Nadie puede negar hoy, sobre todo ningún
adulto debiera hacerlo, el hecho evidente de que la erotización se ha metido
como un humo invisible a vivir en nuestros hogares, en las escuelas, en todo el
ambiente social.
La erotización actual, unida al sentido
hedonista de la vida contemporánea, ha permitido que se dibujen con contornos
cada vez más fuertes en el fondo de cualquier escenario, las formas de mujeres
escasamente vestidas, sugestivas en sus colas prominentes, en pechos exultantes
que son utilizadas como medio para incitar a cualquier consumo: un auto, un
teléfono, un perfume, una casa y hasta
un terreno.
Todo objeto ofrecido utiliza las llamativas
formas de una mujer hermosa que tanto
llaman a comprar como a estimular el deseo primario de posesión.