“La educación de las masas se hace fundamental entre nosotros. Educación que, libre de alienación, sea una fuerza para el cambio y para la libertad. La opción, por lo tanto, está entre una educación para la domesticación alienada y una educación para la libertad” (Paulo Freire).
Cada
vez que los ciudadanos argentinos son convocados a votar a su dirigencia- hecho
cada vez más frecuente en nuestro país- regresamos a la necesidad de considerar
conceptos del libro aportado por José Ortega y Gasset: “La rebelión de las masas”.
Las ideas plasmadas y siempre vigentes de este notable pensador
español, se ofrecen para aclarar las características de multitudes que existen
en mayor o menor medida y grado de influencia en los países de todo el mundo, y
de cuya existencia y volumen depende la gran diferencia.
¿Qué caracteriza al hombre masa? Lo veamos
en este estudio magistral: El hombre masa es el que se siente contenido e
identificado con grandes grupos, masas de coterráneos y coetáneos, con quienes
comparte la sensación de que está completo su haber moral e intelectual, de que
ya sabe lo que saben los demás sobre la vida y sus necesidades y de que no
necesita más por lo que no está
dispuesto a escuchar ideas, simplemente porque cree saberlo todo y no sabe
razonar porque no ha sido enseñado.
Sintiéndose inmerso en un gran conglomerado de vulgaridades y
mediocridad, el hombre masa gusta de lo vulgar y se niega a reconocer o
simplemente no ve que existe lo superior a él, en cuanto capacidad de pensar y
de allí obrar.
Este hombre que se siente como todos los
demás y por lo mismo a salvo en esa identidad común, es quien no ha logrado
diferenciarse, está bien en su tribu, piensa como todos, se afirma en las
acciones de los demás y eso le resulta cómodo, fácil, por lo que no va a
intentar diferenciarse, ser él mismo, pensar por sí y actuar desde su propia
conciencia- que desconoce- desde su libertad personal, desde su autonomía, que
le son ajenas.
Se
contrapone así a las minorías- que realmente y numéricamente lo son en la Argentina- que está formada por personas que al
cultivarse, educación mediante, han transitado el camino difícil de su
desarrollo personal, del descubrimiento de sí mismos como ser diferente, dotado
de señas personales únicas y de un talento, una vocación que debe descubrir y desarrollar.
Estos difíciles logros, propios de la edad
adolescente, acompañados por un permanente cuestionar, en pensar y
pensarse a través del espejo de los
otros, y el enriquecimiento a través de la lectura y el estudio de las
asignaturas de la escuela ( de la buena) y de la vida, le permite ponerse en el
camino de su superación, construirse y ascenderse hasta lo que lo hace distinto
a los demás.
El individualismo, de esa manera es lo que
hace a las minorías de personas pensantes, exigentes de sí mismas, puestas en un
camino de auto exigencia, de proyectos de crecimiento que se expande desde sí
al ámbito en que se desarrolla.
De la obra de Ortega y Gasset deducimos
que “la división de la sociedad en hombres-masa y minorías excelentes no es una
división en clases sociales, sino en clases de hombres. Y fácil es
deducir qué tipo de hombre necesita el territorio que llamamos Argentina, para
transformarse en una República.
La preocupación por mejorar la educación,
en el sentido de formadora de identidades propias, pensantes y creativas es
genuina y debe llevar a acciones urgentes, porque, justamente, la tarea es
sacar de la masa en la que están subsumidos, al mayor número de personas
crecida en sí. La urgencia es sumar, acrecentar las minorías, con gente que
piense que es mucho lo que debe aprender, que es más importante debatir- por lo
menos en tiempo de elecciones, sobre a quién votar para que conduzca con
inteligencia y honradez el país que, aparte de discutir sobre las andanzas de
Onur o los movimientos bailables de los buenos artistas que bailan en Tinelli,
necesarios a su distracción.
El hombre-masa, según Ortega y Gasset, es el niño mimado de la historia. Y vemos
que es verdad, que se lo mima, que se lo
trata como a un niño porque así se lo domina y parasita; que se trata de
satisfacer sus necesidades básicas cegándole, a cambio, la parte alta de su
camino, lo que resta en su subida hacia la superación, estado que se cimenta,
justamente, en un mirar más lejos y más alto, más allá, donde están, claras,
las consecuencias de los actos.
El hombre masa no ve, no puede ver las
consecuencias iluminadas por su contracción al trabajo, al esfuerzo, a una
moral genuina, que es la que permite
ascender a un lugar menos corrosivo de su esencia, contrapuesta a la que
concede la facilidad y fugacidad de la
satisfacción de sus deseos y placeres primarios.
Es tiempo
de elecciones. Se necesitan ciudadanos en quienes se haya encendido la llama de
la curiosidad por saber más, que tengan proyectos y marchen hacia una empresa
grandiosa para sí mismo y la República, ya que ésos son los rasgos distintivos
del buen ciudadano que genera y sostiene una buena República.
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