" La Libertad de Prensa "


Como todo tema sometido a la lectura y análisis, el de la libertad de prensa puede dejarnos en la superficie o sumergirnos en verdades profundas.

Para quienes leemos, escuchamos y vemos la noticia que nos trae cualquier medio de comunicación, sea oral o escrito, la libertad de prensa, aquella que apetecía Tácito, parece haber llegado a ser un logro del Siglo XXI, y casi podríamos afirmar que aquellas palabras: “ raros son esos tiempos felices en los que se puede pensar lo que se quiere y decir lo que se piensa”, han sido superadas en un tiempo en que- eso creemos- se dice lo que se piensa y se escribe, publica y muestra lo que se quiere.

Eso se desprende de una primera lectura elemental que hacemos quienes somos receptores.

Y hasta es cierto que los consumidores de noticias e información, seamos lectores, oyentes o televidentes, nos maravillamos de que sea a través de la prensa como se descubren ilícitos, se desenmascaran increíbles casos de corrupción, se siguen las actuaciones de juicios resonantes, se pone en evidencia la mediocridad o elevado pensamiento de nuestros representantes, gobernantes, dirigentes y hasta se penetra en la intimidad de celebridades para auscultar sobre sus vidas.

Quien si no- nos decimos- sino una prensa libre y hasta poderosa puede poner en la burla a funcionarios y gobierno, aún, como ha sucedido, al mismo presidente de la república.

La prensa en sus múltiples manifestaciones parece haber alcanzado- ésa es la sensación de los consumidores- la libertad de movimiento necesaria para entrar y salir, golpear puertas y penetrar, desnudar, acusar, ponderar o denigrar. En fin someter al juicio público, levantando modelos, anulando o realzando valores.

Y algunos medios, como los diarios, pueden llegar a instancias más formativas de su transmisión a través de editoriales muy sesudas, de artículos de opinión que realmente alertan y abren la reflexión hacia campos más amplios del pensamiento humano.

Y qué decir y ponderar sobre los artículos científicos y culturales que algunos medios se imponen hacer llegar al lector, sobre la música escogida que transita en algunas radios, sobre los comentarios enaltecedores que invitan a leer, a elaborar juicios críticos, a lanzarnos en la aventura, que debiera ser obligada para el hombre, cual es la de enaltecer su condición y dignidad humana.

Muchos diarios y revistas lo propician y actúan en esa dirección. Ésa es la prensa digna.

También lo hacen algunos programas radiales y televisivos.



PERO DEMASIADOS NO ACTÚAN CON SENTIDO ÉTICO, QUE ES DECIR, LIBREMENTE

Los medios que actúan obedeciendo a una auténtica vocación de servicio informativo- formativo son los menos.

Y quizás esto es así porque la mayoría trabaja para las mayorías, tal vez menospreciándolas y, lo que es más grave, formando una opinión equivocada.

Y ésa es una forma de prensa dependiente, prensa esclava.

Si ponemos la mirada en la televisión- que harto puesta la tenemos- y analizamos los más de los programas que transmite la pantalla argentina, trátese de telenovelas, noticiosos y programas de distracción, la tendencia se va por el canal del empobrecimiento.

Poco pensar, demasiado divertir.

Excesiva burla de lo humano. Excesivo regodeo en las miserias. En fin, empobrecimiento espiritual y mental.

Empobrecimiento del lenguaje: pocas palabras son necesarias para denotar la escasez de lo observable.

Empobrecimiento de la reflexión: trabajar sobre lo anecdótico no da para otra cosa que no sea repetir secuencias de un argumento que, por lo general a nada conduce.

Empobrecimiento de la imaginación: todo está dicho o mostrado. Para qué refutar, opinar, propiciar la discusión.

El nivel de la comunicación se denota en el tono, en la apelación a lo emocional, en la atadura a escenas lamentables, fuertes, tocantes, lo que rebaja la condición humana.

Y en cuanto a este aspecto, el de mostrar con crudeza las crudezas lo que debemos aprender a leer es la intención.

Porque más allá de la función de informar está la otra, la de acaparar una clientela que se someta, dócilmente, a la opinión ya elaborada.

Y para ello se utiliza cualquier recurso, “ganchos” que les dicen.

Pues en esos ganchos, en esa intención, y en esos recursos late una manera de esclavitud para la propia prensa que aspira a una auténtica libertad.
LO QUE DICE LA PRENSA SOBRE EL TEMA

En una editorial de nuestro matutino mayor, La voz del interior, se habla de la enorme lucha por la libertad, que difícilmente cese algún día, y se declara que “el poder político y el poder económico recelan, por definición, de los medios que no pueden ser ni manipulados ni acallados ni utilizados abierta o embozadamente para sus fines”

También se habla de “ autoenvenenamiento ideológico e informativo”.

Lo que al respecto alcanza a percibirse desde la posición lectora es que hay un poder- posiblemente sea el económico- que está manipulando el qué informar y , sobre todo, el cómo hacerlo.

Hay un interés evidente de captar el consumo de las mayorías.

Nos preguntamos si la manera es poner en el aire un amontonamiento de palabras groseras, y la desvalorización de la vida honesta, digna, limpia.

Lo que sabemos es que, de esa manera, nos quedamos sin maestros, sin modelos, sin un norte. Sin esa multiplicación de altas montañas que, al decir de Buscaglia, hacen de la vida una perpetua necesidad de seguir esforzándose por ascenderlas.

Nos preguntamos porqué no se resguardan y propician las conductas nobles, lo que realmente hace al hombre ser más hombre.

El escaso esfuerzo, la improvisación, el todo vale, son las notas prevalecientes en la TV que consumimos y que nos muestra al mundo.

La justificación que se da a esta preocupación es que el ranking obliga.

Deducimos que el ranking es, por lo tanto, una manera de prisión, un atentado a la verdadera libertad.

Porque si un noticiero demora las cámaras en una escena en que se apretujan las miserias se está convocando la morbosidad, y rociándole condimentos para hacerla más degustable.

Sobre esas virulencias parece trabajar el ojo de la información de muchos comunicadores.

Los nombres abundan, cada lector seguramente está pensando en este o aquel conductor, sobre todo televisivo, que gasta horas para no dejar nada, en algunos casos sólo el chimento vil, las confrontaciones de los acusados hasta apelar a los golpes - ¿ comprados?- peleas infantiles entre familiares, que desnudan vilezas.

Nos preguntamos porqué se da este fenómeno y si es tan real que la TV da a la gente lo que quiere la gente.

Tal vez no sea así, tal vez se está menospreciando el buen gusto popular.

Pero de ser cierto, de ser verdad que los medios de comunicación, la TV, sobre todo la TV, programa para satisfacer el gusto de los más sin tener en cuenta calidades, surge la sospecha de que tanta libertad supuesta no es libre. Todo lo contrario.

Surge la sospecha de que más allá de la ética interna que el ejercicio de una de las profesiones más comprometidas socialmente exige, están las presiones y prisiones que un público ávido de torbellinos que le sostengan sus días grises, está imponiendo.

Eso nos hace creer la programación televisiva, y hasta podemos afirmar que, aunque pudiera parecernos que nada hay más suelto de lengua y cuerpo que el decir y mostrar televisivo, ningún medio es más dependiente del gusto masivo.

Si es que realmente existe un mal gusto masivo, o si se lo está generando.

EL ALCANCE DE CADA MEDIO

Cada medio con sus medios para llegar, o, mejor decir, con sus recursos.

La tecnología ha procurado que la pantalla y su atracción tengan un alcance indudablemente mayor.

Sabemos que no hay hogar más o menos humilde al que la magia televisiva no ingrese llevando sus multiplicados flashes.

Sabemos de la fascinación que ejerce, sobre todo en los espíritus que no han terminado de madurar.

Una fuerte influencia que debiera demandar proporcionada responsabilidad.

Pero en la televisión como en la radio, las palabras se van con el instante y el todo vale ha encontrado allí su reinado.

Con los periódicos, diarios y aún revistas, la permanencia de la palabra escrita obliga a poner más cuidado y atender a un público que se dispone a la tarea de leer.

Sin embargo en este tipo de comunicación, desde el uso de la tipografía, a los titulares, los espacios, la ilustración, las fotografías, dan testimonio de una dirección intencional de la información, de la prevalencia de un tipo de información sobre otro.

Y el receptor avisado que lo advierte puede seleccionar con libertad.

Por eso es tan importante la iniciativa que, desde hace años, ha incorporado la lectura del diario en la escuela.

Porque es allí, en el aula, donde se deben formar lectores más exigentes y criteriosos con el aporte de la lectura de los diarios y revistas de calidad.

Lectores que, poco a poco, irán generando esas mayorías que necesitamos, las que ponderen y potencien una prensa de óptima calidad, libre de verdad, independiente de intereses, en la que cada comunicador asiente las huellas inconfundibles de un estilo personal, sin imposiciones ni presiones.

Una prensa que llegue a un caudal cada vez mayor de mejor formados receptores.


Gladys Seppi Fernández

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