“¿Qué injusticia
podés ayudar a solucionar hoy?”
Michele Obama en el
encuentro con jóvenes argentinas.
“La diputada nacional y líder de la CC,
Elisa Carrió , responsabilizó a los jueces
federales por la falta de avances en la causas de corrupción. Todas las pruebas han sido presentadas a la
justicia hace años, pero recién ahora
salen a la luz. Los jueces federales de la Nación son el gran escándalo por su
inacción", señaló.
La imagen de la justicia acompaña a los ciudadanos del
mundo desde hace siglos. Desde que el hombre es hombre, un ser social y por lo
mismo en relación permanente con sus semejantes, necesita el arbitraje de una
mirada más amplia, lúcida y sabia que la regule. Una inteligencia abarcativa de
las problemáticas que lo superan.
La “iustitia”, representada a partir del Siglo
XV con los ojos vendados, simboliza así
su necesaria objetividad, es decir su obrar objetivo, sin miedos ni
favoritismos, independientemente de la identidad, el dinero, el poder o la
debilidad.
El inconsciente
colectivo argentino ha derribado esa imagen al compás de los graves
sacudimientos que la justicia viene sufriendo. Desbaratada, debilitada,
disminuida la fundamental columna en que se asienta la convivencia de los
pueblos, los argentinos sufrimos la certidumbre de su debilidad, el sentimiento de profunda orfandad en que nos
deja su, tantas veces, total ausencia.
Tarea para
estos tiempos es, entonces, restaurar una imagen, investirla de su tradicional
e histórico valor. Los argentinos necesitamos volver a creer, a confiar en un
poder judicial que hoy se muestra devastado por los sobornos, los
silenciamientos, las complicidades, la compra y venta de conciencias.
Recreamos mentalmente el símbolo de la justicia, la maravillosa imagen de una
mujer representando la equidad, la distribución equilibrada de la economía,
la garantía del desarrollo de las clases sociales postergadas, y deseamos, hoy
más que nunca, recuperar su significativo valor. Deseamos vuelva a pesar la
balanza que mide para dar a cada uno lo que le corresponde y la espada que expresa la mano dura que castiga
a los culpables.
Creemos en la recuperación de la imagen
ideal de un Poder Judicial que dé ejemplo de integridad y valor, de
conocimientos y firmeza, de dignidad y nobleza, únicos valores que pueden poner
al país en la vía de su real crecimiento y que deben ser puestos en práctica (ejecutados)
por sus agentes principales: los jueces.
Asusta
y duele tener que decir, justamente, que
fue a puro efecto de las conductas de los jueces seguidos por un pueblo
indiferente y escasamente participativo, cómo ha devenido a su actual estado.
Para
sostener la justicia debe haber una mayoría de jueces idóneos, probos, rectos,
valientes y dispuestos a jugarse el todo por el todo en el cumplimiento de su
misión, que llamaremos sagrada, porque de un Poder Judicial preocupado por el
cumplimiento cabal de su altísima misión, de la confianza que inspire a los
ciudadanos, depende el natural y sano fluir de las relaciones sociales.
Sólo
en un país con una justicia consolidada, que castigue a los delincuentes, que
no se deje tentar por los dólares
acumulados para comprar voluntades sin medida y sin pudor, sin miedos por
amenazas, se podrá velar y exigir el desarrollo
de las potencialidades del pueblo.
No descuidamos la idea de que para que la
justicia obre adecuadamente deben existir normas, leyes, una constitución clara
y permanentemente actualizada. ¿La tenemos los argentinos? Algunos reclaman por
una readecuación de las leyes a los nuevos tiempos. Hemos escuchado hablar de
cómo ata las manos de los jueces el carecer de leyes adecuadas a la represión
de los delitos de hoy, la corrupción, por ejemplo, reconociendo así que el
poder Legislativo tiene, también que trabajar a destajo porque está también
está en falta.
La verdad, que es, al fin de cuentas hacia
adonde apuntan todas las nobles búsquedas, aviva el recuerdo de los resonantes casos de injusticias acaecidos
en la sociedad argentina; graba a fuego el nombre del Fiscal Nisman que murió
por buscar la verdad en un país construido sobre mentiras; lamenta el desempeño
de una fiscal que obedeciendo imposiciones ajenas desoyó la voz de su propio sentido
ético que, seguramente, le hubiera dictado claramente cómo actuar. La verdad señala los nombres de
verdaderos delincuentes de guante blanco que permanecen libres a pesar de haber
causado con sus latrocinios, graves daños a la República.
Rogamos
que tanto vivido y sufrido nos empuje a hacer algo para recuperar la imagen de
la justicia que necesitamos limpia, transparente y ordenadora. Ojalá cada
ciudadano podamos contribuir ayudando a
solucionar las pequeñas o grandes injusticias que se cometen a nuestro
alrededor cada día.
Gladys Seppi Fernandez.