
descubrimiento de esta enfermedad extendida en el mundo, a la que se ha dado un
nombre nuevo pero que es tan vieja como las sociedades humanas, invita a estar
atentos a sus síntomas en cualquier lugar en que se dé, a tomar conciencia de sus riesgos y a tratar de
ponerle remedio.
Gladys Seppi Fernández
Me parece muy coherente,inteligente y sensato el artículo y también de suma actualidad. Mi respeto y cariño para quien supo dejar en mi su huella.
ResponderEliminarMe parece muy coherente,inteligente y sensato el artículo y también de suma actualidad. Mi respeto y cariño para quien supo dejar en mi su huella.
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