Usted es el personaje principal, un ser
siniestro que se metió en el centro del escenario, el del país, el que le
permitieron los millones de voluntades que la eligieron y que demuestran cuán
emocionales somos, cuán escasa capacidad de ver en profundidad, de reflexionar,
tenemos.
Usted nos deja sin descanso, señora, la
respiración contenida, las expectativas agitadas. Así fue mientras gobernaba,
improvisadamente la Nación, así continúa siendo hoy cuando se siguen
escribiendo los últimos capítulos de su lamentable paso por el gobierno de los
argentinos.
Por
usted seguimos pasando horas de terrible indignación, de sueños perdidos, de
inimaginables búsquedas.
¿Y
qué buscamos? ¿Y qué deseamos tan fervientemente? Que la verdad salga a la luz,
que pase de la oscuridad ya instalada en que se la mantiene, merced a sus malas
artes, a su capacidad de mentir extrema. Necesitamos que la verdad cruce ese
zaguán oscuro en que se la denigra, que conozca la luz del día.
Eso esperamos. Y mucho más: intuimos como
pueblo que en tanto sus inmensos y graves delitos se mantengan impunes no habrá
paz para el pueblo argentino. En cuanto no sea la justicia lo debidamente
justa, la verdad quedará flotando asfixiada en el fango de los más mezquinos
intereses y de esa manera se nublará la posibilidad de encontrarnos con lo que,
como país, podríamos llegar a ser.
Podemos llegar a ser un gran país, señora,
para bien de cada argentino, para despegue de cada talento, de cada capacidad
pero usted mantiene confundida a demasiada gente. ¡Les ha dado tanto sin que
hagan nada para merecerlo! ¿Y qué puede endulzar y debilitar más la voluntad de
ser, de trabajar de aportar que el engañoso regalo del facilismo sin pedir
ninguna obligación? ¿Qué puede corromper más las capacidades innatas que el
enviciamiento del dolce far niente?
Tenemos que reconocer que usted supo hacerlo.
Imbuida por una delirante astucia y una capacidad de ir por todo el mal cueste
lo que cueste, ha sumido al país en una guerra terrible entre los que la
siguieron y en esa medida recibieron y los que, con la voluntad intacta,
pudieron ponerse a suficiente distancia para poder observar, con objetividad,
el tamaño del vicio que Ud, derramaba,
anulando lo que tan necesario es al crecimiento: el trabajo genuino.
De esa manera pudo actuar sin tantos censores,
con adhesiones que permitieron su defraudación al Estado argentino.
La gruesa red tejida maliciosamente
alrededor de lo que ha sucedido en este país, lo denigrante y sucio de lo
acontecido, lo increíble pareciera, (y ojalá sólo sea un parecer), que va a quedar en la total oscuridad. La
verdad se debate hoy en un lodo espeso que usted sabe revolver con increíble
oportunismo y malicia. Usted sabe escurrirse como la más temible sierpe venenosa,
sabiendo, y es así, que ya ha inoculado su veneno en demasiada gente que
confunde la dimensión y valor de los bienes recibidos con la de las dignidades
perdidas.
Fíjese: ayer no más, en un programa de TV, en varios, en que se mostraban las propiedades
rescatadas de lo robado por su cómplice,
Lázaro Báez, ¡un verdadero escándalo!,
apareció la que fue su casa durante los primeros años del gobierno
Kirchner. Su casa, una propiedad valiosa e importante, era una más de lo que
está en manos de Báez. Nos
preguntamos: ¿cómo? ¿Por qué? ¿No es ésta una prueba irrefutable de que los
Kirchner y Báez han conformado una temible unidad? Lo suyo es lo de él. ¿Tendrá
en cuenta el juez esta evidencia para declararla a usted, como ya la declara la
mayoría del pueblo, vinculada
estrechamente, cuando no autora intelectual del evidente despojo de la cosa
pública? Su desalmada alma de ladrona se
pone en evidencia cada vez más.
Casas abandonadas, propiedades de a
cientos, cuando hay tantos que por esa mala distribución no tienen un techo
bajo el cual guarecerse de las terribles inclemencias invernales. ¡Para que
usted, señora capricho, tire por todas partes bienes que, finalmente son de
todos!
No
sabemos, no entendemos aún cómo puede haber una parte reducida del pueblo que
aún la defiende.
¡No lo entendemos!
Quizás todo se reduzca a una sola
palabra: dinero: Usted, compró miles de almas apegadas al facilismo, a lo
inmediato, a lo del ya, y así defraudó, con la complicidad de voluntades,
silencios, y hasta simpatías, pagando
con moneda sonante, con billetes, con los mismos que la enriquecieron y le
permitieron tener posesiones multimillonarias “para hacer política”.
Ojalá, señora, la justicia actúe con
independencia, se despoje de mal entendidas lealtades y se sepa totalmente
sobre sus manejos escandalosos, sobre cómo actuaba la gavilla que comandaba. Lo
necesitamos urgentemente, señora, para que el país deje de temblar y recupere
su capacidad de ser.
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