Enfrentar el dictado de educación sexual


Ojalá que 2011 nos encuentre 
mejor dispuestos para esa tarea. Gladys Seppi Fernández.
19/11/2010 00:01 | Gladys Seppi Fernández (Autora del libro “Curso de educación sexual”)

“En cinco años, 2.008 niñas menores de 14 años tuvieron un hijo en la Argentina”; “admiten que creció el abuso sexual de niños de 6 a 11 años”. Éstos son algunos de los alarmantes titulares que recientemente publicó La Voz del Interior .
Ambos temas, entre tantos de cada día, denuncian graves falencias, yerros que, como la mayoría de los que más nos preocupan, afectan los vínculos humanos que pertenecen al campo de la sexualidad.
Sin embargo, esta última palabra aún produce escozor y hablar sobre los temas que a ella se refieren, que son los de la vida, es rechazado por demasiados adultos –padres, muchos de ellos–, por lo que es común escuchar de sus bocas frases como: “Creo que la educación sexual debe ser impartida en el hogar, que el tema atañe a lo íntimo y que no puede ser la escuela la encargada de hacerlo”.
Las maestras, con quienes hemos mantenido diversos diálogos, también dan cuenta de la falta de apoyo familiar para dictar educación sexual en la escuela: “¿Hablar de educación sexual con los alumnos? No, yo no me atrevo a hacerlo. ¿Y después qué hago con los padres que vengan a quejarse?”
Otro de los pretextos que se usan para postergar este tratamiento es la falta de preparación y la dificultad de encontrar los temas a desarrollar. ¡Cómo si no estuvieran presentes cada día y en todos los ámbitos!
Aunque los adultos de hoy no fuimos preparados para enfrentar nuestra realidad sexuada, la realidad aprieta y vamos advirtiendo cuán profunda conexión existe entre sexualidad y vida.
De tal manera, las vivencias, observaciones y comentarios que tenemos a diario nos remiten a hablar de los géneros; de los sexos; de las edades del desarrollo humano; de las uniones, buenas o malas; de los resultados de esas uniones; de los desencuentros de las parejas y sus desavenencias; de los divorcios; de los hijos; de su crianza; muchas veces de su abandono; de su mala o buena conducción; de la felicidad; de la potenciación de fuerzas; de la violencia…
Todo lo que nos pasa –las frustraciones, las perversiones, las actitudes ante la vida, los deseos de ser más y mejor o el estado contrario, la depresión en que tantos van cayendo– depende de cómo vivimos, de cómo hemos resuelto la herencia de los viejos mandatos y de cómo hemos aprendido y decidido vivir nuestra sexualidad.
La necesidad de los niños
Sobre los temas, entonces, no hay dudas; aparecen en nuestra vida cotidiana, se meten en el hogar a través de las noticias, se llevan a la escuela. No hay que salir a buscarlos ni cerrar las puertas del aula para decir “ahora vamos a hablar de temas ocultos, secretos, íntimos”, sino que basta mirar en nuestro entorno.
Los chicos están necesitando y esperando que los adultos les aclaremos con palabras y ejemplos las ideas muy confusas que tienen sobre algo que afecta su existencia, su vida sexual, sus pulsiones, la fuerza de la vida que es parte de su despertar hormonal.
¿Acaso deben los mayores oponerse a dialogar sobre estos asuntos? ¿Acaso desconocen el poder de la palabra, de la prevención, de la reflexión? ¿Acaso la mayoría de los padres habla de sexualidad en su hogar? En tal caso, ¿cuál es el nivel de conocimientos del que disponen para tratar el tema de manera adecuada?
Por otra parte: ¿qué actitud asumen los padres cuando una hija púber les da la noticia de su embarazo? ¿Qué respuestas dan a la niña que acusa a un familiar, a un vecino, a un conocido que la violó? ¿Saben de los padecimientos psíquicos y físicos que afectarán a la niña o al varón de por vida, a partir de la violación de su intimidad? ¿Conocen las consecuencias de las relaciones sexuales prematuras, el daño que sufre el aparato psíquico, el fracaso de un matrimonio forzado en plena etapa de inmadurez, las marcas que deja el aborto, la importancia que tiene para la vida humana la relación de la madre con su bebé?
Ha llegado el momento de enfrentar el dictado de educación sexual, con responsabilidad, con una base de adecuados conocimientos, convencimiento y, por sobre todo, con auténtico y sano entusiasmo.
Ojalá que 2011 nos encuentre 
mejor dispuestos para esa tarea.
El texto original de este artículo fue publicado el viernes 19 de noviembre de 2010 en nuestra edición impresa. Ingrese a la edición digital para leerlo igual que en el papel.

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