" La Tinelización de la Mujer "

ESA MUJER, ESA COSA
LA TINELLIZACIÓN DE LA MUJER


Uno de estos días volverá a reinar, porque es el rey del rating.

Lo tenemos como un gran caradura y no solamente lo es. Lo sabe. Sabe que es gracias a esa condición como ha ganado la posición que ocupa, la atención de millones de argentinos y hasta la curiosidad de medios extranjeros- El País de España, Le Monde, de París y, hasta donde llegamos a saber, de CNN, que lo ha entrevistado para preguntarle cómo se atreve al colmo.

Audacia, atrevimiento, desconsideración, falta total de límites caracterizan la actuación de este conductor y su equipo que han hecho de la TV argentina un curioso fenómeno de la bufonada y de la cosificación y que, dentro de poco, volverá a ocupar su lugar en las pantallas.

Y todo pareciera estar bien cuando millones de argentinos, incluidas sus familias lo están esperando aún sabiendo que se irán a la cama varios días de la semana pasada la medianoche sólo para no perderse ninguno de los escándalos que ofrece. Todo pareciera admisible cuando lo que reina en este hoy hedonístico es la cultura del entretenimiento, del distraerse, sin pensar demasiado en el papel que jugamos, en los efectos que los pasivos televidentes sufrimos- a posteriori o ipso facto- en esta era del pasarlo bien, solamente de la distracción.

¿Es que estamos tan desesperados, abstraídos, descreídos y faltos de fe en el ser humano y en nuestras propias posibilidades como para transformarnos y dejar transformar a nuestros hijos y nietos en sujetos inconscientes de un mensaje que nada construye sino que es, más bien, altamente destructivo?

¿De tal manera hemos bajado los brazos los argentinos como para transformar en motivo principal de nuestras conversaciones lo que se vio, el último escandalete de Show Mach? “¿Cómo? ¿Te lo perdiste? ¡Qué pena! No sabés…”

Pues si cada noche del año pasado nos sorprendió,- ¿quién puede negar el esplendor de una puesta en escena que no mezquina recursos tan crecientes?- si cada noche de años anteriores ofreció más y más sorpresas, bien podemos admitir que muchos lo esperan con ansiedad y curiosidad porque siempre se supera, supera lo esperable en tanto el Señor Rating levanta su mercurio porque habrá, seguramente, cada noche, más fiebre, más acaloramiento.

Recordamos una de aquéllas, colmosa. Y no era para menos. El aplaudido conductor había buscado como partenaire a una de las mujeres más notables del espectáculo: la Suller, que si de escandalizar se trata ya ha abordado y abusado de las formas más desmesuradas y grotescas para lograrlo.

Mujer- cosa, la escandalosa mujer se trata a sí misma como al más engolosinado de los panqueques, un plato para devorar, y si como mujer no puedo sentir lo que suscita en la sensibilidad masculina, sí puedo imaginar lo que le genera: el despertar de los instintos primarios, solamente de eso que mantiene al hombre subsumido en el nivel más bajo de la pirámide de crecimiento (Maslow mediante). Y el conductor, que lo sabe, mide en rating su posibilidad de llegar hasta las últimas consecuencias. Y se juega al más.

Con cara de inocente, lo admite, lo conciente y estimula. (¿Cómo?, ¿se lo perdieron? Fue una de las últimas noches del año pasado).

En cuanto a los aciertos, no vamos a negar que lo de la “casa de los famosos” tuvo su atractivo. Y sus méritos.

Y hasta podemos concederle valor artístico a ciertas imitaciones muy logradas que, además de expresar preocupación, esmerado trabajo y arte en la composición, reflejaron una realidad que tal vez haya posibilitado que muchos políticos/as se vean desde la otra orilla, de la manera como los ve la gente, lo que pudiera provocar- ¡ojalá así sea!- que hasta contribuya a la corrección de ciertos tic o gestos que a muchos de ellos los desnudan mostrándolos débiles, ridículos, codiciosos, autoritarios, necios/as y cuántos otros adjetivos de oscura coloración les caben en general o particularmente.

El programa aludido tiene sus atractivos y por eso carga con la mayor atención pública.

Pero hasta aquí, en todos sus días- o noches- ha estado presente, omnipresente, la intención de utilizar a la mujer-cosa, la mujer descartable, la que desata deseos que ponen de punta los nervios masculinos y deforman la verdadera imagen que da auténtico valor a la mujer genérica, la que sostiene la vida, la que guía, orienta y se da totalmente a la tarea familiar de acompañar y sostener con su amor a su marido, a sus hijos.

Pensamos, entonces, que urge hablar del tema, que de eso se trata la palabra educación, de poner en palabras lo que anda intentando elaborar el interior de más de uno, lo que reprueba una importante , aunque no sea mayoritaria, parte de la población .

Hablar en familia, en la escuela, en los diversos cultos para que las rebeliones que andan bullendo aquí y allá se hagan una voz cantante que llegue aunque más no sea al limitado ámbito en el que nos desenvolvemos.

El tema de la tinellización de la cultura- como se ha dado en llamar- clama ser tratado, seriamente, no como el mero comentario de cada anécdota, de lo que nos trajo la noche manteniendo alerta tanto suspiro, sino desde la óptica del juicio crítico y la necesaria pregunta: ¿qué es lo que este programa tan popular, tan visto está produciendo? ¿De qué manera está generando una nueva cultura y qué representa eso “nuevo”? ¿Un hombre más despierto, más dispuesto y capaz de hacer, de resolver su problemática diaria y existencial o un pasivo receptor que se deja comer por “los ratones”?

¿Y en los más chicos? ¿No advertimos acaso que programas como éste alientan el de por sí natural desenfado adolescente, su atrevimiento y engreimiento juvenil y hasta el atropello, porque por sobre todo lo perjudicial el mencionado conductor y su no menos audaz séquito está haciendo creer que lo que vale es la apariencia exterior (¡vaya si son buenos cuerpos las mujeres que se presentan!) y, además que vale todo, que cuanto más audaz, atrevido y atropellador se sea es más seguro el éxito social?

Es evidente que estas nuevas generaciones son un producto de esta TV desenfadada que tenemos.

Que lo digan los docentes que no están pudiendo con los alumnos y demasiados padres que conceden cada vez más, porque, como dice el psicopediatra Aldo Naouri,” demasiados padres que no saben ponerse límites a sí mismos reproducen esa imposibilidad en la educación de sus hijos”. Una impotencia que se manifiesta entre tantas actitudes en no poder apagar la TV, cuando sienten, saben, que su familia está recibiendo un mensaje corrosivo y desmoralizante.

¿De qué manera, entonces y cómo y en qué momento podemos aplicar los adultos una pedagogía del esfuerzo, del vale la pena, de la alegría interior si todo le viene a los chicos desde un afuera perturbador que lo mercantiliza?

Creemos que urge hablar del tema, advertir y advertirse porque se trata de analizar los efectos colaterales deseados, pensados, conscientes y muy usufructuados de parte de un equipo audaz , en tanto del otro, del lado del telespectador tenemos que hablar de efectos inconscientes, impensados y muy destructivos. Sobre todo si la teleaudiencia está poblada por adolescentes, o gente que, aunque carga años, está todavía en vías de una deseable maduración.

Insistimos entonces: ¿qué entienden los chicos que quedan presos de la pantalla con padres más alelados aún? ¿Cuál es el mensaje que reciben y ponen en práctica en su realidad o aplican inmediatamente en su vida de relación? ¿Qué imagen reciben de la mujer? ¿Qué es lo que vale, lo único que parece valer?

Las respuestas son obvias pero vale la pena insistir en ellas.

Que golpee en la conciencia la reflexión, aunque sea fugaz, de que lo que este programa logra - junto a tantos otros menores, por cierto- es socavar el respeto que toda mujer merece, la relación entre el hombre y la mujer que merece y urge mejorar.

Lo que los chicos reciben atenta contra un significado: ser mujer y con ello al cómo y en qué consiste, qué significa el vínculo del hombre y la mujer.

De manera que, si por una parte padres, docentes, iglesias, intentan, apagadamente, llevar el modo de relacionarse de los géneros a un nivel de profundidad, conocimiento y respeto mutuo, de lo que se trata aquí es de contravenir todos esos propósitos.

Y la TV gana. Ya conocemos el poder de la pantalla. No sólo llega a millones. Los acalla, los anula.

Hará falta un ejército de voces para apagar tanto ruido, tanta incursión seductora porque cuando el mensaje es la superficialidad oponiéndose a la búsqueda de sentidos profundos, cuando la propuesta es el adormilamiento y la pasividad en pugna con la acción y el esfuerzo, ya sabemos hacia qué lado irán las mayorías.

Hacen falta muchas voluntades para contrariar una corriente que nos lleva puestos. Vale la pena que los adultos nos unamos, que juntemos fuerzas y esfuerzos para revalorizar lo que tiene valor, aunque más no sea hablando del tema y creando conciencia.

De no ser así la desvalorización nos va hacer retroceder al punto cero, lo que significa depresión, frustración. ¿Es que no vamos a reaccionar ante la falta absoluta de sentido?

Gladys Seppi Fernández

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