LOS
PAÍSES LATINOAMERICANOS Y
LA GLOBALIZACIÓN
Hacia un mayor conocimiento y respeto
mutuos.
(Conferencia dictada en Aguascalientes- México)
En “ EL LABERINTO DE LA SOLEDAD “ Octavio Paz
, utilizando la maravillosa parábola del río de la historia , habla de la
necesidad que tienen hombres y pueblos de detenerse, cada tanto,
para observar su propia imagen y hacerse las preguntas que conducen a
un encuentro necesario e inaugural : el
de uno mismo.
Así empieza a reconocerse el hombre en su edad adolescente, quien, “inclinado
sobre el río de su conciencia,-dice -
se pregunta si ese rostro que aflora lentamente del fondo es el suyo”.
Y así lo hacen los pueblos, en las conciencias
de sus representantes, que se supone son los
hombres que marchan a la vanguardia de su tiempo; en las conciencias de
las grandes mayorías, si de avanzadas democracias se trata. En un momento de su andar histórico se inquieren , se preguntan, se reconocen y
se asumen, para, fortificados en sí, darse al mundo.
Cada
tanto, es justamente el mundo el que obliga, el que llama, y hasta impone esa
actitud de introspección que recupera razones y sentidos, que devuelve al río
su dirección.
El
momento universal que se está viviendo en esta significativa centuria que abre
las puertas al tercer milenio, es uno de esos momentos cruciales en que todos
los pueblos que se inquietan por su destino y el lugar que ocupan en el mundo ,
se están haciendo las fundamentales preguntas que conducen a las entrañas de la
identidad, y a las vías de la integración.
La
globalización que llama hacia
significativas y revolucionarias concertaciones
apurando el paso sobre todo el de
los pueblos latinoamericanos, es una de
esas circunstancias convocantes.
Y por sus mismas características “
globalizantes” vuelve imperativo el
hacer un alto, no sólo para que cada
país se conozca más en los entramados
que se cierran en sus propias fronteras, sino para que sepa algo y más de las
otras naciones a las que llama hermanas lo que puede lograrse con un abrirnos al mutuo , al recíproco inquirir de
qué somos como latinoamericanos, quiénes somos cada uno de los pueblos que nos
llamamos así porque una lengua , una religión, una común colonización y
conquista nos han puesto en un cauce hermano.
Y
la verdad es que en esto del conocernos más y mejor, sólo se ha llegado a un punto muy alto de la retórica -¡Cuántos discursos políticos y escolares se
dilatan en la exaltación de la hermandad de los pueblos, de “ las puertas
abiertas a los hermanos latinoamericanos”¡
Pero
bien pudiera decir la experiencia que existe una buena intención y muy escasa
acción.
Porque
es muy poco, en realidad, lo que lo que las naciones latinoamericanas conocemos
unas de otras, lo que nos acercamos, lo que queremos saber.
Así,
allende los ríos, las montañas, las latitudes y geografías que configuran cada
nación hispanohablante laten las idiosincrasias,
las particulares maneras de ser y de vivir, las maneras de decir, de
nombrar, de ver y de hacer frente al
mundo.
Temperamentos, tradiciones y culturas que,
entre los mismos latinoamericanos desconocemos.
Y
no se ama lo desconocido, ni mucho menos se lo respeta., ni mucho menos aún se
puede llegar a concertaciones, a encuentros positivos.
Sin embargo todos tenemos la plena convicción
de que un mayor y mejor acercamiento, puede redundar en grandes beneficios enriqueciendo, iluminando, matizando,
nuestras respectivas potencialidades.
Claro
que para ello es necesario hacer real el
tan mentado “ abrir las puertas “ , poner atento el oído, escuchar, en fin ,
permitir la llegada de unos a otros, las
propuestas de unos a otros, sin prejuicios que, sin el debido conocimiento,
entorpezcan una fluida y saludable relación.
PARA
CONOCERNOS MEJOR
En los
países de avanzada- aquellos que miramos con admiración y llamamos del “
primer mundo” - se ha dado el aprovechamiento de ideas de todo
tipo, el aporte de ingenios y talentos
de cualquier punto del orbe, siempre y
cuando aporten, justamente, experiencias
que apuren el paso , que permitan dar ventajosos saltos en el curso histórico.
Tal
vez sea esa circunstancia la que los ha llevado a tan altos puestos.
Ellos
parecen entender muy bien esto de intercambios y enriquecimientos recíprocos.
Nada
facilita más el acercamiento que una primera, necesaria, ineludible,
disposición real, y no meramente
declamatoria, a abrirse al otro, así sea
un embajador o un simple visitante.
De ese intercambio devienen el crecimiento, la maduración, el
aprendizaje.
Tal
como sucede en el campo de lo personal: personas hay que no llegan al punto
pleno de su maduración porque se encerraron en su pobre individualidad, en
tanto otras aceleran el feliz proceso que las lleva al pleno goce
de la vida y sus posibilidades. Seguramente estas últimas son las que negándose
a pre- juicios salen a la batalla del día confiados y dispuestos a los
encuentros con sus semejantes.
EMPEZANDO
POR LOS EXTREMOS
Quizá
corresponda a mexicanos y argentinos la tarea iniciática del revelamiento de éste qué somos, qué queremos, en cuánto
estamos dispuestos a fraternizar e integrarnos.
Quizá
sea este tiempo de globalización el
que indique que debemos detener la mirada,
siempre proyectada a pueblos totalmente
diferentes, para dirigirla a quienes son más afines.
Detener
la mirada, dijimos, y bien pudiéramos agregar: desviarla, porque es innegable
que muchos pueblos latinoamericanos, entre ellos Argentina, miran a Europa;
otros, entre ellos México, miran a
los anglosajones del norte.
Sin
embargo, es importante decirlo, los argentinos miramos también, y con profunda
admiración a México, atraídos por la
fuerza de su identidad y la peculiaridad
de sus costumbres y sentimos, desde la
lejanía, que una corriente de profunda
simpatía nos une a la vez que, las profundas diferencias, nos señalan carencias
propias.
En lo que refiere a maneras de
ser y empezando por el extremo sur del
continente, la Argentina, podemos
aportar algunos rasgos de este pueblo, que son de tener en cuenta cuando de acercamientos
se trata: fundamentalmente puede decirse que
hay en el ser argentino ya sea por naturaleza, ya sea por conformación
histórica, una disposición a la apertura
total, al abrirse, a la entrega confiada al otro.
Sí, abrirse al extranjero es nota dominante en
el temperamento argentino.
Y
esta disposición tiene su explicación tanto histórica como geográfica.
Quizá
sea el mismo puerto de Buenos Aires la
gran puerta dispuesta al intercambio, lo que invitó, a la par que lo hacían las
conveniencias de la hora, a que los extranjeros, sobre todo los europeos
volvieran la atención hacia ese punto extremo del continente y aceptaran la
invitación a poblarlo.
Existe
por eso en la configuración de este
ser un alto componente europeo.
Si
bien prevalece la fuerza de lo
hispánico en el que la sangre
india se fue desvaneciendo en el mestizaje y en el doloroso exterminio, tuvo
gran significación el aluvión inmigratorio que llevó lo europeo , sobre todo lo
italiano, a marcar su impronta en la
historia de esta nación.
Ese
aporte transfirió a su esencia una naturaleza expansiva, desapegada de sus
debilitadas tradiciones indígenas, abierta al puerto que quiere decir, abierta
al orbe.
Y
ese “ despegue” , ese afán de universalidad
confieren a esta personalidad una apariencia de afirmación vital, de colorida expansión.
Lo
cual puede aparecer, ante los otros pueblos, como de atrevido y hasta atropellado afán de
intromisión, que se agudiza por ir
acompañado por una franqueza que pone en la mesa de las
conversaciones todos los temas, sin
tabúes, hasta darles su acabado en la
discusión frontal.
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Estas junto a otras múltiples y complejas características que lo conforman , entre las que destacan
las señaladas pueden obrar en
beneficio o no de un acercamiento con los hermanos americanos.
Por
eso es bueno conocerlas.
Y
estos rasgos descubren también los
grandes de la literatura.
Martínez
Estrada, por ejemplo, nos advierte cuánto ha contribuido la inconmensurable
extensión de la pampa criolla a expandir
la visión del habitante de estas tierras hasta el infinito; y Sarmiento establece que la falta de
límites en los campos, la lejanía de las
montañas, ha generado que el Martín Fierro, arquetipo nacional, considere “ que
sus sábanas son el cielo” y que el universo es de su patrimonio.
Si
miramos al extremo norte , México y su profunda raigambre cultural se levanta
monumental.
Así
aparece México a los
latinoamericanos, así la ven los
argentinos: como un país orgulloso de su pasado, de la fuerza
de sus raíces, de su acrisolada identidad.
Y
en la literatura encuentran la
afirmación de esas intuiciones.
Octavio
Paz- uno de los autores más frecuentados-
habla de “un país con un pasado
tan vivo, profundamente tradicional, atado a sus raíces, rico en antigüedad
legendaria, aunque sí pobre en historia moderna”.
Pero
también nos advierte sobre otros rasgos que deben conocerse para facilitar los
mutuos acercamientos:
“La Malinche
encarna lo abierto, lo chingado, frente a nuestros indios estoicos, impasibles,
cerrados. El adjetivo “malinchista” recientemente puesto en circulación por los
periódicos para denunciar a todos los contagiados por tendencias extranjerizantes. Los
malinchistas son los partidarios de que México se abra al exterior.
Pero nuestro
grito es una expresión de la voluntad mexicana de vivir cerrados al exterior, sí, pero también
cerrados frente al pasado”- leemos en el famoso libro.
“Cerrados al exterior”...Sí, indudablemente es
mucho lo que la literatura muestra, explica y facilita para una adecuada comprensión, porque, cuando un extranjero,
un argentino por caso, se acerca a un mexicano, o a instituciones mexicanas, ( Y hablamos de experiencias de ciudadanos
comunes, escritores, docentes, profesionales ) con intención de entablar
saludables acercamientos, (comunicación
humana de posibles soluciones para nuestros comunes problemáticas), y se
encuentra con silencios, puertas cerradas, inexplicables “No”,
diálogos inacabados, sale la literatura al paso y le dice:
“La extrañeza que provoca nuestro hermetismo ha creado la leyenda del mexicano, ser
insondable. Nuestro recelo provoca el ajeno. Si nuestra cortesía atrae, nuestra
reserva hiela...” ( Sigue en el discurso Octavio Paz)
Entonces
llega la comprensión apoyada aún más en
el subrayado: “ los malinchistas tienen tendencias
extranjerizantes porque preconizan un México abierto al exterior”
Pero
también llega la pregunta: ¿ Con cuál México se encuentra el viajero, el
extranjero, el argentino, ( ya que de los extremos del continente
hablamos) en cada estado mexicano?
¿Todos se cierran o se abren de alguna manera u otra al extranjero? ¿Atender a
las buenas propuestas llegadas desde afuera es un acto sacrílego para todos los
mexicanos?
Pero,
como de lograr mejores puestos en el
mundo se trata, y eso significa llevar beneficios reales al pueblo, para
lograrlo, - y ese es un tema a debatir
en los altos niveles de la dirigencia-
no hay otro camino que abrirse al diálogo, dar respuestas, salir a la
discusión, hablar con claridad.
Esa es una actitud deseable en la ciudadanía , pero en los dirigentes es una
obligación: sobre todo abrir las fronteras del pensamiento y de la acción a
otros saberes, ampliar la mirada, sobrevolar las perspectivas para andar con
pasos ciertos el tan prometedor camino de la integración globalizadora al que cada país latinoamericano tiene
que llegar con un profundo sentimiento de seguridad en sí mismo, en su identidad , en sus
posibilidades, pero también - ya en
estado de plena madurez- con confianza en que puede con el otro, en las posibilidades de diálogos
fecundos con el otro.
Tal
vez así se evite el diagnóstico en que Borges, uno de los máximos exponentes de
la literatura universal, une a todos los latinoamericanos:
“A diferencia de los americanos del norte
y de los europeos, los latinoamericanos descreen del estado. Ello puede
atribuirse a la circunstancia de que en estos países los gobiernos suelen ser
pésimos o al hecho de que el estado es una inconcebible abstracción...”
Dolorosos
puntos de contacto entre nuestros pueblos.
Simetrías que invitan también a
advertir en cuánto nos une a los latinoamericanos (Y también cuánto nos
perjudica) esta adolescencia cívica que
padecemos y que nos lleva a elegir
inconvenientemente a la mayoría de
nuestros representantes, a nuestra dirigencia, lo que deviene en tantos
padecimientos del pueblo.
Simetrías,
afinidades, que deben llevar a un mayor
conocimiento y respeto entre nosotros.
Y aunque sólo sea para que, conociéndonos
mejor, facilitemos los intercambios recíprocos que el momento histórico exige.
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